Antonio Calama Sanz, un médico de servicio

Por Ramón Martín Rodrigo

Licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte
y doctor en Geografía e Historia

“Íntegro, bondadoso, inteligente, servicial. Trabajador infatigable, preocupado siempre por el servicio a la justicia y haciendo de su profesión un verdadero sacerdocio”

Las anteriores palabras no corresponden a un panegírico post mortem. Esa serie de calificativos aplicados a don Antonio Calama fueron escritos en El Adelanto en vida del personaje, en 1958, con ocasión de la imposición que se le hacía de la Cruz de San Raimundo de Peñafort.

Don Antonio Calama Sanz nació en Tamames en 1885, hijo de Lucas Calama y de Florentina Sanz, apellidos muy característicos de la Sierra de Francia, comarca de sus ascendientes y con la que estuvo siempre vinculado. Lucas Calama, Oficial 2º del Cuerpo de Telégrafos, fue trasladado a Valladolid por orden del 19 octubre de 1903. Como consecuencia, su hijo Antonio, estudiante entonces de Medicina en la Universidad de Salamanca, pidió el traslado de matrícula a la de Valladolid.

Antonio Calama Sanz realizó el Bachillerato en el Instituto de Salamanca, en donde, además, en 1899-1900 estudió 1ºy 2º de Francés, con calificación de “Aprobado” en ambos niveles, y un curso de Alemán, en 1901-1902, en el que sacó un Notable. También en 1901 comenzó a estudiar la carrera de Medicina en la Universidad de Salamanca, y en ella cursó durante 1902-1903 las asignaturas de Física General, Química General, y Zoología, obteniendo en las tres notas de aprobado. En el año académico 1903 a 1904se había matriculado de varias asignaturas de Medicina, cuyas calificaciones con las restantes notas de su expediente académico probablemente se hallarán en la ciudad del Pisuerga, por lo que renunciamos a consultar los resultados.

Los datos que pueden obtenerse sobre don Antonio Calama Sanz son bastantes con sólo examinar periódicos y revistas de tiempo atrás. De ellos se obtienen varias semblanzas del personaje, que pueden sintetizarse en las siguientes: médico, secretario de la Cruz Roja en Salamanca, forense en la Audiencia de Salamanca, persona afable y cordial, de agradable humor y, además, escritor ocasional. Todas esas peculiaridades inseparablemente unidas. Un resumen de sus actividades puede ser el siguiente:

Vamos a ir viendo ahora algo de cada una de sus semblanzas, pues su vida fue larga, activa e intensa: Don Antonio fue sencillamente “médico de Medicina General”, y “especialista en enfermedades de la piel”, pero médico de vocación, con sentido humanitario de su profesión, con entrega absoluta a su ejercicio en el que alcanzó un gran prestigio profesional. Ejercía la Medicina como una gustosa obligación. En tres ramas aplicaba su competencia y su experiencia: con sus igualados y con quienes acudían a su consulta; con los enfermos que atendía la Cruz Roja (en ocasiones los soldados de la guerra de Marruecos); y como forense, informando en la Audiencia. Junto a todo ello fue resaltada su actuación profesional en el año 1918, en que al frente de un abnegado grupo de médicos y estudiantes de Medicina, combatía la gravísima epidemia gripal que tantas muertes ocasionó en la capital y en la provincia.

Cargos públicos y en Cruz Roja

Como personaje que estuvo en la vida pública cabe decir que fue concejal durante muchos años, con aplastantes votaciones sobre los demás candidatos. Desempeñó diversas tenencias de alcaldía y con frecuencia, debido al constante turno de alcaldes, ocupó la Presidencia accidental del municipio. En agosto de 1920 fue electo alcalde por unanimidad de los catorce concejales asistentes a la sesión. Y es anecdótico que tuvo que pedir la dimisión provisional del cargo en octubre, por una caída que tuvo en las escaleras del Ayuntamiento. Él mismo dejó contada en una de las entrevistas que le hicieron, las consecuciones urbanas logradas en su época de edil y de alcalde, así como la recepción a los Reyes y altas autoridades de España. En muchísimas ocasiones fue protagonista de la historia salmantina.

