Texto: Jesús Málaga
Fotografías: Andrés Santiago Mariño
Cuando nos disponemos a celebrar con una magna exposición2 la contribución como médico y político de don Filiberto Villalobos, es necesario que los salmantinos recordemos la obra que más le costó lograr a nuestro ilustre antepasado, el Hospital de los Montalvos.
La muerte por tuberculosis pulmonar, a primeros del siglo XX, era muy elevada. Los problemas derivados de una precariedad sanitaria y de la pobreza extrema de gran parte de la población eran el caldo de cultivo de la enfermedad.
Las autoridades sanitarias españolas comienzan su lucha contra la tuberculosis con la creación en 1907 del Real Patronato Central de Dispensarios e Instituciones Antituberculosas cuya presidencia ostentaba la Reina Victoria. Esta institución se convierte en tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, en 1924, siendo Ministro de la Gobernación el general Martínez Anido, en Real Patronato de la Lucha Antituberculosa.
A pesar de la extensión de la tuberculosis, los sanatorios dedicados a su tratamiento eran pocos. En 1918 solamente había seis centros, tres de los cuales se localizaban en Madrid. En Salamanca, el Hospital de la Santísima Trinidad era el encargado de acoger entre sus muros a estos pacientes.
Es la Diputación Provincial la que se hace sensible al grave problema sanitario. En 1927 el doctor Bustos hizo la propuesta a la corporación provincial para iniciar los trámites de construcción de un hospital en nuestra provincia que diese cabida a los enfermos de tuberculosis de la región. Para apoyar su moción recalca las óptimas condiciones de nuestra tierra para el tratamiento de esta terrible dolencia. Se suma así Salamanca al modelo constructivo de sanatorios antituberculosos en la costa y en las montañas.
A pesar de que la moción de Bustos fue aprobada, no fue hasta 1930, siendo Gregorio Mirat presidente de la Diputación Provincial, cuando se vuelve a relanzar la idea de construir un sanatorio antituberculoso. Con dicho motivo visita el presidente al director general de Sanidad, José Alberto Palanca, que le informa que las ayudas del Gobierno son para entidades privadas y no para públicas.
Y es aquí donde entra don Filiberto Villalobos, a la sazón presidente de una asociación denominada los Amigos de la Escuela y del Niño, que recibía subvenciones de la Diputación, el Ayuntamiento de Salamanca, la Cruz Roja y donativos particulares. Don Filiberto se dirige a la administración solicitando el 50% del coste de la obra de un nuevo sanatorio antituberculoso en Salamanca, el otro 50% correría a cargo de la Diputación Provincial. Le da carácter provincial y una capacidad de 60 a 100 camas. El doctor Palanca acoge con entusiasmo la idea y encarga a la Inspección Provincial de Sanidad la búsqueda del emplazamiento.
Don Filiberto se hace acompañar del epidemiólogo Tomás Martín para buscar la ubicación del nuevo sanatorio. Recorren toda la provincia y determinan que el mejor lugar para su construcción es la vertiente sur de la sierra de Tonda, cerca de Salvatierra de Tormes, pueblo donde nació Villalobos. Mirat encuentra el terreno óptimo para tal fin y presupuesta 50.000 pesetas de las de entonces para iniciar el hospital. Pero la proclamación de la República con la consiguiente dimisión de Martínez Anido y Palanca, trastoca los planes iniciales.
La Diputación cambia de manos también y los fondos destinados a sanidad son desviados a la terminación del Hospital Provincial que pasaría a ser universitario por el convenio con la Universidad. La República suprime el Real Patronato de la Lucha Antituberculosa y forma otro con el mismo finque denomina Comité Ejecutivo de la Lucha Antituberculosa, adscrito a la Dirección General de Sanidad.
Pese a las adversidades Villalobos no se queda quieto y escribe artículos en el diario local El Adelanto sensibilizando a la población sobre la lucha antituberculosa. Se dirige al Ayuntamiento de Guijuelo y solicita ayuda para la construcción de sanatorios, colonias infantiles, preventorios infantiles y colonias escolares. El Ayuntamiento chacinero, más pobre que en la actualidad, aprueba una subvención de 150 pesetas por una sola vez.
La Dirección General de Montes y la Mancomunidad de Ayuntamientos de la Sierra hacen cesión gratuita de los terrenos y la Junta General de la Asociación de la Escuela y del Niño encarga al arquitecto Secall el proyecto del hospital antituberculoso.
