Por Ramón Martín Rodrigo
Licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte
y doctor en Geografía e Historia
Con frecuencia quien pretende escribir cierta biografía, quiere encontrar en la historia de la persona elegida grandes méritos, hechos notorios y extraordinarios, pues contarlos dará justificación a su trabajo. Suena mucho el nombre de un personaje, al parecer, francamente popular y conocido. Se emprende su estudio, pero resulta que no se halla lo buscado, y no por dejar de escudriñar en los ámbitos apropiados o científicos, sino porque posiblemente nada “excepcional” de él cuenta para la posteridad. Cuando las cosas salen así, se viene a aceptar que, desde el punto de vista histórico, ni la persona biografiada llegó a ser una eminencia, ni siquiera declarada muy ilustre.
Mas a veces tampoco el personaje en cuestión fue una medianía, ni el paso del tiempo debiera sumergirlo en el anonimato, antes por el contrario pudo tener muy sobrados méritos para que se le recuerde. Esto es lo que ocurre con el señor Hernández Sanz.
Configuraban el círculo familiar de don Guillermo destacadas figuras en Salamanca, varias de ellas pertenecientes al campo de la Medicina. Fueron médicos sus hermanos don Leopoldo y don Amalio, su suegro, famoso decano de Medicina, don Pedro Sánchez Llevot; sus hijos don Jacinto y don Juan Antonio, su sobrino don Mariano Guillermo, hijo de don Ramón Escalada, doctor en Derecho y Juez de Primera Instancia e Instrucción; era su padre, de nombre también Guillermo, abogado y administrador del marqués del Castellanos, y un tercer hermano, Waldo, también fue letrado; y finalmente en la zona más exterior del entorno familiar se hallaba su primo segundo don Álvaro Gil Sanz, eminente jurisconsulto y político. Toda semilla que nace en un medio óptimo generalmente da buen fruto. Veamos cómo fue el de don Guillermo.
Nació Guillermo Hernández en Salamanca el 2 –XI- 1857. Comenzó los estudios de Bachiller en el curso 1867-68, antes de cumplir los diez años de edad, (le faltaba mes y medio, para poder matricularse, una vez cumplidos los diez años, pero su padre consiguió autorización legal de matrícula). El bachillerato comprendía cuatro cursos, que Guillermo realizó sin ningún obstáculo. Por tanto en junio de 1872 obtuvo el Grado de Bachiller con nota de “aprobado”.
Seguidamente se matriculó en la Facultad de Medicina. El plan de estudios de entonces comprendía cinco cursos. Así pues, Guillermo Hernández fue superando los cinco años académicos, de 1872-73 a 1876-1877, sin interrupción, con notas aceptables, un Sobresaliente, varios Notable aprovechado, y Aprobados, teniendo a su favor que, al menos, un curso lo realizó como alumno de enseñanza libre.
Aprobadas todas las asignaturas que se exigían para aspirar al Grado de Licenciado en la Facultad de Medicina y Cirugía de Salamanca, realizó los oportunos ejercicios en mayo de 1877. Pasó por el tribunal formado por don Rodrigo Sánchez Gómez, don Lucas García y don Manuel Periáñez. Recibió el título correspondiente, el 16 de julio de aquel mismo año. Tenemos, por tanto, un jovencísimo médico, a los 20 años de edad.
Pero la consiguiente alegría de finalizar la carrera se vio empañada aquel mismo año, pues “Guillermo, Zacarías, Emilio Hernández Sanz, estudiante, residente en esta ciudad, con domicilio en la calle de Arriba, Nº 15, fue declarado soldado”. Nada demuestra que se librara de referida obligación, ni que se redimiera su plaza comprando un sustituto por él, por consiguiente hay que suponer que pasó varios años cumpliendo el duro servicio militar de entonces.
El 20 de abril de 1885, Guillermo Hernández terminó los estudios de Doctorado en la Universidad Central de Madrid, (título de Doctor expedido el 16-II-1886). Seguidamente se incorporó al Claustro de la Universidad de Salamanca. Por entonces ya tenía plaza de “Médico titular” en esta capital.
Se casó el día 4 de enero de 1886 con Jacinta Sánchez, hija de D. Pedro Sánchez Llevot (vid Salamanca Médica, N.º 22, abril-mayo de 2007). Precisamente fue testigo de este enlace don Florencio Pollo, otros de los médicos que llegaron alcanzar nombradía y fama. También aquel mismo año, pero el 22 de junio, se casó don Isidro Segovia, decano de la Facultad de Medicina, de quien no es preciso dar referencia.
El curso 1886-87 comenzó a ser “Ayudante Interino de clases prácticas” en la Facultad de Medicina, con la gratificación de 700 pts. anuales, sueldo relativamente bajo. Cuatro cursos más tarde, en 1891-92 pasó a ser “Profesor Clínico” en la referida Facultad.
