Este monasterio e iglesia conocidos popularmente por “Los Dominicos” es el resultado de varias reedificaciones que tuvieron lugar sobre el solar ocupado por la primitiva iglesia románica de San Esteban, con su cementerio y posesiones contiguas de 1256, después de que los monjes se viesen obligados a trasladarse allí desde la iglesia de San Juan el Blanco, en el arrabal del puente, por las frecuentes riadas del Tormes.
La figura de un cirujano plástico, joven y cosmopolita, obligado con engaños a ejercer la medicina general en una aldea perdida de la costa canadiense, es el motor que pone en marcha la acción de La gran seducción. Pero la película se centra sobre todo en las condiciones de vida y las maniobras de los habitantes del lugar, mientras el doctor Paul Lewis queda simplemente como un hombre bienintencionado que no se entera de nada.
En la actualidad existen serias dudas de que habitase la casa tan vengativa dama, ya que fue edificada por su nieto don Gonzalo Rodríguez de Monroy en la última década del S. XV, sobre el solar de la mansión anterior. La casa ha sufrido muchas reformas interiores desde el S.XVII hasta la actualidad y ha servido para los más diversos usos. Tras albergar dependencias del Colegio Oficial de Farmacéuticos, en la segundad mitad del S.XX pasó a ser propiedad de Caja Duero y en la actualidad está siendo remodelada interiormente, al parecer como sala de exposiciones. De todas formas su portada principal conserva su traza original de finales del gótico.
El diestro sabe que cualquier ademán suyo en la plaza es una hazaña, pero guarda un “silencio emocionado y hondo” alimentado en la “clásica elegancia con seriedad” hasta ser, como de Manolete dice J. Antonio Muñoz Rojas, “la seriedad hecha figura” con la solemnidad de una estatua: “el andar se le puso / confiado y solemne, / con empaque de estatua”, una seriedad que todos admiran: “erguida y hábil tu silueta asombra” porque sabe que puede ser el verso de Fernando Quiñones, “un rayo derribado de repente”, o llegar a ser un “río ya enterrado”, porque admite que “henchido va vade recto mandamiento, / todavía mortal y ya Destino”.
El fallecimiento, a comienzos de junio pasado, del controvertido médico estadounidense de origen armenio Jack Kevorkian, que llegó a ser conocido como «Doctor Muerte» por su tenaz defensa de la eutanasia, da pie a hablar de una película producida en 2010 para televisión y estrenada muy pronto en España, pero que ha pasado casi desapercibida, seguramente por lo incómodo del asunto que aborda, a pesar de haber sido dirigida por un cineasta tan veterano como Barry Levinson e interpretada en los papeles principales por estrellas de la categoría de Al Pacino, Susan Saran don, Brenda Vaccaro y John Goodman.
La Dra. Ana Mª de Cecilia nos presenta en esta sección parte de su colección de pintura y escultura y lo que le sugieren, pluma en mano, estas obras.
El lector puede pensar a estas alturas que los poetas hacen del diestro un mito moderno. Podría ser verdad pero hay que seguir viendo y agrupando las imágenes que de él nos han dejado porque lo exaltan y lo adornan con rasgos brillantes; pero utilizan otras que lo dejan empequeñecido. Dirán los aficionados que no es justo este empequeñecimiento pero, si así nos lo presentan, también habrá que entender o vislumbrar al menos el alcance de sus versos.
Aunque pasó prácticamente desapercibida en su estreno comercial –el Ministerio de Cultura le reconoce poco más de 60.000 espectadores en salas–, el hecho de que un periódico de tirada nacional la haya distribuido recientemente entre sus lectores mientras una de las Ciudades Patrimonio de la Humanidad propone incluirla en un ciclo de próxima celebración nos anima a repescar esta película española realizada hace cuatro años, ambientada en la actualidad pero cuya acción se remite a los años sesenta y se desarrolla en un siniestro manicomio, regido con mano de hierro por un médico autoritario.
La Dra. Ana Mª de Cecilia nos presenta en esta sección parte de su colección de pintura y escultura y lo que le sugieren, pluma en mano, estas obras.
Salamanca gótica, a juzgar por las muestras edilicias de carácter civil que han llegado hasta nosotros, debió detener un valor muy destacado; lo que respondía a diversas causas. De una parte, la Universidad había despegado con fuerza reforzando su prestigio con la dotación de nuevas cátedras y con el creciente y relevante número de sus alumnos. Las dependencias donde se realizaba la actividad académica se quedaron pequeñas, y tras ocupar temporalmente algunas casas que le había alquilado el cabildo, se vio en la necesidad de contar con edificios que estuviesen acordes con su prestigio; lo que dio lugar a las primeras edificaciones del gótico tardío.