La Guerra Civil Española tuvo en Salamanca consecuencias funestas para el mundo médico. La primera noticia que recorre los mentideros de la ciudad es preocupante. Al mediodía del 19de julio de 1936, un destacamento del ejército, sección de infantería de la Victoria, irrumpe en la Plaza Mayor. Se produce un tiroteo, realizado para aterrorizar a la población, y una decena de muertos y numerosos heridos quedan tendidos en el ágora salmantina. Los militares venían del Gobierno Civil donde habían hecho público el Bando de Guerra. Una de las víctimas mortales es un joven médico, Abel, ayudante en la cátedra de fisiología, que paseaba ajeno a lo que se avecinaba.
El presidente del Consejo Autonómico de Colegios de Médicos de Castilla y León, José Ramón Huerta, toma el relevo del presidente de la OMC, Guillermo Sierra, en esta sección de entrevistas de Salamanca Médica. Sin ningún tipo de rodeo, Huerta expresa en estas páginas las que desde su punto de vista son las medidas prioritarias para que se cumplan las expectativas del médico. En el plano regional, da un aprobado global a la Junta por sugestión de la sanidad, pero no así en lo que corresponde al tratamiento del médico.
En su trigésimo tercer largometraje, estrenado en 2000 sin demasiada resonancia, el cineasta norteamericano Robert Altman dibuja con su humor e ironía habituales el retrato de un médico, el doctor Sully Travis, ginecólogo de gran éxito entre la clientela más distinguida de Dallas, pero herido en su esfera íntima por la extraña enfermedad que aqueja a su esposa.
Es habitual encontrarnos informaciones y, lo que es peor, opiniones médicas en los distintos medios de comunicación, prensa, radio o televisión, que vienen firmados por “expertos”, que en muchas ocasiones acaban de terminar sus estudios de Periodismo, y en el mejor de los casos, se autodenominan “periodistas científicos” porque se han inscrito en la correspondiente Asociación Profesional.
Sí. No cabe la menor duda, a Salamanca le van muy bien los aires de libertad. En los primeros años de la última república ya lo hizo notar el escritor soviético al hablar de ella como una ciudad alegre, señorial y bulliciosa. Luego Carmen Laforet diría: “La alegría de Salamanca es algo más profundo, es una alegría parecida a la que a algunas personas les labra una sonrisa en las comisuras de la boca y les vuelve los ojos resplandecientes, como si ardiera en ellos, siempre, una oculta lámpara”.
Salamanca Médica se acerca en este número a una de las personalidades médicas más conocidas del país a principios del pasado siglo. Gracias a la ayuda del profesor de Historia de la Medicina de Salamanca, Juan Carlos Rodríguez-Sánchez, y de la Biblioteca de la Real Academia Nacional de Medicina, de la que Rodríguez Pinilla fue miembro entre 1924 y1936, exponemos en estas páginas algunas de las aportaciones de la prolífica labor que llevó a cabo el salmantino Rodríguez Pinilla, que ejerció gran parte de su carrera en Madrid.