Desde tierras valencianas, nos visita en este número Fernando Romero Velasco, en quien personalizamos el merecido homenaje a todos aquellos médicos que han hecho de la Medicina rural una de las formas más nobles de ejercerla sana profesión de curar o al menos intentar aliviar el sufrimiento. Ejemplo de que también en otras épocas los médicos salmantinos tuvieron que emigrar, el doctor Romero destaca sobre todo por sencillez, humanidad, humildad y capacidad de análisis, atributos imprescindibles para cualquier vida plena.
Muchos años después, esta entrevista supone su regreso profesional a Salamanca, ¿qué siente?
Esta entrevista supone más bien desempolvar recuerdos profesionales de tiempos pasados. ¿Regreso profesional? Treinta y cinco años desde mi partida lo hacen imposible.
¿Echa de menos su tierra?
¿Cómo no? No la olvido ni la he podido olvidar. Aquello de “Salamanca, Salamanca que enhechiza la voluntad de volver a ella…”, que dijo el poeta sigue teniendo vigencia en nosotros.
¿Nunca ha pensado volver?
Mientras estuve en activo, no. Al jubilarme tuve unos momentos de indecisión; había que romper con no pocos problemas. Al final opté por continuar en Onda, donde me encontraba bien. No obstante, Salamanca la he seguido visitando frecuentemente. ¿Me equivoqué? Probablemente.
¿Por qué dejó Salamanca?
En los años setenta las perspectivas de futuro en mi destino de Ventosa del Río Almar eran muy negativas. Con cuatro hijos, alguno ya iniciando el bachillerato, los gastos aumentando y los ingresos disminuyendo, me hicieron meditar que había que cambiar de pueblo y, quizás, de provincia. Y así, en un concurso general de traslados de APD busqué poblaciones con centros de enseñanza y características que cumplieran mis aspiraciones. En una larga lista de plazas a solicitar, y en el número 72, figuraba Onda (distrito 2º). No sabía nada más de esa población que su situación geográfica y algunos datos estadísticos que había obtenido.
Con lágrimas en los ojos, el matrimonio, sus cuatro hijos y un Seat 124, partió hacia el Este ignorado en un final de un agosto caluroso.
¡Qué lástima que hoy esta provincia siga sin poder garantizar la continuidad en ella de sus jóvenes licenciados y profesionales!
Salamanca incuba muchos médicos y el poder o no poder garantizar la continuidad de ellos puede tratarse de un problema demográfico, social, político… pues no lo sé.
Quienes le conocen hablan de un médico de pueblo que apuntaba maneras, ¿es cierto?
Quien afirma que era un médico de pueblo que apuntaba buenas maneras, seguramente será el criterio de un buen amigo que me sobrevalora. En el apuntar buenas maneras, quizás influyera el que desde mi época de estudiante de Medicina acompañara a mi padre en la visita médica cotidiana.
Con la perspectiva que permiten los años, ¿qué balance hace de su trayectoria?
A los 76 años, hacer un alto en esta atalaya de la jubilación, volver la vista atrás para vislumbrar el camino recorrido y reflexionar para hacer un balance es difícil. Quizás la difícil decisión de salir de Salamanca se compensó al llegar a esta edad con el éxito de mis hijos que forjan un balance positivo.
¿Satisfecho o hay alguna espina clavada?
Satisfecho parcialmente; espina clavada ¿quizás el no haber estudiado más, con mejor formación hospitalaria?
¿Cuál cree que han sido sus méritos profesionales?
Fui un estudiante del montón, que aprobaba los cursos con no pocos esfuerzos. Quizás el mayor mérito profesional fue la preparación de las oposiciones de A.P.D. buscando bibliografía, preparando uno a uno todos los temas de la oposición. Encerrado en la habitación de aquel, mi primer destino en Tordillos, me sirvió, sin lugar a dudas, para obtener una muy buena puntuación.
