Por José ALMEIDA CORRALES
De la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas
En este recorrido gráfico-literario por la Salamanca monumental que hoy inicio, pretendo recoger aspectos diversos, que no por conocidos desmerecen ser recordados. Con ello pretendo pasar revista a una serie de edificios salmantinos consagrados por el paso del tiempo, comenzando por aquellos que tuvieron su origen en la Edad Media.
Parto de recuerdos muy lejanos en el tiempo, algunos incluso de la infancia, otros son información recogida de fuentes bien directas o indirectas; estas últimas sacadas de viejos escritos y las más de las veces revisando bibliografía sobre el arte y la historia de Salamanca.
Mi propósito no sólo es reflejar una visión personal a través del dibujo o de la pintura, sino reflexionar sobre arte y costumbres y deseo hacerlo comenzando por dos parroquias salmantinas supervivientes de las treinta y tres que existieron en nuestra ciudad en la Edad Media, como recoge el Fuero de Salamanca. Me refiero a las parroquias de San Marcos y de Santo Tomás Cantuariense que como veremos son muy diferentes en cuanto a su tipología.
Además de La Catedral Vieja, la perla del románico salmantino y una de las siete joyas de la España románica, han resistido el paso del tiempo otras tres más: San Martín, San Cristóbal y San Juan de Barbalos, sin desdeñar a algunos restos de otras desaparecidas, como cinco arcos de medio punto del claustro de Santa María de la Vega, la puerta septentrional de San Julián y parte del presbiterio y de los paramentos murales de San Polo.
“La iglesia de San Marcos es singular y yo me atrevería a decir única por muchos aspectos”
Las restantes parroquias perecieron por motivos diversos: en unos casos fueron las catástrofes naturales, como la riada de San Policarpo, el 26 de enero de 1626, en el caso de Santa María La Mayor o de San Nicolás de Bari; en otros la Guerra de la Independencia o la desamortización de Mendizábal y en los más el abandono, cuando no la desidia de los responsables del mantenimiento y conservación de los monumentos artísticos, o lo que es peor aún, por intereses espurios.
Esta elección de comenzar por aquellas dos iglesias no obedece a criterios historicistas, sino a causas de índole puramente sentimental; en efecto, San Marcos es mi parroquia y desde el salón de mi casa, a escasos diez metros, me solazo todos los días al contemplarla en una visión en ligero picado y Santo Tomás es la iglesia donde se casaron mis padres un 17 de agosto de 1930.
Desde adolescente ya me sentí atraído por el estilo románico más que por ningún otro, quizás por sintonía espiritual y estética, como lo prueba el hecho de que mi discurso de ingreso en la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas que tuvo lugar en Madrid, el día 8 de abril de 1976, fue: “Visita apasionada a Salamanca románica”.
En los albores del primer milenio es cuando surge en Europa el arte románico, contemporáneo a la reforma espiritual de la Alta Edad Media promovida por la orden de Cluny en la Borgoña francesa. Un estilo que parte de una concepción del espacio enteramente nueva, como realidad tridimensional, y que ha estado vigente hasta la llegada de las vanguardias y de la arquitectura moderna.
En el arte greco-romano, paleocristiano y visigótico las construcciones se guiaban fundamentalmente por intuiciones estáticas y menos por ideas estéticas; éstas surgieron más tarde, cuando los arquitectos no recelaron de la seguridad de sus edificaciones.
Los primeros edificios románicos se apoyaban en compactos muros, en ocasiones reforzados por gruesos pilares y constaban de una o más naves, con cubiertas de madera. Posteriormente, con la búsqueda de la funcionalidad, ante los frecuentes incendios que asolaban los templos y bajo las nuevas formas estéticas, se adoptaron las techumbres de piedra con bóvedas de cañón o de arista en las naves y de horno o cascarón en los ábsides.
En Salamanca, la aparición del románico fue muy posterior a las primeras manifestaciones que surgen en la península ibérica y que se inicia en Cataluña, por su entronque temporal con el reino franco y bajo la influencia de la escuela lombarda.
En la meseta Castellano-leonesa esta corriente artística penetró algo más tarde, siguiendo las vías de peregrinación que conducían a Santiago de Compostela, loque explica que ambas manifestaciones arquitectónicas sean tan diferentes.
Debido a las constantes incursiones bélicas sarracenas se originó una intensa despoblación en los territorios situados entre el Duero y la Cordillera Central, una “zona de nadie” y no fue hasta la definitiva reconquista de Salamanca por Alfonso VI, con los territorios asentados, cuando el monarca encargó al conde Raimundo de Borgoña la primera repoblación con gentes de diversa natura (serranos, castellanos, toreses, bregancianos, francos, portogaleses y mozárabes) y siendo obispo Jerónimo de Perigueux se fundan las primeras parroquias.
