«Queridos amigos y compañeros. Me siento de veras muy emocionado ante esta cálida despedida que acabáis de brindarme. Agradezco mucho vuestros sinceros abrazos, vuestros generosos comentarios y vuestros inmerecidos elogios a mi trabajo y compañerismo en este centro de salud al que he dedicado mi vida. Solo puedo deciros que os echaré de menos siempre y que confío en que no me olvidéis nunca».
La verdad y la franqueza constituyeron siempre una obsesión para Amable Seisdedos, conocido médico de atención primaria de la comarca salmantina de Ciudad Rodrigo. Desde el mismo instante en que comenzó a hablar no pudo dejar de decir siempre lo que pensaba, lo que era motivo de regocijo notable entre sus mayores, porque a los niños se les perdona y celebra esa franqueza por su espontaneidad e inocencia. Pero el asunto dejó poco a poco de tener gracia y comenzó a derivar en situaciones tensas y comprometidas cuando la barba empezó a asomar en la cara de Amable y su voz a adquirir un matiz áspero.
Cómo olvidarlo. Aparecía satisfecho al lado del presidente de la Comunidad recibiendo el nombramiento de consejero de Sanidad. Su aspecto era impecable y su sonrisa perfecta. Todo me recordaba a algún actor de alguna película conocida.
…No era el mismo porque, a partir de ese instante en que apreció esa luz, noté que —y en ese momento cogió aliento— si miraba fijamente a los ojos de una persona, podía leer su pensamiento con gran claridad. Podía ver lo que ella veía, sentía y pensaba.
Ramón pensó enseguida que había sido sin duda una gran idea viajar a Varsovia y así poder identificarse más, no solo con la música, sino con su adorado autor. De manera frenética y algo obsesiva, empezó a devorar en los momentos de descanso turístico toda la información que pudo sobre la vida de su admirado compositor y confirmó lo que ya sospechaba, que Chopin no pudo morir de tuberculosis, como casi todo el mundo afirmaba. La lectura de las cartas escritas por él no dejaba lugar a dudas.
Su éxito rápido y merecido hizo a Borja alejarse poco a poco de los pacientes. La planificación y seguimiento de los ensayos clínicos, la redacción de artículos y resúmenes para congresos, las numerosas conferencias y los viajes hicieron que el Dr. Borja se fuera alejando del trabajo primigenio del médico, la atención directa del paciente.
Las notas musicales “se introducen en las vías bioquímicas y nerviosas de nuestro cerebro a través del sentido del oído y se implican misteriosamente y con fuerza en nuestra afectividad, nuestro estado de ánimo e incluso nuestra capacidad racional”
La mente del joven médico voló lejos del consultorio y le trasladó a su período de formación como residente de Medicina de Familia en un flamante hospital de Madrid y a su estancia posterior de 12 meses en un prestigioso centro londinense para trabajar en el tema de su tesis doctoral, la comunicación entre el médico y el paciente, una cuestión de moda en aquel momento en los congresos médicos y por tanto conveniente. Medicina centrada en el paciente, Medicina personalizada, humanización de la Medicina y tantas otras frases afortunadas eran los eslóganes en boga en esa Medicina de la tecnología y la información imperantes.
Al final del acto médico, y recogida toda la información, UDAM 106.2 comunicaba al Dr. Campos su conclusión a través del auricular, conclusión casi siempre acertada que el Dr. Campos solo tenía que matizar, adecuar y transmitir a su paciente. La actitud y el tratamiento a seguir también eran sugeridos por UDAM 106.2 siempre que el Dr. Campos solicitara esa ayuda.