¿Somos todos transexuales?

Por Saturnino GARCÍA LORENZO
Doctor en Medicina

La transexualidad es la manifestación moderna de una consciencia y práctica conocida en todas las épocas de la historia humana. La gente ha cambiado su género, papel sexual e incluso su cuerpo en prácticamente todas las culturas.

Cuando la diosa Cibeles, la gran madre de los dioses, llegó a Roma procedente de Frigia, en Asia Menor, trajo con ella a sus “gallae”. Éstos eran seres que habían nacido con sexo masculino y que se castraban a sí mismos entre danzas y cantos salvajes, mientras los espectadores danzaban igualmente y les lanzaban flores.

La propia Cibeles tuvo originariamente los dos sexos hasta que le amputaron sus órganos masculinos. Algunos dicen que Dionisos, dios del vino y del éxtasis, fue quien practicó esa cirugía. El propio Dionisos era transexual y había sido educado como niña. Las adoradoras femeninas se amputaban los pechos y los hombres se vestían como mujeres y practicaban la autocastración.

El mito homérico describe a Afrodita como la diosa del amor. Sus adoradores también la describían como hermafrodita, término derivado de la unión de Hermes (dios fálico) y Afrodita. Incluso el origen de la diosa del amor apunta a una antigua capa de transexualidad. Hesíodo nos dice que Uranos (Urano), el dios del cielo, se convirtió en un tirano, sofocando a Gaia (la Tierra) y destruyendo a sus hijos. Gaia creó una hoz y se la entregó a su hijo Cronos (Saturno), quien la utilizó para castrar a su padre y arrojó los órganos amputados al mar y del agua surgió Afrodita, la hembra perfecta.

Dibujos de Leonardo Da Vinci

La diferencia más evidente entre los transexuales modernos y los adoradores de Cibeles o Afrodita es la tecnología médica. Los hombres y mujeres transexuales inician su cambio físico con un tratamiento hormonal. Los estrógenos y otras hormonas hacen que crezcan los pechos y caderas de las mujeres transexuales, es decir, las que cambian de hombre a mujer.

Los transexuales, por tanto, pasan una segunda pubertad en el género al que sienten que pertenecen. Para muchos transexuales la pubertad original fue muy dolorosa, ya que sus cuerpos se desarrollaron para adquirir formas que detestaban. Los nuevos cambios les provocan las emociones, incomodidades sociales y deseos de experimentar que asociamos a los adolescentes.

Muchos consideran que esta transformación es una violación de la naturaleza. Pero entendamos lo siguiente: cada feto comienza su vida como andrógino, con desarrollo sexual potencial en un sentido o en otro. La mayoría de hombres y mujeres transexuales han tenido que luchar mucho para cambiar de sexo. En las primeras décadas de tratamiento clínico transexual, cambiar de vida significaba morir. El hombre o mujer transexual abandonaba su trabajo, amigos, familia, se trasladaba a otro lugar y se construía una nueva identidad, asegurándose de que nadie conociera su historia. Esto ha cambiado y muchos transexuales han optado en los últimos tiempos por cambiar de vida abiertamente.

No podemos pensar en la transexualidad en términos lógicos. Nosotros pensamos que la transexualidad no es cuestión de lógica sino de pasión. ¿Qué otra cosa podría hacer que la gente renuncie a su lugar en la sociedad, se enfrente al ridículo social y, posiblemente, a la violencia, ponga en peligro su carrera, amistades, familia, etc.?

No hace mucho leíamos en la prensa que en el mes de marzo echaba a andar la Unidad Multidisciplinar para los problemas de “identidad de género”. Hasta ahora, sólo había un precedente, Andalucía, que corriera con los gastos del tratamiento clínico de reasignación del sexo para personas transexuales. En la actualidad, dos hospitales madrileños, el Ramón y Cajal y la Paz, se encargarán de dar “una atención integral” a estos pacientes. El primero se encargará de todas las especialidades médicas; el segundo de las operaciones.

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