El torero* (I)

Por Javier VIEJO

Para una antropología del toreo (XXXIX)

El lector puede pensar a estas alturas que los poetas hacen del diestro un mito moderno. Podría ser verdad pero hay que seguir viendo y agrupando las imágenes que de él nos han dejado porque lo exaltan y lo adornan con rasgos brillantes; pero utilizan otras que lo dejan empequeñecido. Dirán los aficionados que no es justo este empequeñecimiento pero, si así nos lo presentan, también habrá que entender o vislumbrar al menos el alcance de sus versos.

El torero, joven, gallardo y bello

Nicolás Fernández Moratín ha dejado a la posteridad este retrato del torero a caballo en su Fiesta de toros en Madrid: “Sonrosado, albo color, / belfo labio, juveniles / alientos, inquieto ardor / en el florido verdor / de sus lozanos abriles”1. En su Oda a Pedro Romero, torero insigne, el mismo poeta nos dice: “en el sangriento coso matritense / en cuya arena intrépido se planta / el vencedor circense/ lleno de glorias que la Fama canta”2. El Duque de Rivas describe al subalterno de entonces: “El paje de la derecha, / con grande soltura y garbo, / a la fiera irrita y llama, /la capa ante ella ondeando”3. Y Zorrilla describe así al matador: “es la simpar bizarría /de un corazón español: / el garbo, el valor, la audacia, / la agilidad, la destreza, / el tiempo, la perspicacia, / la inteligencia y la gracia/ de la res a la cabeza”4.

Emilio Carrere habla de garbosos majos: “Toreros y caleseros / – policromía joyante – /garbosos majos de plante, / bajo los anchos sombreros / la pupila llameante”5. Rubén Darío dice que el diestro está gallardo: “América. Un coso. La tarde… En la arena, después de la muerte de varios toros, la cuadrilla se prepara para retirarse triunfante. El primer beluario, cerca de una huella sangrienta, está gallardo, vestido de azul y oro, muleta y espada bajo el brazo”6. Emocionado, Santos Chocano dice que “un gallardo torero avanzó”7. Para Fernando Quiñónez el torero, en su actividad artística, va “decretando gallardía”8. Y Antonio Machado, en el tono burlón de su Llanto por las virtudes y coplas por la muerte de don Guido, dice: “Murió don Guido, un señor, / de mozo muy jaranero, / muy galán y algo torero; / de viejo, gran rezador”9. Santos Chocano que llama atletas a los toreros como ya hiciera Moratín10, dice que los “atletas, /contorneados en sedas joyantes… /…/ sacudían al aire sus capas sonoras con fina elegancia”11. Emilio Carrere insiste en la gallardía del torero: “En esta fiesta bravía / con arte y con gallardía / el torero se engalana”12.

Ya en el Romance de Gazul se menciona la palabra bizarría: “conocen al caballero /por su presencia bizarra”13 y José Tafalla dice que el torero a caballo se comportaba toda la tarde “con garbosa bizarría”14; luego cuenta que “su pecho bizarro ilustra / roja de Santiago insignia” para luego afirmar: “Y es arte delos esfuerzos / esperar la bizarría,15/ que entrasen a la fiereza / los socorros de la ira”, para luego insistir “Con que cesó en sus victorias, / Suazo, a cuya bizarría / siempre será el intentarlas / lo mismo que conseguirlas”16. Fernández Moratín califica a los toreros de “bizarros galanes”17; y el Duque de Rivas describe al torero como “personaje tan bizarro”18 coincidiendo en ello con Zorrilla que completa el retrato del torero con versos antes transcritos aquí19.

Otra característica del torero es la arrogancia. El torero ofrece arrogante el pecho, dice Moratín20; Salvador Rueda, en cambio, pone la arrogancia en el brindis: “Y, al brindis de arrogante valentía”21, mientras Manuel Machado sitúa la arrogancia del diestro en su misma forma de actuar: “…tendiendo el brazo / guarnecido de oro, / la clásica elegancia/ con seriedad ejerce y arrogancia”22.

De ostentoso califica José Tafalla al torero: “Si le vieras en la plaza, / con ostentación lucida….”23; y Moratín dice de él que “pasea la gran plaza el animoso mancebo…/…/…su altivez mostrando”24. Altanero es el torero, dice George Barker25, y Roy Campbell dice que el orgullo anima en el diestro26. Altanería y orgullo obligan al diestro a mostrarse con furia, como dice Lope de Vega: “– Hola (dijo Ronfí), tú que gobiernas / este animal del Asia, no te espante / mi furia, que en Castilla los esclavos / hacen lo mismo con los toros bravos”; y en La Dragontea repite: “deslízase furioso más que el viento, / como el que al toro con la capa espera…”27.

