Por Ramón Martín Rodrigo
Licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte
y doctor en Geografía e Historia
Decir “Moraza” en Salamanca es recordar a un eminente cirujano. Atreverse a escribir sobre él quien apenas lo conoció, quedando en esta ciudad compañeros y alumnos suyos, es por mi parte una osadía. Así pues, concédase indulgencia a este atrevimiento y otórguese dispensa para las omisiones irremediables, porque, además, el espacio disponible obliga a presentar una semblanza del personaje a trazos gruesos, en vez de una detallada biografía como se merece referido doctor1.
Moraza fue una persona excepcional por su mucha autoridad en la ciencia médica, adquirida mediante un continuo estudio, sobre todo en lo relativo al cáncer. Él alcanzó importancia por su dilatada experiencia en la práctica quirúrgica a lo largo de cincuenta años, y, finalmente, ganó nombradía por su docencia y por la divulgación de modo sencillo y didáctico de los conocimientos más necesarios para prevenir y detectar precozmente enfermedades graves.
Nació Miguel Moraza Ortega en Solarana (Burgos), el 6 de mayo de 1899, en el seno de una familia cuyos otros hijos fueron Enrique (+ 1969), Faustina y Eugenia (+ 1997), pero varios miembros familiares, por nacimiento o ascendencia, estuvieron vinculados al pueblo de Fuentenebro, también de la aludida provincia. D. Miguel se jubiló por Orden de 8 de mayo de 1969, con efectos del día 6 de mayo de 1969. Su hoja de Servicios estatales señalaba hasta entonces 38 años, 2 meses y 18 días como tiempo de trabajo prestado oficialmente. Murió en Madrid el 29 de abril de 1985.
Es más que probable que el parentesco cercano de la familia de Moraza con el Dr. Hernando, catedrático de Farmacología en Madrid, influyó en que el joven Miguel fuese a estudiar la carrera de Medicina a la Facultad de Madrid. Igualmente, una vez terminada su licenciatura, la relación del citado doctor Hernando con ciertos médicos alemanes pudo ser motivo para que D. Miguel marchase a esta nación, en donde estudió con el doctor Saerbruck.
Según vamos a ver, estos dos ámbitos de su juventud, Madrid y Alemania, van a marcar dos fuertes querencias de don Miguel durante muchos años, querencias que le trajeron ciertamente logros y también algunos sinsabores.
Durante sus estudios consiguió ser “alumno interno” por oposición de la Facultad de Medicina de Madrid, consiguiendo en la licenciatura y en el doctorado la calificación de “sobresaliente”. Su tesis doctoral Estudio de la simpatectomía periarterial, fue publicada. Luego fue “Médico interino” de la misma Facultad, y también “Profesor Clínico” de Patología Quirúrgica de la citada Facultad (él mismo especificó que estuvo “con el profesor Olivares”). También por entonces fue médico, por oposición, de la Beneficencia Municipal de Madrid. Luego, Moraza, hizo oposiciones a la cátedra de Terapéutica Quirúrgica, (Real Orden de 9 de Febrero de 1931), plaza obtenida por oposición en turno libre, y votación unánime consiguiendo por tanto un rápido ascenso de categoría. Como consecuencia de ello tomó posesión en la Facultad de Medicina de Salamanca el 18 de febrero de 1931 y aquí continuó su labor docente hasta 1970.
En julio de 1932 marchó a Alemania, pues, a propuesta de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones se le concedió pensión por “3 meses” para estudiar Anestesia. Y luego se le concedió prórroga de “4 meses”, para que continúe y termine en Berlín los estudios comenzados sobre la Raquianestesia, con la asignación única de 425 pts. oro mensuales” (0 de mayo de 1933). Pero en otro lugar de su expediente se dice que fue pensionado “por un año” para realizar estos estudios. A fines de abril e inicios de mayo de1935 volvió a Berlín a un congreso de Cirugía, con duración de 15 días. Por consiguiente durante los años de la Segunda República española Moraza estuvo bastante tiempo y reiteradas veces en Alemania y, además, diversos trabajos suyos fueron publicados en alemán en revistas científicas de aquel país. Aún volvería a la nación germana en el verano de 1939, y en mayo de 1950 comisionado por la Universidad de Salamanca, para representarla en el II centenario de la Universidad de Göttingen. Esta Universidad le concedió su “Medalla de Honor”.
