Por Dr. Enrique VILLALOBOS
La sección “Maestros con historia” nace para recordar a figuras insignes de la medicina salmantina. En ella queremos rescatar la memoria de personas del pasado, cuyas vidas encierran muchas lecciones para el presente. Estrena estas páginas Filiberto Villalobos, con quien Salamanca mantiene una enorme deuda. Desde el Colegio de Médicos queremos que sirvan de homenaje y reconocimiento a su labor y esperamos que sean acicate para que la ciudad aproveche el 2005, cuando se cumplen los 50 años de su muerte, para elevar su figura al lugar que le corresponde.
Filiberto Villalobos, médico, concejal del Ayuntamiento y diputado provincial en la Monarquía, diputado a Cortes desde 1918 a 1936 y ministro de Instrucción Pública en la República.
Entre las muchas cualidades que tuvo, se distinguió por su extraordinaria bondad. Bondad que se refleja tanto en su profesión, que ejerce con un altruismo jamás igualado y mucho menos superado, como en la política que alterna con la Medicina.
Hay que hablar de la obra sociopolítica de Villalobos, porque realmente no hay labor social por una parte y actuaciones políticas por otra, sino labor social a través de la política. Lo mismo nos sucede si queremos aislar al Villalobos médico del Villalobos político.
Todas sus actuaciones, como el ejercicio de su profesión, van dirigidas hacia una entrega a los demás, que es lo que en realidad define la personalidad de Villalobos. Su actuación política fue transparente, llena de sinceridad, sin apetencias personales.
Se volcó por completo en la solución al dolor, la pobreza y la injusticia, con un espíritu del más profundo cristianismo como él mismo reconociera en muchas ocasiones… “pues la doctrina del Evangelio procuré que siempre se reflejase en mi formación y en mi vida pública y privada…”. “Aprendí en la lectura de los Libros Sagrados que se debe hacer el bien y, lo que es más difícil, desear el bien a todos, aun a aquellos que nos harían mal y daño si pudiesen”. En una ocasión se definió como “el representante de Cristo en la provincia de Salamanca” ante el Nuncio de Su Santidad, Monseñor Tedeschini, y cuando éste le preguntó por el papel del obispo, Villalobos contestó: “El obispo está encargado de la Liturgia y yo del Evangelio”.
El elogio más justo y más envidiable que se puede decir de él, como escribiera el gran periodista salmantino José Sánchez Gómez, “El Timbalero”, es que se elevó por encima de pasiones y de luchas, sin producir el menor daño, sin conocer el rencor, sino por el contrario, sembrando el bien entre todos, en una vida recta con lealtad plena a la libertad y a la democracia y de encendido amor a los humildes.
Los honores hicieron escasa mella en su espíritu. En cambio, sí fue ambicioso del afecto que le profesaran los salmantinos, lo que logró con creces.
Baste como pequeño ejemplo recordar la carta que D. José María Gil Robles –adversario político, no enemigo, de Villalobos- escribe a los éste con motivo de la publicación de su libro “No fue posible la paz”. En ella les decía: … “Pasaron bastantes años desde aquellos episodios y otros harto más tristes de que fuimos víctima su padre y yo. Con él tuve una conversación cordialísima en Salamanca poco tiempo antes de su muerte. Fui después testigo de la manifestación de duelo –superior a todas las hasta entonces conocidas- con que la provincia entera de Salamanca prestó el más emocionante de los homenajes al hombre que había pasado su vida haciendo el bien. El hecho de que hubiéramos disentido en el orden de las ideas, era un motivo más para que me sumara como un salmantino, y así personalmente lo hice, al dolor por la pérdida que experimentaban la provincia y España”.
“Guardaré con el mayor cariño y respeto la copia del escrito de su padre y la carta de ustedes. En ella le hacen el mejor elogio, al que de corazón me sumo: “Si hubiera habido muchos políticos en nuestra patria como Filiberto Villalobos, sí hubiese sido posible la paz, entonces y ahora””.
