Por Ramón Martín Rodrigo
Licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte
y doctor en Geografía e Historia
“Mi maestro y como un segundo buen padre fue el director del manicomio, D. Ángel Domínguez Borreguero. Era una persona exquisita en su trato, muy introvertido, de una moral y honestidad irreprochables y un profesional extraordinario” (Alfonso Ledesma Jimeno).
¿Qué ha motivado la elección de esta biografía? Sencillamente dos razones: la primera, que en ‘Salamanca Médica’ he escrito las vidas de diversos especialistas en Medicina, pero hasta el momento no me había fijado en la especialidad de Psiquiatría; la segunda, que este doctor fue un profesional muy ilustre en Salamanca y, por ello, tuvo alta consideración social.
Nació Saturnino Ángel (así fue su nombre de pila) en Salamanca el 15 de marzo de 1905, en el domicilio de sus padres, en la calle Varillas, nº 2, piso segundo. Fue hijo de José Domínguez Gomara, natural de Ciudad Rodrigo, y de Vicenta Borreguero Paíno, natural de Valverde del Fresno, matrimonio establecido en Salamanca.Estudios de Bachillerato. Un joven muy listo y aplicadoTras aprobar el ingreso en el Instituto de Segunda Enseñanza de Salamanca, estudió en el mismo los cinco cursos de bachillerato, a partir del académico 1915-1916 hasta el de 1920-21. Sus notas alcanzaron resultados excelentes: 19 sobresalientes, de los cuales 11 con premio, cinco notables y cuatro aprobados, y un nuevo sobresaliente en los ejercicios de reválida del Bachillerato, en septiembre de 1921.
Ángel Domínguez estudio los siete cursos de la carrera de Medicina desde el año académico 1921-22 al 1927-28, uno tras otro, en la Facultad de Medicina de Salamanca.
En agosto de 1921, a sus 16 años de edad, solicitó presentarse a una oposición para beca en la Facultad de Medicina que, como era de esperar, ganó, pues en octubre de ese mismo año, en una segunda solicitud para obtener matrículas gratuitas, ya precisa su condición d becario de los Colegios Mayores Universitarios y que es alumno de curso Preparatorio de Medicina. Su padre, siguiendo los trámites ordinarios —solicitud y presentación de tres testigos ante el juez municipal de Salamanca—, consigue un certificado de pobreza. Ha demostrado que no tiene más ingresos que el sueldo de dependiente de comercio, 2.500 ptas. anuales. Así pues, añadiendo esta calidad y la de las notas extraordinarias, año tras año, Ángel Domínguez continúa en el Colegio Mayor Universitario de Santiago y, con ello, teniendo matrículas gratuitas, espacio y tiempo reglamentado para el estudio y fácil acceso a obras consulta. Son dos circunstancias que, indudablemente, aliviarían grandemente al joven de tantas preocupaciones como otros estudiantes pasaban atendiendo a matrículas, libros y pensiones. Al terminar tercero, y previa solicitud, ganó la calidad de alumno interno en la Facultad de Medicina.
Acabó la carrera con las calificaciones de sobresaliente en las 28 asignaturas, de las cuales 24 confirmadas con premio; es decir, unas notas excelentes, prácticamente inmejorables. A ellas se añadió el sobresaliente en la reválida del grado de licenciado. Tuvo como tribunal en los tres ejercicios de grado a D. Godeardo Peralta, presidente, y a D. Casto Prieto Carrasco y D. Vicente Gaite, vocales. Desarrolló los temas de ‘Formas clínicas de la gangrena’ y ‘Valor y diagnóstico de los esputos’. Con ello nalizó la licenciatura en junio de 1928, y en Salamanca.
Era obligado entonces hacer la tesis en la Universidad Central. Por tanto, D. Ángel, como becario del Colegio de Santiago, se marchó a Madrid. Allí, en el año académico 1928-29, superó con nota de sobresaliente las asignaturas del curso de doctorado. La Junta de Colegios Mayores de Salamanca había concedido el plazo de dos años para presentar la tesis. Pero el pundonor profesional le llevó a pedir prórroga por dos veces. He aquí sus palabras en solicitud a la referida Junta de Colegios Mayores:
“El que suscribe comenzó ha hacer sus tesis inmediatamente bajo la dirección del Dr. Sanchís Banus, de Madrid, con intención de terminarla en el plazo señalado. Sin haber abandonado en ningún momento la elaboración de la misma, comprende hoy no le es posible hacerla en un solo curso por tener que consultar un material bibliográfico mayor que el calculado y, sobre todo, por contribuir en la misma con la mayor cantidad posible de investigación personal… Solicita se amplíe un año el plazo preciso de la memoria del doctorado, o sea, hasta la terminación del curso 1930-31. Santander, 1 de mayo de 1930”.
