Por Ramón Martín Rodrigo
Licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte
y doctor en Geografía e Historia
Esta biografía debería haber sido publicada hace tiempo. Me detuvo hacerlo conocer que de este médico ya se había escrito mucho en muy diversos sitios, y siempre elogiosamente y con gran cariño. Sin embargo, como todo eso no se ha reseñado en Salamanca Médica y como este doctor tuvo méritos y nombradía muy reconocidos, ahora me decido a escribir unas líneas sobre su vida.
Procuro no tomar mucho de cuanto de él se ha publicado, y, sin dejar de consultarlo y de citarlo, doy preferencia a mis indagaciones, tal como he hecho en casos análogos, y sigo un esquema expositivo similar al de otras biografías. Utilizo como fuentes fundamentales la prensa salamantina y sus dos expedientes académicos2, así como las exposiciones colocadas en Internet3.
Como dice el refrán español, “vale más caer en gracia que ser gracioso”. Pues a Luciano Barcala todo el mundo lo miraba con buenos ojos y veía en él a un joven simpático, inteligente y trabajdor; cabe aplicarle el popular dicho de que “tenía ángel”4. Desde el inicio de sus estudios, va salir de continuo en la prensa, debido a sus óptimas calificaciones, pero también por su afabilidad, que despertaba empatía, y por sus escritos, por los que protantamente comienza a ser considerado colaborador, al menos de El Adelanto. En este periódico siempre fue muy bien tratado5.
Luciano6 nació en Salamanca en 1904, hijo de Santiago Barcala Pérez, del comercio († Madrid, 13-IX-1932), y de Josefa Moro –hija de Blas Moro Sánchez, carabinero († 28-VIII-1913) y de Sebastina Fraile Corrionero († 17-III-1930)–. Sus padres tuvieron también otro hijo llamado Eduardo († 1909, a los 18 meses de edad), una hija llamada Nieves, maestra de primera enseñanza, y otra hija, Eugenia, familiarmente llamada Geñita7. Luciano se casó con Carmina del Castillo Moreno el 15 de julio de 1933, en la iglesia de San Juan de Sahagún de Salamanca8. De este matrimonio nacieron tres hijos. En 1936 se casó Nieves Barcala con Lucio del Portillo Ibarlucea, siendo madrina “la bellísima señorita Geñita Barcala, hermana de la desposada”. Siete años después se casaba Geñita (19-VI-1943) con el médico don Francisco Basabe Hernández, de cuyo enlace fue padrino de boda su hermano, don Luciano.
Luciano Barcala inició los estudios de Bachillerato mediante el examen de ingreso en septiembre de 1916. El Salmantino y El Adelanto traen la noticia de que ha obtenido Premio Extraordinario. He aquí otras notas de las aparecidas en la prensa local de junio de 1917 a 31 de mayo de 1922: “Caligrafía, Preceptiva Literaria, Ética y Rudimentos de Derecho y 1º Física: Sobresaliente”. “Francés 2º curso, Álgebra y Trigonometría, Psicología y Lógica, Agricultura, Ética y Rudimentos de Derecho 2º e Historia Natural: Matrícula de honor”. El resto de notas queda sin consultar; es de suponer que no serían tan extraordinarias como las relacionadas.
De 1923 a 1929 realizó la carrera de Medicina9, teniendo por medio el servicio militar, del que sólo nos consta que, según su cartilla militar, ingresó en caja el 1 de agosto10 de 1925. Pero, ciertamente, en el curso de 1926 es alumno en la Facultad de Medicina, pues en ese año es cofundador de la ACADEMIA MÉDICO ESCOLAR.
Entre las notas que Luciano fue ganando conocemos, por la prensa, las siguientes: Oftalmología (junio, 1927), Patología y Otorrinolaringología (junio, 1928), las tres con Sobresaliente; Dermatología, Matrícula de honor (junio, 1929). Además, son méritos académicos ser propuesto (18- XI-27) como alumno supernumerario, haber ganado la oposición para alumno interno de Obstetricia y Ginecología, cuya cátedra regentaba don Casimiro Población, con quien pasó un año de ayudante de prácticas, y también ayudante de prácticas de Patología con don Agustín del Castillo.
