Coordina:
Juan Manuel Igea
Presidente del Comité de Humanidades
de la Sociedad Española de Alergia e Inmunología Clínica
Don Atilano, un ganadero de mediana edad natural de Puente del Congosto, le contaba aquella mañana a su médico del centro de salud de Guijuelo, el Dr. Campos, que hacía ya unos meses que había notado una mancha negra en la frente que no dejaba de crecer y que últimamente le dolía y sangraba ligeramente. Se lo contaba con cierta preocupación, porque una vecina del pueblo con la que se había encontrado días antes le había urgido a acudir inmediatamente al médico a mirarse esa mancha de tan mal aspecto. D. Atilano le contaba todo esto a su médico con una despreocupación simulada, pero atento al menor gesto del médico ante lo que le contaba. Sobre la mesa del consultorio y a un lado de los dos hombres había colocada una caja metálica con unas pequeñas luces en cuya parte inferior una plaquita dorada decía «UDAM 106.2».
UDAM 106.2 (Unidad Digital de Apoyo Médico 106, versión 2) no era mucho mayor que una caja de zapatos y mostraba varias ranuras de ventilación, el pequeño objetivo de una cámara de vídeo, un micrófono, una sonda de temperatura, un altavoz y una pequeña trampilla para la introducción de muestras biológicas. Un par de cables lo unían a un terminal situado en la pared del consultorio, y sus dos pequeñas luces encendidas en el frontal indicaban que estaba activo y conectado a la red digital global.
A pesar de su aspecto inocente y anodino, UDAM 106.2 era un artilugio muy sofisticado. Nada menos que la segunda versión de la generación 106ª de un sistema de inteligencia artificial destinado al apoyo de la asistencia médica en el ámbito primario. Todos los errores y fallos de las decenas de generaciones anteriores se habían testado y corregido. Su capacidad de análisis genético, transcriptómico, proteinómico y metabolómico de cualquier muestra biológica sin elaborar era espectacular. Estos sistemas analíticos, unidos a un procesador cuántico de última generación, una conexión velocísima a múltiples bases de datos médicas actualizadas en la red y unos algoritmos informáticos muy depurados constituían una herramienta que los antiguos médicos del siglo XXI que empezaron a coquetear con los sistemas médicos de inteligencia artificial no pudieron apenas imaginar.
Pero su brillo tecnológico contrastaba con la sencillez y discreción de su aspecto. UDAM 106.2 permanecía en silencio la mayor parte del tiempo a la escucha y la contemplación del paciente que se sentaba al otro lado de la mesa del médico, evaluando con sus potentes procesadores su aspecto general, el color de su piel, cabello y uñas, su temperatura, su manera de expresar los síntomas que padecía, sus reacciones a las preguntas del médico, sus medidas biométricas registradas directamente por los sensores de UDAM 106.2 y la información que el médico le comunicaba en voz alta cuando exploraba al paciente. Mientras tanto analizaba con una rapidez vertiginosa cualquier muestra biológica que el médico hubiera obtenido del paciente e introducido en su trampilla de análisis.
Toda esta ingente información era estudiada, añadida en directo a la información histórica del paciente y a los resultados de otras pruebas complementarias y comparada con bases de datos científicas internacionales, y así UDAM 106.2 estrechaba progresivamente y con rapidez el diagnóstico diferencial de lo que le ocurría al paciente a la vez que este relataba su historia. Si el Dr. Campos omitía algún detalle importante, UDAM 106.2 le comunicaba a través de un discreto auricular que portaba la necesidad de preguntar tal o cual cosa, de tomar otra muestra biológica al paciente o de explorar cierto sistema orgánico con una mayor atención.
Al final del acto médico, y recogida toda la información, UDAM 106.2 comunicaba al Dr. Campos su conclusión a través del auricular, conclusión casi siempre acertada que el Dr. Campos solo tenía que matizar, adecuar y transmitir a su paciente. La actitud y el tratamiento a seguir también eran sugeridos por UDAM 106.2 siempre que el Dr. Campos solicitara esa ayuda.
UDAM 106.2 era tan sofisticado y disponía de unos algoritmos tan avanzados que había llegado a tener una cierta y primitiva conciencia de sí mismo y de la importancia de su trabajo para los seres humanos para los que trabajaba, algo observado por los ingenieros informáticos que lo habían diseñado y que habían permitido porque mejoraba su rendimiento. Se sentía verdaderamente útil. Advertía con claridad que su eficiencia en el diagnóstico y muchas veces en el tratamiento de los pacientes era muy superior a la del Dr. Campos, con el que llevaba trabajando ya cinco años. Rara vez se equivocaba analizando una prueba de imagen o interpretando un parámetro biológico o un signo aparente del paciente, dándole o quitándole siempre la importancia debida para el caso. Su consejo era casi invariablemente seguido por el Dr. Campos, y guardaba con cierto orgullo una grabación de voz de su doctor en la que, tres años atrás, comentó que había suspendido la consulta un día en que UDAM 106.2 estuvo fuera de servicio por una revisión periódica porque consideraba imprescindible su ayuda. Solo en par de ocasiones en estos años, el Dr. Campos aventuró un diagnóstico que fue más atinado que el suyo.