El dos de abril de 1933 ocurre una tragedia para los enfermos salmantinos de tuberculosis pulmonar. La Junta de la Facultad de Medicina acuerda prescindir del servicio de tuberculosis a efectos docentes, de la prestación de servicios técnicos, del pago de medicamentos y de los medios diagnósticos que hasta entonces sufragaba la Facultad. Para solucionar el conflicto intervienen Prada y el gobernador civil instando a la Diputación a la atención médica de los citados enfermos.
La Diputación recurre a ingresar enfermos tuberculosos en el pabellón de infecciosos del Hospital Provincial a pesar del peligro de contagio a otros pacientes. Deriva pacientes a la Santísima Trinidad e incluso llega a intentar la incautación de la hospedería y convento de la Peña de Francia para acoger enfermos tuberculosos.
Todos estos problemas aceleran la construcción del Preventorio Provincial de Llano Alto en la sierra del Castañar de Béjar. Los terrenos fueron cedidos por la ciudad textil y la inversión se hace con cargo a los presupuestos de la Diputación.
“Mientras Villalobos habla de la aprobación del sanatorio de Tonda, la Gaceta de Madrid menciona un lugar alrededor de la capital”
En junio de 1934, siendo ministro Villalobos, invita al ministro de Trabajo, Sanidad y Previsión, José Estadella, a visitar la sierra de Tonda. Don Filiberto convence de las bondades del lugar a su compañero y éste le ofrece incluir la obra en la Junta Nacional del Paro Obrero. Los colectivos de trabajadores, enterados del emplazamiento, rechazaron el lugar elegido y apoyaron con fuerza En junio de 1934, siendo ministro Villalobos, invita al ministro de Trabajo, Sanidad y Previsión, José Estadella, a visitar la sierra de Tonda. Don Filiberto convence de las bondades del lugar a su compañero y éste le ofrece incluir la obra en la Junta Nacional del Paro Obrero. Los colectivos de trabajadores, enterados del emplazamiento, rechazaron el lugar elegido y apoyaron con fuerza construirlo en la ciudad o en sus cercanías. El Ayuntamiento de Guijuelo estudia con la Diputación y los pueblos pertenecientes a la Mancomunidad construir un acceso a la Sierra de Tonda aportando para ello 1.000 pesetas. Los ayuntamientos de la Puebla de San Medel y Valdelacasa se encargaron de ceder los terrenos, la Diputación de costearla construcción del camino y Villalobos consigue una subvención de 750.000 pesetas. El nuevo arquitecto es Rafael Bergamín que aumenta la capacidad del hospital a 500 camas. Pero es aquí donde aparecen los problemas, mientras don Filiberto Villalobos habla de la aprobación del sanatorio de Tonda el 2 de septiembre de 1934, la Gaceta de Madrid no menciona la sierra de Tonda y habla de “un lugar alrededor de la ciudad de Salamanca”.
Mientras tanto los enfermos tuberculosos con economía saneada ingresaban en otros centros, sobre todo de Madrid, donde destacaba el sanatorio del doctor Partearroyo, situado en la sierra de Guadarrama. Las listas de espera se acrecentaban entre los tuberculosos de familias humildes, que eran, como es obvio, mayoritarios. El Estado solamente contaba con el Hospital Nacional de Enfermedades Infecciosas, la Enfermería de Chamartín y los sanatorios de Iturralde, Valdelatas, Húmera y Tablada, completamente insuficientes para los miles de enfermos que esperaban una plaza entre sus muros.
El Gobierno, preocupado por esta situación, establece que para ingresar en uno de los centros públicos se debía contar con la propuesta de un Dispensario Antituberculoso en las provincias donde los hubiera, o a través de una solicitud a la Inspección Provincial de Sanidad realizada por el médico que atendía al paciente o el director de un hospital. En los hospitales antituberculosos había también un cierto número de camas, entre el 5 y el 10%, que se reservaban a las urgencias, los brotes agudos y para las intervenciones quirúrgicas.
Los representantes del Bloque Agrario y el diputado socialista Manso pactaron la construcción del nuevo hospital en los alrededores de Salamanca. Sus razones se basaban en aliviar el paro obrero que era muy intenso en la ciudad. Los cambios políticos habidos en octubre de 1934 con la sustitución del ministro Estadella por José Oriol Anguera de Sojo, la dimisión del subsecretario de Sanidad Pérez Mateos y su sustitución por Bermejillo, y, por último, la sustitución del Director General de Sanidad José Verdes Montenegro por Víctor Villoria incidieron en el cambio de opinión. El nuevo director General de Sanidad era amigo de José María Gil Robles, Cándido Casa nueva, José María Lamamié de Clairac, José Cimas Leal y Ernesto Castaño, todos ellos pertenecientes a la derecha salmantina, a los que interesaba que el nuevo hospital no fuera una baza política para don Filiberto Villalobos, apuntándosela ellos como suya.