Un buen día decide ser médico, ¿por qué?
En mi familia abundaban los médicos. Eso y mi inclinación por las ciencias hicieron que me decidiera por la Medicina.
¿Qué maestros destacaría en su vida?
Uno principalmente: mi maestro de educación primaria. Estudiar en aquellos años convulsos del 38, en aquellos pueblos, con la soledad y sus fríos invernales, era heroico. Don Agustín, mi maestro, era un prodigio de educador, con unas enciclopedias generales de primero, segundo y tercero, una pizarra y algunos mapas raídos, forjó en aquella escuela una educación de gran nivel. Después, en el bachillerato, la rigidez educativa en el Colegio de los Maristas. En la facultad quiero recordar las lecciones magistrales del Dr. Piniés y del Dr. Valdés. Y como médico, mi gran maestro, mi padre. Desde los primeros años de Clínicas le acompañaba en la visita diaria. Discípulo del Dr. Cañizo y alumno interno del Dr. Casimiro Población, junto a su dilatada experiencia rural, me enseñó cómo debe actuar un buen médico.
De no haber sido hijo de médico, ¿habría elegido otra profesión?
Probablemente, pero no imagino mi vida de otra forma.
La Medicina rural, ¿fue casualidad o le tiraba de verdad?
Siempre he admirado la figura del médico rural, aunque era consciente de la dureza del trabajo en aquel ambiente. No tuve otras oportunidades, o quizás no supe embarcarme en otra singladura.
Ahora se pegan por conseguir médicos para trabajar, ¿qué diferencia con las incertidumbres laborales de sus comienzos?
En mis comienzos, la oferta de plazas era escasa y predominaba el ambiente rural; actualmente, con el progreso de la Medicina, las plazas ofrecen mejores condiciones de cercanía a centros hospitalarios, donde el médico se siente más identificado.
¿Cómo era la Medicina de entonces?
Sintetizar lo que era la Medicina rural de los años 58 en que comencé a actuar sería muy difícil. El médico con su bagaje intelectual tenía que ejercer solo frente a todo. Sabía que se podían presentar toda clase de patologías y él era el primero que tras el mero examen tenía que decidir los juicios clínicos oportunos. Los medios auxiliares eran escasos, y la conexión con los centros hospitalarios (se estaba iniciando la Seguridad Social) era difícil. Para mí ese era el gran problema de la Medicina en el ambiente rural, te quedabas solo; recurrir a los libros, volver a valorar al enfermo en las dudas diagnósticas suponía muchas noches de silencio. Las 24 horas de servicio los 365 días al año no caben en la mente de hoy.
¿Cómo ve hoy esta profesión?
Totalmente distinta a la que vivimos en aquellos momentos. Llevo diez años jubilado y veo la profesión a través de las versiones de los compañeros del centro de salud, y las que mi hija, como médico de familia en Huesca, me comenta. Las ansias y aspiraciones son completamente distintas. La relación médico enfermo que en el ambiente rural era fundamental, se ha deteriorado.
Sin embargo, al menos por aquí, se han mejorado las prestaciones. En el centro de salud se trabaja en equipo, está completamente informatizado y conectado con el hospital de referencia, cosa que facilita mucho el trabajo.
¿Algún consejo para los jóvenes galenos?
No me considero autorizado para dar consejos a los jóvenes licenciados. Escuchar al enfermo, rectificar y aconsejar pueden librarte de no pocos sinsabores.
Nava de Sotrobal, Tordillos, la comarcade Peñaranda, ¿qué le recuerdan esos nombres?
La comarca peñarandina fue, en diálogo coloquial, el bautismo del aquel entonces neófito médico titular. En Nava de Sotrobal, pondríamos bautismo sin inmersión, pues vivía en casa del médico al que sustituía para recibir su consejo o ayuda. Tordillos ya fue con inmersión completa, pues allí ya tuve que hacer frente solo a toda la asistencia médica. Dentro de esta asistencia, jugaba un papel importante la atención obstétrica. Recuerdo que tuve treinta y cuatro partos y, aunque había asistido antes a bastantes bajo la supervisión de mi padre, aquello de estar solo era distinto. En otro ámbito, encontré unos compañeros con los que forjé una amistad profunda que marcaron mi vida.