En don Luciano Barcala se manifiesta muy pronto su inclinación a la literatura, que llevará consigo durante su vida. Así, en 1918, la revista Muchachos recoge que “desearía pertenecer a alguna Sociedad Literaria”. Poco después, publicó un libro de poemas, Las voces del silencio. En 1921, Gabriel H. González le dedica un relato (en El Pueblo, 9-X-1921). En 1922, en La Tribuna Escolar, publicó un poema, Los surtidores, y el prólogo a una breve novela, La Caridad, reina, de su amigo Ángel Moisés Grande. En 1923, organizada por la Academia de Santo Tomás una velada literaria en Homenaje a la mujer salmantina, don Luciano envió una poesía que recibió merecidos elogios (6-1- 1923).
Andrés Corral escribe (24-I-1930) –para darle la razón– sobre un artículo de Barcala publicado en la Página Escolar sobre El encajonado. Fundada la Academia Médico Escolar, prontamente apareció la Revista-Boletín del Colegio Médico y la Academia, en la que se publicaban valiosos artículos científicos. Tanto, que el Colegio Médico de Salamanca concedió, en 1933, un voto de gracias para los señores Barcala y Carrasco Pardal por sus constantes trabajos de redacción11 y administración de la Revista Médica Salmantina.
Su aportación literaria es reconocida con su ingreso en el Centro de Estudios Salmantinos, correspondiente al 16 de abril de 1951, tres meses después de su constitución, lo que demuestra que entró a formar parte de un reducido grupo muy señero de grandes figuras intelectuales de Salamanca que ponía en circulación Las Hojas Folklóricas12. En 1956, don Joaquín Ruiz Heras dejó escrito en el Noticiero Médico una Breve semblanza biográfica de don Luciano13, señalando también que había publicado varios artículos sobre las costumbres y los trajes típicos de La Alberca. Ese afán de escritor no se olvidó en Salamanca, y por eso mismo, una vez jubilado y ya con domicilio en Salamanca, entró en el CES como miembro de Número (19 de diciembre de 1975)14. El Adelanto ofrece un exlibris (29-XI-1945)15. De 1965 es un libro de don Luciano, Cartas y Telegramas 1965-1967, con Ángel María de Lera.
He aquí lo que el 12 de junio de 1930 dice El Adelanto: “Entre los nuevos licenciados en Medicina y Cirugía figura nuestro querido amigo y colaborador don Luciano Barcala Moro, uno de los estudiantes salmantinos que más ha destacado en la vida universitaria y cultural de la ciudad. Becario del Colegio de San Ambrosio, su expediente brillante y magnífico es garantía de su cultura médica y de los éxitos que le esperan. Hombre de inquietudes y de propósitos de mejoramiento de la enseñanza, ha dedicado parte de su vida al estudio de problemas escolares, a organizaciones universitarias, obrando con una alteza de criterio y de miras que le han acreditado de estudiante forjado bien. Y todo ello lo ha dicho con brillante palabra y lo ha escrito en magnífico estilo literario, suelto, ameno y ágil, con la agilidad de su talento y la fuerza de su cultura”16. Por consiguiente, ha quedado desde aquella fecha una acertada definición de este doctor.
En 1926 había entre los estudiantes de la Facultad de Medicina inquietudes de conocimiento y promoción. Esos deseos fueron encauzados por un par de jóvenes de valía y decididos, don Darío Carrasco Pardal y don Luciano Barcala Moro, quienes, efectivamente, a fines de 1926 fundaron la Academia Médico Escolar y la pusieron a colaborar con el Colegio Médico de Salamanca. Fue su primer presidente don Darío, luego le siguió en el cargo unos tres años don Luciano17, y después otros estudiantes. Desde 1927 a 1936, la Academia, unas ocasiones por sí sola y otras en unión con el Colegio Médico, desarrolló un actividad grande, meritoria y llamativa.
