En 1919, Robert Wiene lleva a cabo uno de los tours de force más emblemáticos de la historia del cine. Sin ánimo de repetir aquí los lugares comunes tantas veces expuestos, con mayor o menor rigor, es posible asegurar que la importancia de este título ha acabado ensombreciendo uno de los pilares fundamentales del relato: la figura del médico protagonista, director de un sanatorio envuelto en el confuso sueño de su paciente.
“A comienzos del siglo XX debería haber quedado claro que ningún sistema explica el mundo en todos sus aspectos y detalles. Haber contribuido a desterrar la idea de una verdad tangible y eterna quizá no sea una de las glorias menores del desarrollo científico”. El autor de estas líneas, Francois Jacob, premio Nobel de Medicina, en su libro El juego de los posibles aúna al humanismo y al hombre de ciencia para invitar a una apasionante reflexión sobre la historia de lo vivo y los mecanismos, todavía misteriosos, de la evolución. ¿Cómo apareció la sexualidad? ¿Cómo explicar el envejecimiento? Y, lo que es más extraordinario aún, ¿cómo se produce el desarrollo del embrión a partir de un huevo fecundado?