JUAN MONTERO GÓMEZ: Catedrático de Urología y Profesor Emérito de la Universidad de Salamanca

Por M. Puertas

“Fui aprendiendo a ser urólogo antes de ser médico”

Sin grandes aspavientos, en calma, con voz baja, con la satisfacción del deber cumplido, nos recibe en su casa Juan Montero Gómez. Lo hace para hablarnos de su vida, pasada, presente y futura, retazos recogidos en estas páginas en las que el saber que otorga la experiencia nos da una lección de profesión y vida. Sírvase el lector de acercarse con Salamanca Médica a uno de los hombres importantes de la medicina salmantina del XX.

 La publicación de la entrevista coincide con el segundo aniversario del fallecimiento de su hermano Joaquín, ¿qué recuerdos le trae este nombre?

Pues todos, toda la vida la hemos hecho prácticamente unidos. Hemos sido una familia muy unida, y dentro de esa unión, mi hermano y yo hemos andado todos los pasos juntos y con unas directrices profesionales semejantes. A la hora de ejercer y trabajar en Salamanca nos hemos ayudado el uno al otro.

¿La relación entre ambos cómo era?

No se puede dar una relación más íntima, siempre apoyándonos el uno al otro y repartiendo al cincuenta por ciento los beneficios de la empresa, siempre. No hubo piques nunca por las horas de trabajo. Luego el grupo de gente que nos ha ayudado han acabado siendo amigos.

En todos los dúos cada parte aporta algo, ¿cómo era este reparto en el caso de los hermanos Montero?

Creo que ninguno de los dos andábamos mal de cabeza, yo llevaba la batuta en urología y él en cirugía. Desde el punto de vista del carácter, mi hermano siempre fue más optimista y comunicativo, y yo más serio, pero había una gran compenetración. Él, más amante de la vida, y yo, más tranquilo. A veces yo le tenía que frenar o al contrario, él tenía que azuzarme.

Bueno, hablemos de usted. ¿A quién se enfrenta el lector?

Esto es como una confesión, una carta, un algo que escribo a los médicos, unos que han sido amigos y otros, jóvenes, que no sabrán siquiera de mi existencia. Sólo deseo decirles que todavía existo y saludarles a todos con el mismo cariño…

Juan Montero hombre, ¿cómo se define?

Un hombre trabajador, responsable, con ilusiones, amante de la familia y los amigos, con capacidad de adaptación a los cambios, tanto a nivel profesional como personal. No soy presuntuoso ni me gustaría hacer daño a nadie.

Juan Montero profesional, ¿cómo era?

Un profesional entregado a sus enfermos y a los adelantos que han ido ocurriendo en la especialidad urológica. Iba a todos los cursos y reuniones en las que se exponían las novedades. Tenía el deseo de hacer las cosas bien, tal y como las había visto hacer a quienes las hacían mejor que yo. Siempre tuve gran inquietud por estar al día y no escatimaba dinero para comprar buen instrumental. Puedo decir que ejercer la medicina privada era muy caro, pero nos tocó vivir muchos años a costa de la medicina privada, lo cual hoy día es un sueño.

¿Y el catedrático Juan Montero cómo era?

Un hombre benévolo con los alumnos. Me costaba suspender, salvo ante exámenes catastróficos. Creo que mis clases eran sencillas y asequibles para los alumnos. Potencié mucho los medios audiovisuales con filminas, películas, proyectores… y comencé con fondos propios la dotación de una inexistente biblioteca de urología en la Facultad.

84 primaveras permiten una perspectiva vital importante. Echa la vista atrás ¿y qué es lo primero que se le viene a la cabeza?

La cantidad de años que han pasado. Casi casi significa un siglo, y más, significa haber puesto un pie en tres siglos. El primero, las reminiscencias del XIX, luego el siglo XX completo, que en ese no me falta nada, y después ver que el XXI sigue con cosas excepcionales a la vez que siguen existiendo cosas absurdas como las guerras. La impresión que tengo es haber vivido grandes cambios.

¿Satisfecho con su trayectoria?

Creo que he tenido mucha suerte, porque prácticamente he conseguido todo lo que quería y la verdad es que tengo que estar satisfecho. Otros, con las mismas posibilidades, se han quedado en el camino, profesional o vital.