Su figura no sólo fue digna de gran admiración en Salamanca, sino también a nivel nacional, tal y como expresa el doctor don Gregorio Marañón en el Boletín del Instituto de Patología Médica en abril de 1955. En él se podía leer: “Consignamos nuestro duelo por la muerte del doctor don Filiberto Villalobos, en su Salamanca, y nuestra gratitud por la gran lección que nos ha dado a los médicos españoles el ejemplo de su vida. Villalobos fue, al margen de las organizaciones universitarias, un clínico de copiosa e irreprochable actividad y, en algunos aspectos, precursor de técnicas que luego han sido del dominio de todos. Pero su gran magisterio fue su magnífica hombría de bien. Don Miguel de Unamuno, que fue amigo íntimo de Villalobos, solía decir que nunca conoció a otro hombre de mejor condición moral que él. Y le conoció bien, paseando los dos, largamente, por todos los caminos de la vida. Lo mismo dicen hoy centenares de gentes que le conocieron y miles y miles de sus enfermos. Nadie le superó en generosidad y en rigurosa y delicada pulcritud espiritual y profesional. En tiempo de furia, Villalobos pasó por todas partes dejando una estela de respeto y de paz, sin una sola sombra. Difícilmente le olvidaremos”.
Ahora se puede afirmar sin equivocarse que no ha habido ninguna personalidad en todo el siglo XX que hiciera lo que hizo Filiberto Villalobos por Salamanca y su provincia.
Filiberto Villalobos González nace el 7 de octubre de 1879 en Salvatierra de Tormes en el seno de una familia campesina muy humilde. Huérfano de padre, a los pocos años se traslada a Torresmenudas donde su madre había encontrado trabajo. Ya por entonces, en la escuela del pueblo, destaca por su inteligencia, lo que le valió para estudiar el Bachillerato en Salamanca, tras obtener una beca de dos pesetas diarias del Colegio Menor de la Concepción para huérfanos. Posteriormente inicia la carrera de Medicina, en cuya Facultad, no tardando mucho, comenzaría a gestarse su popular figura.
Y es que la profunda raigambre popular que alcanzó Filiberto Villalobos arrancó precisamente en la época de su juventud estudiantil. Siendo alumno de Medicina, cuando tenía 20 años, agobiado por el atraso cultural del país, funda La Unión Escolar, una asociación dedicada a organizar ciclos de conferencias y lecciones nocturnas para obreros, un colectivo que le preocupa. De ahí que sea también en esta etapa cuando pronuncia la primera conferencia de su vida, titulada “Influencia que los estudiantes pueden ejercer en la popularización de la enseñanza”.
Al frente de la misma organización, de matiz progresista, desplegó una gran actividad, con la participación en todos los actos políticos locales. En ese tiempo comienza su amistad con don Miguel de Unamuno, ya rector de la Universidad, relación que se haría íntima al cabo de los años.
A la vez que estudia con gran brillantez la carrera de Medicina, trabaja como colaborador del periódico “El Adelanto”, colaboración que le sirvió de ayuda para costearse los estudios.
Desde su juventud se orientó su espíritu en el fervor por los humildes, su amor por la infancia, en el entusiasmo por la enseñanza y por los problemas del campo.
En 1903 pronuncia su primera conferencia política en la Asociación Republicana de Salamanca y publica su primer libro, Plumazos, una selección de narraciones de ambiente campesino. En ese año, con motivo de la muerte por disparos de la Guardia Civil de dos estudiantes en la Universidad y por defender el fuero universitario contra los atropellos llevados a cabo por la fuerza pública, fue detenido con otros compañeros, pasando unos días encerrado en la cárcel.
Termina su carrera en 1904 y hace el Doctorado en la Universidad de Madrid. Su tesis doctoral versó sobre el tema “Profilaxis de las enfermedades fomentadas y adquiridas en las escuelas”, lo que confirma su preocupación y entusiasmo por la enseñanza.
Una vez concluido los estudios, es nombrado médico de Guijo de Ávila (Salamanca). De su estancia en este pueblo queda una anécdota muy significativa. Enseñó a leer ya escribir a un joven labrador, que después emigró a América, se estableció en Quito (Ecuador) y llegó a regentar la mejor editorial de América Latina.
Villalobos dejó de ejercer en esa localidad para ocupar una plaza que había obtenido por oposición en la Beneficencia Municipal de Madrid. Sin embargo, al enterarse que había quedado vacante la plaza de médico de Guijuelo, la solicitó y le fue concedida, incorporándose inmediatamente a ella.
Su estancia en este pueblo sería trascendental para su formación política y humana. Allí, al enfrentarse con las enfermedades y las miserias humanas, inicia su apostolado profesional que iba a acrecentarse de día en día hasta el último de su vida.
