Pedro Nolasco Sánchez Llevot (1823-1894)

Por Ramón Martín Rodrigo

Licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte
y doctor en Geografía e Historia

Un ojo clínico muy reconocido en Salamanca

“No hubo en toda la provincia de Salamanca durante medio siglo más médico que Llevot.”

Enrique Esperabé

El día 31 de enero de 1823, a las ocho de la noche, vio la luz primera un hermoso niño en la ciudad de Burgos. Al día siguiente, un capellán castrense lo bautizó en la iglesia de San Lesmes, extramuros de referida ciudad, siendo sus padrinos un soldado y la mujer de un cabo. Pusiéronle tres nombres: el del santo del día, como entonces se acostumbraba, que era San Pedro Nolasco, Pablo y Manuel; y además lo encomendaron a cuatro santos protectores: San Lesmes, San Cecilio, San Ignacio y Santa Bárbara, y también a la Virgen María.

Fueron sus padres Norberto Sánchez, natural de Pedro Muñoz (Toledo) y Mariana Raimunda Llevot, natural de Mora de Ebro (Tarragona). Los abuelos paternos también eran del referido pueblo de Toledo, y los maternos del antedicho lugar de Tarragona. Por tanto, el pequeño infante llevaba por mitad en sus venas sangre toledana y sangre catalana. No había pues razón ninguna para pensar que erade origen catalán, aunque el segundo apellido pregonaba tal costado. En cualquier caso, si se atendiese más al ‘iussolis’, que es lo que siempre reza cuando se dice “naturaleza” de una persona, que al ‘ius sanguinis’, habría que considerar que Pedro Nolasco era burgalés.

No consta la razón por la que su familia se estableció en Salamanca. Pero es fácil suponer que siendo su padre cabo primero de la sexta compañía del Regimiento de Sagunto, Sexto de ligeros, llegaría a Salamanca con algún cambio de destino. Aquí moriría, dejando mujer y tres hijos, Pedro Nolasco, José y Manuela.

En 1834 el niño Pedro comenzó sus estudios de segunda enseñanza. Entonces su madre, doña Mariana Raimunda, ya estaba viuda, por lo que las certificaciones del escribano y del párroco fueron extendidas en papel para pobres, por ser “viuda y sin sueldo”. De lo que cabe hacer otra segunda suposición, la de que los estudios de Pedro Nolasco pudieron ser costeados bajo la condición de “huérfano de militar”. El chico salió inteligente y aplicado, pues “llamó la atención de sus profesores desde sus primeros años” (E. Esperabé). Realizó los estudios de Bachiller en Artes desde el curso1834-35 al 1837-38, y en ellos aprendió, entre otras asignaturas la de Botánica, y la Griego, en Humanidades. En 1838 comenzó la carrera de Medicina, la que acabó en el curso 1842-43, haciéndola con gran brillantez, pues su “hoja de estudios está llena de sobresalientes y premios” (E. Esperabé). Obtuvo el Grado de Licenciado en 23 octubre de 1843, traspasar, como entonces era preceptivo, por dos tribunales, uno de examen secreto, ante seis jueces, y otro de examen público, ante diez jueces, todos los cuales lo aprobaron “némine discrepante”, según la calificación al uso.

Seguidamente realizó el Doctorado en Madrid, a cuya Universidad acudían generalmente cuantos licenciados en Medicina por Salamanca querían continuar los estudios. Luego marchó al extranjero a practicar en hospitales. Recibió el Grado de Doctor en la Universidad de Salamanca el 19 de junio de 1858, entrando entonces a formar parte del claustro de la referida Institución. Se presentó a varias oposiciones y, aprobándolas, renunció a algunas de las plazas.

D. Pedro Nolasco tardó bastante en casarse, pues debió hacerlo hacia 1863, es decir, rondando ya los cuarenta años. Lo hizo con la señorita Antonia Pano Cantalapiedra, natural de Matapozuelos (Valladolid), de cuyo matrimonio nacieron dos niñas y un niño: Jacinta Aquilina; Raimunda Angustias Antolina; y Norberto Gregorio Basilio Pedro Telesforo. Cuando nació la primogénita, el 4 de enero de 1864, se consignó que don Pedro era doctor, profesor de Medicina y Cirugía. También se deja ver que ya entonces compartía excelentes relaciones con la alta sociedad salmantina, pues fue padrino de la aludida neófita, don Juan Bermúdez de Castro, vizconde de Revilla y de Barajas, y fue testigo don Joaquín González de la Huebra (catedrático que ya había sido vicerrector de la Universidad) juntamente con otros intelectuales.

