Continuamos la nota biográfica de este destacado cirujano salmantino publicada hace dos números con un breve recordatorio a su importante papel en la cirugía salmantina de la primera mitad del pasado siglo. Sin duda fue la referencia de esta especialidad en la ciudad y como tal merece un recuerdo. Varias son las razones, primero, fue el cirujano por antonomasia de Salamanca, segundo, contribuyó a la formación de una importante saga quirúrgica en la ciudad y, tercero, tuvo un papel muy relevante en la cirugía de guerra de nuestro país. La posible parcialidad de estas líneas, imputable a la juventud del que suscribe, no serán obstáculo para acercarse a uno de los médicos salmantinos más interesantes de los últimos tiempos. Agradecemos la ayuda prestada por algunos de sus colaboradores como el Dr. Ferrer, que aporta las curiosas imágenes.
El autor destaca el papel que este centro cumplió en la formación de numerosos médicos entre los siglos XVII y XX Antonio Vargas y Carvajal otorga testamento el 24 de octubre de 1649. Fundaba entonces lo que sería el seminario que llevaría su nombre. En este centro se admitían niños huérfanos, pobres y, si no
Biblia, poesía y retórica, se valen de diferentes géneros o modos de lenguaje de acuerdo con los contenidos de su materia, sus fines y, en definitiva, con el tipo de mensaje que, al expresarse, emiten. Son modalidades de lenguaje parejas a las que, en su ámbito, utiliza el arte.
Se cumplen ahora cuarenta años desde que el maestro John Ford clausurara su dilatada trayectoria cinematográfica de una forma tan espectacular como sorprendente. Espectacular, porque Siete mujeres (1966) tiene la solvencia visual y la brillantez narrativa características de las mejores obras de su autor; sorprendente, porque, revisando muchas de las concepciones que había sostenido a lo largo de buena parte de su carrera –como había hecho ya poco antes respecto del género del Oeste en la formidable El hombre que mató a Liberty Valance–, Ford plantea de frente en este filme unos temas que espantarían a muchos de sus incondicionales. En el centro de la acción, una mujer: la doctora Cartwright. Y en el núcleo mismo del argumento, su condición de médico y su manera de entender la profesión