Por José Almeida Corrales
Doctor en Medicina y Cirugía y licenciado en Bellas Artes
Se halla situada en la plaza de los Bandos, así llamada en alusión a las luchas partidistas mantenidas entre los bandos congregados alrededor de las parroquias de San Benito y de Santo Tomé, en la misma plaza donde se encontraba esta última iglesia, que fue derribada en 1855. La paz entre los bandos se consiguió por la intervención de San Juan de Sahagún, en 1476, al firmar un pacto de concordia en una casa de la calle de San Pablo, muy cerca de la torre de Villena y de la Cueva de Salamanca, hoy residencia universitaria. Su puerta adovelada se ha integrado en la edificación moderna, en la que está tallada una inscripción en latín que dice: “La ira genera odio, mientras la concordia se nutre del amor”. Para Álvarez Villar, en cambio, sería el lema del linaje de los Paz.
En la actualidad existen serias dudas de que habitase la casa tan vengativa dama, ya que fue edificada por su nieto don Gonzalo Rodríguez de Monroy en la última década del S. XV, sobre el solar de la mansión anterior. La casa ha sufrido muchas reformas interiores desde el S.XVII hasta la actualidad y ha servido para los más diversos usos. Tras albergar dependencias del Colegio Oficial de Farmacéuticos, en la segundad mitad del S.XX pasó a ser propiedad de Caja Duero y en la actualidad está siendo remodelada interiormente, al parecer como sala de exposiciones. De todas formas su portada principal conserva su traza original de finales del gótico.
La puerta es de arco de medio punto, de grandes dovelas, sobre la que hay un balcón de hierro del S. XVII y todo ello enmarcado por un alfiz quebrado decorado con bolas. La toza-dintel del balcón, que sin duda tiene su origen de una ventana rasgada, es de una talla primorosa con decoración de cardinas, tema floral característico del gótico tardío, y en relieve sobre elevado está tallado el blasón de los Enríquez con corona real como descendientes del rey Fernando III. A ambos lados de la barandilla, sobre las dovelas, se pueden ver los escudos de los Monroy y de los Maldonado.
El edificio no puede tener mayor sencillez, pero es de una elegancia suprema por el contraste entre la fina sillería y los relieves de la talla, en el punto justo del equilibrio decorativo. Llama la atención la perfecta simetría de su fachada: cosa inusual en el gótico. Si bien es cierto, queda descentrada en la visión en escorzo cuando se observa desde la plaza de los Bandos. El interior es intrascendente desde el punto de vista artístico.
Se conoce a este palacio por ese nombre en razón a su aspecto airoso y esbelto y fue construido por los señores de Fermoselle a mediados del S. XV. Se le ha llamado, también, de las cuatro torres, creando así la duda de que en un tiempo pasado hubiese tenido tres torres más, cuando posiblemente se hacía referencia a un antiguo propietario: el barón de las Cuatro Torres. Hipótesis sostenida por Gómez Moreno. Sin embargo, según la vista que hizo de Salamanca el pintor flamenco Anton van den Wyngaerde en 1570 desde el Teso de la Feria, puede apreciarse que el palacio tenía una torre en cada uno de sus cuatro ángulos; aunque no deja de ser aventurado tomar esta fuente como un documento fiable. En esa vista de Salamanca se ve la torre de la Catedral Nueva a medio concluir y, por descontado, no se ven las de la Clerecía, porque aún no se habían proyectado.
Se encuentra situado este edificio en la plaza de Santa Eulalia, creada merced al derribo del antiguo palacio de Correos en 1975, pero tiene mejores vistas desde la plaza de la Constitución, en plena Gran Vía. Este espacio, hasta 1917estaba ocupado por numerosas casuchas que se derribaron en el más ambicioso proyecto vial de la ciudad para desviar la cada vez mayor circulación que tenía que atravesar la Plaza Mayor y que culminó, casi un siglo después, en1974. Se aprovechó el puente de Domingo Soto, construido en el S. XVI, para salvar el arroyo que discurría entre el convento de Santo Domingo y el de las dominicas Dueñas, pero en esta ocasión transitando bajo el arco del puente, para derivar la circulación norte-sur de la ciudad.
Aunque se le colocó un tejadillo, a mí me recuerda a las torres de San Gimignano, un pequeño pueblo de la Toscana italiana que me impactó sobremanera la primera vez que lo vi, allá por la década de los setenta: en aquel entorno uno tiene la sensación de que el tiempo se hubiese detenido en el Medievo. La torre es de sillería y el resto de mampostería y los huecos se me antojan distribuidos de forma aleatoria. Las ventanas, tres de ellas geminadas, con bellos alfices decorado scon tracería flamígea denuncian su función de mansión señorial más que de fortaleza. Cabe señalar que no todas las ventanas son originales. Este monumento perdió su uso nobiliario en el S. XVIII, pasando a servir a los más diversos menesteres y hoy es Residencia universitaria femenina.