D. Pedro Nolasco era “poco afable, de carácter duro y brusco, algo raro y extravagante, como suelen ser los sabios”. Formó muchas veces parte de algún tribunal de exámenes, en general como presidente. En una ocasión, y para cortar razonamientos y violentas escenas con los otros miembros del tribunal se vio obligado el Rector de la Universidad a presidirlas pruebas. Domitilo Rodríguez (médico que fue de Rágama), recordando sus años estudiantiles, señaló como rasgos de don Pedro ser fumador de puros y gran jugador de timba en el Casino de Salamanca, del que fue socio de número, al menos desde 1865.

Fue nombrado profesor de la Facultad de Medicina por la Diputación Provincial, porque entonces estos estudios no dependían de la Universidad de Salamanca. Triunfante la Revolución de 1868 se dieron unos decretos el 21 y 25 de octubre, en virtud de los cuales cambiaba la legislación universitaria. En 1868 figura como Profesor Numerario de Medicina, en cuya Facultad enseñó algún tiempo Anatomía Quirúrgica y otras veces Patología Médica, y también Higiene. Parece ser que los desvelos del catedrático Don Pedro contribuyeron en buena medida a conseguir que no desapareciera la Facultad de Medicina. Nada extraña, por tanto, que desde 1869 fuera Decano de dicha Facultad, aunque primeramente con carácter interino.

En 1886 se casó su hija Jacinta con el doctor don Guillermo Hernández Sanz, médico cirujano titular de esta Universidad. Tenía ella 21 años (+1929), él 28 (+1924). Y pues queda mencionada la boda de su hija, me detendré un poco en ella extractando de El Fomento, que trajo la noticia, aquellas ideas que me van a permitir introducir algún comentario:

Lucía la novia elegantísimo vestido de paño de Lyón, preciosa mantilla de encaje y aderezo de diamantes. En la comitiva se distinguían tres labradores de antigua y tradicional amistad en casa. Conocidas las simpatías de la familia Llevot comprenderán nuestros lectores la armonía, cordialidad y franqueza que reinaron en la mesa. Primero se tomó un exquisito refresco en toda la amplitud de la palabra, luego la mesa fue servida por la Casa Ansede para más de noventa invitados. Hubo además helados, chocolates, dulces pastas y vinos generosos, todo con pródiga abundancia y el champagne se consumió en cantidad. Se acordó que entre los invitados brindase uno solo, don Arsenio Huebra, humilde reportero de la fiesta. Fueron padrinos don Ramón Escalada y doña Manuela Hernández, representados por los hermanos de la madrina don Leopoldo y doña María.  Fue testigo entre otros, don Florencio Pollo. Felicitaciones sin cuento recibieron los padres, en los cuales rebosa la satisfacción.

He aquí las glosas: Aquel niño de familia humilde en 1834, cuarenta años después había conseguido un alto puesto social, y su hija lucía prendas valiosas de ostensible riqueza. Sus amistades eran numerosas y las relaciones sociales amplias y con todas las clases de personas de la ciudad y de fuera de ella. Por ejemplo, se extendían hasta Sequeros, Alba de Tormes, La Alberca y otros pueblos, pues don Ramón Escalada (+1913) fue juez de primera instancia en el Juzgado de Sequeros, y más tarde de Alba de Tormes, y se casó con Manuela Hernández, natural de Sequeros; y el novio don Guillermo era primo de don Álvaro Gil Sanz, también relacionado con mencionada villa. Don Florencio Pollo, testigo de esta boda, eminente médico de Salamanca, que pocos años después fue alcalde de Salamanca (1890) y que entró juntamente con don Guillermo de socio de número del Casino en 1885. Los lazos con La Alberca se establecen mediante don Joaquín Huebra que era de ese lugar. La amistad con gentes de Salamanca queda representada por don Arsenio Huebra, director de la Liga del Contribuyente y del Adelanto. Más adelante expondré otros lazos de afecto.

Como es fácil comprender, don Pedro vería en aquella boda cumplido el mejor deseo que tuviera para su hija: él, que era médico y catedrático, la veía casada con otro médico y profesor, figura luego ilustre de la ciudad del Tormes, de la que también fue alcalde (1912), aunque para entonces don Pedro ya había fallecido.

Un comentario más, que no se desprende del anterior reportaje, sino de una reflexión sobre las profesiones vistas en el árbol genealógico del biografiado y su descendencia. Precisaré, pues antes no quedó anotado, que su abuelo materno, José Llevot, fue cirujano del ejército, y, como está visto, su padre fue militar. El matrimonio de Guillermo y Jacinta tuvo dos hijas y dos hijos. Uno de ellos, Jacinto, consiguió a su vez llegar a ser médico del Regimiento de Albuera. Por tanto, un nieto de don Pedro, que tenía precedentes en lo militar, ingresó en el cuerpo de médicos militares. Don Pedro, en medio de la saga familiar, no conoció este final, pero seguro que de haber vivido, también le habría agradado enormemente.