Entre las diversas actividades organizadas conjuntamente por ambas entidades, destacan los actos en homenaje a personalidades de la Medicina, como Santiago Ramón y Cajal, y las conferencias impartidas por eminentes catedráticos de la Facultad de Medicina de Salamanca y por las figuras más importantes de la Medicina de entonces, entre otros, Enrique Suñer, Lafora, Marañón, Fornos o Bañuelos. Una de esas conferencias fue, precisamente, la impartida por don Luciano el 26 de enero de 1929, siendo aún estudiante. Versó sobre Un aspecto de correlación entre glándulas endocrinas, soma y psiquis.
Generalmente, las conferencias se impartían en el salón de actos del Colegio Médico, pero también fue otro medio empleado la emisora Inter-Radio, para difundir por las ondas un curso de divulgación científica. En esta emisora intervino Barcala, en mayo de 1936, desarrollando el tema Enfermedades de los viejos y maneras de evitarlas. No hay espacio para hacer reseña de ninguna de las referidas conferencias, pero hay que subrayar que don Luciano ocupó en alguna ocasión la mesa presidencial de las mismas y que, derivado de la gestión para organizar las referidas conferencias, traer a ellas a grandes médicos, hablar con ellos y a veces acompañarles a una comida homenaje, fue un hecho importante a considerar en su vida profesional que, lógicamente, contribuyó a aumentar la fama de sus grandes conocimientos y simpatías.
En diciembre de 1935, tuvo lugar una Asamblea de Médicos de Salamanca18, que no era la primera que se hacía. En esta, don Luciano, y como apertura de la misma, leyó unas cuartillas en las que defendió admirablemente a los médicos y la necesidad de que fuera el Estado quien pagase el sueldo a cada uno de los que estaban ejerciendo. Y argumentó que, de seguir las cosas como estaban, dependiendo la remuneración del médico del contrato realizado con los ayuntamientos –que incluían las igualas y una serie de familias de beneficencia–, algunos facultativos iban a seguir bajo el arbitrio de ciertos alcaldes y secretarios.
Por eso pidió sacar unas conclusiones que, sometidas a votación, fueron unánime aprobadas, y en una acordaron, tras visitar al gobernador civil de Salamanca, que una comisión de médicos fuera a Madrid a exponer allí los problemas planteados. Fue valiente su intervención, de la que se hizo eco la prensa local. Por eso, días después, una asamblea de secretarios municipales, reunida en el Teatro Moderno de Salamanca, se quejaba de alguna afirmación de don Luciano Barcala, entendiendo que había dicho que estos funcionarios, en unión con los alcaldes, actuaban como caciques locales. Desde luego, no entendieron bien lo dicho en la Asamblea de los médicos, por cuanto Luciano expuso que, en algunos casos, “determinados médicos”, por el manejo del poder local, podían quedar sin la consideración y sin el sueldo adecuados a su merecido e importante trabajo.
Según el doctor don Joaquín Ruiz Heras, Luciano Barcala fue a La Alberca para sustituir al médico titular, don Jesús19, durante su enfermedad. Allí nació la admiración por este pueblo para pedir la plaza, tan pronto quedase vacante, lo que prontamente ocurrió. Allí comenzó a ejercer días después de su toma de posesión, el 25 de julio de 1931 (llegó para ejercer en agosto, dice el periódico, con 26 años de edad). Paulatinamente nació en don Luciano su vocación principal, la de ser médico de un pueblo. Y allí también nacería la admiración por esta población, lo que no es de extrañar, porque las gentes de La Alberca, en general muy afables y acogedoras, estaban muy contentas con él, y recíprocamente otro tanto.
