Por M. Puertas
Sin pelos en la lengua, repasa Julio Pérez Rodríguez su trayectoria en esta entrevista. Una intensa vida en la que las satisfacciones superan en el cómputo final a los sinsabores por no haber podido llegar más lejos. Pero si no pudo ser en la Universidad, lo consiguió con creces en la consulta. Y es que estamos ante uno de los ginecólogos más activos de Salamanca en el último medio siglo. En esta entrevista nos hace partícipes de la maravilla que supone haber contribuido a la vida de muchos semejantes.
¿Pesan los 82 años (a punto de cumplir)?
Un poco, la verdad, porque ya está uno algo disminuido físicamente, con pérdida de visión y de oído. También arrastro una Epoc por haber fumado como una colacha, aunque ya hace 40 años que lo dejé.
No se le ve mal aspecto.
No me quejo.
Julio Pérez, hombre, ¿cómo se define? ¿Su filosofía de vida?
Vivir y dejar vivir.
¿Y Julio Pérez, médico?
De aquellos que se sentaban en la cama del enfermo y le cogían la mano. Valorando más la humanidad y el trato afable con el paciente.
Tiempo sobradamente suficiente para hacer balance. ¿Qué balance hace de su vida?
He sido un trabajador nato, nunca me cansaba, y puedo ofrecer como vivencia el haber hecho cerca de 5.000 intervenciones tocoginecológicas.
¿Satisfecho?
En parte, porque cuando quise ser profesor de la Universidad me tropecé con el nepotismo, los hijos de papá y el clientelismo político. Como no cumplía ninguna de las tres, me quedé en la calle. Se minusvaloraba la formación profesional y científica, hasta el punto de que para que determinada persona saliera catedrático, se formaba un tribunal con un único miembro de la especialidad juzgada. Como consecuencia de esto, así está la enseñanza en España.
Ahora no habría tenido problema, porque no dejan de abrir nuevas facultades. Sólo en Madrid proyectan cuatro nuevas más de Medicina.
Me parece absurdo que hayan proliferado tanto las facultades de todo, con profesorado insuficientemente preparado y sólo con el afán de darle a todo el mundo lo que pedía, en lugar de haber potenciado las grandes universidades que había en España. Ahora hacen de cada hospital una facultad de Medicina, y en vez de tener una bien dotada, tienen mil mal dotadas. Sería mejor que se procediera a dar facilidades para hacer una carrera en grandes centros y no en esas facultades de pacotilla.
¿Le noto especialmente molesto con el tema universitario?
Y tanto. Me jorobaron, me tropecé con determinados señores y no pude acceder a aquello que me gustaba.
Al margen de esto, por lo demás, ¿feliz?
Sí, he sido muy feliz, he trabajado a gusto y he tenido incluso jóvenes en formación que han trabajado conmigo, aunque también ha habido alguno que me ha salido rana y me ha costado más de un disgusto.
¿De lo que más satisfecho está?
De mi familia, de mi mujer, a la que sigo queriendo mucho, y de mis hijos, que, salvo pequeñas incidencias, me han respondido.
¿De lo que menos?
Las trabas que he encontrado a lo largo de mi carrera, pero que ya he olvidado.
¿Arrepentido de algo?
Quizás, de mis arranques espontáneos de enojo. Se me pasa pronto, pero cuando me cabreo…
Si volviera para atrás, ¿qué cambiaría en su vida?
Pues posiblemente la carrera, porque yo quería ser matemático. Siempre se me han dado muy bien las matemáticas.
Sin embargo, la profesión del padre le marcó.
Sí, y creo que haber cumplido satisfactoriamente mi misión en la misma.
¿Puso mucho empeño su padre para que fuera médico?
No, simplemente dijo que primero estudiara Medicina y luego ya estudiaría matemáticas, pero luego yo dije: “las matemáticas para Rita la cantaora”.
Pero le acabaría gustando algo la Medicina como para dedicarse a ella.
Sí, me dediqué a ella con plena satisfacción. La especialidad de ginecólogo también vino impuesta. Fue ya una continuación de la imposición primitiva de Medicina.
¿Su forma de ejercer la medicina?