Finalmente, hay que apuntar otra apostilla. Como se ha visto, los genes de don Pedro tenían origen en varias regiones españolas, pero fuese porque huérfano de padre, pesó en él grandemente la influencia materna en sus primeros años, fuese por otras causas, lo cierto es que él se tenía por “oriundo de Cataluña”, según su propia afirmación, añadiéndose que firmaba con su segundo apellido, y que en Salamanca era conocido simplemente por el Dr. LLevot, estando su domicilio en la Calle de Toro número 2.

Todos los que escribieron algo sobre don Pedro han apuntado que tenía un “excelente ojo clínico”. Una anécdota pude contarse en este sentido: “El 19 de julio de 1885 ocurrió en Salamanca el primer caso de la fatal epidemia de dicho año. Tan pronto se dio el parte de la invasión se presentaron en el domicilio de la mujer afectada el Gobernador Civil y el Alcalde, conferenciaron con el Doctor Llevot, el cual dio el diagnóstico de “cólera”. (Liga del Contribuyente).

También se ha contado que don Pedro salvó a muchos enfermos, especialmente graves, e incluso a algunos desahuciados. En este sentido, se puede traer a colación otra anécdota, que se hizo pública el día de su entierro: “Llamó la atención una mujer que formaba parte del cortejo fúnebre, revelando con su llanto el más profundo desconsuelo: Era una anciana de Cilleros, a cuyo esposo, de oficio carbonero, recogió don Pedro hace muchos años en su casa y curó de una fractura de una pierna. La agradecida mujer, tan pronto como supo la muerte de su bienhechor, se vino a pie a la capital y cuando llegó a la casa mortuoria, se entregó, a la vista del cadáver, a las más conmovedoras manifestaciones de dolor”.

En 1894 se fundó el Colegio Médico de Salamanca, el cual tiene a don Pedro por su primer Presidente.

 Como era de esperar, conseguida la cátedra, prontamente le encargó el Rector de la Universidad el Discurso de Apertura de un curso académico. Fue el de 1869 -1870. En él trata de “la Higiene”, que debería definirse como el arte de conservar y mejorar la salud de los hombres y de las colecciones de los mismos y se aplica también a la institución de leyes y al gobierno de los pueblos. Luego hace un recorrido por la Historia de los pueblos, desde la Antigüedad hasta su momento, exponiendo las medidas y los medios higiénicos que en diversas partes se iban tomando a lo largo de los siglos.

En 1876 pronunció el Discurso de Apertura del curso 1876-77 en la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy, y quedó publicado. Habló entonces de “las Artes como necesidad Social”. Precisó el valor y la importancia del Dibujo, así como también la Pintura, la Música y la Escultura. “Como Dios, el hombre y la Naturaleza son los asuntos que competen a las Bellas Artes, en todas las épocas los hombres se han ocupado de conseguir cosas bellas”. Para dejarlo patente, don Pedro hizo un recorrido por la Historia de la Humanidad, parándose en los principales artistas, mostrando que el Arte necesita la acción del pensamiento y de la materia. Concluyendo que “es necesario buscar la belleza moral y la belleza intelectual”, y por tanto “hay que despertar en la juventud ideas de verdad, justicia y armonía”.

Vamos viendo cómo su actividad es la Enseñanza, y cómo ha dado dos discursos, (además del que hiciera para recibirla investidura de Doctor). Pero también escribió “infinidad de trabajos científicos y entre ellos algunas monografías”, si bien parece ser que quedaron inéditos “por modestia” (Necrológica en El Adelanto). Prueba de que no se quedaba sólo en eso resulta por ejemplo la siguiente noticia: “El Dr. don Pedro Sánchez dará una conferencia a principios del próximo invierno (1884) en el salón del Casino Ibérico, en la cual disertará sobre “La importancia social del médico”. Desde luego aseguramos que la oratoria elevada y seria de que dispone el sabio catedrático, atraerá una selecta y numerosa concurrencia al elegante Casino. (El Correo Médico Castellano).

 Entre otros cargos también fue Decano de la Facultad de Medicina, Inspector Provincial de Sanidad, Médico Jefe de la Beneficencia Provincial, Subdelegado de Medicina de Salamanca y Presidente Honorario de la Academia de Medicina.