En La Alberca, además de las enfermedades que podemos considerar generales, don Luciano tuvo que atender a algunos heridos por acción violenta (cuestión que, habiendo sido frecuente en la comarca, afortunadamente vino disminuyendo notoriamente en toda la zona); heridos también accidentalmente y otros que, por la distancia y dificultad para viajar, se acogieron a la buena práctica y sabiduría de este doctor.
Según la exposición que se hace de don Luciano con ocasión del homenaje que se le tributó en La Alberca, él era entusiasta de la terapéutica natural, con lo cual todos salían ganando. Si en Salamanca tenía muchas relaciones, en la Sierra no fueron pocos los médicos con los que compartió temas e inquietudes: Ferrán, de Sequeros; Fructuoso, de San Martín; Arias, de Mogarraz), y otros.
Fueron sus maestros don Agustín del Cañizo, don Dámaso de la Peña, don Casimiro Población. Fueron sus amigos don Darío Carrasco Pardal, don Nicasio Cimas Leal, don Serafín Pierna, don Primo Garrido, don Antonio Calama, don Joaquín Montero y otros muchos. Relación especial y familiar la adquirió con don Francisco Basabe, cuyo hijo José fue director del Hospital Psiquiátrico20.
Aunque ya van dichas algunas de sus publicaciones, haciendo un resumen se pueden recordar las siguientes: Un caso de dextrocardia adquirida, trabajo hecho juntamente con Darío Carrasco Pardal (1927); Un aspecto de la correlación entre glándulas endocrinas soma y psiquis (1925); Un tema de Obstetricia, trabajo premiado en 1935 en la revista de Ciencias Médicas , y Enfermedades de la vejez y modo de evitarlas (1936), impartida en Inter-Radio de Salamanca.
Su domicilio en La Alberca no impidió que don Luciano se encontrase en Salamanca con frecuencia y para diversos fines. Con afán de aprender le vemos en el Cursillo para Inspectores Médicos en 1930, y en 1950 figura en el VI Curso General de Perfeccionamiento Sanitario, apareciendo en la lista como el único becario de los 27 asistentes. Igualmente, estuvo en la capital en el homenaje que se le hizo a don Filiberto Villalobos (1934), como anteriormente lo había estado en el homenaje que se rindió a don Serafín Pierna cuando aprobó las oposiciones a Cátedra (3-III-1929). Esta presencia, que continuó durante su vida, hace que no se olvide su personalidad ni su valía.
En octubre de 1974, el Consistorio de La Alberca y todo el vecindario de la población le rindieron un homenaje como muestra de agradecimiento al médico que durante más de cuarenta años continuados les atendió; fue “su amigo, su consejero y un albercano más”. La prensa local recoge desde una breve reseña biográfica del médico jubilado a varios fotos y los actos celebrados (misa, lectura del acuerdo municipal, dedicación de una placa de plata por suscripción vecinal y comida homenaje). Fue un cálido acto de admiración y cariño que ha sido recordado con frecuencia, incluso recientemente en Salamancartvaldía.
Tras la muerte de don Luciano, en 1980, la prensa local escribió su necrológica. El Adelanto, con la firma de Enrique de Sena, dice que fue su amigo, y que ya escribió un artículo con ocasión del homenaje que se le hizo en 1974, del que ahora repite algunas de las ideas. Y luego añade otras elogiosas y muy sentidas palabras. De ellas tomo los párrafos que siguen: “Mantuvo contacto permanente con sus maestros, participó en jornadas médicas, asambleas, actos colegiales internacionales y correspondencia con notorias celebridades médicas… Fue un médico humanista, un médico de cabecera, de familia; hombre bueno, porque siempre tuvo afán de comprensión y tolerancia, y unió a todo esto un exigente sentido de responsabilidad, afán de saber, de conocer, de estudio y rigor”. También fue, claramente, un cató-lico convencido y testimonial. En resumen, la vida de este señor ofrece un modelo para otros médicos, y resulta una gloria más para el conjunto de médicos salidos de la Mater et Magistra de Salamanca y vinculados al Colegio Médico de esta ciudad.
Notas:
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