Por José Almeida Corrales
Doctor en Medicina y Cirugía y licenciado en Bellas Artes
Salamanca gótica, a juzgar por las muestras edilicias de carácter civil que han llegado hasta nosotros, debió detener un valor muy destacado; lo que respondía a diversas causas. De una parte, la Universidad había despegado con fuerza reforzando su prestigio con la dotación de nuevas cátedras y con el creciente y relevante número de sus alumnos. Las dependencias donde se realizaba la actividad académica se quedaron pequeñas, y tras ocupar temporalmente algunas casas que le había alquilado el cabildo, se vio en la necesidad de contar con edificios que estuviesen acordes con su prestigio; lo que dio lugar a las primeras edificaciones del gótico tardío.
De esta época son las capillas del claustro catedralicio y las Escuelas Mayores y Menores de la Universidad; todo lo cual merece ser tratado en un capítulo aparte. De otra parte, el florecimiento de nuevas clases sociales y el aumento de la actividad comercial estimularon nuevas formas de vida y de decoración. El afán de ostentación de los nobles y poderosos con su manifestación pública de poder, que se manifiesta sobre todo en las fachadas de sus casas; algunas de ellas relacionadas con hechos y leyendas de la vida salmantina, dio lugar a la aparición de las diferentes trazas que caracterizan a la arquitectura civil.
Aquí, debemos hacer referencia al mejor edificio civil del gótico español: esto es, la Casa de las Conchas, y a un largo repertorio de casas señoriales, que trataremos con cierta profundidad, aunque sin llegar a lo que es propio de escritos profesionales. Solo pretendo dar mis impresiones gráfico-literarias de un apasionado del arte en general y del arte monumental de Salamanca en particular.
Se encuentra en la Calle de la Compañía, frente a la Clerecía, sede de la Universidad Pontificia, y está considerada como la obra emblemática del gótico civil español de la época de los Reyes Católicos. Es muy conocida del vulgo por la gran cantidad de conchas que engalanan su fachada, más de trescientas, y por las rejas, que están consideradas como “las más bellas rejas de la ferrería gótica española”.
El edificio es una primorosa obra, que como decía Gómez Moreno bajo un aparente desorden destaca por su belleza ecléctica. Menos conocido por el gran público es que tiene más de 150 escudos, distribuidos por todo el edificio. Se edificó ya casi concluido el S. XV sobre un terreno de los Maldonado, en vida del doctor Rodrigo Arias Maldonado o Dr. Talavera, caballero de la Orden de Santiago, catedrático de la Universidad, regidor de la ciudad y señor de Babilafuente, que está enterrado en una capilla de la Catedral Vieja que lleva su nombre.
La Casa de las Conchas nació con una clara intención de remembranza amorosa, para celebrar la boda de D. Arias Maldonado con Dª Juana Pimentel. Tiene una torre desmochada, a semejanza del palacio de Abarca, aunque en principio parece que el edificio tenía otra gemela que se desmontó para salvarla de la ruina que la amenazaba en el S. XVIII. La puerta se halla descentrada, hecho reiterado en el gótico salmantino, y tiene un dintel monolítico con deliciosa talla de parejas de delfines, símbolo renaciente del amor, en clara alusión a aquellos esponsales. Sobre la puerta se halla el escudo de los Maldonado con las cinco flores de lis bajo un arco mixtilíneo sostenido por leones tenantes y coronado por un cetro real con el saludo del “Ave María”. Las ventanas de los pisos altos son de un eclecticismo preciosista: con frontones de arquerías góticas y antepechos de renaciente belleza. Las conchas están repartidas por toda la fachada, como en un tapiz y dispuestas diagonalmente a modo de formación morisca, y sus sombras adquieren la forma de puñal cuando el sol las “hiere” cenitalmente: de un insólito efecto claroscurista.
A muchos niños salmantinos nos habían hecho creer, como en un cuento, que bajo una de las conchas existía un tesoro de monedas de oro, que sería para el que lo descubriese pero, en caso de no acertar con la concha, sería castigado con la pena de muerte. Sin duda, es más verosímil esta otra versión de la leyenda, que los jesuitas ofrecieron pagar a los herederos de la familia Maldonado una moneda de oro por cada concha si derribaban el edificio, porque le quitaba perspectiva a la Clerecía.
Se ha especulado sobre el significado de las conchas, que desde antiguo son el símbolo del amor. De otra parte, el Dr. Talavera era canciller de la Orden de Santiago; y además, la venera figura en el escudo de la Casa de Benavente, de donde procedía Dª María de Pimentel: por cualquier motivo de los tres referidos estaría justificada su presencia. Por otro lado este motivo recurrente no es exclusivo del palacio de Monterrey, pues en el palacio del Infantado de Guadalajara y en el de Jabalquinto de Baeza se repite la figura decorativa: en estos dos casos, los picos o puntas de diamante.
Las rejas de las ventanas inferiores son emblemáticas del gótico y la alineada con la torre está formada por tres segmentos de torrecillas, a la manera de una celosía musulmana, que permite observar lo que ocurre en la calle sin ser visto merced al efecto multiplicador de los barrotes, como en una cortinilla. Sobre la portada, en todo lo alto, destaca un relieve del escudo de los Reyes Católicos, posterior a 1492, como el del Palacio de Abarca.
