El profesor Cañizo obtuvo la Cátedra de Patología Médica de Salamanca con 27 años, los mismos que permaneció en ella
Cuando nos disponemos a celebrar con una magna exposición la contribución como médico y político de don Filiberto Villalobos, es necesario que los salmantinos recordemos la obra que más le costó lograr a nuestro ilustre antepasado, el Hospital de los Montalvos.
En este número de Salamanca Médica nos adentramos en uno de los capítulos más convulsos de la Medicina salmantina, algo que hoy sería una auténtica hecatombe, muy difícil de comprender, pero que fue realidad hace 146 años. Medicina, una de las disciplinas con las que echó andar la Universidad de Salamanca en el siglo XIII, quedó fuera del listado de carreras del Estudio salmantino a mediados del siglo XIX por decisión gubernamental. Fueron once años fuera del escenario académico nacional, un periodo que dio paso a la Facultad Libre de Medicina, centro no estatal soportado por la Diputación, primero, y por el Ayuntamiento, después, que hizo posible que se siguiera impartiendo Medicina en la ciudad.
El autor hace referencia al hospital que existió en lo que hoy es la capilla de la Veracruz, donde se atendía a enfermos desheredados de la fortuna
Salamanca Médica vuelve a adentrarse este número en las aulas de la Facultad de Medicina para rescatar la vida de uno de esos personajes indispensables en la historia de la Medicina salmantina del pasado siglo. En esta ocasión hablamos de Isidro Segovia Corrales (Salamanca, 1856-1925), nombre conocido para muchos seguramente a través de la calle que recuerda su figura en la ciudad y de la placa que desde 1925 permanece en la Facultad de Medicina como reconocimiento a su labor al frente de este centro universitario. Tanto una como otra son señal de la huella que este catedrático de Anatomía dejó en la ciudad y que conviene recordar cuando están a punto de cumplirse los ochenta años de su muerte.
En este número nos vamos a remontar un poco más atrás para recuperar la memoria de una de las figuras más singulares y sugestivas de la Medicina española del siglo XIX: Anastasio García López (Ledaña (Cuenca),1821-Sevilla, 1897).
La Guerra Civil Española tuvo en Salamanca consecuencias funestas para el mundo médico. La primera noticia que recorre los mentideros de la ciudad es preocupante. Al mediodía del 19de julio de 1936, un destacamento del ejército, sección de infantería de la Victoria, irrumpe en la Plaza Mayor. Se produce un tiroteo, realizado para aterrorizar a la población, y una decena de muertos y numerosos heridos quedan tendidos en el ágora salmantina. Los militares venían del Gobierno Civil donde habían hecho público el Bando de Guerra. Una de las víctimas mortales es un joven médico, Abel, ayudante en la cátedra de fisiología, que paseaba ajeno a lo que se avecinaba.
Salamanca Médica se acerca en este número a una de las personalidades médicas más conocidas del país a principios del pasado siglo. Gracias a la ayuda del profesor de Historia de la Medicina de Salamanca, Juan Carlos Rodríguez-Sánchez, y de la Biblioteca de la Real Academia Nacional de Medicina, de la que Rodríguez Pinilla fue miembro entre 1924 y1936, exponemos en estas páginas algunas de las aportaciones de la prolífica labor que llevó a cabo el salmantino Rodríguez Pinilla, que ejerció gran parte de su carrera en Madrid.
Los estudios los inicia en la escuela aneja a la Normal de Magisterio, pasando en 1897, al colegio Jesuita de San Carlos Borromeo, con la intención de seguir la carrera eclesiástica, intención que abandona en 1901, pasando a estudiar bachiller con una beca en el colegio menor universitario de Santa Ana y San Andrés. Esta beca de dos pesetas la conservará hasta el final de los estudios de Medicina, siendo esta la clave económica que le permitió completar su formación universitaria.
La sección “Maestros con historia” nace para recordar a figuras insignes de la medicina salmantina. En ella queremos rescatar la memoria de personas del pasado, cuyas vidas encierran muchas lecciones para el presente. Estrena estas páginas Filiberto Villalobos, con quien Salamanca mantiene una enorme deuda. Desde el Colegio de Médicos queremos que sirvan de homenaje y reconocimiento a su labor y esperamos que sean acicate para que la ciudad aproveche el 2005, cuando se cumplen los 50 años de su muerte, para elevar su figura al lugar que le corresponde.