Es una construcción de finales del S.XV que se atribuye a Don Diego de Anaya y a Don Francisco de Sotomayor, ambos claveros mayores de la Orden de Alcántara; de ahí le viene el nombre. A pesar de ser torre, se duda si tuvo algo que ver con la defensa de una fortaleza, pues tiene más carácter decorativo que defensivo. Presenta grandes analogías con la torre del castillo de Benalcázar, del valle de los Pedroches de Córdoba. Casi mejor, podría decirse que es una copia, máxime si en las dos edificaciones está presente el escudo de los Sotomayor; aunque bien podría tratarse de otra rama del mismo linaje más que de la misma familia. No obstante, esto no es excluyente para que el torreón de Salamanca fuesen los restos de una fortificación de mayores dimensiones, que hubiese desaparecido con el devenir del tiempo.
La torre salmantina es de una gracia indudable, con una planta cuadrada que al ganar altura se hace octogonal y cada carade la pirámide tiene un garitón de base cónica con ornamentación cordada, formando rombos que recuerdan a las decoraciones moriscas y llevan alternativamente escudos de los Anaya y Sotomayor. Van coronadas por cupulillas terminadas en bola, que “se recortan en el cielo dibujando una especie de corona feudal”, en palabras de Pedro Antonio de Alarcón. Parece que con anterioridad la torre iba coronada por almenas, que se cambiaron por la techumbre actual en el S. XVIII. La cornisa va rematada con un friso de arcos ciegos. Pienso que quizás se libró de ser desmochada, como lo fueron otras de la misma época, precisamente por su reconocida belleza. El interior es de reducidas dimensiones, lo que dificulta encontrarle destino adecuado, y su actual propietario es el Ayuntamiento. Tiene cinco plantas que se comunican por una escalera de caracol.
Dentro de la arquitectura civil del S. XV existen mansiones muy meritorias, muchas de las cuales han sufrido transformaciones importantes a lo largo del tiempo que han desvirtuado su valor original o lo han restringido a una parte del edificio, por lo que no voy a extenderme en su descripción o datos históricos; de ahí que sólo haga mención de algunas de ellas. Es el caso del Palacio de Montellano, conocido como convento de la Trinidad Calzada, situado en la calle de Zamora, frente al palacio de Rodríguez Figueroa (en la actualidad Casino de Salamanca). Se trata de un edificio anodino, que tuvo dos torres, en el que sólo se conserva la puerta de arco demedio punto de grandes dovelas de la época, y en el interior, el claustro de los trinitarios del S. XVII. La fachada de la iglesia del mismo siglo es de muy dudoso gusto y se estructura en tres cuerpos de estilo barroco tedioso, con una portada de doble arco con pinjante. El Palacio de Rodríguez Manzano en la plaza de la Libertad, del linaje de los que dieron muerte a los hijos de doña María la Brava, hoy reconstruido totalmente por dentro para albergar modernas dependencias administrativas del Ayuntamiento de Salamanca. La Casa de los Solís en la plaza de Los Bandos, de la que sólo queda una ventana con dintel primorosamente labrado, incluidos en una edificación neoplateresca de 1928, propiedad de Telefónica, que merece citarse aunque sólo fuese porque en ese palacio se hospedó Felipe II cuando vino para contraer matrimonio con Dª. María de Portugal, en1543. La Casa de Santa Teresa en la calle de los Condes de Crespo Rascón, vinculada a la estancia de la santa andariega en Salamanca, que pertenecía a Juan de Ovalle, casado con una hermana de la fundadora de las carmelitas y donde, según la leyenda, escribió el poema “Vivo sin vivir en mí, / y tan alta vida espero, / que muero porque no muero…. La Casa de la Tierra, en la plaza de Sexmeros, a la que yame he referido con ocasión de la portada románica de San Julián, que conserva una ventana con hermosa tracería gótica. El Palacio de Abrantes en la calle de San Pablo, con su torre desmochada, sede actual de una discutida colección de arte oriental, que conserva la más bella ventana gótica geminada de Salamanca, y algunos restos más desperdigados por la ciudad. Y con esto doy por concluida la listade monumentos de la Salamanca gótica, dignos de ser reseñados.
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