A fines de 1889 y primeros meses de 1890 muchos salmantinos se encontraban afectados por una epidemia gripal, el “dengue”. Los alcaldes de barrio se reunieron con los médicos de la Beneficencia, a fin de asignarles a cada uno de ellos un distrito al que atender. Fueron llamados: don José López Alonso, don Jerónimo Téllez, don Antonio Díez, don Tomás Ortiz, don Manuel Mondelo, don Enrique de la Riva y don Guillermo Hernández. Estos nombres y otros que han salido o saldrán luego en este artículo corresponden a los médicos de la época, compañeros y amigos de don Guillermo. El curso de 1894-95 ya es profesor de “Fisiología humana”, siendo “Catedrático” de la referida asignatura, desde 1895. En 1899 obtiene el cargo de “Secretario de la Facultad”, cargo en el que siguió hasta el final de su vida.
El 29 de abril de 1901 tuvo lugar un suceso curioso. El sereno oyó en la noche que daban golpes en el interior de la vivienda de don Guillermo, en la calle del Prior, nº 1, intentando abrir por dentro la puerta de la calle. Avisado don Guillermo, cuando llegaron a abrir y a inspeccionar la escalera, el ladrón ya se había dado a la fuga, “por el tejado”. Aquel mismo año la Dirección General de Sanidad nombró “Inspector Sanitario” en esta provincia al “distinguido médico de la Beneficencia e ilustrado profesor de Fisiología de esta Facultad, don Guillermo Hernández Sanz, cuya esposa ha dado a luz con toda felicidad un hermoso niño”.
Época de la formación y el inicio de la “Academia Médico-Farmacéutica” de Salamanca, cuando don Guillermo iniciaba su labor profesional, nuestro personaje era miembro de ella, por supuesto. En 1904 vino a Salamanca el Dr. Gómez Ocaña, catedrático de Fisiología de la U.C. de Madrid. Alumnos y profesores de Salamanca le tributaron un banquete homenaje, en el cual don Guillermo con gran facilidad de palabra pronunció un bonito discurso, señalando la gran obra emprendida por el señor Gómez Ocaña y sus numerosos trabajos. La Academia Médico-Farmacéutica seguía en sus reuniones literarias y científicas al año. En Abril de 1908 el debate recayó en el “Análisis de orinas”. Asistían los doctores Segovia, Peláez, Pinilla, Antonio Díez, y otros. Entonces don Guillermo, frente a la opinión de don Filiberto Villalobos, dio una acertada lección sobre los riñones y su funcionamiento. En dos asuntos más le vemos en el mismo año: compartiendo con los intelectuales la petición de un Ateneo en Salamanca, y recibiendo el nombramiento de “Vocal del Comité regional”, constituido en esta ciudad, para el I Congreso Nacional de tuberculosis a celebrar en octubre en Zaragoza.
Durante los siguientes años don Guillermo asiste al Colegio Médico, a la Academia Médico-Farmacéutica. En 1918 impartió una conferencia el Dr. Maestre catedrático de la U. C (Fundador de la Escuela de Medicina Legal). Hubo banquete de agasajo, con los consabidos y acostumbrados brindis. El eximio señor Maestre estuvo acompañado por los doctores salmantinos Francisco Díez, Casimiro Población, Arturo Núñez García y Guillermo Hernández. Salamanca Médica ha publicado ya las biografías de tres de los cuatro médicos anteriores. Faltaba la del cuarto, y aquí se cumple el reto. Su puesto en escalafón va subiendo rápidamente.
Se completa la semblanza del personaje acudiendo a su actividad política. Fue concejal y dos veces alcalde de Salamanca, aunque en mandatos de breve duración. Varios médicos coetáneos de don Guillermo ocuparon antes o después que él la alcaldía salmantina: Indalecio Cuesta, Florencio Pollo, Casimiro Baz, Antonio Díez González, Andrés García Tejado, Casto Prieto, etc. Tejado fue teniente de alcalde con él, y otros como López Cabezas o Villalobos, aunque con diferente militancia política, eran concejales al mismo tiempo que don Guillermo estaba al frente del Consistorio.
El año 1906 fue muy movido en Salamanca. Precisamente, don Guillermo Hernández desempeñaba la Alcaldía. En el verano muchos salmantinos preferían los aires frescos de la montaña. El 17 de agosto don Guillermo Hernández regresaba de Piedrahíta, en donde había pasado algunos ratos en conversación con el farmacéutico de aquella villa. (Apunto más datos de la familia del biografiado: su bisabuelo y su abuelo maternos, don Juan Antonio Sanz y don José Sanz, respectivamente, y su tío por afinidad, don Ignacio Cascón, fueron farmacéuticos). A lo apacible de un corto verano le siguió un otoño bastante más ajetreado. Hubo gratos momentos para nuestro alcalde. Vino a Salamanca don Tomás Bretón, en cuyo honor se hizo una velada musical, entonándose cantos del Cancionero de don Dámaso Ledesma, y el Orfeón Salmantino le ofreció un banquete. Entonces se aplaudía a la comitiva y a las autoridades presentes en los diversos actos, entre las cuales se veía a don Guillermo. Tras esto llegaron la discusión sobre la petición al Gobierno de una Ley de Asociaciones y la representación del drama, impío e insultante, La Santa de Ávila, obra del francés Catulle Mendés, llegando los problemas al Ayuntamiento.
