El Grado de bachiller en Medicina por Salamanca

Texto: Jesús Málaga

Fotografías: Andrés Santiago Mariño

El autor inicia una serie de textos sobre los títulos médicos impartidos en la ciudad

Siempre que nos referimos a los títulos otorgados por la Universidad de Salamanca lo hacemos a los de Licenciatura y Doctorado, sin darnos cuenta que en la historia del Estudio Salmantino el grado más común, al que más acceso tenían los que en él estudiaban, era el de bachiller. Con esta titulación, la de menor rango de las tres que otorgaba Salamanca, se podían ejercer las profesiones liberales de antaño y, entre ellas, la Medicina. La Licenciatura era más propia de los que se dedicaban a la docencia y el Doctorado era considerado, entre los docentes, más un honor académico que una titulación propiamente dicha.

El grado académico más elemental, otorgado por el Estudio Salmantino para el ejercicio de la medicina, fue el de bachiller. Desde 1422, cuando el Papa Martín V dicta una constitución para obtener el citado grado, se imponía como requisito previo poseer el título de bachiller en Artes, haber asistido durante cuatro años a las clases de Medicina y certificar haber leído públicamente diez lecciones de la materia1.

Al grado de bachiller en Artes se accedía, a su vez, después de haber superado los estudios de Gramática que compendiaban los estudios elementales. Estudiar Artes se les hacía cuesta arriba a los futuros galenos y en algunas ocasiones llegaron a ejercer su profesión sin contar con el correspondiente grado en Artes, situación que llegó a preocupar a la Universidad de Salamanca, que a través de sus claustros instó la Pragmática de Felipe II, dada en 1563, en la que el soberano indicaba que los futuros médicos debían graduarse en el bachillerato de Artes antes de acceder a los estudios de Medicina.

Aula Fray Luis de León.

Además del bachillerato en Artes y los cuatro años que duraba la graduación de bachiller en Medicina, durante el siglo XVI los estudiantes galenos debían asistir a dos cursos de Filosofía Natural y a medio año de práctica con alguno de los profesores de la facultad de Medicina que tenían su cátedra en propiedad, es decir, la de Prima y la de Vísperas. En la primera se leía a Avicena y en Vísperas a Hipócrates y Galeno.

Los estudios de Medicina quedaban establecidos en nueve largos años, de los cuales tres eran en Artes, cuatro en Medicina y dos de prácticas. Todo esto sin contar el tiempo empleado en los estudios de Gramática y en las Enseñanzas Elementales.

Los dos cursos de Filosofía Natural quedaron reducidos a uno tras la Real Provisión de Carlos I, de 1554, aumentando, para compensar, el tiempo dedicado a las prácticas en los dos últimos años de estudio del futuro bachiller. Las prácticas se realizaban por la tarde en una “catedrilla” que con el tiempo se convertiría en la Cátedra de Método.

La regulación de los estudios de medicina en tiempos del emperador Carlos I fue catastrófica, llenó de médicos inhábiles y poco formados el reino. Para intentar mejorarla su hijo, Felipe II, en 1563, firmó una Pragmática en la que se exigía a los alumnos de Medicina que una vez acabados sus estudios, antes de ejercer por su cuenta y previo a la obtención del grado de bachiller en Medicina, pasen consulta, sin curar, en compañía de otros médicos de probada solvencia. En la Pragmática de Felipe II, también se impone la realización de una prueba pública ante los licenciados y doctores de la facultad para aprobar o desaprobar la capacidad del futuro bachiller en Medicina.

Los exámenes de capacitación de los estudiantes en Medicina se realizaban en la capilla, por ser de mayor capacidad y para no impedir el curso normal de las clases en el escaso aulario de la facultad de Medicina, o en la parte alta del claustro. En la prueba estaban presentes profesores de Artes, Filosofía Natural y los propios de Medicina, estos últimos en número de ocho o nueve, para interrogar al examinando. No era infrecuente que asistiera el rector. Teresa Santander recoge en su libro Escolares Médicos en Salamanca (siglo XVI) un incidente que tuvo como protagonista a Fray Luis de León que asistió a uno de estos exámenes en su condición de maestro de Artes, y al que no le dejaron emitir su voto en el lugar que le correspondía por su categoría y antigüedad, que era inmediatamente después del presidente.

Una vez examinado el estudiante el tribunal votaba en secreto, siguiendo un orden de antigüedad, aprobando o reprobando por mayoría de los votos válidos. Para realizar el voto se recurría a habas, altramuces o agallos negros secos. Cada uno de los miembros del tribunal, el secretario y cada uno de los doctores presentes cobraban una dieta que sufragaba el examinando.

La imposición real de pruebas finales de bachillerato hizo disminuir el número de alumnos oyentes, siendo Salamanca la más perjudicada. Para obviar este problema la Universidad de Salamanca envió una comisión a la Corte para negociar posibles arreglos tales como disminuir en un año las prácticas médicas en el estudio salmantino, basando la propuesta en que esta experiencia requerida quedaba compensada, de alguna manera, con la asistencia a las clases de la Universidad.

Pero hasta 1580, el Consejo Real no contestó afirmativamente a la Universidad de Salamanca, en respuesta a una nueva petición realizada ante la alta institución del Reino. El Consejo concede a la Universidad la posibilidad de instituir dos becas de Medicina en el colegio Trilingüe y, tres años después, accede a suavizarlos exámenes de bachilleres en Medicina.