Luego, en septiembre de 1931, presentó una segunda solicitud de prórroga por seis meses, tiempo que no llegó a necesitar al completo, pues pagó los derechos por el grado de Doctor en octubre de ese año, lo que quiere decir que la presentó por entonces, pues pidió el título el 30 de enero de 1932. Sin embargo, él no quiso re«ejar en sus solicitudes el tema de la misma, aunque precisó, el 25 de enero de 1932, lo siguiente:
“Su tesis de Doctor ha sido hecha sobre una materia de la especialidad y fue juzgada por un tribunal compuesto por los Dres. Peña, Jiménez Díaz, Novoa Santos, Sánchez Cuenca y Luna”.
¡Vaya cinco! Magníficos. También entonces comenzó su especialización en Neuropsquiatría con el Dr. Sanchís Banus en su servicio del Hospital de Madrid, con el que trabajó hasta octubre de ese año 1929. Allí también debió conocer y tratar al Dr. D. Gonzalo Rodríguez Lafora, que estaba entonces encargado de la Cátedra de Neurología de la Universidad Central de Madrid, siendo una figura prestigiosa en este campo.
En octubre de 1929 fue nombrado médico interno del Servicio Neurología-Psquiatría de la Casa de Salud de Valdecilla (Santander), obteniendo el número 1 entre 43 concursantes, cargo que desempeñó hasta el 25 de enero de 1932. La Casa de Salud de Valdecilla fue inaugurada el 24 de octubre de 1929 por D. Ramón Pelayo de la Torriente, marqués de Valdecilla. En abril del año anterior había sido nombrado director técnico administrativo de este centro recién creado el Dr. D. Wenceslao Albo, neuropsiquiatra de reconocido prestigio..
¿De dónde sacaba tiempo este doctor? Cuando, en enero de 1932, solicita a la Junta de Colegios Mayores de la Universidad de Salamanca ser pensionista en el extranjero, dice que se cree en el deber de exponer lo que sigue:
“Traduce y habla alemán, y traduce inglés y francés. Ha residido durante cinco meses en Alemania como médico interno del Hospital Johanniter de Stendal, tendiendo documento que lo acredita, como también un curso de perfeccionamiento realizado en el Hospital Friedrichshein de Berlín. Ha sido traductor para revistas españolas de las alemanas de su especialidad”.
Parece, pues, que esos cinco meses van de septiembre de 1931 a enero del 32, pero como en enero de 1932 especifica que sigue en la Casa de Salud de los Dres. Albo y Aldama, eso significa que ha debido de gozar de un permiso temporal de esta duración y que, acabado el permiso, se reincorporó a su puesto. De lo contrario, no se encuentra tiempo en el que encajar esa primera salida a Alemania. En la aludida instancia precisa también:
“Que le sería muy provechoso para completar su formación neuropsiquiátrica trabajar al menos durante un año en las clínicas alemanas, donde se ha llegado a un alto grado de nivel científico en esta rama de la Medicina. Y propone que la pensión sea primeramente para visitar la Universidad de Heidedelberg, dirigida por los Dres. Gruhle, Willmans y Mayer Cross”.
La preferencia por esa ciudad y el conocimiento de los médicos mencionados deja entender que D. Ángel Domínguez ya había estado previamente en Heidelberg. Lo cierto es que se le concedió la pensión solicitada, y que fue nuevamente a Heildeberg, pues él lo dice cuando, una vez más, en septiembre de 1932 solicita prórroga de la pensión que disfruta, acompañando como justificante un certificado dado por el profesor con el que trabaja, es decir, firmando por el profesor Steiner, que ensalza al joven Dr. español grandemente y, entre otras cosas, dice de él:
“El Dr. Borreguero ha trabajado desde el 1 de mayo hasta septiembre de 1932 en el laboratorio de Histopatología por mí dirigido. Se ha ocupado en trabajos histológicos del sistema nervioso y, al mismo tiempo, ha investigado un caso de ‘Parálisis’ con formaciones gomosas, miliares y degeneración coloidal. Ha mostrado una comprensión científica extraordinaria y un gran interés para todas las cuestiones histológicas. Los valiosos resultados por él alcanzados serán objeto de publicación mediante un trabajo actualmente en redacción”.
La prórroga le fue concedida, y en el siguiente año presentó a la Junta de Gobierno de los Colegios Mayores la ‘Memoria de su viaje científico’, enviándola escrita en alemán. La Junta, en octubre de 1933, pidió que la enviase en castellano, rogándole que contestase con acuse de recibo, pues ya se había llegado al mes de abril de 1934. Naturalmente, D. Ángel Domínguez contestó que estaba ya en Madrid y que el retraso se debía a que la ‘Memoria’ iba a ser publicada en una revista española y que, por tanto, en breves días la enviaría.
