Parece, Camilo, que te entiendes mejor con tu madre que con tu padre. Eso, al menos, me dicen y, en el fondo significa que con tu padre no te entiendes. Yo no me entendí con ninguno de los dos. Me acoracé frente a ellos. Aunque debí suponer que mi padre, con una especial rigidez, pretendía ocultar su predilección, nos pasamos la vida jugando al escondite. Hasta que fue demasiado tarde. Porque, yo creo, que no se trata de sentimientos –es insólito que un hijo no quiera a su padre, o viceversa-, sino de su expresión. Los sentimientos no están hechos para manifestarse “in artículo mortis”, sino para teñir las relaciones de quienes los poseen. Pero los seres humanos solemos ser muy torpes. Por no exteriorizarnos vamos de malentendido en malentendido.
Décadas después de su muerte en agosto de 1977, Groucho Marx sigue siendo uno de los cómicos más admirados y un icono cultural kitsch para los amantes de las citas fáciles. Pero Groucho y sus hermanos, además de regalar unos cuantos títulos clásicos, innovaron profundamente en el campo de los diálogos cuando el cine sonoro daba sus primeros pasos. Si la mayoría de los directores se limitaban a colocar la cámara y asistir a los largos parlamentos de los actores, Groucho, Chico y Harpo solían imponer las escenas al responsable de turno y marcaban el ritmo con sus réplicas. En Un día en las carreras, su irreverente humor se ceba de manera especial con la profesión médica…
“Íntegro, bondadoso, inteligente, servicial. Trabajador infatigable, preocupado siempre por el servicio a la justicia y haciendo de su profesión un verdadero sacerdocio”
Una de las familias nobles salmantina de más rancio abolengo fue la de los Solís. Sus miembros desempeñaron cargos de gran responsabilidad en la ciudad y fuera de ella. Hasta catorce Solís es ocuparon el puesto de Regidor de Salamanca y seis de ellos ostentaron el sillón de Adelantado de Yucatán.
Desde tierras valencianas, nos visita en este número Fernando Romero Velasco, en quien personalizamos el merecido homenaje a todos aquellos médicos que han hecho de la Medicina rural una de las formas más nobles de ejercerla sana profesión de curar o al menos intentar aliviar el sufrimiento. Ejemplo de que también en otras épocas los médicos salmantinos tuvieron que emigrar, el doctor Romero destaca sobre todo por sencillez, humanidad, humildad y capacidad de análisis, atributos imprescindibles para cualquier vida plena.
El presente artículo no sólo aporta una cierta curiosidad sobre el uso de las medicinas recetadas en el siglo XIX, sino que también contiene datos interesantes para la historia de Salamanca. Aquí desfilan cinco personajes domiciliados en esta ciudad: un escribano enfermo, dos médicos y dos hombres acaudalados –uno del comercio y el otro noble y militar- en plena guerra de la Independencia. Además se da cuenta de un testamento y de un inventario de bienes. Pero todos estos aspectos han de leerse entre líneas, porque la detención en los mismos se sale del tema.
El autor inicia una serie de textos sobre los títulos médicos impartidos en la ciudad
“Hoy mucha medicina se ejerce como profesión para vivir olvidando su parte de sacrificio y entrega”