No sólo era el médico, sino el consejero paternal, el amigo caritativo de los vecinos de Guijuelo, y pronto su acción bienhechora se extendió a todos los pueblos del entorno. Acudían a él aquellos campesinos con la misma fe que acudirían a un taumaturgo. No sólo les curaba sus dolencias, sino que les aconsejaba en sus problemas, les arreglaba las cuestiones pendientes, ponía paz en las familias y si el paciente era pobre, como ocurría la mayoría de las veces, salía de la casa del joven médico con algunas monedas en el bolsillo. Otras veces era el alcalde quien venía a pedirle su intervención en un “lío” que el Ayuntamiento tenía con los veterinarios o el cura párroco quien le pedía su ayuda para convencer a una pareja que vivía maritalmente y no quería casarse por la Iglesia.
Pocas veces habrá habido una identificación tan inmediata, tan profunda, entre todo un pueblo y su médico.
En 1906 se traslada definitivamente a Salamanca y abre su clínica. Actualmente son noventa y siete los años que lleva abierta la clínica Doctor Villalobos en la ciudad. En 1907 instala en ella un equipo de Rayos X y otro de radioterapia profunda. Son los primeros aparatos de este tipo que hubo en Salamanca y de los primeros de España. Pronto se conmemorarán los cien años de este acontecimiento.
Filiberto Villalobos fue un pionero de la Radiología en nuestro país. Víctima de sus radiaciones sufrió una radiodermitis en ambas manos con graves ulceraciones. Tuvo que ir a Lyon (Francia) para que le tratara el doctor Bordier (1925). Éste, por medio de la diatermocoagulación, le fue cicatrizando las ulceraciones, aunque no pudo evitar la amputación del dedo medio de la mano izquierda, ya que sus falanges se habíanfundido. A pesar de las funestas consecuencias que los Rayos X le produjeron, continuó trabajando con ellos hasta el último día de su vida. En un número de la Revista Médica Salmantina de 1908, Villalobos ya refiere en un trabajo, ilustrado con varias fotografías, los magníficos resultados que está obteniendo en los cánceres de piel por medio de la radioterapia.
En ese mismo año decide intervenir en la vida política local. Pronuncia una conferencia en la Casa del Pueblo exponiendo lo que iba a ser su programa como concejal frente a todos los problemas de la ciudad.
Se celebran las elecciones en 1909 y sale elegido en primer lugar concejal del Ayuntamiento por el Partido Republicano, cargo que ostentaría hasta 1913. Era el primer escalón de su carrera política.
Ese mismo año es nombrado profesor auxiliar de la Facultad de Medicina en la asignatura de Anatomía.
Sin abandonar sus actividades profesionales, proyectadas por una gran cliente la compuesta sobre todo por gentes humildes, la gestión que realizó en el Ayuntamiento fue extraordinaria. Se ocupó de dar solución a la higiene pública, al alcantarillado, suministro del agua, implantación de cantinas escolares, etc.
Fue el iniciador, el precursor de la moderna política de construcciones escolares en nuestra ciudad. Así, en su etapa de concejal se construyeron las escuelas de La Alamedilla y las escuelas de Las Carmelitas, Monte Olivete. A su iniciativa se debe también la adquisición y reforma del antiguo Convento de la Merced, habilitándose en él una magnífica Escuela Graduada, aneja a la Norma de Maestros.
También crea la Asociación contra la Mendicidad, redactando su reglamento. En esta etapa de su vida tienen lugar dos hechos insólitos que no han ocurrido en ninguno de los otros Ayuntamientos que ha habido en la ciudad. En la sesión celebrada el 4 de enero de 1910 la Corporación en pleno da a Villalobos un voto de gracias por la labor que había realizado durante el año 1909. Asimismo, en la sesión del 29 de abril de 1913, última sesión a la que asiste Villalobos como concejal, el alcalde hace constar “el sentimiento por la marcha de este concejal, inteligente, activo y prestigioso”.
A la vez, el concejal monárquico –distanciado políticamente de Villalobos- don Miguel Íscar, que en 1935 iba a ser alcalde, manifiesta su sentimiento por su cese como concejal y hace constar que “la mayoría de las obras realizadas por el Ayuntamiento se deben a la iniciativa, tesón e impulso del señor Villalobos”. Propone que conste en acta “el sentimiento de la Corporación por su marcha y así se aprueba por unanimidad”.