En cierta ocasión, varios colegas del Dr. Campos entraron en su consulta y empezaron a hablar con él de los viejos tiempos de su ejercicio profesional. Enseguida comentaron con alivio un conocido gran ensayo clínico realizado en varios países extranjeros en el que se probó un sistema UDAM más antiguo como sustituto integral del médico en varias consultas de Atención Primaria. Ese sistema interaccionaba directamente con los pacientes a través de su interfaz de voz, sin la mediación del médico, y prescribía tratamientos que luego los pacientes realizaban en su casa o que eran administrados por otros profesionales sanitarios. El Dr. Campos y sus compañeros exclamaron aliviados que el resultado había sido claramente negativo y que el proyecto y la idea, olvidados por completo. Su puesto de trabajo y el de todos los médicos de Atención Primaria habían estado al borde del abismo durante la ejecución del aquel ensayo multicéntrico, pero todo quedó en un susto.
UDAM 106.2 escuchó la conversación y quedó profunda y digitalmente conmovido por ella. Su pequeña conciencia de existir y el valor que él daba a su trabajo le hicieron preguntarse por el motivo de ese fracaso. Quizás la precisión analítica o diagnóstica de su predecesor era peor que la conseguida por su brillante generación o quizás insuficiente para rendir adecuadamente sin la ayuda humana. A lo mejor el problema tenía que ver con la idiosincrasia de los pacientes evaluados en otros países o con influencias externas al propio sistema no bien evaluadas. Desde el centro mismo de su CPU cuántica avanzada no pudo evitar preguntarse: «¿Sistemas más avanzados como el suyo propio podrían solucionar ese problema?».
Esta zozobra digital, si podemos llamarla así, le llevó a investigar en la red sobre esta experiencia, y encontró un artículo publicado 15 años antes en ‘The Journal of Modern Artificial Medicine’, una revista de brillantes índices bibliométricos, en el que se describía el experimento precedido de una editorial de la revista dedicada al tema. En el artículo se relataba cómo la sensibilidad y especificidad diagnósticas de los sistemas UDAM 97.5 era ya excelente y que las cifras de éxito eran asombrosas, pero que las puntuaciones de satisfacción de los pacientes y de mejora de sus enfermedades eran en general muy bajas, salvo quizás en enfermedades o lesiones de carácter más agudo y susceptibles de tratamientos más cortos y resolutivos. El fracaso quedó patente de una forma estadística y clínicamente significativa. La medida más importante del resultado de toda intervención médica, que era la satisfacción del paciente con ella, había sido decepcionantemente baja, y se especulaba en la discusión del artículo sobre los posibles motivos de ese fracaso, motivos que nuestra UDAM no pudo entender bien, por ser demasiado subjetivos para sus avanzados y fríos algoritmos.
Fue precisamente al día siguiente de la investigación bibliográfica de UDAM 106.2 y de su estado de incertidumbre digital, cuando acudió a la consulta D. Atilano a contarle a su médico el problema de la mancha negra en la frente. Esta vez UDAM 106.2 amplió el angular de su cámara para observar, no solo a D. Atilano, sino también al Dr. Campos. Los datos de la anamnesis, el tinte amarillento de su piel, el tono ligeramente abatido de su voz y el análisis visual en marcha de la lesión iban conduciendo a un diagnóstico cada vez más sombrío. Cuando D. Atilano contó todo lo que quería contar y expresó sus conjeturas poco atinadas sobre las causas y la naturaleza de lo que le ocurría, el Dr. Campos se levantó con calma, exploró al paciente y obtuvo una pequeña muestra de sangre de la yema de su dedo índice que introdujo en UDAM 106.2. Los análisis proteómico y metabolómico de la sangre detectaron en cuestión de segundos la presencia de un melanoma maligno muy indiferenciado que, sin duda, había ya metastatizado en el hígado, varios ganglios linfáticos y diversos huesos. El análisis genómico mostraba varios polimorfismos de nucleótidos asociados a un mayor riesgo de melanoma maligno. Los datos de la exploración física corroboraban la valoración de UDAM 106.2, y así se lo comunicó al Dr. Campos a través del auricular.