¿Alguna espina clavada?

Alguna siempre habrá habido, pero prefiero no recordarlas. Han sido más las satisfacciones que las espinas.

¿Arrepentido de algo?

A lo mejor hay algo, pero no caigo ahora. Quizás de no haberme casado antes, porque me hubiera gustado ver a mis nietos ya más mayores. Pero no se puede querer todo.

¿Cuál ha sido y es su filosofía de vida?

Procurar ser feliz y que los demás lo sean. En algunos momentos de la vida, hay que ser espartano y trabajar duro y en los momentos que se pueda, aprovechar y divertirse. No ser lloricón nunca y estar con el mejor humor, estar satisfecho, contento, porque todos los días sale el sol y la desgracia de hoy puede ser una felicidad mañana.

¿Qué no soporta?

El dolor. Hay que luchar contra él como sea para no tenerlo y cuando se tiene quitarlo.

Como hijo de médico, ¿se puede decir que su vocación profesional comenzó y acabó en la medicina?

Pues sí, porque viví la medicina en mi casa desde que era niño, pero sigo teniendo inquietudes por otros campos que siento no haber cultivado lo suficiente.

“Creo que he tenido mucha suerte, porque prácticamente he conseguido todo lo que quería y la verdad es que tengo que estar satisfecho. Otros con las mismas posibilidades se han quedado en el camino profesional o vital”

En este sentido, ¿habría sido otra cosa en otro ambiente familiar?

Posiblemente sí, habría sido así.

¿De no haber sido médico qué habría sido?

No lo sé. Me gustaban las carreras técnicas, pero también las Letras, de manera que cuando estudiaba Medicina tenía un grupo de amigos en Letras, que me recomendaban lecturas, tendencias… Ellos me enseñaban a tener un poco de cultura.

¿Eligió la urología sólo por referencia paternal?

Había un gran componente de eso, de referencia paternal, pero por otro lado porque desde que empezamos la carrera, mi padre nos metió en la consulta y conocíamos el instrumental, hacíamos estudios, hojeaba los libros que había en casa, mi padre me llevaba a algún congreso o a alguna reunión… Entonces hubo un algo que fui aprendiendo desde antes de ser médico. Posiblemente si mi padre no hubiera sido urólogo, habría sido otra cosa.

Le ha marcado mucho su padre.

Mucho, mucho, también mi madre, no hay que dejarla a un lado, que como ama de casa nos tenía a todos derechos. Era una maravilla, además muy guapa.

¿Lo mejor de ser médico?

Las satisfacciones que te llevas cuando sacas adelante a un enfermo, a la cual va unida la segunda satisfacción que es cuando viene a agradecértelo.

¿Lo peor?

Que algunas veces no se arreglan las cosas como esperas, alguna complicación, que el enfermo no quede bien o incluso le vaya mal y muera.

SU VIDA, en corto

La obsesión de ser urólogo y catedrático

Juan Montero Gómez nació en la calle Bientocadas de Salamanca el 22 de mayo de 1923. De padre salmantino y madre mejicana es el segundo de seis hermanos. Aunque la vida le esperaba en Méjico (vino al mundo con motivo de una visita de sus padres a Salamanca), finalmente sería esta ciudad la que le vería crecer, formarse y ejercer.

Sus padres deciden quedarse y comienzan a vivir en la calle Felipe Espino. Juan da sus primeros pasos escolares en las Siervas de San José y después en la Normal. De esta guarda un recuerdo “imborrable” del maestro don Marcelino de Juan García, así como de compañeros, como los hermanos Rodríguez Adrados. Con Felipe le uniría después una íntima amistad.

Los estudios de secundaria los cursa en los Salesianos, donde acaba en 1940. Ese año comienza Medicina, carrera que concluye en 1947. Entre los profesores recuerda con cariño a don Fermín Querol, “ejemplo de cómo se explica con sencillez una cosa”. También al doctor Arce, “magnífico”, y a otros como don Fernando Cuadrado, en cuya Cátedra estuvo como alumno interno por oposición.

