Un roto de viento

Por Ana María DE CECILIA SAN ROMÁN
Médico y escritora

La Dra. Ana Mª de Cecilia nos presenta en esta sección parte de su colección de pintura y escultura y lo que le sugieren, pluma en mano, estas obras.

Os digo que hay cosas tan sorprendentes que no podemos hallarle explicación por mucho que nos esforcemos. Cosas que llamamos del más allá y por las que algunos han sido quemados en la hoguera por herejes. Yo mismo, en mis recorridos por los caminos, he oído contar historias de almas en pena que causaban la sensación de frío aunque no podías verlos, objetos que se incendiaban sin que mediara fuego alguno, animales que aullaban durante días percibiendo la muerte de un ser cercano que nadie más conocía, presencias intangibles, augurios que se cumplían, noches de vendavales inexplicables.

Ya hace siglos que los hombres consultaban sus oráculos en busca de consejo y que, tras ello, conducían a batallas que previamente pensaron perdidas y sin embargo vencieron; otros creyeron en los sueños y acumularon fama y riquezas por seguir las indicaciones que en ellos vieron; algunos fueron profetas y por ello perseguidos, más sus profecías se hicieron ciertas. ¿Qué sabemos nosotros?

Hoy nos reunimos aquí y otros irán viniendo. No tenemos nada y sin embargo mucho tenemos, porque las riquezas pueden perderse y también la juventud, incluso la vida, pero nadie puede adueñarse de nuestro pensamiento. Si nos acosan, nos exprimen o nos causan dolor podrán arrancar de nuestros labios palabras que nunca deseamos haber pronunciado, podrán obligarnos por la fuerza a renunciar a nuestras creencias o desposeernos de riquezas materiales, pero no podrán arrebatarnos el don que tenemos.

Muchos quieren negarnos, unos por envidia, otros por miedo. La gente teme loque desconoce o se enfurece por no conocerlo, no aprende, no escucha, no atiende, no mira dentro de sí y explora su mente, no se esfuerza, no intenta llegar al conocimiento: sólo pretende hacerte como ellos. Cuánta verdad es que la masa es la que  impulsa la vida, que si fuéramos pocos nos iríamos perdiendo en divagaciones por el camino, que la experiencia de unos otros podrán aprovecharla para seguir adelante, más es necesario que haya pastor paraque el ganado haga camino y no ande  esparcido buscando el pasto sin encontrarlo, pues así los privilegiados intuyen, piensan, creen, buscan y hallan la senda por donde luego transitan los demás para que el conocimiento llegue más allá, más lejos, más profundo.

Nuestras historias no hacen crecer las cosechas, no traen la lluvia ni apaciguan el ganado en noche de tormenta, pero descansan el alma inquieta invitándola a ignorar su miseria y su tristeza

Nos llaman desarrapados. ¿Qué nos importa? No entienden que no buscamos con afán techo bajo el que cobijarnos, que nos alimentamos con poco. No entienden que para nosotros vivir no significa poseer, sino pensar. Es verdad que para ello precisamos que el cuerpo tenga su sustento, por eso mendigamos, por eso relatamos historias o cantamos y obtenemos unas monedas, por eso tendemos la mano o el sombrero y damos las gracias a la caridad.

Si ahora mismo yo dijera que hay una mujer desnuda entre nosotros me tomaríais por lunático. Podría describiros su cuerpo, su rubia cabellera, su carne prieta, su descaro, y quizá algunos se pusieran a buscarla entre la multitud, pensando que si puedo retratarla con mis palabras la habré visto en algún rincón, pero otros seguirían creyendo que pretendo un engaño con algún fin. Sin embargo, si yo os dijera que esa mujer está aquí mismo, delante de vosotros, y que se llama IMAGINACIÓN, sonreiríais con indulgencia, pues enseguida me habríais comprendido. Asentiríais con la cabeza y no os extrañaría, pues podríais verla vosotros también.

Ahora suponed que unos esbirros llegaran hasta nosotros con aviesas intenciones, que nos acusaran de tener una mujer desnuda dando escándalo público, que se empeñaran en buscarla y perseguirla, que quisieran azotarnos si no confesáramos el escondite. Cubriríamos sin duda su cuerpo con andrajos, cambiaríamos el color de su cabello, o simplemente la haríamos desaparecer para siempre. No serían capaces de encontrarla; ni con monedas, ni con promesas ni con castigos podrían hallarla jamás. Quizá algunos de nosotros pudiéramos asegurar haberla visto por miedo al castigo o por codicia, pero aunque nos detuvieran de uno en uno no llegarían a verla jamás, porque nosotros la habríamos borrado con nuestra imaginación del mismo modo que antes la percibimos viva y desnuda.

¿Os dais cuenta? Ese es nuestro don, nuestra alegría y nuestro pesar, nuestro premio y nuestra carga. Podemos hacer magia, dar vida, adivinar el futuro, crear un pasado, provocar una muerte sin rastro, encender la ilusión o fabricar las penas del purgatorio, podemos despertar la ternura, inflamar el amor, abocar al odio, y luego, hacerlo desaparecer todo de modo que donde antes hubo algo se encuentre sólo un roto de viento.

Nos llaman fabuladores, más acuden a nosotros cuando el insomnio no les da tregua, nos avisan para que enseñemos a sus hijos a soñar, para que les permitamos conocer el mundo sin mover los pies, paraque pongamos en sus lástimas el bálsamo que procuran las bellas palabras. Nuestras historias no hacen crecer las cosechas, no traen la lluvia ni apaciguan el ganado en noche de tormenta, pero descansan el alma inquieta invitándola a ignorar su miseria y su tristeza. Les obligamos a reír y, sin piedad, les mudamos la risa en llanto, los inflamamos de esperanza y luego con un soplo los posamos en la tierra.

Tal vez estéis cansados y temáis al nuevo día, pero entonces contempláis un resquicio de cielo amaneciendo y allí mismo encontráis dibujada la historia que ya os está naciendo en el pensamiento: sirenas que prometen perlas en el fondo de los mares, islas que extienden sus playas  rubias, tibias de sol, tesoros enterrados y rincones que ocultan planos para encontrarlos,  muertos que se levantan, hombres que baten sus espadas, niños que atraviesan  los espejos, muchachas con piel de agua fieras como guerreros, enfermos que sanan, mundos inertes que conservan animales fantásticos, tabernas y puertos,  montes y ríos, estrellas o simplemente farolas. Lo que fue, lo que será, lo que nunca será, lo que vuelve, lo que nos gustaría ser…. Todo

Jerónimo Prieto: Sin título, óleo sobre tabla. De la Colección José Luis González-Ana Mª de Cecilia FOTOGRAFÍA: SANTIAGO SANTOS

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.