Morir y vivir: llorar y reír

Por Germán Payo Losa

Director de Educahumor

Morir y vivir: llorar y reír

“Ríe, llora, que a cada cual le llega su hora” (Celia Cruz)

Estoy encantado, por ser testigo y por los ecos que recibo, con el funcionamiento y el ambiente que tienen quienes trabajan en cuidados paliativos en Los Montalvos. La Medicina ayuda a vivir mejor y también a morir, cuando llegamos a la meta. Entonces hay problemas con pacientes y familiares. No todos médicos. ¿Qué va a ser de ella con la pensión que dejó? ¿Cómo comunicárselo? No como el aragonés que fue a visitar a su amigo íntimo y su familia le recibió: “Nos ha dicho el médico que se va a morir ya y no sabemos como decírselo. Tú que eres su amigo…” “Eso está hecho” Entra en la habitación y le saluda: “ ¡Coño maño! Con que agonizando ¿eh?”.

Creo que hay varias cosas a considerar

1 Nos gusta reír aunque estemos muriendo. Asistí a mi suegro sus últimos días y puedo atestiguar que cuando entraban sus nietas y le contaban sus aventuras con inocencia y encantadora naturalidad, un sol de felicidad irradiaba por sus ojos y le hacía sentir mejor que la morfina dosificada. Un acompañante con sentido del humor hace mejor su labor. O sea, que poniendo el sentido común por delante, porque hay momentos en que no está el cuerpo para risas, hacer pasar un buen momento es saludable.

2. Los cuidadores, familiares, voluntarios y profesionales pasan por situaciones duras física, mental y emocionalmente. El acompañamiento prolongado quema. Y la muerte ajena nos afecta, porque siempre se crean lazos humanos. “He llorado muchas veces”- confiesa una enfermera.

Y conviene desahogarse.

Por eso cargar las pilas y un ambiente donde pueden compartir humor y risas es regenerador, pues recobrarse una y otra vez no es tan fácil. La sensibilidad nos indica que alguien muriendo con risas al lado no es apropiado, pero la risa nos recupera. Una enfermera en la planta de Nefrología me comentaba que recibió una queja de una mujer, pues les oían reír en la taquilla y su marido estaba mal. “Mire Vd.: damos a su marido toda la atención profesional y el afecto que podemos. Estas risas son las que nos ayudan a dar ese buen trato”.

3. Hay tiempo para llorar y tiempo para reír. Ser humanos y compartir la pena con abrazos o besos importa, pero como en los velatorios donde ya posteriormente hay muchas risas recordando cosas del difunto o de la vida, no hay que olvidar que tras llorar y dejar salir la pena, hay que vivir. En otras culturas hay ceremonias de despedida del difunto donde todos recuerdan sólo pasajes divertidos de su vida, canciones favoritas en una fiesta. Martin Seligman, el mayor impulsor de la Psicología positiva, se dio cuenta de que cuando su objetivo era quitar la tristeza, depresión o ansiedad, dejaba vacías alas personas, lo que le llevó a enfocar más su trabajo para fortalecer las cualidades personales positivas que permitiesen salir de estos estados de ánimo: el optimismo, la fortaleza más coraje -resiliencia que se dice ahora-, etc. Además, las personas que han pasado una tragedia salen fortalecidas, están más preparadas para afrontar lo que venga en la vida. Queda en nuestro cerebro marcado: “Si he salido de una, saldré de otra”.

4. No es fácil. Hace una semana se acercó a mí una mujer tras un taller de risoterapia en la Universidad de la Experiencia. “Hace cuatro años, desde que murió mi marido, que no me reía”. “Ha muerto mi marido y me estoy riendo. Me siento culpable”-confesaba a una enfermera una mujer, que era la campeona de su pueblo de contar chistes. “Ahora, alguna vez que nos vemos, reímos juntas recordando aquello”.

El sentido del humor como la capacidad y flexibilidad para ver un lado positivo de todo lo que nos pasa, ayudan a recuperarnos, a cerrar heridas, a tomar en perspectiva que vivir y morir, llorar y reír son dos caras de la misma existencia que es bueno disfrutar y ayudar a vivir a los demás. No es fácil, pero se puede entrenar. En esta línea, la risa es un termómetro. Si soy capaz de reír, estoy más recuperado. Siempre respetando los tiempos y ritmos personales.

Nacer, vivir y morir con humor: “Cuando nací no estaba mi madre en casa” (Gila). “Discúlpenme,- dijo Muñoz Seca a toda la gente que tenía al pie de su cama de tertulia- pero voy a agonizar”. Y se murió.

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