En esta nueva sección pretendo reflexionar sobre el dibujo y la pintura, a la vez que expresar vivencias gráfico-literarias de mi ciudad, Salamanca, bien a través de sus monumentos o de sus gentes y, como no podía ser de otra forma, lo hago con pasión.
La línea a la que alude el título es la que separa el mundo de los vivos del de los muertos, el de la realidad del de los sueños y la fantasía, marcando la frontera entre lo humano y lo di vino, lo moralmente aceptable y las ansias de convertirse en dioses por parte de unos estudiantes de Medicina demasiado atrevidos. Línea mortal podría haber sido una interesante reflexión sobre todo eso si sus autores no la hubieran transmutado en un thriller insípido que se recrea en la trama de suspense y se cobija bajo los tópicos del cine más insustancial.
En este recorrido gráfico-literario por la Salamanca monumental que hoy inicio, pretendo recoger aspectos diversos, que no por conocidos desmerecen ser recordados. Con ello pretendo pasar revista a una serie de edificios salmantinos consagrados por el paso del tiempo, comenzando por aquellos que tuvieron su origen en la Edad Media.
Tras el artículo de la revista de Navidad, y para continuar el viaje por tierras africanas, nos situamos hoy en agosto de2005, cuando visité por primera vez Togo. Tenía 24 años. A principios de año había dejado mi trabajo en una multinacional americana y en junio recién terminado un postgrado en cooperación internacional. Nunca había viajado a un país en desarrollo, aparte del típico fin de curso a Cuba, totalmente acotado en playas artificiales acomplejadas por el hotel y su “pulserita”.
Este insigne doctor, estuvo siempre entregado al estudio con afán de superación; fue prototipo de caballero y persona de conciencia muy recta. Su vida se caracterizó por la sencillez y supo rodearse de profundo respeto y del más exaltado cariño. Se llamaba Serafín Pierna Catalán. Las siguientes líneas tratan de recordarlo.
El autor repasa la historia de estos centros y su importancia en los siglos XV y XVI
Enrique de Sena fue sin duda un gran periodista para la historia de Salamanca. Nos conocimos cursando segundo de Medicina, allá en el 43, en la clase de aquella bondadosa persona y buen anatómico que fue don Pablo Beltrán de Heredia. Mucha gente ignora esa vocación de Enrique hacia la Medicina y que después cambió, sin duda acertadamente, por la del periodismo.
Con la satisfacción que supone haber salido elegido con amplio respaldo el máximo representante de los médicos españoles y la ilusión intacta por seguir defendiendo y planteando mejoras para este colectivo, nos recibe Juan José Rodríguez Sendín. Lo hace en su tierra, Salamanca, donde nació y se formó como médico. Aprovechamos su primera visita como presidente a un Colegio provincial para que nos hable de sus objetivos al frente de la Organización Médica Colegial. El escenario profesional a corto y medio plazo no se presenta nada fácil, reconoce, pero cierto es que sus ganas de trabajar hacen intuir una etapa en la que la profesión médica puede alcanzar tiempos mejores.