En esta primera parte el autor hace un recuerdo histórico y se refiere a sus orígenes
Siempre hay
por qué vivir,
por qué luchar…
Y al final
las obras quedan las gentes se van.
Otros que vienen las continuarán…
Son duras, muy serias estas cornadas pero Aleixandre, en fuerte paradoja, las llama beso: “El beso / con su testuz de sueño / y seda, insiste, / oscuro, negro”.
Durante mi estancia de diez semanas en Bolivia, participando en un proyecto de cooperación patrocinado por la Universidad de Salamanca y la Junta de Castilla y León, a través de la Consejería de Sanidad, dediqué la mayor parte de mi trabajo a realizar reconocimientos escolares a varios centenares de los alumnos, en dos colegios de Santa Cruz de la Sierra A lo largo de ese período, y a modo de diario, iba anotando mis impresiones y opiniones, así como las actividades que, junto a otros voluntarios, desarrollábamos en aquel país. De este diario quisiera rescatar lo que escribí un día, a finales de mayo, en recuerdo de la niña protagonista del relato, y que dice así:
Inmediatamente después de su gran éxito con Eva al desnudo, el director de origen polaco Jo seph Leo Mankiewicz abordó la adaptación de una obra de Curt Goetz, Dr. Prätorius, que ya había sido llevada al cine en Alemania y volvería a serlo más adelante, sin demasiada repercusión. Murmullos en la ciudad –deficiente traducción del título original: People Will Talk (La gente hablará)– narra los conflictos de un médico poco convencional, utilizando algunas claves del melodrama para enmascarar una potente aunque no diáfana parábola política.