Las discrepancias entre Gil Robles y Villalobos venían desde la discusión de la reforma del bachillerato y los presupuestos de educación que llevaron a don Filiberto a presentar la dimisión de su cargo como ministro de Instrucción Pública el día de los inocentes de 1934.
Otro de los opositores al hospital de Tonda fue el industrial textil Leandro Cascón Pablos, con la industria de su propiedad ubicada en Fuentes de Béjar, que temía la propagación de la enfermedad a las tierras de su propiedad, linderas con las del nuevo hospital. La influencia de su cuñado, Fernando García Castro, diputado provincial, se sumaron a los que se oponían a la construcción del hospital de Tonda.
“Treinta pueblos, con Guijuelo a la cabeza, protestan por el cambio de ubicación del hospital, ya que no ven obstáculos para construir el sanatorio en Tonda. Dicen que está bien comunicado por carretera y dista sólo 50 kilómetros de la capital”
Cándido Casanueva y Ernesto Castaño se encargaron de la búsqueda de los terrenos alternativos. Primero se manejaron la dehesa de Andrés López Chaves, en Frades de la Sierra, y finalmente se decidieron por la finca denominada Montalvo de Villaflores, distante de Salamanca unos 8 kilómetros. Bien orientada, a 900 metros sobre el nivel del mar, sin nieblas y donde no llegaba el cierzo, con aguas abundantes y con facilidad para la depuración.
Una vez elegido el lugar el Bloque Agrario contó con el estimable apoyo de la prensa afín. La Gaceta Regional publica artículos de felicitaciones por la elección acertada. La realidad era que el terreno no era tan frondoso ni tenía tanta agua como la sierra de Tonda.
La finca cedida de los Montalvos tenía una extensión de 14 hectáreas y un valor de 18.000 pesetas. Fue donada por María Antonia Díaz Salvadios, madre política de Luis Bermúdez de Castro Casero, Vizconde de Revilla, miembro de la Federación Católica Agraria y amigo personal de Gil Robles.
La cesión se hizo con una serie de condiciones que según Antonio Medina Alarcón fueron muy favorables para la donante. Los terrenos cedidos eran los situados en un extremo de la finca matriz de donde eran segregados, no podrían ser vistos desde la carretera de Ciudad Rodrigo y el agua del hospital debía de captarse desde otra finca colindante, La Golpejera, de la misma propietaria, pero solamente se les dejaba recoger el agua sobrante. El Estado se comprometió a realizar la acometida de luz y teléfono hasta la casa que la dueña tenía en la finca así como el desvío de una tubería de agua desde la conducción general. La propietaria lograba así agua, luz y teléfono con cargo a las arcas del Estado. El visto bueno y el anuncio de la construcción del sanatorio se hicieron en noviembre de 1934.
Las razones que dan para el cambio son que Tonda no reúne las condiciones para albergar el hospital antituberculoso, que está fuera del radio de treinta kilómetros de la ciudad y que Guijuelo no tenía paro obrero. Don Filiberto, miembro del partido progresista de Melquíades Álvarez, acusa al Bloque Agrario de renunciar a Tonda por pertenecer a Béjar, zona donde Villalobos estaba muy asentado. El diario liberal El Adelanto apoya a los treinta pueblos, con Guijuelo a la cabeza, que protestan por el cambio de ubicación del hospital y que no ven obstáculo para construir el sanatorio en Tonda ya que está bien comunicado por carretera y ferrocarril y dista solamente 50 kilómetros de Salamanca, más o menos los que distan los sanatorios de Guadarrama de Madrid.
El 3 de enero se subastan las obras del sanatorio Salamanca, con una capacidad de 500 camas, cinco millones de coste y uno anual de mantenimiento. Se adjudican provisionalmente a García Gimeno e Hijos. Construcciones y Contratas S.A. con una rebaja del presupuesto inicial. La duración de la obra se estima en tres años.
El Ayuntamiento de Guijuelo y Villalobos no tiraron la toalla. Visitan al ministro de Sanidad que promete visitar Tonda, visita que nunca se llegó a producir. Hasta el mismo día de la colocación de la primera piedra, 25 de abril de 1935, se estuvieron haciendo gestiones para que el Ministerio de Sanidad cambiase de opinión. Al acto solemne del inicio de la obra no asistió Filiberto Villalobos.
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