Según una ficha de la D. G. de Instituciones Penitenciarias2, D. Miguel fue puesto en la cárcel de Salamanca el 1 de Diciembre de 1936, aunque en la misma ficha dice “prisión atenuada”. Por Orden dada en Burgos por el Gobierno que allí estaba establecido, el 27 de octubre de 1937, Moraza fue sancionado con “suspensión de empleo y sueldo e inhabilitado para el desempeño de cargos directivos y de confianza en las Instituciones Culturales y de Enseñanza” (y además se especificó que “la Clínica de Cirugía de esta Facultad es aneja al cargo de catedrático, y el cese transitorio en el desempeño de la cátedra implica también el de su función en referida Clínica”). De lo que, si no salen a la luz otros documentos, se deduce que su expediente tardó unos diez meses en resolverse, y no para ser sobreseído, sino para aplicarle la sanción que va dicha. Así pues, teóricamente el 28 de octubre de1938 Moraza tenía que recuperar su anterior empleo y función. No obstante, como entonces la extensión de las oportunas diligencias y sobre todo la lentitud del correo introducían ciertos retrasos en los asuntos, aunque la primera comunicación del fin de su inhabilitación fue el 4 de noviembre, ésta no llegó al Habilitado del personal docente hasta el 12 de dicho mes, y aún se tardaría casi un mes más en poner a Moraza en libertad, pues, atendiendo a la última fecha escrita en la ficha referida no se firmó su baja en la cárcel hasta el día 6 de diciembre de1938, saliendo de la prisión dos o tres días después.
También quedó señalado en su expediente profesional la pertinente concesión de un galardón, que tiene precisamente la misma fecha arriba mencionada: La Academia Médica Germano-Ibero-Americana acuerda nombrarle miembro activo de esa entidad en España. Esto da que pensar si acaso este “oportuno nombramiento” no fue otorgado certeramente con la finalidad de ‘ayudar al restablecimiento del prestigio del Doctor Moraza que los días de prisión le pudieran haber disminuido’, pero como también se añade que se otorga “con motivo de su regreso a España”, esta referencia deja un poco oscura la fecha del regreso. Sea como fuere, lo cierto es que también existe un oficio del envío de un certificado expedido, el 31 de octubre de 1941, por el Comandante médico Militar de los servicios prestados por el catedrático Sr. Moraza Ortega ‘al Movimiento Nacional’. Tal certificado no quedó unido a su expediente, por lo cual no nos es dado conocer en qué consistieron los aludidos servicios, aunque por fuentes orales se sabe que Moraza atendía y operaba a los heridos de guerra en el hospital instalado en La Vega. Lógicamente esos trabajos reconocidos tuvieron que ser prestados de1938 a 1941, si es que no hubo algunos servicios en los dos años precedentes. De lo que se infiere que aquella sanción carcelaria había pasado a quedar satisfactoriamente superada y que ya el Doctor Moraza era considerado persona estimable y valiosa.
Pronto Moraza comenzó a escribir pequeños trabajos divulgativos en la prensa local salmantina. Así en junio de1941 (del día 5 al 13) salen en El Adelanto artículos sobre La úlcera de estómago, La Urgencia en la cirugía, La perforación de estómago, La oclusión intestinal”, Hernia estrangulada, Abdomen agudo. También por los años cuarenta, estableció su ‘Sanatorio’ en la calle Pollo Martín, número 9, que estuvo en servicio hasta poco tiempo antes de marchar a Madrid en los años ochenta.
En octubre de 1944 se organizaron en Salamanca unas jornadas sobre La obra de perfeccionamiento médico. Intervinieron en ellas: R. Bondía, Carrato, Arcocha, Pérez Álvarez, Valdés, Querol, Fernández Cid, otros y Moraza, que disertó sobre La etiología de las neoplasias.
El turno reglamentario seguido entre los catedráticos le impuso el deber de hacer el Discurso de Apertura del Curso1948-1949. Cosa curiosa es la comunicación que le envía el Rector el 20 de julio: “Dadas las restricciones de energía eléctrica que pueden darse como en años anteriores, le ruego entregue el discurso antes del 1º de agosto”. Lógicamente ya lo tendría elaborado, pues en once días no podía hacerse y redactarse una lección tan magistral, como fue son los discursos y lo fue el suyo. Moraza lo tituló Armonía y longevidad de la vida, y en él explica “cómo se podría tratar de acrecentar los años de vida de los hombres”, lo que aborda en siete capítulos, examinado en ellos desde las causas de la muerte hasta los preceptos higiénicos, pasando por el desgaste de los diversos aparatos del organismo y los signos de envejecimiento.