Tras la licenciatura le esperaba una larga carrera de oposiciones. Primero las de médicos de guardia del Hospital Provincial. Después, ya con el propósito de ser urólogo como su padre, que fue pionero de la especialidad en Salamanca, consigue una plaza de médico interno de urología en el Clínico San Carlos de Madrid. Permanece allí tres años, durante los cuales también ejerció en la consulta del catedrático Alfonso de la Peña.

En 1952 regresa a Salamanca, a la consulta de su padre, y con la intención de ocuparse de la urología en el Provincial, para lo que cuenta con la aprobación de los catedráticos Moraza y Cuadrado. Se mete de lleno en la vida médica salmantina, pero en el plano docente aspiraba a mucho más. “Tenía la obsesión –explica- de ser catedrático, pero no había cátedras, excepto la de Madrid”.

Antes de llegar a esa meta, tendría que pasar varias y duras etapas. En 1967 consigue la plaza de profesor titularen la Facultad de Salamanca. Comenzaba a explicar la urología en esta Universidad. A la vez, promueve un grupo regional de urólogos y sale elegido vocal de la Sociedad Española de Urología.

Su primer paso hacia la Cátedra lo da al convocarse la plaza de Madrid tras fallecer Alfonso de la Peña. A pesar de los nueve aspirantes, quedó desierta. “Ha sido la única oposición que no he sacado, pero en ella conseguí mucho renombre”. Esto le llevaría a ser elegido presidente de la Sociedad Española de Urología en 1973. De 1970 a 1976 dirigió la Escuela Profesional de Urología, en la que se formaron numerosos profesionales hispanoamericanos y árabes.

En 1975 consigue la plaza de profesor agregado de Salamanca, tras optar a ésta y a la de Barcelona. En 1978 consigue por concurso de acceso la Cátedra de Salamanca. Ese mismo año ingresa en la Real Academia salmantina.

Desde 1975 dirige el Servicio de Urología del Hospital Clínico, hasta su jubilación en 1988. Entre 1979 y 1982 fue vicedecano de la Facultad. Entre 1981 y 1982 fue director del Hospital Clínico Universitario y ocupó el Decanato de la Facultad entre 1982 y 1984.

Siempre tuvo consulta privada. Primero con su padre en Pozo Amarillo y después junto a su hermano Joaquín en la calle Isabeles.

Desde 1962 está casado con María Isabel García Ibáñez, hija de D. Manuel García Blanco, reconocido catedrático de Filología. Tiene tres hijas y un hijo, cuatro nietos y está esperando el quinto.

Entre sus aficiones destacan la música y la lectura, con las que hoy, ya jubilado, ocupa la gran parte del tiempo.

¿Cuál cree que han sido sus aportaciones desde el punto de vista profesional?

El haber actualizado el servicio y realizar, entre otras cosas, intervenciones quirúrgicas novedosas en esos años, tal como plastias intestinales, trasplantes de riñón, etc.; que aquí no se hacían, y colocar el Hospital a la cabeza de los hospitales españoles. Todas estas cosas me llevaron a recibir la distinción de la Medalla Francisco Díaz en 1984, máxima distinción de la urología nacional.

¿Creó escuela? ¿Las señas de identidad de esa escuela?

Creo que primero formé un servicio que no existía. Yo hablaría de dos fases, una en la que estaba la llamada Escuela Profesional de Urología (no existía el MIR), dentro de la de Cirugía, que inauguró el doctor Tamames. En esa escuela se matricularon una serie de alumnos, que luego fueron y son urólogos en Sudamérica o Estados Unidos. Después, al inaugurarse el Hospital Clínico y crearse el servicio de urología, fiché a los primeros urólogos que estrenaban conmigo esta nueva etapa. Habían hecho su MIR en la especialidad en otros hospitales y aunque sus primeros pasos no los dieron conmigo, vivieron el nacimiento de este nuevo departamento. O sea, que hice escuela relativa, siendo la Urología en Salamanca, por ello conocida y respetada.

Una vez jubilado, ¿cómo se ven los toros desde la barrera?

No me puedo quejar, llegas a una edad en la que no puedes estar corriendo, pasando malas noches, operando… por tanto, se lleva bien, aunque no todo es júbilo como dicen. Tiene muchas ventajas al poder dedicarte a todas aquellas cosas que durante la vida profesional tuviste que aparcar por falta de tiempo.