Los poetas cantan también la juventud del torero. Así lo hace Moratín: “Causaba lástima y grima / su tierna edad floreciente: /todos quieren que se exima / del riesgo, y él solamente / ni recela ni se estima”28; confirma esta actitud el francés Federico Mistral: “El más gallardo toro / del mundo le ha retado, cuando aparece un joven, / flotante el manto, el frigio gorro / cubriendo su cabeza, y le sepulta / su daga en el testuz, y lo mata…”29; y Ángel García López llama a los toreros “cetrinos efebos”30. Manuel Machado encuentra además que la juventud del torero es esbelta: “andando, / marcando, / ritmando / un viaje especial de esbeltez y osadía…”31; esbeltez que confirma Santos Chocano32; es una esbeltez erguida, subraya José Antonio Muñoz Rojas: “y el toro un negro viento apresurado / a dejarlo temblando y más erguido”. Pedro Garfias se deleita describiendo el andar del torero: “Andar es muy fácil: / lo difícil es andar sin premura. / Pasear por el miedo del ruedo / grave y con figura”; andares que ya había solemnizado Gerardo Diego: “Qué andar el suyo o navegar sonoro, / la estela del capote por el suelo”; y luego, en su Saludo a la afición francesa, pone a esos andares su tono de gracia: “…Lucían su elegancia / – flor de la raza – y pasos de bolero” Una figura, la del torero, que Ricardo Molina califica de leve, de lirio suave: “… y la belleza / cifrada en la figura /leve de quien la plaza / de Palma cruza, la hora / a una esbeltez de lirio elevando suave, / que satura de ensueño / los corazones”. Figura que para Joao Cabral de Melo es precisión y ciencia, dulce de flor: “precisión dulce de flor / y, por graciosa, precisa. /… / ciencia ligera de flor, / … / que cultiva rara flor, / angustiosa de explosiva”. Una figura, planta de torero, que para Miguel Hernández “profesando bravura, sale y pisa /graciosidad su planta: / la luz por indumento, por sonrisa / la beldad fulminante que abrillanta. / Sol, se ciega al mirarlo…”. Una figura apolínea, dice Ángel García López: “Belmonte, Lagartijo, José, Rafael El Gallo, Ignacio, Machaquito, Guerrita, el Espartero. Apolos donde el trigo levantó sus espigas y alzólas amapolas de una sangre irredenta”.

El diestro es “cabal como un caballero, /noble como una bandera”, dice Ramón Garcíasol. Y además es ágil dicen Lord Byron y José María de Heredia; una agilidad que Zorrilla completa con otros rasgos físicos y morales de los diestros: “el garbo, el valor, la audacia, / la agilidad, la destreza, el tiempo, la perspicacia, / la inteligencia y la gracia…”, cualidades que completa Manuel Machado: “Elegante / y valiente, / y con una seriedad / conveniente, / va burlando / la feroz acometida, / y jugando / con la vida /ágilmente”. Pero en esta agilidad elegante el torero sabe proceder con pausa y rústicaparsimonia; y, con gráciles y sugerentesmovimientos, lleva en tan duro reto un gesto de señorío: “va ufano al espantoso desafío: / ¡con cuánto señorío!”

* CAPÍTULO IV – EL TORERO que se compone de I, III, III IV, V VI partes.


Notas:

  1. R., I, 142, 26-30. / ↩︎
  2. R, I, 135, 13-16. / ↩︎
  3. R., I, 169, 10-13. / ↩︎
  4. R., I, 187, 4-10. / ↩︎
  5. R., I, 280, 19-23. ↩︎
  6. R., I, 241, 1. 37. ↩︎
  7. R., I, 273, 29; ibid, 30-33, se lee: “en su faz rasurada / crispábase un rictus de intensa emoción; y en sus negras pupilas, / bailaba una hipnótica chispa de frío valor”. ↩︎
  8. R., I, 240, 5. / ↩︎
  9. R., I, 264, 5-8. / ↩︎
  10. R., I, 136, 4-8: “Corre el vulgo anhelante, rumor suena, / y se corona en tanto / de bizarros galanes sin segundos / y atletas furibundos / el ancho anfiteatro”. ↩︎
  11. R., I, 272, 19s. 23. / ↩︎
  12. R., I, 281, 29-31. / ↩︎
  13. R., I, 56, 16s. / ↩︎
  14. R., I, 125, 10. ↩︎
  15. R., I, 128, 1s. / ↩︎
  16. R., I, 128, 13-16. 129, 21-24. / ↩︎
  17. R., I, 136, 6. / ↩︎
  18. R., I, 168, 10. ↩︎
  19. Ver nota 3. / ↩︎
  20. R., I, 137, 12. / ↩︎
  21. R., I, 228, 12-14. / ↩︎
  22. R., I, 260, 8-11. ↩︎
  23. R., I, 127, 17s. / ↩︎
  24. R., I, 136, 17s. 19. ↩︎
  25. R., II, 67, 10s. : “El matador, con rastros de toro en su vientre, / se dirige, altanero, hacia su muerte bajo el capote…”. ↩︎
  26. R., I, 411, 13s. : “Proyectil del mismo deseo / cuyo orgullo está animado en ti”. ↩︎
  27. COSSÍO, Los Toros, II, pp. 333s. / ↩︎
  28. R., I, 144, 5. / ↩︎
  29. R,. I, 194, 8-12. ↩︎
  30. R., II, 311, 15. 17s. / ↩︎
  31. R., I, 258, 13-16. ↩︎
  32. R., I, 273, 14s. : “la figuras esbeltas / de los diestros…”. ↩︎

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