En 1962 se publican reunidos en un pequeño libro 17 artículos que previamente habían visto la luz en El Adelanto, y fueron escritos por Moraza a petición de la Cruz Roja de Salamanca y de la Asociación contra el Cáncer. Igualmente que otros anteriores, estos tienen un fin didáctico y orientador.
En 1969, al cumplir Moraza los 70 años le llegó el momento de jubilarse, pero él solicitó continuar un año más trabajando como profesor, sin remuneración alguna, lo que le fue concedido. Luego ya no continuó más años en la docencia porque le fue negado, pues su voluntad era la de seguir algún tiempo más dando clases. Por supuesto que siguió con su clínica abierta en la que atendía las consultas solicitadas y a los pacientes que lo requerían, y aún en 1980 anuncia en la prensa su sanatorio, especificando “horas de consulta a convenir”.
En las Jornadas Médicas de mayo de1972, organizadas por la A.S.U.S. entre una serie de actos, se tuvo el feliz acuerdo de “rendir un homenaje al hombre que durante tantos años estuvo vinculado a nuestra Universidad, dedicado por entero a la labor docente y profesional”. Con este motivo le entregaron “una medalla y una placa como testimonio del sentir de todos los antiguos alumnos del profesor Moraza. Entonces, como epílogo de ese sencillo homenaje, el Dr. Manuel Crego Echevarría, que fue Profesor Ayudante de Moraza y su buen amigo, escribió en El Adelanto el 18 de mayo de 1972, un expresivo artículo sobre el prestigioso cirujano que tituló Moraza, Maestro de ayer y de siempre, en el que expuso varios rasgos de don Miguel, destacando su humildad, sencillez, bondad y sobre todo su laboriosidad continua. Reseña por tanto de gran valor, por cuanto no se trataba del acostumbrado panegírico tras la muerte de una persona.
La inauguración del Año Académico de 1973-74 fue destacada con la Imposición de la Medalla de Plata de la Universidad de Salamanca, a tres eminencias don Esteban Madruga Jiménez, don Fernando Cuadrado Cabezón, y D. Miguel Moraza Ortega. El año 1974 Moraza recibió el “Premio Rubio” de la Real Academia de Medicina, por su libro El origen del cáncer, como el mejor de los escritos hasta entonces.
D. Miguel publicó numerosos trabajos. Ya en 1950 daba cuenta de 31 publicaciones para que se tuvieran como mérito para un concurso de traslados. Luego vieron la luz muchas más hasta 1980 en que apareció su último libro. Arriba han sido citadas algunas de sus obras, ahora recapitulando y añadiendo algunas de las más significativas, se han de mencionar: Contestaciones al programa de Médicos de Asistencia Pública Domiciliaria (1947); Manual y Terapéutica Quirúrgica (1955); Contestaciones al Programa de Oposiciones libres a Médicos Titulares (1962) (juntamente con otros ocho doctores, suyos son los temas 37, 38, 39 y 40); Prólogo al Tratado de Cirugía de los Drs. H. Hellener y R. Nissen (1962); Estudios sobre el origen del cáncer (1972); La Biología en la Prensa (1976). Como podrá advertirse más de una de sus obras fue publicada por segunda vez, con ligera variación del título, ya por agotarse las ediciones, ya por la revisión y ampliación de las mismas, y porque, a la vez, parecía muy conveniente la divulgación de conocimientos bien sintetizados y de fácil asimilación.
Ya octogenario Moraza, se marchó a Madrid, a casa de su hermana Eugenia en la calle del Pez, N.º 3. Allí le llegó la muerte. La Gaceta y El Adelanto de Salamanca incluyeron esquela mortuoria el 30 de abril de 1985. El siguiente 3 de mayo, D. Julio Rodríguez Villanueva escribía una sentida necrológica. Luego el recuerdo de este gran cirujano ha sido recuperado gracias a la “Fundación Moraza”, que su hermana Eugenia, por testamento de 1993, cumpliendo la voluntad de D. Miguel, encomendó establecer en la Universidad de Salamanca, como así se ha hecho (1997). También ha quedado una beca con su nombre, establecida en Fuentenebro (Burgos). Una segunda parte completará esta biografía recogiendo en ella otros diversos rasgos de la personalidad de este insigne cirujano.
* Palabras del propio Dr. Moraza.
Nota Adicional: Me han informado verbalmente los doctores: D. Miguel Ferrer Blanco, D. Ángel Zamanillo Encinas, D. Joaquín Vicente y D. Jerónimo Sánchez García, y también la familia de D. Atilano López Rivas. A todos mi agradecimiento.
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