El médico de hoy lo tiene, ¿mejor o peor que antes?

Creo que en todos los sentidos mejor, porque aunque hay más médicos, hay muchísimas más oportunidades, puestos en nuevos hospitales y quien quiera tiene muchas facilidades. Por ejemplo, ahora los MIR ya están cobrando; antes, cuando acababas, te ibas a la calle o a realizar alguna sustitución a algún pueblo. Te encontrabas con la carrera, pero sin nada. Luego a base de que te subvencionaran, podías ir haciendo una especialidad.

¿La medicina de hoy cómo la ve?

Sólo tiene un defecto, la deshumanización. Por lo demás, la veo bien. Existen grandes avances técnicos que llevan a las superespecialidades. Y desde el punto de vista socio-asistencial, muy bien, ya que está toda la población cubierta por la Sanidad.

Si tuviera mano en el asunto, ¿qué reformas acometería en el modelo de medicina actual?

Pues no lo sé, es muy difícil. Aun teniendo defectos, tiene más virtudes. Quizás, un refuerzo de plantillas y salarios más elevados y justos.

¿Qué consejos se permite ofrecer a los jóvenes doctores alguien con la solera de usted?

Los consejos y las feas no los sigue nadie, dice el proverbio. Que sean honestos, que busquen la satisfacción del ejercicio profesional que da mucha y que consideren que el enfermo está por encimade todo.

Hablando de jóvenes, su vida estuvo íntimamente ligada a la Universidad. Lo de ser profesor, ¿cómo surgió?

Se va fraguando en el transcurso de la carrera. Siempre me gustó la enseñanza. He creído siempre que la profesión más hermosa es la de maestro. Todos hemos tenido un maestro, luego van influyendo los amigos…

“Antes la urología acaparaba mi tiempo. La ventaja de la jubilación es el poder dedicarte a todas aquellas cosas que durante la vida profesional tuviste que aparcar por falta de tiempo”

¿Asistencia o docencia? ¿Con cuál se queda?

Con las dos. La docencia en medicina, sin asistencia no se puede hacer. La prueba es que al jubilarte, te das cuenta que al alejarte de los enfermos, no tiene sentido seguir actualizándote, si no puedes aplicarlo al enfermo. Son complementarias.

¿Qué tipo de profesor fue?

Nunca tuve problemas con los alumnos. Siempre los he escuchado y al revés. Trataba de buscar lo más sencillo paraque el alumno entendiera el problema, tanto en la práctica como en la teoría.

A principios de los ochenta ocupó algunos puestos de responsabilidad (decano, director del hospital…), ¿fue ocasional o siempre tuvo ambiciones en el plano de la gestión?

No, nunca me gustó. Primero fui vicedecano de Hospital, que era interesante para poner en marcha las consultas, los quirófanos, etc., siendo decano el Dr. Gómez Alonso, con el que me entendía muy bien. Después me presenté como Decano, pero estuve poco tiempo, porque me aplicaron la Ley de Incompatibilidades. No lo podía compatibilizar con ejercer la medicina privada y me fui. En ninguno de los dos casos hubo una razón especial para que me gustara tener esos cargos.

¿Su vinculación a la Universidad de Salamanca qué le ha dado?

Pues ha significado toda mi vida, desde todos los aspectos, porque empiezo en Medicina y desde entonces prácticamente siempre he estado unido al hospital y a la Universidad. He tenido espíritu universitario: aprender, enseñar y ejercer. Me gustaban las tres cosas.

De política, ¿cómo andamos?

Has observado que me he referido mucho a mi padre. Él tenía muchas ideas, ideas tirando hacia la izquierda moderada. Siempre nos dijo no te metas nunca a discutir de política ni de religión porque no vas a convencer nunca al otro ni el otro a ti.

El tema está feo.

Sí, está la cosa fea, y eso nos asusta a los que tenemos más años, los que hemos conocido cosas como la guerra civil. Este episodio me dejó mal sabor de boca. Creo que ahora han perdido la cabeza. En medio, estamos todos los españoles y un país que se llama España. Los políticos ahora están a vivir de la política, no como en otros tiempos.

Pero no creo que lleguemos a esos extremos de los que habla.