Lo de someterse al veredicto de todo un pueblo, ¿cómo era?
Al ser nombrado como médico titular, entraba dentro de la autoridad municipal el vigilar el ejercicio de su profesión; hay que tener en cuenta que hablo de los años 56. Entonces el noventa por cien de los ingresos provenía de las igualas médicas; la titular te obligaba a la asistencia a la Beneficencia municipal y la Seguridad Social de aquel ambiente agrícola apenas existía. Era costumbre que el Ayuntamiento llamara al médico para concertar: tipo de asistencia, qué entraba en las igualas, precios, categorías…un follón. Yo ya estaba advertido de este riesgo, y seguí los pasos que mi familia y compañeros con amplia experiencia me recomendaron.
Pero, de verdad, en los pueblos pequeños eras el punto de mira en tu actuación a todos los niveles y había que actuar con mucho tacto. El tiempo es el que dicta el veredicto, unas veces con razón y otras no.
¿Cómo suplía el médico de entonces la falta de medios?
Pues recurriendo a los libros, al sentido clínico, al examen reiterado del enfermo, a consultar con el compañero más cercano y derivando al especialista. Con la entrada en funcionamiento de la Seguridad Social, esta falta de medios se fue diluyendo.
¿Cómo valora que hoy las plazas rurales sean muy poco atractivas para los jóvenes licenciados?
El médico, tiene ya de por sí una vocación que se perfecciona con la luz de la experiencia, pero esta vocación tiene que ir acompañada de circunstancias que la hagan más atractiva. Evidentemente es la Administración la que tiene que ser consciente de estas circunstancias para tratar de solucionarlo.
Usted después de luchar por la Medicina rural, ¿tiró la toalla o es que no había otra escapatoria?
Sí. Tiré la toalla porque reconocí que no había otra salida, aunque eran circunstancias personales las que entraban a formar parte de esta decisión. En una reunión comarcal dije que en lugar de reivindicar algunas mejoras pecuniarias, habría que pensar en mejorar las condiciones sociales de la vida del médico. No me comprendieron, y entendí que tendría que ser yo mismo quien tomara la decisión.
Su juventud en tierras salmantinas coincide con una época dorada de las comarcales de médicos, sobre todo en Peñaranda, ¿qué destacaría de esas juntas?
En el Colegio de Médicos, el representante de los médicos titulares, don Evelio Ortiz, y sus Juntas Comarcales funcionaban con extraordinario entusiasmo. No era sólo la de Peñaranda, sino la de Vitigudino, Ciudad Rodrigo y demás partidos judiciales, las que llevaban su inquietud al Colegio. Nombres como Julio Martín del Molino, Julián Bernal, y otros que no recuerdo, fraguaron al unísono la época dorada de las comarcales.