El mayor fervor de don Antonio Calama fue la Cruz Roja. En ella ingresó en1903, cuando se constituyó la Comisión Provincial. En 1912 pasó a ser secretario de esta institución, de cuya actividad informaba muchos años en la prensa local, especialmente a comienzos de año, presentando la memoria anual, como, por ejemplo, en 1919 cuando destaca la labor que se llevaba a cabo con los soldados heridos de la guerra de África y con los menesterosos y otras acciones para paliar los negativos efectos de la Primera Guerra Mundial. Él mismo también dejó expuesto cómo los cargos directivos de la Cruz Roja eran gratuitos. Igualmente especificó que por entonces la Comisión Provincial de la Cruz Roja atendía a la formación de enfermeras, y cabe suponer, aunque esto no lo dijo, que él sería uno de los profesores de aquellas aspirantes. Por esta institución fueron pasando como presidentes don Enrique Estevan, don Juan Domínguez Zaballa, (en cuyo mandato se compró para sede la casa de la Plazuela de San Benito), don Federico Hoyos y don Juan Mirat. Con todos ellos la relación de don Antonio Calama fue siempre excelente y mutuamente ponderada.

Forense

Como queda expuesto, desde 1935 fue médico forense en la Audiencia de Salamanca. Había iniciado su acercamiento a esta práctica cuando ejercía en La Alberca, pues hubo de auxiliar en el levantamiento y autopsia de algún cadáver al forense del Juzgado de Sequeros, don Eduardo Ferrán. Luego, en Salamanca se inicia en 1918, para continuar desde 1928 en adelante. Según sus palabras, él siempre tuvo en cuenta aquella máxima de “odia el delito y compadécete del delincuente”, aunque eso sí, puso siempre su mayor celo en descubrir al criminal, habiendo quedado satisfecho de que precisamente por sus informes se hubiera resuelto algún caso. La concesión de la Cruz de San Raimundo es prueba de que también el Ministerio de Justicia supo apreciar su valía en la práctica de la Medicina Legal.

Familiar y tertuliano y escritor

Nos resta exponer su valía como persona y ciudadano, pero aquí nuevamente conviene presentar otros tres ámbitos o componentes de esta semblanza: el familiar, el de sus amistades y tertulias, y el de escritor.

Don Antonio Calama, se casó (19-IV-1913) con María Luisa Escudero, y luego en segundas nupcias con Ángeles Lucas Martín. Tuvo seis hijas y un varón. Cualquiera puede imaginar lo que costaba entonces sacar adelante una familia, y más, siendo tan numerosa. Sus ingresos, según se ha dejado ver, provenían tres fuentes o más. Sin embargo, como se lee en La Gaceta no hubo en él, como en tantos otros, afán materialista. Tenía su domicilio en la calle de Jesús, número 1, y desde allí salía a la visita con extrema sencillez. Eso no significa que no alcanzase un puesto social relevante, y en consideración al mismo diera estudios a sus hijos o estos emparentasen con personas de la alta sociedad. Así por ejemplo el 21 de junio de 1936 se casaba su hija Encarnación en la Clerecía, con don Alfonso Álvarez Jaramillo, de distinguida familia colombiana.

Sus relaciones sociales fueron amplísimas y constantes. Con las gentes de la Sierra, con el personal de la Cruz Roja, con los médicos de la ciudad y con los personajes relevantes de la misma. Entretantos amigos cabe señalar a Enrique Esperabé, la familia Íscar Peyra, Guzmán Buxaderas, Manuel Marín, A. García Bernalt, Juan Mirat, Julio Peláez Brihuega, etc. Pero el círculo se puede ampliar grandemente, pues se dijo: “Cordial para con todos”, recibiendo a cambio la simpatía y el afecto de todos.

