Si en nuestros días viviera don Inicial Barahona, estaría muy contento al ver promulgada y, además en buena medida cumplida, la reciente y tan nombrada medida legislativa: “No se permite fumar en sitios públicos”. Él, que para acortar un discurso conforme lo preceptuado, hizo suyo el conocido aforismo: “La ley es dura, pero es la ley”, estaría muy de acuerdo con la actual Ley Antitabaco, que aunque a muchos les cueste, deben cumplirla, porque el tabaco es muy perjudicial para la salud propia y para la ajena, cuestión que don Inicial ya dejó expuesta y demostrada hace ochenta y cinco años.
La profesora Teresa Santander leyó su discurso de ingreso en el Centro de Estudios Salmantinos en 1993.
Noventa primaveras – ya camino de la 91- dan para mucho. Así se desprende de esta entrevista en la que Ángel Zamanillo, testigo directo de grandes acontecimientos de la historia reciente de España, relata la vida de alguien al que la guerra le retrasó el sueño de ser médico, que después cumpliría con creces. Además de uno de los padres del Seguro Obligatorio de Enfermedad en Salamanca, ha dirigido instituciones como el Colegio de Médicos o el Consejo Social de la Universidad, sin olvidar que es uno de los firmantes de la Constitución española, en cuyo nacimiento participó como senador constituyente.
Sí, ya sabemos que la República tuvo sus grietas. Y apesta oír, leer y escribir sobre los mismos hechos luctuosos perpetrados por los dos bandos de la Guerra Civil. Hechos tan ciertos como ya tópicos por lo exasperante de su retranca. Por supuesto, durante la dictadura que subsiguió al famoso Movimiento que acabó con un régimen legalmente constituido, cualquier intento de alusión a los represaliados por el franquismo era impensable. Era imposible rememorar lo decididamente condenado al silencio. Con todo, el pacto, no escrito, de olvidar tales hechos durante la transición fue lo mejor de una Constitución que, ¡afortunadamente!, por la desatinada redacción de su artículo 2º, promovió (en lo tocante a la organización geopolítica del estado) precisamente lo contrario de lo que pretendía. Es decir, facilitó el diseño del Estado de las Autonomías territoriales sin que se rompiera España. [Y en esas estamos, esperando la resolución del Tribunal Constitucional acerca de si el Estatuto Catalán se ajusta, o no, a los postulados de la Carta Magna] .
Con una espléndida y variada filmografía a sus espaldas –en la que destacan títulos como Mi hermosa lavandería (1985), Las amistades peligrosas (1988), Café irlandés (1993) o La camioneta (1996)– y antes del rotundo éxito obtenido con La reina (2006), Stephen Frears había rodado un curioso filme sobre la inmigración en su Inglaterra natal, centrado en la figura de un patólogo nigeriano huido de su país. Aquí se tituló, inadecuadamente, Negocios ocultos, y tuvo menos repercusión de la que merecía.
Con motivo del tercer aniversario de nuestra revista Salamanca Médica esta página de arte, que cree para ella, se va a convertir en este número en una crónica de sucesos, acerca de cómo se divierten los jubilados, médicos, profesores y artistas, hablando de Medicina, Arte, Música y Literatura.
Don Arturo nació en Valladolid el 5 de septiembre de 1867. Su padre se licenció en Medicina en la Universidad de esa ciudad del Pisuerga, y eso explica que el feliz acontecimiento del nacimiento de su hijo pueda considerarse una circunstancia accidental. Pero quitando la naturaleza del suelo, en lo demás nuestro médico fue un completo salmantino.
La Cofradía de Nuestra Señora de Rocamador era una comunidad religiosa ilustre que ostentaba numerosos títulos concedidos por los muchos influyentes cofrades que pertenecieron a su claustro. Sus cuatro nominaciones eran las de Muy Noble, Antigua, Limpia y Santa. Parece que fue fundada por un caballero de la Orden de San Juan y a esta institución nos hemos referido someramente en uno de nuestros artículos donde tratamos el legado que estos monjes guerreros han dejado a la ciudad de Salamanca. A la Cofradía de Nuestra Señora de Rocamador pertenecían las familias más nobles de la ciudad, incluso un cardenal, Ascanio Colonna, fue cofrade de la misma.
A los 83 años, Alfonso Ledesma Jimeno conserva la “imponente sed de conocimientos ante la enorme fascinación del mundo de la locura”, la misma actitud que recién licenciado le llevó a abrirse paso firme en la Psiquiatría provincial y nacional. Lúcido, vibrante, con risa generosa, de intelectualidad inquieta, pensando incluso en nuevas investigaciones, ambiguo en ocasiones… nos recibe a pie de diván (no lo utiliza) para abrir su mente. Lo hace quien por experiencia conoce como pocos los recovecos propios y extraños de esa compleja estructura que nos diferencia de los animales.
Las comidas de las guardias del Hospital tienen una virtud, quizás la única, nos invitan a la reunión y a la charla, casi siempre distendida, a los profesionales que realizan las Urgencias. Siempre fue, espero que siga siéndolo, un buen momento para “cotillear” un poco y hablar de los problemas del Hospital.