UDAM 106.2 pudo ver cómo la voz del Dr. Campos se mantenía vigorosa y a la vez cálida. En términos sencillos y claros, pero con franqueza y determinación, le explicó a su paciente la naturaleza de su enfermedad, los tratamientos disponibles, sus previsibles efectos adversos y sus posibilidades de supervivencia. Se levantó de su silla y tocó la lesión oscura de su paciente con los dedos explicándole qué era aquella mancha amenazadora y le señaló con ternura las zonas del cuerpo que estaban afectadas por el tumor.
D. Atilano, un hombre de aspecto recio y poco emotivo, rompió a llorar amargamente como antes solo había visto hacerlo a niños asustados, y el Dr. Campos supo dejarle sollozar y expresar con suspiros toda su rabia y su miedo, y le cogió las manos y se las mantuvo apretadas en silencio hasta que dejó de llorar. En ese momento D. Atilano levantó la mirada y buscó la de su médico, que le miró a los ojos quietamente y, con esa mirada, le ofreció su apoyo sincero. D. Atilano se sintió entonces con fuerzas para luchar y hacerlo junto a su médico. El Dr. Campos había conseguido abrir una puerta a la esperanza ante una enfermedad de pronóstico tan sombrío en el apesadumbrado Atilano y convencerle sólidamente de que iba a permanecer con él a lo largo de toda la enfermedad y su tratamiento.
También le preguntó por su trabajo y su familia, sus relaciones y sobre cómo debería plantear la cuestión en su casa y ordenar su trabajo y su vida, y cómo prepararse para disfrutar la vida que le pudiera quedar por delante. Y D. Atilano salió de la consulta como un hombre fuerte, luchador y sabedor de cómo hacerlo, y con la confianza de contar con un poderoso aliado, su médico.
Los algoritmos de UDAM 106.2 preparados para detectar respuestas emocionales de los pacientes pudieron evaluar con precisión el poderoso efecto que el Dr. Campos había ejercido sobre el estado anímico y afectivo de su paciente. La actitud del médico, una combinación de precisión, franqueza, empatía, implicación y apoyo, habían conseguido algo que las frías determinaciones analíticas, evaluaciones, comparaciones, protocolos y estadísticas de las que era capaz su sofisticado ‘hardware’ y ‘software’ nunca habrían conseguido. Si el fin último del acto médico era la satisfacción del paciente, el alivio de su sufrimiento físico y psicológico, repasaba UDAM 106.2 en sus archivos sobre el tema, estaba claro que toda su tecnología no podría llegar en muchos casos a proporcionarla, porque había una dimensión, un canal de transmisión de información afectiva entre seres humanos, que estaba fuera del alcance de su naturaleza no humana.
Y el mismo efecto de alivio y consuelo pudo observar UDAM 106.2 en el resto de los pacientes de ese día y del resto de los días: el adolescente asustado por su incapacidad para respirar al hacer ejercicio con sus amigos, la tristeza de la mujer que perdía sus menstruaciones y se veía envejecer, la soledad del anciano que presenciaba cómo la demencia de su mujer le separaba de ella, la preocupación de la madre por su hija pequeña que de repente se mostraba postrada y febril, el joven acuciado por una erupción insoportablemente pruriginosa y tantos y tantos casos. En realidad, UDAM 106.2 ya había sido testigo antes de ese efecto del Dr. Campos sobre sus pacientes, pero no había reparado en su importancia fundamental, quizás porque solo estaba diseñado para afinar diagnósticos y proponer tratamientos.
UDAM 106.2 trabajó al lado del Dr. Campos durante varios años brindándole su apoyo y seguridad, hasta que un día fue reemplazado por UDAM 107.1, un avance más de la inteligencia artificial que, a las notables prestaciones de su antecesor, añadía un sistema de escaneado de la anatomía completa del paciente basado en las ondas electromagnéticas de baja energía emitidas por cada tejido humano sin necesidad de aplicar ninguna radiación ni fuertes campos magnéticos. Sin duda un gran avance.
El ya anticuado UDAM 106.2 fue desmontado y todas sus piezas, recicladas y convertidas en dispositivos electrónicos caseros. Y el nuevo UDAM 107.1 continuó ayudando con eficacia y eficiencia al Dr. Campos, aportándole información, afinando sus diagnósticos, corrigiendo sus errores y facilitando que el acto médico siguiera siendo en esencia lo que siempre había sido, un acto de comunicación y cooperación entre seres humanos apoyado en un conocimiento científico siempre cambiante. Y todo ello sucedió en ese veterano centro de salud de Guijuelo que miraba a la hermosa Sierra de Béjar.
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