Prontamente fue conocido y distinguido en Salamanca, dejando entender que tenía un carácter agradable y extrovertido. Así en 1922, La Gaceta incluía la siguiente estrofa: Don José Cabezas, /Buxaderas (don Guzmán) / Orea, Diez, Calama, / y don Pedro Sandoval. / Seis médicos conocidos/ no sólo en nuestra ciudad, / sino también en Pamplona, / en Lugo y Ciudad Real. Y quizás por eso mismo en 1923 fue nombrado “Mantenedor” de la velada organizada por el Regimiento de Infantería el día de su patrona, la Inmaculada Concepción.

Don Antonio asistía a las tradicionales tertulias, mermadas al final de su vida de los insignes salmantinos, pero renovadas con otros nuevos. Allí se veía especialmente su agudeza e ingenio para los comentarios, se hacía notar su gracejo peculiar, y destacaba el garbo con que contaba cosas. Y los contertulios quedaban encantados por la gracia de no pocas ocurrencias. Por eso sin duda, Agapito Fernández, que en 1945 publicó poemas de semblanzas de personajes, encabezó el dedicado a don Antonio como “médico popular y expansivo”, y dice: El tema de la charla es baladí, / corriente, mocetón, vulgar si quieres, / nada de anatomía o bisturí, / todo son chistes, música y mujeres/… El asunto es poder dar testimonio/ del alegre vivir sin trapatiesta, /tomar a broma el mundo y el demonio/, -la carne ya sabemos lo que cuesta-, y sino que lo diga don Antonio.

Escritor

Don Antonio Calama escribió bastante, y a veces firmó con el seudónimo de su primer apellido, leído de fin a principio, “Amalac” (= Calama). Analiza periódicamente la labor de la Cruz Roja. Luego, según La Gaceta “quedan por ahí en periódicos y folletos de pequeñas y olvidadas revistas provincianas breves artículos de don Antonio, relatando costumbres antiguas por él vividas (Impresiones jurdanas, 1922), evocando tipos a los que trató glosando escenas y pormenores de una Salamanca que en nada se parece a la actual. Otros artículos son Necrológica del Dr. Chervín, 1921; La unión de Municipios, Visita al Palacio Real, Crónica de Madrid: Ante el rey y, al menos cuatro trabajos más en 1925; Antonio Calama en La Alberca (1926); y Exámenes de antaño (1950), etc. A ello hay que añadir varias entrevistas en las que trascriben sus palabras y ponen su fotografía. En resumen, las honoríficas exequias fúnebres que Salamanca le rindió fueron la merecida rúbrica a las muchas cualidades de este ilustrado y distinguido médico, de quien entonces se escribió que había sido un benemérito ciudadano, un auténtico caballero, bueno, sencillo, ejemplar en sus actos y todo corazón…


Notas:

Fotografías de El Adelanto y La Gaceta Regional, cedidas por la Biblioteca General Universitaria de Salamanca.

De la revista Regeneración Médica solamente quedan ejemplares de 1931 a 1934.

No se ha de confundir este personaje con su coetáneo don Antonio Calama Agero, médico que fue de Miranda del Castañar.

El padre de don Antonio Calama en 1913 era director de Telégrafos de Salamanca.

La falta de espacio obliga a no considerar anécdotas, escritos y otras fotos.

Las honras fúnebres consistieron en un cortejo formado por una sección militar, maceros del Ayuntamiento, la Corporación Municipal en pleno, representaciones de Entidades y Corporaciones, entre ellas la de la Cruz Roja y la Banda Municipal. El cortejo fúnebre pasó por la Plaza Mayor y el reloj consistorial dejó oír sus campanadas. Seguidamente se ofició el funeral en la Iglesia de San Martín.

Finalmente he de exponer que son muchas las personas que aún le recuerdan y son conocidos sus familiares, a los que en esta ocasión no he consultado para ser más breve, pero corriendo el riesgo de dejar sin decir alguna cosa.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.