Durante esa época se comenzó a tildar a don Guillermo de blando y condescendiente, lo cual también se hacía con otros alcaldes. Don Arsenio Huebra, bajo el título de “Quisicosas”, denunciando una serie de sus debilidades, concluía: Sino eres liberal sin desmayo, e inflexible:/torna a tu cátedra y tu Escuela,/ y a tu tresillo apacible,/ que hombres de pasta tan buena/ y sin hiel, como tú eres,/mejor que la vara férrea… Es quedarse en casa. Y conste, Guillermo amigo, hay por aquí quien le aprecia. Fácil es deducir de tales palabras algunas semblanzas del personaje: Seguía las ideas liberales, era bueno y apreciado, y le agradaba jugar un partida al juego de moda, el tresillo, y también al chamelo (en el Casino de los señores, socio desde 1885).
“Dos asuntos importantes se acometieron en su mandato: la construcción de la nueva Casa del Socorro y el alcantarillado y el abastecimiento de agua a la ciudad”
El 28 de diciembre de 1906, haciendo “gracia de inocentada”, se ponía en labios de don Guillermo la dimisión de alcalde, la que efectivamente vino a materializar un mes después, por la crisis gubernamental. En esa ocasión otro periodista, menos sarcástico, aportó más notas sobre nuestro personaje, escribiendo: Oigan ustedes un brindis de un ‘alcalde medio cadáver’, así dijo don Guillermo, cuando corría el año del Señor 1907, el día 24 de enero. La telepatía me dio a conocer el pensamiento de un varón grave, pacífico, bonachón, de plateada barba. Pese a todo, por obra de Romanones, recibió por segunda vez la vara de alcalde, siéndolo de enero a septiembre de 1912. Ahora las bromas en verso sobre don Guillermo se hicieron más frecuentes desde El Microbio, La Ciudad y El Adelanto. Y, ciertamente, algunas de aquellas estrofas resultan graciosas. Críticas: limpieza de las calles, traslado del templete de la Alamedilla, cuentas del Municipio, su físico (bajito, personita, corto de vista) y sus prendas de vestir: Su gabán blue,/la corbata verde y el terno café.
A lo que otra pluma más optimista contesta: Podrá mi director y amigo, volcando sobre don Guillermo el raudal de sus donaires, poner de oro y azul su indumentaria, tomarle el pelo por si apura los pitillos y ha hecho de la colilla parte de su personalidad, y podrá ridiculizar sus corbatas… pero ríase usted de las cuchufletas. Entre tantas pullas, también aparecen retratadas sus virtudes: ahorrador (que consiguió recaudaciones espléndidas para el Municipio), laborioso; circunspecto. Siempre procedía con rectitud, discreción y tolerancia. Se ganó el aprecio de los salmantinos.
Dos asuntos importantes, concernientes a la salud pública y en consonancia con el pensamiento de un médico, se acometieron en su mandato, aunque no fueran propiamente de su iniciativa: la construcción de una nueva Casa de Socorro, propuesta por Villalobos, y el alcantarillado y el abastecimiento de agua a la ciudad. Por eso el periodista le decía que andaba preocupado con eso de la traída de agua.
El cambio de representantes en el Consistorio, en septiembre de 1912, hizo que los proyectos municipales pasaran a otras personas. En cuestiones de política ya no veremos a don Guillermo más. Sin protagonismo personal y en unión de otros médicos y autoridades de la ciudad aparece en la recepción de Alfonso XIII, cuando en 1922 vino a Salamanca. Pero el Dr. Hernández Sanz gozaba de prestigio, por eso por este tiempo ejerció el cargo honorífico de “Delegado Regio de Primera Enseñanza”, al que después renunció.
Don Guillermo murió el 28 febrero de1924, a los 67 años, habiendo ejercido 29 de catedrático. El Colegio Médico hizo público su sentimiento. El Adelanto y La Gaceta Regional incluyeron sendas necrológicas, señalando que fue: Cristiano, caballero, ilustrado profesor, culto catedrático, de indiscutible competencia, muy estimado por todas las clases sociales por sus bellas cualidades, afable trato y la simpatía. Hizo una provechosa labor en la ciudad con talento y con amor. Merecedor de plácemes de alumnos y compañeros.
Poco o nada dejó escrito don Guillermo Hernández, pero ha sido fácil y grato obtener la información que antecede. Espero que también se lea con fruición el resumen de su vida.
Fuentes documentales que aportaron datos entre las varias consultadas: Libros de Bautismos y de Matrimonio, Expediente Académico, Memorias y Anuarios de la Universidad de Salamanca, El Adelanto, La Gaceta Regional, La Ciudad, El Microbio y Revista Médica Salmantina
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