Trato amable, cariñoso, dándole gran importancia a la persona y contando con su enfermedad. Quizás alguna vez me han reprochado que era demasiado serio en el ejercicio de la profesión.
Desde el punto de vista clínico o asistencial, ¿fue un buen ginecólogo?
No soy quién para juzgarme, creo que sí, pero son otras personas las que deben valorar mi labor.
En su forma de ejercer, ¿destacaría algún modus operandi que le distinguiera?
Mi afán por el perfeccionismo.
Sin duda su principal maestro fue su padre, ¿un buen maestro? ¿qué puede decir de él?
Un buen hombre y buen maestro, que me inculcó otras virtudes que si bien no tienen relación directa con la Medicina, son necesarias e importantes, como el ser buena persona y honrado. Le estoy muy agradecido.
¿Qué le ha dado esta profesión?
No pocos disgustos y muchas satisfacciones. Es muy agradable ver que en muchas partes te reconocen: “¡Ah, es usted don Julio, que me atendió en dos partos!” Esto compensa sobradamente mi derivación hacia la Medicina contra mi voluntad inicial.
Y eso de ayudar a traer niños al mundo tiene que ser especial.
Es un placer, porque disfrutas viendo al niño llorar y a la mujer feliz. Como anécdota, recuerdo una víspera de Reyes que tuve que atender a una mujer (su marido estaba de viaje), muy preocupada porque se le había presentado el parto. Tramité el ingresó, atendimos el parto y aprovechando que unas estudiantes de enfermería estaban repartiendo juguetes por Reyes, les pedí que le entregaran el niño como regalo del día, con el consiguiente lagrimeo y manifestación de felicidad y emoción de la parturienta.
Aunque no haya parido, está seguro de que parir es lo mejor que se puede hacer en la vida.
Sí, para una mujer sí, sin duda. Eso de sentir una vida en tu interior y luego poderla coger en tus brazos, tiene que ser una emoción indescriptible. Cuando iba a atender a alguna conocida, mi mujer se iba conmigo para darle el niño a la madre, era su mayor felicidad.
Lo malo son los casos en los que todo nova como debiera.
Para eso estás, para resolverlos.
¿Cómo ve hoy la profesión de médico en general?
Me parece que está puteada, por la injerencia de los políticos. Ha variado mucho y ya no es lo que era en mis tiempos, la del médico que era consejero, amigo, y en último extremo médico. Ya he dicho que yo era de los que se sentaba en la cama del enfermo y cogía la mano.
¿Y la ginecología cómo la ve?
Ha evolucionado muchísimo. Me he quedado totalmente obsoleto. Una especialidad que era corta cuando yo terminé, se ha multiplicado en varias especialidades.
¿También más intervencionista ahora?
Mucho más intervencionista porque ahora no tenemos paciencia y a la menor señal de alarma en los partos se opta por la vía rápida (cesárea), olvidándonos de que una de las características fundamentales del tocólogo es la paciencia, como decía Jaschke.
¿La medicina le ha quitado algo?
Horas de sueño, porque había que salir muchas noches.
A los jóvenes que se inician en esta profesión, ¿le da algún consejo?
Que no olviden que es una profesión de entrega y que como consecuencia da satisfacción, y no es negocio, pero da para vivir bien.
¿También hace mejores a las personas?
Hoy la medicina se está ejerciendo como una profesión de la que vivir, olvidando su parte de sacrificio y entrega necesaria para ser buen médico. De la medicina vocacional, se ha pasado a quesea un modus vivendi, se ha roto el lazo humanitario que nos unía a los enfermos.
¿Se cree eso de que faltan médicos?
Es lo que dicen, pero creo que lo queo curre es aquí no se les trata bien y se van. Se van a Portugal o Inglaterra porque les pagan mejor y son mejor valorados.
Por cierto, hablando de cambios, y de cambios sociales, ¿qué sensaciones le causa la sociedad actual?
Reconociendo limitaciones por la edad para opinar sobre esto, creo que es materialista y economicista, y no humanitaria.
Pero no me negará que se ha progresado muchísimo.
Los adelantos técnicos y de todo tipo en general han sido brutales en los años que he vivido. De una sociedad predominantemente rural a una sociedad muy cosmopolita.
