Estimo oportuna la difusión de este artículo, que figura en dos publicaciones de nuestra Sociedad de Conciertos, a raíz de lo escrito por el crítico musical de un importante diario madrileño afirmando que por primera vez ha sido posible oír en Madrid esta Sinfonía de Mahler en 2004. Lo cierto es que en Salamanca esto ocurrió el 29 de octubre de 1976 en el gran concierto con el que nuestra Sociedad inauguró la temporada 1976-1977.
En Zelig (1983), Woody Allen aborda un caso clínico, valiéndose de la fórmula del falso documental para recrear lo que, según él, llegó a ser un fenómeno de masas durante los felices años veinte en Estados Unidos. El singular trastorno de Leonard Zelig, estudiado por médicos y sociólogos, le sirve de pretexto para construir un alambicado, brillante y divertido retrato de alguien que fue –o pudo ser– testigo privilegiado de su tiempo.
Reproducimos en estas páginas el bello artículo con el que nuestro colaborador habitual de arte, D. Miguel Ferrer, homenajea a Martínez Novillo, uno de los mejores paisajistas españoles, con motivo de su última retrospectiva que acaba de celebrarse en Soria
Volvemos en esta ocasión al cine clásico para recordar una de las biografías de médico más impresionantes y polémicas que el cine haya realizado jamás, aunque por diversos motivos relacionados con las peculiares características de la industria cinematográfica no alcanzase la resonancia que merecía desde muchos puntos de vista: el Freud dirigido por John Huston en 1962, a partir de un argumento original de Jean-Paul Sartre, y que la Universal decidió titular Freud, pasión secreta, para darle más «morbo» comercial…
Hasta que se inventó la imprenta, en el siglo XV, los libros eran manuscritos, había un solo ejemplar o unos pocos y se guardaban en bibliotecas que muy pocas personas podían visitar.
San Eloy acoge parte de la magnífica colección reunida por Miguel Ferrer durante una vida de pasión por el arte
A pesar de haber obtenido la Palma de Oro en el Festival de Cannes de2001 –el primer premio del certamen más importante del mundo–, La habitación del hijo ha pasado casi desapercibida por nuestras salas y corre el peligro de caer en un olvido injustificado. Y es que esta película, dirigida por Nanni Moretti, no tiene los atractivos que hoy parece exigir el gran público, no pretende ser comercial a toda costa y no invita a comer palomitas. Bien al contrario, es una obra intimista, hecha de miradas y sugerencias, en torno al drama de un psiquiatra y su esposa que pierden inesperadamente a uno de sus hijos.
Allá por el año 1995, creo recordar, que por primera vez en su historia, tres organismos del más alto nivel, como eran la Asamblea General de las Naciones Unidas, el Consejo Ejecutivo de la Unesco y la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa coincidieron en la temática de un año Internacional de la Tolerancia. En él se insiste en que la tolerancia dista mucho de resolver todos los problemas de un mundo cada vez más sombrío por la violencia, el terror, la muerte y la intolerancia.
En su trigésimo tercer largometraje, estrenado en 2000 sin demasiada resonancia, el cineasta norteamericano Robert Altman dibuja con su humor e ironía habituales el retrato de un médico, el doctor Sully Travis, ginecólogo de gran éxito entre la clientela más distinguida de Dallas, pero herido en su esfera íntima por la extraña enfermedad que aqueja a su esposa.
Es habitual encontrarnos informaciones y, lo que es peor, opiniones médicas en los distintos medios de comunicación, prensa, radio o televisión, que vienen firmados por “expertos”, que en muchas ocasiones acaban de terminar sus estudios de Periodismo, y en el mejor de los casos, se autodenominan “periodistas científicos” porque se han inscrito en la correspondiente Asociación Profesional.