Durante 1884 los médicos de Salamanca fueron preparando una asociación constituyéndose así La Academia de Medicina y Cirugía. Esta fue inaugurada el domingo 19 de octubre de 1884. Dice El Progreso: “El acto oficial de la inauguración y apertura del curso de la Academia de Medicina, ha poco tiempo fundada en esta capital se celebró en el Paraninfo de la Universidad. Ocupaba el centro de la mesa su presidente don Ángel Villar, a su derecha se hallaban el Gobernador Civil y el Alcalde, y a su izquierda el senador por la Universidad de Salamanca, Sr. Vázquez de Parga, y el Sr. LLevot”. Luego a las 7 de la noche se celebró un fraternal banquete en elegante comedor de las Cuatro Estaciones y … “al estampido de las botellas de champagne, se levantó el Presidente Honorario de la Academia y Subdelegado [de Medicina] de este Partido y en un discurso, correcto como todos los suyos, brindó por la prosperidad de la Academia, y por la juventud médica salmantina”.

Una epidemia gripal se extendió considerablemente en Salamanca en el invierno de 1889. Se vieron afectados entre otros los médicos don José Esteban, don Lucas Martín y don Pedro Sánchez Llevot, “cuyo estado inspira algunos temores” (3 de diciembre). Pero el Dr. LLevot se restableció pronto, porque el 19 de enero de 1890 asistió con otros compañeros al entierro del catedrático de Medicina don Manuel Uribarri. Por entonces, el Ayuntamiento y la Prensa local abrieron una suscripción para ayudar a los enfermos, los convalecientes y los pobres. La lista de donantes presenta como el donativo más general de 5 pts., don Pedro figura con 10 pts.

En 1894 se fundó el Colegio Médico de Salamanca, el cual tiene a don Pedro por su primer Presidente. No obstante, conviene presentar alguna aclaración al hecho. Es muy probable que todas las gestiones para la creación del mismo (médicos constituyentes, reglamento, instancia presentada el 18 de octubre de 1894, etc.) fueran preparadas bajo la dirección de don Pedro, sin embargo el ‘reconocimiento oficial’ del Colegio Médicos de Salamanca no llegó hasta el día 19 de diciembre de dicho año 1894, ocho días después de la muerte de Don Pedro, que por tanto no llegó a tomar posesión de dicha presidencia. Tampoco pudo disfrutar mucho de su jubilación, al cumplirlos 70 años, tan sólo los once meses que van de enero a diciembre del referido año.

Pero si no alcanzó el referido cargo, sí tuvo otros destacados: Decano de la Facultad de Medicina, Inspector Provincial de Sanidad, Médico Jefe de la Beneficencia Provincial, Subdelegado de Medicina de Salamanca y Presidente Honorario de la Academia de Medicina.

A la hora del panegírico, tras dejar este mundo, los personajes ilustres siempre son ensalzados en demasía. En el caso de don Pedro entre los muchos elogios y atributos de él se citan los siguientes: hábil y erudito polemista, superior inteligencia y gigantesco talento, sabio profesor, verdadero genio, certero juicio, nunca se equivocó en el diagnóstico ni en el pronóstico, logró fama en España y en el extranjero, y otras frases semejantes. También en el momento final se aprecia el afecto y los verdaderos amigos: Despidieron a don Pedro a la última morada ocho médicos: Segovia, Cebrián, Baz, Periáñez, Muñoz, Diéz, López Alonso y Pedro López, más sus dos queridos amigos don José Blanco, también médico, y don Raymundo Arroyo, profesor del Instituto. Lo mejor de ello es que tales alabanzas tenían un buen fundamento y que sus amigos lo eran de corazón. La condecoración de la Cruz de tercera clase de la Orden Civil de Beneficencia que le fue concedida al Dr. Llevot y el sentido adiós que Salamanca le tributó sirven de prueba de ambas afirmaciones.


Nota:

Resulta poco menos que imposible precisar datos y fechas de este médico, porque en la Universidad de Salamanca no queda su expediente de estudiante, ni su hoja de servicios como profesor, ni las tomas de posesión. Tampoco queda archivo de la Beneficencia Provincial, ni archivo del Colegio Médico, ni revista ni periódico de Medicinade la época. Por tanto, hay que hacer una búsqueda de noticias dando rodeos para obtener indirectamente algún resultado. Lógicamente algún día podrá darse con el paradero de otros datos, que hoy parecen esfumados por no se sabe qué causa. He visto confundida la fecha de su nacimiento en dos lugares, y en uno su edad. La partida de bautismo dice claramente que nació en 1823, y no en 1834 que dice E. Esperabé en Salmantinos Ilustres y se repite en un Callejero Salmantino.

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