Pero la prórroga concedida como ex becario de los Colegios Mayores ya había acabado. ¿Cómo se las ingenió para seguir en Alemania? Es bien sencillo. Pidió ser pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones (O. M de 12 -VII- 1933), correspondiendo al curso 1933-34, cuyo disfrute6 terminaba en septiembre de 1934. Gozando de esta subvención, D. Ángel Domínguez estuvo en Alemania unos 13 meses y medio más sobre las anteriores estancias. No queda claro el inicio y el final de esta última. Si estaba en Madrid en abril de 1934, pudo ser que hubiese venido por algún interés particular, pues teniendo beca hasta septiembre no era cosa de despreciarla. Y si, efectivamente, siguió allí hasta el otoño de ese año, resulta que aprovechó estupendamente el tiempo, por lo que veremos seguidamente.
Por tanto, nuestro doctor había estado en Alemania buena parte del tiempo que llevaba en España implantada la Segunda República.
Hacía poco que la Diputación de Salamanca estaba al frente del Hospital conocido vulgarmente como el ‘manicomio’, ubicado en esta ciudad en el antiguo Colegio de Niños Huérfanos, en el Paseo de Canalejas, número 113, precisión que sirvió innumerables veces para hablar con ironía y presentar chistes.
El 31 octubre de 1934 el Dr. Ángel Domínguez Borreguero ya figura como médico del mismo. En varios anuncios de los siguientes años, él subraya que es director del ‘manicomio’ por oposición. Como este centro estuvo allí hasta fines de la década de los 50 del siglo XX, viven aún bastantes personas que lo conocieron en funcionamiento. Pero es la doctora Dª Jesusa Pertejo (1920-2007) quien, en su ‘Historia personal’7, ha dejado expuestas unas semblanzas sobre D. Ángel y el manicomio, pues con él realizó diversas prácticas y siguió sus consejos, como acudir a la Casa de Salud de Valdecilla y a un centro privado en Santander. He aquí, resumida, parte de su exposición:
“Estaba estudiando 4º curso de Medicina cuando inicié voluntariamente unas prácticas de Psiquiatría en el manicomio provincial de Salamanca, dirigido por el Dr. D. Ángel Domínguez Borreguero. La tarea la continué hasta junio de 1947. El Dr. Borreguero se había formado en Psiquiatría en Alemania, país al que aún hacía cortas visitas para actualizarse en la materia. A mi entender, estaba empecinado por encontrar la génesis de la esquizofrenia y, en general, de las enfermedades mentales, a través de sistemáticos análisis del líquido cefalorraquídeo y radiografías craneoencefálicas, que llevaba a cabo en casi todos los pacientes del centro. Yo le daba la razón cuando veía lo bien que les iba a algunos pacientes con depresiones largas y severas que caían en ‘estados catatónicos’ la aplicación de inyecciones intravenosas de cardiazol, que luego se sustituían por el tratamiento con ‘electroshock’. En el manicomio, aprendí a hacer diagnósticos dentro de la más estricta orientación de la clínica alemana de gran raigambre krepeliana”.
También Dª Jesusa precisa sobre el manicomio que estaba en un edificio mal acondicionado, que tenía dormitorios corridos, que se pasaba mucho frío y que no disponía de agua caliente, ni tan siquiera para lavar la ropa que se hacía a mano.
Queda claro que D. Ángel pasó la Guerra Civil en Salamanca. Posiblemente, como los restantes médicos de la Universidad no encausados, fuese militarizado, pero él no dejó su destino como médico del manicomio, que, al parecer, durante la guerra tuvo tanta o más carga de enfermos que lo habitual. Se supone que la situación de miedo, las necesidades de familias, la falta de medicinas y el ambiente bélico podrían haber incidido en la población para desatar los nervios y hacer creer a algunas personas que otras de su cuidado precisaban cura del psiquiátrico. Las actas de la Diputación recogen los informes del director del manicomio notificando el ingreso de pacientes, así como la baja de enfermos restablecidos. Por entonces, es frecuente el anuncio en la prensa de especialista en “enfermedades nerviosas y mentales”, consulta a las 11 y a las 4 en Corrales de Monroy, 3, teléfono 20-26. Los sueldos eran bajos y había que ayudarse de varios modos. También in«uía en ello la forma de ser de la persona y su profesionalidad.
Tras la guerra sucedieron años de escasez y pobreza en general; por tanto, la situación seguía prácticamente igual hasta fin de los años 40, y entonces él entró en otro trabajo añadido.