Nacido en Parada de Arriba el 10 del septiembre de 1931. Es el primero de los cuatro hijos del matrimonio de don Cándido Romero y doña Teresa Velasco. En 1940 fallece su madre. Hijo y nieto de médicos, su padre ejerció en Parada de Arriba hasta 1945, fecha en que se trasladó a Sando, y en 1948 a Almenara de Tormes. Era su pueblo natal, cercano a Salamanca y a sus hermanos médicos, titulares de Torresmenudas y Monleras. Los primeros años de vida de Fernando Romero transcurrieron en Parada de Arriba, hasta los 12 años en que se trasladó a Salamanca para hacer el bachillerato en el colegio de los HH. Maristas, instalados, entonces, en la plaza de San Juan de Barbados. Comienza el Bachillerato y la carrera de Medicina en 1948, licenciándome en1954. Cumplidas las milicias, queda al lado de su padre ejerciendo la Medicina rural. Tras una sustitución por enfermedad de 4 meses en Nava de Sotrobal, en 1958 le adjudican la plaza de Tordillos como interino. En 1959 aprueba las oposiciones de APD, adjudicándole la plaza de El Cerro, donde ejerció 2 años. En febrero de 1961, en un concurso de antigüedad ocupa la plaza de Alconada y Agregado (Ventosa del Río Almar). En 1968 fue presidente de la Comarcal de Peñaranda, y entró a formar parte de la Junta Directiva del Colegio de Médicos encabezada por el Dr. Joaquín Monteros en calidad de vicesecretario. En 1973 se trasladó a Onda (Castellón), donde ha ejercido hasta 1996 por jubilación.
En 1961 se casó con Puri Noreña. Tiene cuatro hijos y seis nietos.
Aficionado a la caza, fundamentalmente la perdiz a mano, afición que tuvo que dejar al trasladarse a Castellón. Le apasiona la música clásica y asiste, cuando puede, a las ofertas que se le ofrecen en la Comunidad Valenciana. Su afición a la naturaleza le lleva a la práctica de senderismo en la Sierra de Espadán, con las limitaciones propias de la edad, asegura. Lee particularmente biografías, libros de viajes y relee sus libros favoritos.
¿Recuerda las famosas tertulias en Peñaranda y a sus integrantes?
Las recuerdo con ilusión y añoranza. Nacieron en el seno de aquellas Juntas Comarcales cuando alguien tuvo la ideade aportar a aquellas reuniones charlas, diálogos, mesas redondas con contenido y actualizaciones médicas. Tuvieron plena aceptación, y médicos especialistas, docentes, colaboraron con gran éxito. Enumerar a todos sería imposible, pero nombres como el Dr. Balcells, Casado De Frías, Rafael Sastre, Moreno De Vega, Dr. Montero entre otros muchos pasaron por estas tertulias. Componentes éramos todos; algún tiempo fui yo representante, pero era el Dr. Julián Bernal el que llevaba todo el peso. Él hacía la convocatoria, las entrevistas, buscaba al conferenciante, las publicaciones en los periódicos locales, prácticamente todo.
Esa unión le permitió buenas amistades, ¿algún amigo en especial?
Sí, aunque parezca mentira, en la comarca no nos conocíamos todos. Allí acudieron los vecinos comarcales de la provincia de Ávila entablándose muy buenas amistades. Con Julián Bernal ha ido continuando esta amistad y la seguimos manteniendo tras treinta y cinco años de ausencia, en contacto epistolar, telefónico y personal en mis esporádicas visitas a Salamanca.
Una vez fuera de su tierra, ¿cómo ha sido su carrera?
Cambió completamente mi vida y mi profesión. Afortunadamente tuve suerte. Me encontré con una población de más de quince mil habitantes, y con una actividad industrial pujante. Profesionalmente en nada se parecía a la tan añorada zona de Peñaranda.
Evidentemente había problemas, pero distintos. Volví a tener suerte con los compañeros, esta vez trabajando en un ambulatorio. Y no sentí rechazo ni por mi procedencia, ni por mi condición de titular ni por ningún otro aspecto. La población me aceptó de buen grado, y tanto a nivel colegial como local, los cursos de actualización profesional eran abundantes y asistía porque me eran necesarios.
La evolución en el tiempo fue tormentosa, como creo que lo ha sido la sanidad en toda España. Del cupo de cartillas adscritas al médico titular, se pasó al ambulatorio, al Centro de Salud, a la desaparición del cuerpo de médicos titulares… y así en 1996, como un soplo, a los sesenta y cinco años, de repente, la jubilación forzosa por edad. Un trauma psíquico que me duró afortunadamente poco tiempo. La jubilación me ha permitido cultivar mis aficiones e iniciar otras. Creo que la jubilación es y ha sido una etapa feliz en mi vida.