Me consta que usted es de los que se ha iniciado en las nuevas tecnologías con80 años ¿cómo ha vivido ese cambio?
Siempre he sido muy progresista en ese aspecto, fui de los primeros en tener laparoscopio, y actualmente uso ordenador y entro en internet, pero eso es ir con los tiempos, no quedarse estancado.
¿El papel de la familia en su vida?
Mi refugio y mi disfrute. Los hijos me han dado más alegrías que disgustos.
¿Cómo ve a su Salamanca?
(Ríe) ¡Lanzarotizada! Ha mejorado mucho en su aspecto físico, pero está politizada hasta los tuétanos y yo creo que eso perjudica más que beneficia.
Y de política, ¿cómo andamos?
Mi concepto de la política no es de enfrentamiento entre partidos, sino de colaboración entre ellos para conseguirlos mejores resultados para disfrute de los ciudadanos.
¿Conservador? ¿Progresista?
Conservador en lo que pudiéramos llamar tradicional y progresista en lo que concierne a nuevas tecnologías y nuevos aspectos de la vida.
¿Hasta el punto de aceptar el matrimonio gay?
Como soy católico, todas esas progresías no me agradan, pero las tolero, porque cada uno puede pensar como quiera y actuar en consecuencia. Soy de una generación en la que la homosexualidad se consideraba una enfermedad psíquica y hemos pasado a considerarlo “normal”.
D. Julio Pérez Rodríguez nace en Salamanca el 17 de noviembre de 1926. Es hijo de Julio Pérez Martín, también ginecólogo, y de Rosina Rodríguez Martín. Es el mayor de cuatro hermanos. Toda su vida ha transcurrido en Salamanca, su tierra, donde “casi he sido profeta”, señala. De su infancia recuerda que vivía en la plaza de San Justo. Tras sus primeros pasos académicos en las Josefinas, prepara su ingreso en el bachiller en la escuela de Niños de Coro, que dirigía don Octavio, vecino de la familia. Después estudia en los Salesianos y en los Agustinos de Calatrava. Con estos se traslada a Madrid “cuando el obispo los echa de Salamanca”. Tras tres años en la capital, vuelve a Salamanca y termina el Bachiller en el Instituto de Enseñanza Media Fray Luis de León.
Un recuerdo especial en su infancia merece la guerra civil, que estalla cuando tiene 10 años. Aunque recrea con gracia que fue “herido” (al caer una bomba junto a los Salesianos, se rompieron cristales del refugio en el que estaba y uno se le clavó en la cabeza), no es nada grato para él el episodio familiar de esa época. Y es que su padre, al que poco después del levantamiento le habían concedido el brazalete de sanitario militar, fue detenido a los pocos días. Había sido denunciado por comunista. Le expedientaron y lo expulsaron de la Universidad, donde era profesor adjunto de tocoginecología. Pasó varios meses en la cárcel y tras pagar una multa de 50.000 pesetas, fue liberado, gracias a los buenos oficios de don Demetrio Mestres, íntimo del Generalísimo. Este episodio, que considera “una injusticia, me marcó y me hizo muy triste. Decían en mi familia que tenía que ser inglés porque no expresaba mis emociones”. Aunque cree que llegó muy tarde, Julio agradece el homenaje que hace un par de años se tributó en la Universidad a los profesores que como su padre sufrieron la injusticia de la guerra, pero sobre todo quiere aprovechar para recordar “lo buen hombre que era mi padre” y denunciar de paso que “jamás en mi casa se había hablado de política”.
En 1944 se matricula en Medicina, estudios que termina en 1950. Durante la carrera también se formó como practicante para empezar a trabajar en la seguridad social como ayudante quirúrgico de su padre. Concluida la licenciatura, completa su formación en tocoginecología con cursos en Madrid y Barcelona, a la vez que trabaja con su padre. También continúa en la Cátedra de Histología y Anatomía Patológica, dirigida por don Alfredo Carrato Ibáñez, y en la que colaboraba desde el primer curso de carrera. No tardaría mucho en asumir temporalmente la consulta familiar por una enfermedad de su padre. Con la herencia paternal y los conocimientos adquiridos en la Cátedra, llega a profesor de clases prácticas. Recuerda que entonces hubo un intento fallido para pasar a profesor adjunto. También falló la oposición a profesor adjunto de Obstetricia y Ginecología. Estos contratiempos motivaron que en el año 1965 “me desilusionara de seguir en la enseñanza y me fui al ejercicio profesional en exclusiva”. Trabajaría en la Seguridad Social y en la consulta privada. En la Seguridad Social primero como ayudante de su padre en tocoginecología, después unos años en medicina general y otros en tocología, antes de volver a ginecología. En total, 46 años de ejercicio profesional. Mantiene abierta su consulta privada hasta 1992 y en 1996 se jubila de la actividad pública.