San Marcos, situada junto a la puerta de Zamora, puerta norte de la desaparecida muralla medieval, fue fundada en el territorio de los castellanos por Don Raimundo de Borgoña y su esposa Dª Urraca, hija del rey leonés.
“Es una estructura cuadrada, en cruz griega, inscrita en una planta circular; algo sorprendente”
Su construcción data de 1178 y en el primer tercio del siglo XIII fue declarada por Alfonso IX sede de la Real Clerecía, hasta la expulsión de los jesuitas en1769 por Carlos III, que se trasladó al Colegio del Espíritu Santo de la Compañía de Jesús, conocido popularmente, por este motivo, como La Clerecía.
Esta iglesia es singular y yo me atrevería a decir única por muchos aspectos. Uno de ellos, sin duda el más característico, por su planta circular y también por el hecho de que al encontrarse muy cercade la muralla haya sido considerada por algunos, erróneamente, como un cubo reaprovechado de la cerca, al modo de la cabecera de la catedral de Ávila. Se ha podido comprobar que esto es falso y en los planos del siglo XVII se aprecia separada unos metros de la muralla medieval.
Apuntaba aquella hipótesis la existencia de las aspilleras que dan luz al ábside y a los dos absidiolos y que, paradójicamente, estarían dirigidas hacia el interior del recinto urbano, con la consiguiente imposibilidad de defenderse de agresiones externas.
Es una iglesia de planta circular y su interior basilical sorprende al visitante que atraviesa por primera vez la puerta de acceso y se encuentra con cuatro gruesas columnas que generan un crucero y tres naves, con tres ábsides, todo ello inscrito, por decirlo de alguna manera, en un círculo. Es una estructura cuadrada, en cruz griega, inscrita en un círculo; algo sorprendente. Yo no conozco nada igual; es una tipología singular.
Una traza parecida, de planta central, presentan diversas iglesias o baptisterios en España, Italia y Francia y que tienen como paradigma la estructura carolingia más preeminente que subsiste: la capilla palatina de Aquisgrán, hoy Catedral de la ciudad y a la señalada como su antecedente, San Vitale de Ravenna, del siglo V.
En España podemos encontrar analogías con Santa María de Eunate y Torres del Rio en Navarra, la Vera Cruz de Segovia y San Vicente de Llucá en Cataluña, pero ninguna de ellas se organiza en naves. Son diferentes; unas tienen dos plantas, otras un deambulatorio… en fin: son distintas. Se ha sugerido como punto común la evocación del Santo Sepulcro de Jerusalén o el círculo símbolo del universo, pero yo no creo que esta sea la razón de la planta de San Marcos.
Los arcos que arrancan de las columnas son apuntados, propios del tardorrománico y preludio del gótico. La techumbre es de madera, conservándose en el cimborrio un artesonado mudéjar de cerchas de pares y nudillos, con faldones decorados con estrellas, todo él muy interesante, que Gómez Moreno data del siglo XV.
Llama la atención al contemplarla desde el exterior una espadaña-campanario de estilo barroco, tildada por algunos de desafortunada, en lo que yo difiero, ya que lejos de constituir un “postizo” le da un aspecto airoso, con lo que gana en armonía y equilibrio arquitectónico. Sí que estoy de acuerdo en que se haya cegado la ventana que existe en la base de la espadaña orientada al mediodía, cuya luz rompía el espíritu de un templo románico. Es una valoración personal y discutible como otras que expresaré a lo largo de mi contribución en este espacio de “el desván de arte”, en aras de un elemental principio de honestidad.
San Marcos tuvo hasta la primera década del siglo XX una sacristía y un atrio con cinco columnas delante de la puerta principal; ésta muy sencilla, con varios arcos apuntados, sin decorar, formando arquivoltas. Y poco más que reseñar, salvo unos escudos de los Austrias en el exterior y en el interior, como tributo de agradecimiento.
En el interior podemos observar también unas pinturas murales fechados por Álvarez Villar en el siglo XIV, la Coronación de la Virgen, la Anunciación, San Cristóbal y un tapiz, descubiertas en la última restauración de 1967, muy interesantes, aunque estén excesivamente retocadas, junto con un crucifijo del siglo XIII, Cristo del Castillo, y una portada notable, renacentista, que correspondía al antiguo archivo de la Clerecía y hoy es exigua sacristía.
En esta restauración se descubrieron también dos altares románicos, que estaban tapados por sendos retablos, con columnillas que algunos atribuyen al periodo visigótico. El que se ha colocado en el ábside central se cubre su ara en las celebraciones especiales con un mantel blanco de lino tejido a ganchillo por mi madre, que como es fácil de suponer, tiene para mí un extraordinario valor afectivo.
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