Desde los inicios de los exámenes de bachiller, la mayoría de los alumnos presentados aprobaban, incluso muchos escolares que todavía no habían terminado sus estudios, a pesar de lo cual se presentaban al examen. Podían obtener todos los agallos blancos, es decir, el alumno aprobaba por unanimidad, o aparecer algún agallo negro, en ese caso se procedía a repetir la votación por considerar que era posible que se hubiera dado alguna equivocación al votar, cosa que ocurría la mayoría de las veces. En aquellas votaciones con igual número de agallos blancos que negros o en las que los negros eran mayoría, el alumno era reprobado. Los reprobados no llegaban al 10%.

A algunos de los alumnos aprobados se les imponía por el tribunal cumplir una penitencia, pena siempre referida a la profesión médica. Entre estos condicionamientos estaban el de asistir a una determinada clase, practicar en el Hospital del Estudio o aprender de memoria algunos de los aforismos de Hipócrates.

Las prácticas solían realizarse en el Hospital del Estudio, en el Hospital General, en los muchos hospitales salmantinos e incluso en casas particulares, siempre acompañados de doctores catedráticos de la Facultad de Medicina. Uno de los años de prácticas era de las calles o de prácticas de enfermos por las calles. También habían de asistir a las prácticas de cirugía en el Hospital del Estudio, en el General o en las casa particulares. Debían observar cómo se realizaban las ligaduras y conocer con detalle, en el esqueleto que se encontraba en la librería del estudio, los huesos humanos.

Los alumnos de Medicina comenzaron a tener libros propios, en sus aposentos, a finales del siglo XVI. Los textos manejados por profesores y alumnos eran Galeno, Avicena e Hipócrates, entre otros.

Patio de Escuelas Menores

Cuando finalizaba el siglo XVI, en 1593, Felipe II dispuso una nueva pragtica endureciendo la formación de los futuros galenos. Es entonces cuando se exige un examen práctico después de permanecer dos años junto a un catedrático practicando la medicina hospitalaria o a domicilio. Este examen, realizado por los protomédicos, se llevaba a cabo previo a la obtención del grado de bachiller en Medicina y en él se pedía al alumno la recitación de memoria de cuantos remedios se conocían entonces para aplicar a cada una de las dolencias.

Esta pragmática real trajo conflictos en las universidades de Salamanca, Valladolid y Alcalá. La salmantina envió a Madrid al catedrático de Vísperas de Leyes y Regidor de Salamanca, Cristóbal Bernal, para que hiciera gestiones en la Corte, pero las otras dos universidades castellanas le dejaron solo. El Consejo Real, con el rey enfermo, solicitó la presencia de un catedrático de Medicina y no de leyes, para discutir con los expertos del reino los inconvenientes de la nueva pragmática. El elegido fue el catedrático de Prima de la Facultad de Medicina, el doctor Rodrigo de Soria al que entregaron cien mil maravedíes del arca de la Universidad para gastos de desplazamiento a la capital del reino.

Los derechos de los grados de doctor,licenciado y bachiller se guardaban en el arca de la tribuna, situada en el coro de la capilla de San Jerónimo desde 1510. Cada cierto tiempo, los caudales allí guardados se trasladaban al arca de la Universidad que se encontraba en la casa del bedel.

El doctor Soria no logró su propósito, pero enmendó públicamente el libro del doctor Mercado, el texto en el que se basaba el examen de los protomédicos, prueba extraacadémica que dejaba en un segundo lugar los textos y el material empleado por las universidades. Los médicos de la Corte, mucho más poderosos e influyentes que los titulares salmantinos, lograron paralizar las recomendaciones del claustro de la Universidad de Salamanca, a pesar de la gran autoridad que en aquellos tiempos mantenía el estudio salmantino. El asunto no salió adelante en aquella ocasión porque la Universidad de Salamanca no se vio apoyada por el estudio de Valladolid y sobre todo por la inhibición de la universidad que comenzaba a despuntar en detrimento de la de Salamanca, la Universidad de Alcalá.

A pesar de todo, España entera estaba llena de bachilleres médicos salidos de las aulas de la Universidad de Salamanca y que ejercían la profesión con gran competencia y dedicación. Esta sabiduría de nuestros bachilleres hizo exclamar a más de uno, en cualquiera de los lugares peninsulares, que “el que quiera saber que vaya a Salamanca”.

En abril de 2008 el Instituto Fray Luis de León de Salamanca celebraba su 150 aniversario con una exposición titulada “Memoria de la educación, educación de la memoria 1845-2008”. El bachillerato tal como lo conocemos en la actualidad solamente cuenta con 162 años de existencia. En 1845 se crearon diez institutos, uno por cada uno de los distritos universitarios existentes en España en aquel año. Los estudios de bachiller facultaban al alumno, como ahora, para estudiar en las distintas facultades la Licenciatura o Diplomatura correspondiente. La formación y capacitación de hoy es, como es obvio, muy distinta a la de los bachilleres que ejercieron la medicina en el siglo XVI por toda la geografía peninsular y que prestigiaron tanto al Estudio Salmantino.


Notas:

  1. Los datos recogidos en los próximos tres artículos se han recogido en gran parte en “Escolares Médicos en Salamanca (siglo XVI) de Teresa Santander, publicado en 1983. “La Universidad Salmantina del Barroco, periodo 1598-1625” de Luis Enrique Rodríguez-San Pedro Bezares. II volumen dedicado al Régimen docente y atmósfera intelectual. Ediciones Universidad de Salamanca, 1986:727-811, y en la Historia de la Universidad de Salamanca que coordinó Luis Rodríguez- San Pedro Bezares en 2002, publicada por Ediciones Universidad de Salamanca. ↩︎

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