Julio se casó en 1956 con Carmen Palmero Blanco, con la que ha tenido cuatro hijos, tres mujeres y un varón. Tiene seis nietas.
Entre sus aficiones destaca la natación y la fotografía. En natación llegó a ser campeón infantil de Salamanca, aunque lo acabaría dejando para dedicarse a estudiar y ejercer la Medicina. En fotografía cuenta con varios premios internacionales y nacionales. También era famosa su colección de fotos para explicar las dos asignaturas de la Cátedra de Anatomía Patológica e Histología.
Actualmente, se dedica, dice, “a vivir, nada más”. Recientemente ha pasado por una etapa delicada de salud. “Empezó a cambiar mi carácter, tenía muy mal humor y al cabo de algún tiempo, tras insistir mi mujer, me vio un neurólogo y me diagnosticó un adenoma hipofisario, que me provocó ceguera. Me operaron en el Virgen de la Vega para quitarme el tumor y un coágulo, restableciéndome la vista. He quedado bastante bien, excepto unas compensaciones hormonales que tengo conseguir ahora”. La intervención fue realizada por el doctor Ángel Maíllo, que por su amabilidad, su gran humanidad y sus conocimientos ha conseguido mi completa recuperación, sin olvidar la estimable cooperación del doctor Otero.
Esta recuperación, continúa, le permite vivir y cada día, “levantarme tarde, pasear, tomar unas cañitas, comer, jugar la partida y de vuelta a casa”.
¿Su opinión respecto al aborto?
Creo que es el gran tema de la política actual y de las posiciones ambiguas. El ser humano pasa por unas fases iniciales en su vida. Desde el principio el ser humano tiene una proyección de futuro que acabará en individuo y, en todas sus fases, es un ser vivo y su destrucción en cualquier forma en que ésta se produzca, no deja de ser un asesinato o al menos homicidio.
¿Católico practicante?
Sí, y con grandes dudas existenciales.
¿Cómo le gustaría que le recordaran?
Como una buena persona, a pesar de que ayer me llamaron de todo, y como un buen profesional.
¿Ese genio que dice tener es para tanto?
Lo achaco a mi reciente enfermedad, aunque siempre he tenido un genio vivo y eso me ha causado algún que otro problema.
Para terminar, y cumpliendo la tradición, le pregunto por el Colegio de Médicos de Salamanca, ¿cómo lo ve?
Creo que la labor que han hecho los dos últimos presidentes, sobre todo el actual, ha sido una gran labor colegial que disfruto y apruebo, y en lo posible colaboro.
¿Sugiere alguna mejora?
Creo que ya no estoy capacitado, por mi edad, para buscar ideas de perfeccionamiento.
UN LIBRO
Cualquiera policiaco o de aventuras, con ciertas preferencias hacia Agatha Christie y otros autores.
UN DISCO
Soy un poco como Napoleón, la música es el menos desagradable de los ruidos. No obstante, encuentro placer en oír música de zarzuela, o lo que yo llamo “música clásica ligera”, como pueden ser las sonatas de Beethoven o la música de Falla.
UNA PELÍCULA
El puente sobre el río Kwai.
UN PLATO
El osobuco. También la paella.
UN DEFECTO
El saltar airado ante cualquier contratiempo.
UNA VIRTUD
Yo no soy quién para señalar mi virtud o mi falta de ella.
UN AMIGO
Muchos, todos aquellos que me aprecian.
UN ENEMIGO
Las personas que me vetaron en distintas ocasiones.
UNA RELIGIÓN
La católica.
UN CHISTE
No sé contarlos, y que conste que me gustan mucho.
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