Creo que a esos extremos no se debía haber llegado nunca, pero hay que tener cuidado. El espíritu de la Transición estuvo bastante bien, pero ahora cada uno va por su lado.

Elecciones a la vista. ¿Ya tiene decidido el voto?

Sí, pero puedo cambiar de aquí a aquella fecha.

“Ninguno me ha convencido. No he sido nunca de ningún partido. Sólo soy alguien que quiere que haya paz”

Si no es muy secreto, ¿puede definir sus ideas?

Después de la represión vivida, soy de los que no quiero que se me encaje. Ninguno me ha convencido. No he sido nunca de ningún partido. Sólo soy alguien que quiere que haya paz.

¿Su opinión de Salamanca? ¿Cómo ve la ciudad?

Es mi ciudad. La veo muy bien, ha progresado mucho y muy bien, desde el plano monumental y para pasearte, pero no desde el punto de vista de competitivo.

¿Qué le falta para ser atractiva también desde el plano económico-laboral?

Primero, arreglar las comunicaciones, porque para instalar aquí cualquier cosa hace falta que esté bien comunicada. Eso ahora no existe. Si estamos bien comunicados, irá para arriba. Sólo hay que pensar lo que han hecho en Valladolid.

Medicina, Universidad, política, ciudad, hablemos también del hombre y sus relaciones. ¿Qué sensaciones le causa la sociedad actual?

Creo que siempre ha sido lo mismo en la vida, con otros matices. Siempre ha estado basada en la unidad familiar y después en la unidad laboral, cada uno con los hábitos y las creencias que ha elegido. Pero no varía gran cosa.

¿Es pesimista respecto al todo vale que dicen que preside hoy los comportamientos humanos?

Desde luego que no vale todo, pero con los años que tengo yo no lo voy a solucionar.

¿Pesimista, desde el punto de vista del futuro de mis nietos?

No puedo decir si soy o no pesimista, pero creo que se solucionará. Es un problema que por pura lógica no me concierne, puesto que para entonces ya estaré criando malvas.

¿Su visión de la familia?

Fundamental. Hemos sido además una familia muy unida, siempre pensando unos en las necesidades de los otros y divirtiéndonos juntos, trabajando juntos, una familia muy muy unida, muy especial.

¿Su vida en el plano religioso?

No sabría cómo definirme. En realidad por tradición y enseñanzas, me considero cristiano, aunque luego haya ciertas cosas que me sobrepasan. Indudablemente tengo un sentido religioso de la vida y no deseo hacer juicios sobre la religión. Respeto todas las ideas religiosas.

¿Cómo le gustaría que le recordaran?

Pues como un hombre bueno y que en la vida cumplió con sus obligaciones.

Por cierto, se me olvidada. Estamos en una revista colegial y quería saber ¿qué opinión le merece el Colegio de Salamanca?

Muy buena, últimamente, excepcional, con una serie de labores desde todos los puntos de vista que son dignas de imitación y de ejemplo: cursos de inglés, informática, MIR, ciclos culturales, conciertos… me parece una labor digna de encomio.

¿Alguna idea para mejorar esa gestión?

Es muy difícil, porque tiene todos los palos tocados, bien hilvanados. No me atrevería a decir qué se tiene que hacer. Creo que el Colegio está en buenas manos.

Un libro

¿Qué hago yo con un libro sólo?

Un disco

Ya no se usan los discos. Depende si es música clásica o más moderna. En la primera, toda una batería de cada uno de los grandes músicos, y de la más moderna, me gustan las canciones francesas, italianas y españolas, y la música de películas como La misión o Casablanca.

Una película

La misión, muy bonita. Otra que he visto últimamente, muy buena, es El pianista.

Un plato

¡Uy, tengo buen apetito! Sin problemas, me gusta la comida italiana.

Un defecto

Muchos. Algunas veces ser pesimista y en alguna ocasión algo indolente.

Una virtud

La sencillez y el afecto y cariño por los míos.

Un amigo

Felipe Rodríguez Adrados, que murió hace un año. Compartimos muchos ratos desde niños.

Un enemigo

Tendré alguno, pero no creo que le haya dado motivo para serlo.

Una religión

Católica.

Un chiste

 No tengo gracia ninguna para contar un chiste. Lo estropeo.

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