En conjunto, ¿es cierto que fue un buen médico o mejor persona?
He tratado de ser buen médico y mejor persona. En algunos momentos me habré quedado en el medio del camino. En cualquier caso, no creo que sea yo quien deba juzgarme.
De su vinculación con el Colegio de Médicos de Salamanca, ¿qué destacaría?
Mi vinculación al Colegio de Médicos de Salamanca fue transitoria. En la Junta de médicos que presidió el Dr. Joaquín Montero entré a formar parte como vicesecretario. Su personalidad era extraordinaria y su capacidad de trabajo admirable. Tras su jornada laboral como cirujano, encontrarse con los asuntos colegiales era para sorprenderse, pero siempre los abordó con entusiasmo. La construcción de la nueva sede colegial se hizo bajo su dirección; estimuló y comprendió las inquietudes de todas las secciones colegiales.
¿Cuál ha sido su concepción de los colegios a lo largo de su carrera y cómo ha sido su relación con estos una vez que deja Salamanca?
En aquella época el Colegio de Médicos tenía mucha importancia, aunque su valoración no tuvo el fruto que se merecía, en mi opinión personal. Llevar al Gobierno y a la Administración las resoluciones colegiales y encontrar silencios dolorosos será deprimente. Después en mi nuevo destino he seguido colaborando aunque en menor medida en la actividad colegial.
En un plano ya más mundano y personal, ¿la sociedad actual qué sensaciones le causa?
Creo que la sociedad sufre cambios continuamente, y no creo que los que está sufriendo en los últimos años sean ni más importantes ni más llamativos que los que he conocido a lo largo de mi vida.
¿Qué opina de la realidad española?
Sorprendente y cambiante. La sociedad española es distinta en cada zona. Dentro de la economía global que vivimos es difícil adaptarse y olvidar concepciones ancestrales.
La resaca electoral, ¿cómo va?
Pues resaca electoral… esa es la palabra: resaca. En esta región triunfan los conservadores y no lo hacen mal del todo. En mi localidad triunfan los progresistas, y tampoco lo hacen mal.
¿Sus ideas políticas por dónde andan?
Nunca he estado afiliado a ningún partido político. Me creo incapaz de seguir el programa de un partido. Creo más en las personas que en las ideas.
¿Y su concepción religiosa?
Católico.
De su vida familiar, ¿qué destacaría?
Mi vida familiar lo ha sido todo. En primer lugar mi mujer que ha sabido estimularme y comprender mis debilidades; con sencillez ha llevado la dirección de la casa con auténtica maestría. En segundo, mis cuatro hijos que dispersos por la geografía española, acuden a casa al reclamo del cariño familiar. De los cuatro, y siguiendo la tradición familiar, la pequeña eligió la Medicina Familiar y Comunitaria, ejerciendo sus avatares por tierras oscenses. Por último, los seis nietos, ponen el punto de esperanza en el ocaso de nuestra vida.
¿Cómo le gustaría que le recordaran?
Con el aprecio como médico y persona con que me recuerdan mis antiguos pacientes.
¿Cómo se ve y se habla de Salamanca por ahí fuera?
Con la admiración que merece su conocido patrimonio monumental.
UN LIBRO
Casi mejor un autor: Miguel Delibes.
UN DISCO
Conciertos para piano y orquesta de Beethoven.
UNA PELÍCULA
Con faldas y a lo loco.
UN PLATO
Dos, la perdiz estofada y el arroz con langosta.
UN DEFECTO
La timidez.
UNA VIRTUD
La puntualidad.
UN AMIGO
Dos: Julián Bernal y Antonio Sierra Calvo.
UN ENEMIGO
No lo conozco.
UNA RELIGIÓN
La católica.
UN CHISTE
Los monólogos del malogrado Tip.
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