No he visto su hoja de servicios para dar con exactitud su comienzo en la Facultad de Medicina como profesor adjunto, pero era condición necesaria para que, posteriormente, pasase a ocupar el cargo de encargado de Cátedra. Eso fue a partir del curso 1948-49, cuando, a propuesta del Decanato de la Facultad de Medicina, es nombrado profesor encargado de la Cátedra de Psiquiatría de la Universidad de Salamanca. Como estos nombramientos se renovaban cada curso, así se fue haciendo en su caso. El sueldo era el de dos tercios de los emolumentos asignados al catedrático, cuando lo había. En 1948, comenzó percibiendo 8.000 ptas. anuales. En 1951, la cantidad se duplicó, exactamente, por subida general al profesorado. Y en 1955 se especifica que, además de ese sueldo, seguirá percibiendo las 6.000 ptas. de profesor adjunto. Y en septiembre de 1956, el sueldo alcanzado como encargado de la Cátedra llegó a las 18.880 ptas. Sin embargo, entonces ya no renovó este contrato.
En 1963 impartió una conferencia en la Facultad de Derecho de la Universidad de Salamanca que versó sobre ‘Consideraciones generales sobre la peritación psiquiatrita en el Derecho Penal’. Precisamente hizo la presentación del mismo el Dr. D. Alfonso Ledesma Jimeno.
En el verano de 1961, corría la voz de unas apariciones de la Virgen María a unas niñas de Garabandal (Cantabría). Allí acudieron desde Llanes, donde veraneaban, D. Ángel Domínguez y D. Gerardo Plaza, catedrático de la Universidad de Salamanca. D. Ángel Domínguez dejó el micrófono de su magnetofón a las niñas para que registraran la voz de la Virgen. Pasado el éxtasis que aquellas tuvieron, en que, según decían, veían y escuchaban a la Virgen, se les hizo oír a las niñas la grabación del magnetofón lo que ellas habían estado diciendo a la misteriosa aparición. Todos los concurrentes allí quedaron emocionadísimos. Entonces D. Ángel dijo con gran alegría: “Esto se lo mando yo al Papa”.
Las dos noticias son la de su veraneo en el pueblo de Asturias y la tenencia de magnetofón, instrumento entonces novedoso, que hace suponer que el doctor lo utilizaría en su consulta y en sus trabajos experimentales, especialmente útil para realizar un psicoanálisis.
La necesidad de un Hospital Psiquiátrico nuevo se venía gestando desde 1954. La Diputación Provincial de Salamanca se encargó de su realización y, tras los primeros años, puede darse como fecha de terminación de una fase 1957. Un nuevo impulso se dio a la construcción a partir de enero de 1959. Se construía un centro nuevo en terrenos de la Diputación, en el llamado barrio de la Vega, que se iba levantando en varias fases. Tendría capacidad para atender a 500 pacientes. Por fin, en octubre de 1963, ya estaba próxima su inauguración.
La Facultad de Medicina y la Diputación convinieron en que la Cátedra de Psiquiatría ocuparía una parte del nuevo hospital para sus funciones clínicas y clases de observación y tratamiento de los enfermos.
Por consiguiente, por el número de pacientes y amplitud de atenciones que serían precisas, el director tuvo que tener un equipo mucho más numeroso que en el manicomio. Era, pues, una promoción en el rango del cargo y en la responsabilidad de llevar un centro. Las muchas atenciones, los análisis y las clases, todo salió grande y complejo, pero D. Ángel no se amilanó ni dejó nada sin cuidar. Tampoco podía asistir a la Facultad como profesor ni a la consulta interna; le bastaba el Hospital Psiquiátrico y, de esta suerte, su prestigio se mantenía idéntico o, mejor, se fue incrementando.
No he localizado su necrológica, y me extraña grandemente que no la escribiese alguno de sus compañeros o discípulos. Seguramente estará escrita en alguna revista profesional fuera de mi alcance. Por eso he de volver a las palabras del Dr. Ledesma Jimeno, puestas en la cabecera de este trabajo, que me parecen sumamente sinceras. Y del mismo doctor añado:
“Se había formado en Alemania… Había hecho unas publicaciones extraordinarias sobre el uso del electrochoque. Con la introducción de las asignaturas de Psiquiatría y Psicología en las facultades, en Salamanca es nombrado encargado de Cátedra… Era considerado el primer psiquiatra del área de Salamanca y, a nivel de publicaciones científicas y de formación en el extranjero, era una figura internacional, pero no eran lo suyo las aceradas luchas que existían por obtener una Cátedra universitaria en las Facultades de Medicina”.
En resumen, D. Ángel Domínguez Borreguero tuvo una señalada personalidad. Destaca su vocación por la Psiquiatría, su entrega a su trabajo, a la ciencia médica y a los enfermos y por ser cumplidor de sus obligaciones con esmero y fidelidad.
Su formación avanzada y pionera le hizo ser conocido y amigo de los grandes especialistas de Psiquiatría de su época de España y del extranjero. Posiblemente, el 7 de junio de 1979 salieron a recibirle las almas de muchos sujetos que, estando muy bien atendidos en el psiquiátrico, querían seguir a su lado y no marcharse a sus casas.
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