La deficiente cimentación del edificio provocó desplomes y grietas que obligaron a su reparación en el S. XVIII con el desmoche de una de las torres, como ya he señalado. Se rehízo la fachada de la calle de la Rúa y se sustituyeron las hileras de sillería más altas de la fachada principal, por lo que faltan las conchas, y en su lugar se abren cuatro huecos de ventana.
Aquí, debemos hacer referencia al mejor edificio civil del gótico español: esto es, la Casa de las Conchas
Al traspasar la puerta nos encontramos con un magnífico zaguán que da acceso a uno de los patios salmantinos más bellos: es de dos plantas y en él se pueden apreciar trazas de estilo renaciente mudéjar con arcos isabelinos. En el centro hay un modesto pozo, como lugar idóneo de encuentro donde podía saciarla sed el visitante. En la galería baja, sobre columnas cuadrangulares, podemos admirar unos bellos arcos de contracurvas, que yo sólo he visto en Salamanca y que se repiten en el edificio histórico de la Universidad, en el patio de Escuelas Menores y en el Palacio de La Salina. En las enjutas llevan esculpidos leones que portan en su boca argollas con escudos de los linajes de la familia. Los arcos de la planta superior se apoyan sobre columnas de mármol de Carrara y son mixtilíneos escarzanos, con antepechos labrados según traza gótica, y todo el patio va coronado por una crestería con flores de Lis.
Este edificio a lo largo del S. XX ha tenido diversos usos: fue colegio privado de Enseñanza Media en la década de los cuarenta y posteriormente Museo Provincial de Bellas Artes. Su último propietario, el marqués de Santa Coloma, lo alquiló al Ayuntamiento de Salamanca por el precio simbólico de una peseta al año, hasta que en 1975 pasó a ser propiedad del Estado, por la condonación de una deuda fiscal a su propietario.
Podemos resumir diciendo que es un edificio del gótico tardío que convive con los estilos renacentista y mudéjar, por loque Álvarez Villar dijo de él que “su idea es goticista, con traje renacentista”. En la actualidad es Biblioteca Pública de Castilla y León y Sala de Exposiciones en las caballerizas. Es uno de los tres monumentos más demandados por los que por primera vez se acercan a Salamanca: los otros dos son la Plaza Mayor y la fachada de la Universidad; pero los visitantes quedan asombrados cuando contemplan La Clerecía, San Esteban, la Catedral Vieja, las Úrsulas, el claustro del Colegio Fonseca y muchos más. Toda Salamanca es como un “museo en la calle”. Los que tenemos la fortuna de vivir aquí y pasar todos los días por delante de estas joyas arquitectónicas posiblemente no le demos todo el valor que merecen.
Este edificio de finales del S. XV constituye un bello ejemplo del gótico salmantino, precursor de lo que iba a ser la Casade las Conchas. Está situado en la plaza de Fray Luis de León, al final de la calle Serranos y desde 1946, en que fue restaurado, es Museo de Bellas Artes. Perteneció a los Álvarez Abarca, familia de catedráticos de Medicina y doctores de los Reyes Católicos y de Dª Juana la Loca, por lo que también se le conoce como “casa de los doctores de la reina”.
Dª. Ana, hija del primer titular D. Fernán Álvarez Abarca, se casó con el comunero D. Francisco Maldonado, ejecutado al día siguiente de la derrota de Villalar, el 24 de abril de 1521, junto con Juan Padilla y Juan Bravo. Fray Luis de León, que vivía en el fronterizo convento de San Agustín, ya desaparecido, fue albacea del testamento de Dª. Ana, mujer virtuosa en quien parece que se inspiró para escribir su obra “La perfecta casada”.
La fachada, con su torre mocha, es de una gran belleza ornamental y a la caída de la tarde, cuando los rayos del sol poniente inciden tangencialmente sobre los relieves de la piedra, producen un juego de luces y sombras fascinante. Sobre la sencilla puerta adintelada, descentrada como era habitual en el gótico tardío, cuelga un alfiz y en sus ángulos interiores se exhiben los escudos de los fundadores, Abarca y Alcaraz. Mayor profusión decorativa podemos apreciar en las ventanas de la primera planta, en las que se repiten los escudos familiares; las dos del centro claramente góticas, con pináculos y con arcos carpaneles, aunque con antepechos que preludian el renacimiento. Están cubiertas por un alfiz quebrado y, en lo más alto figura el escudo de los Reyes Católicos, ya con la granada, lo que indica que el edificio es posterior a 1492, posiblemente del mismo autor que el de la Casa de la Conchas o, al menos, en la misma línea estilística. Las dos ventanas laterales se muestran ya claramente renacentistas. No se conoce el autor de tan maravillosa obra, pero uno de los canteros que trabajó en ella aparece en otras obras ligado a Juan de Álava.
En su interior se puede apreciar un patio central, de forma trapezoidal y de dos plantas, con arcos rebajados de gran sobriedad y columnas del piso bajo muy gráciles con fustes cilíndricos y capiteles poliédricos, de gran elegancia. En 1946 se instaló aquí definitivamente el Museo Provincial, con sus tres secciones de Bellas Artes, Arqueología y Etnografía, que estuvo rodando por diversos edificios de la ciudad, y que cuenta con obras muy valiosas, entre las que destaca un magnífico artesonado del S. XIV procedente del convento de las Dueñas.
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