En ese año en la Plazuela de la Libertad se inaugura el Monumento en recuerdo de los estudiantes muertos en abril de 1903. En el acto intervinieron junto a él, el rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno y el estudiante Castro Prieto Carrasco, que años más tarde sería catedrático de Anatomía en la facultad salmantina y alcalde de la ciudad. Castro Prieto y el socialista José Manso fueron las primeras personas fusiladas en Salamanca al iniciarse el Alzamiento Militar.
Ya había sido nombrado consejero de la Caja de Ahorros, cuando los partidos republicanos de Salamanca presentan a Filiberto Villalobos como candidato a diputado provincial, siendo elegido por gran mayoría de votos. Así extiende su acción política a toda la provincia.
En 1913 comienza a organizar las Colonias Escolares para llevar en el verano a las sierras de Candelario y Béjar a los niños pobres que acudían a las Escuelas Nacionales. Para solucionar el problema del alojamiento de los pequeños, Villalobos logró de su íntimo amigo, el benemérito bilbaíno don José A. Jáuregui, una donación para construir en Candelario la colonia y el parque que llevaron después el nombre del fundador.
Esta obra humanitaria cristalizó posteriormente al crear Villalobos la Asociación de los Amigos de la Escuela y del Niño. Hasta 1936 –el Alzamiento Militar lo estropeó todo – fueron más de ocho mil los niños salmantinos de la ciudad y la provincia que salvaronsu vida o vigorizaron su salud en las sierras de Candelario y Béjar, en los sanatorios marítimos de Oza (La Coruña) y de Pedrosa (Santander), y en el balneario de La Toja (Pontevedra), gracias a esta obra y labor bienhechora. La Asociación se mantenía por una suscripción popular. Cuando la situación económica no llegaba para sufragar los gastos de los niños en aquellos sanatorios, don Filiberto de su peculio personal abonaba las cantidades necesarias para no privar a los pequeños de ir a ellos.
El doctor permaneció como diputado provincial desde 1913 hasta 1918, etapa en la que realizó una gran labor, llevando el bien y la justicia a la ciudad y a los pueblos.
En representación de la Corporación provincial presentó en el Congreso Agrícola de Soria (1913) una memoria sobre la “Necesidad de una ley reguladora de las rentas de la tierra”, un problema de humanidad, de justicia y de interés nacional que no estaba aún resuelto.
En ese tiempo también se lleva a cabo en la provincia el plan proyectado por Filiberto Villalobos para mejorar la riqueza forestal, así como el de las carreteras y caminos vecinales.
Una vez fundado por Melquíades Álvarez el Partido Reformista, el doctor Villalobos es elegido presidente de dicho partido en Salamanca, pasando a formar parte de su Junta Nacional. Por entonces, es nombrado radiólogo de la Facultad de Medicina de Salamanca.
El 26 de agosto de 1917, cuando se encontraba veraneando en Candelario, Filiberto Villalobos es detenido por segunda vez en su vida. Junto a él también fueron detenidos José Giral, Primitivo Santa Cecilia y otros políticos y periodistas salmantinos, “bajo la acusación de haberse reunido en una finca de las afueras de la ciudad para preparar la huelga revolucionaria”. Esta acusación resultaría después enteramente falsa, ya que se demostró que la mediación de Villalobos perseguía que los obreros volvieran al trabajo, ya que la huelga preparada para toda España, estaba condenada al fracaso. Esto sin embargo en su momento fue considerado un “complot revolucionario”, que motivó su segunda detención.
En 1918 se presenta a las elecciones de diputados a Cortes por el Distrito de Béjar. Su candidatura, según refería un bejarano a otro (conversación publicada en El Adelanto), “es una candidatura que puede llamarse republicano-clerical. Filiberto Villalobos donde más amigos tiene es en el clero. Hay curas que andarían a tiros por él. Y en cuanto a las monjas, es su médico y por nada y por nadie prescindirían de sus servicios. Es claro, que para que tenga estas simpatías hay sobradas razones. Villalobos sabe que las religiosas son pobres en su mayoría y nada les cobra por sus servicios médicos, por el empleo de su magnífica instalación de Rayos X…”. … “En su vida de médico rural hizo continuas amistades con los curas de los pueblos, que vieron en este hombre un corazón generoso. Dio su ciencia y su caridad sin tasa a quien las demandó. Y por todas partes fue sembrando lo que hoy recoge en cariño, en adhesión sin condiciones…”. … “Por esto, vera usted, que Villalobos triunfará en primer lugar, y a este triunfo cooperarán las clases más contrapuestas, ricos y pobres, radicales y clericales. Su candidatura saldrá de los conventos y de los comités revolucionarios, para cristalizar en las urnas el triunfo más apetecible”.
