“In memoriam”. Primer aniversario de D. Luis Santos Gutiérrez y Dª. Carmina Unamuno Lizárraga

Por el Dr. I. OLIVA

Siempre hay
por qué vivir,
por qué luchar…
Y al final
las obras quedan las gentes se van.
Otros que vienen las continuarán…

Con estas palabras de la canción se podría empezar el recuerdo histórico de este hombre tan prodigioso que fue D. Luis Santos Gutiérrez.

Tuve la suerte y, el privilegio, de conocerle en las clases de Anatomía, hace 43 años, y siempre ha sido referencia y un personaje admirable. Su capacidad de persuasión, de hacer comprender, de trasmitir los conocimientos, de influir con sus criterios; era maravillosa.

Excelente como profesor, como persona, y voy a decirlo también, como amigo; porque cuando los años han pasado, nos tratábamos como amigos.

¡Cuántas ideas útiles aprendí de D. Luis: su forma de hacernos comprender la situación del ligamento de Gimbernat (uno de los pocos nombres de españoles que existen en las descripciones anatómicas), la localización del peritoneo visceral recubriendo los órganos(el símil del buzo que entra en la clase por la puerta del anfiteatro),de la laringe vista en escorzo (como él decía), el dibujo precioso de la cabeza de la niña bonita que debajo tiene una calavera, y nos pintaba la niña bonita y luego iba borrando hasta que sólo quedaba la calavera; y así nos explicaba los huesos del cráneo, etcétera.

Sus clases eran un encanto, era casi imposible no estar atento, siempre tenía ideas originales, frases ingeniosas, dibujos, chistes, diálogos…, para mantener la atención. Sólo usaba la tiza, no necesitaba las diapositivas.

Era original en todo, era un todólogo (esa palabra le gustaba mucho), el hombre que sabe de todo: de anatomía por supuesto, de arte, de poesía, de gramática, de lenguas (dominaba el alemán) y le encantaba hablaren esa lengua.

¡Cuánto tenemos que agradecer a este gran hombre todas las generaciones que nos hemos acercado a su persona! Siempre iba agarrado, y bien juntito, a su esposa Carmina Unamuno cuando iban por la calle paseando.

Como alumno quiero manifestar mi más profundo agradecimiento y unirme a los suyos en los múltiples homenajes que se han publicado. Sus libros, sus ideas, y sus obras, permanecen; aunque nos hayan dejado.

Creo que la Universidad y la ciudad le debemos gratitud eterna a estas dos personas por su colaboración con la ciencia, con el arte, y con todo.


Por Mª Dolores PÉREZ LUCAS
Escritora

Manos blancas no ofenden

Tener unas manos blancas y bien cuidadas era un signo de distinción para las damas decimonónicas, que las distinguía de las plebeyas.

Las manos de éstas, por el contrario, generalmente ni eran blancas, ni estaban cuidadas. Los trabajos a los que las sometían las estropeaban.

Entonces, todavía, no se habían inventado los lavavajillas, ni las fregonas, ni los aspiradores eléctricos. Los platos se lavaban a mano, en el fregadero, y los suelos se fregaban con una bayeta o un cepillo, también a mano. ¿Para qué hablar de la limpieza de los servicios? La lejía que se utilizaba era un desastre para las manos de la limpiadora.

Si queremos llegar al origen de la frase, que dice “manos blancas no ofenden”, debemos dar marcha atrás en el tiempo, hasta desembocar en el reinado de Fernando VII (conocido como el Deseado), allá por el año 1808, que ascendió al trono por abdicación de su padre Carlos IV. Unos años después fue obligado por el conquistador Napoleón Bonaparte a renunciar al trono y permaneció confinado en Valençay hasta 1814.

Vuelto a España encarceló a sus enemigos e instauró el absolutismo o sea el despotismo. En 1830 derogó la Ley Sálica, que excluía a las hembras de la sucesión (como se ve el rey Fernando VII no tenía nada de machista), para favorecer a la reina Isabel II. Pero los carlistas que no estaban de acuerdo con esto, se alzaron en guerra, generándose las llamadas guerras carlistas.

Pues bien, el Deseado rey Fernando VII, tenía un ministro llamado Carlomarde, que triunfaba en la Corte. Entonces la Reina y las infantas, en sus ratos de ocio, que eran muchos, se distraían hablando con los cortesanos y cortesanas.

¿Qué dijo Carlomarde para que la infanta Carlota, hermana de la Reina Cristina, esposa de Fernando VII, le diera una sonora bofetada, como la que le propinó? No se sabe de cierto cuáles fueron sus palabras, solamente que se trataba de un asunto político, en el que, por lo visto, la infanta Carlota no estaba de acuerdo con el ministro.

Sin duda, a éste, debió parecerle ofensiva la reacción de la Infanta, pero su lado feminista se dejó sentir en él y suavizó su respuesta, hasta convertirla casi en una lisonja.

“Manos blancas no ofenden”- dijo, dando por zanjada la cuestión.

Este es el origen de la consiguiente frase hecha.

No obstante, una duda me asalta: ¿acaso los jóvenes de hoy la ponen en práctica, y cuando una chica le da una bofetada a un chico, porque éste le ha dicho algo que no le gustaba, se contenta él con darle la consabida respuesta? …. Yo diría que no, incluso he llegado a pensar si a la bofetada de la chica no le contestará el chico con otra bofetada.

La frase de “manos blancas no ofenden” está actualmente en desuso.

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