Su popularidad era tan arrolladora en el Distrito de Béjar, que el candidato gubernamental, el señor Rodríguez Arias, que iba a las elecciones en oposición a Villalobos, se retiró a última hora, resultando elegido don Filiberto por el artículo 29. Hasta que en 1923 Primo de Rivera instauró la Dictadura, en todas las elecciones que hubo, Filiberto Villalobos salió siempre elegido diputado a Cortes por Béjar por el artículo 29.La labor que realizó en el Distrito fue extraordinaria. Gracias a su gestión, al proclamarse la Dictadura en 1923, todos los pueblos del partido tenían construidas o en construcción sus caminos vecinales y carreteras. Las nuevas escuelas daban salud y alegría a los niños, las conducciones de agua sustituían a las fuentes prehistóricas y los templos parroquiales habían sido reconstruidos con subvenciones del Estado.
Pese a su republicanismo, era médico de la mayoría de los conventos y órdenes religiosas de la ciudad. En 1919 asiste a una joven religiosa jesuitina, la madre María Antonia Bandrés Elosegui, de 21 años, que fallecería el 26 de abril en loor de santidad.
Los testimonios de Filiberto Villalobos fueron la base para iniciar el proceso de su beatificación. Éste culminó en la Plaza de San Pedro el día 12 de mayo de 1996. La madre Antonia, junto con la madre Cándida, fundadora de las Hijas de Jesús, fueron beatificadas por su Santidad el Papa.
En 1923 es nombrado consejero-delegado de la Caja de Previsión Social de Salamanca, Ávila y Zamora, entidad colaboradora del Instituto Nacional de Previsión. Hasta 1936 desempeñó este cargo, del que fue cesado al comenzar el Alzamiento del Ejército. Se enteró de su destitución por los periódicos locales, ya que no recibió ninguna comunicación oficial.
Desarrolló al frente de la Caja tan enorme labor que no fue igualada por ninguna de las otras Cajas colaboradoras del Instituto Nacional de Previsión, y quedó reflejada en construcciones de grupos escolares, obras de abastecimiento de agua, Alcantarillado, mercados, cementerios, lavaderos públicos, reparación de iglesias, etc.
Merced al plan de construcciones escolares ideado por Villalobos y aprobado por el Consejo del Instituto Nacional de Previsión, utilizando los excedentes de la Previsión Social, fueron más de 300 escuelas las que se construyeron en las tres provincias citadas.
Por otra parte, realizó una gran labor en la obra de humanidad y salud para dotar a los pueblos de un abastecimiento de aguasen condiciones higiénicas.
Otra aportación trascendental de la gestión personal de Filiberto Villalobos fue la redención de los pueblos de Señorío. En su andadura por la provincia, don Fili, como se le nombraba popularmente, conoce tres pueblos en los que no había terminado aún la Edad Media. Un régimen feudal instrumenta todos los aconteceres locales. El aristócrata, residente en su palacio madrileño, es dueño de todo. El cementerio, la iglesia, la Plaza Mayor son también de su propiedad. Estas localidades eran Cespedosa de Tormes, Robliza de Cojos y Bercimuelle, pertenecientes a las Casas de Alba y Montijo.
En 1925 don Filiberto decidió hacer la redención de todos ellos, empezando po rCespedosa de Tormes. Sin saberlo los vecinos, adquirió la dehesa de Muñopepe, propiedad de la duquesa de Santoña, y las de Torrecilla y Fresnillo, del duque de Alba, tratando directamente con sus propietarios.
Posteriormente, todas estas tierras fueron repartidas entre los vecinos del pueblo. En el reparto, hasta los mendigos tuvieron su parcela. Al acabar con Cespedosa, hizo la redención de Robliza de Cojos y Bercimuelle. Una vez proclamada la Dictadura y suspendidas las actividades políticas, Villalobos no se resigna al ostracismo y despliega toda su actividad tanto en la clínica, modernizada con nuevos equipos, a la que acuden centenares de enfermos, como en la citada Caja de Previsión.
Continuará en el nº2 de Salamanca Médica
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