Por M. Puertas
Volvemos a las aulas de la Facultad de Medicina de Salamanca para rescatar, en esta ocasión, la figura del ginecólogo Casimiro Población Sánchez (Salamanca, 1885 – Madrid, 1940), íntimo amigo de nuestro anterior invitado Agustín del Cañizo García, con el que compartió inquietudes académicas, profesionales e ideológicas en la Salamanca de principios del XX.
A pesar del destierro del olvido al que siguen sometidas en nuestra provincia figuras como ésta, hablar de Casimiro Población es hacerlo de un hombre brillante en todos los sentidos. Como estudiante, lo corrobora un currículo lleno de distinciones, menciones honoríficas, premios y gratificaciones económicas; como profesor, quedó patente en el cariño que le profesaron sus alumnos y en el compromiso que siempre expresó por el futuro de la enseñanza en España y en la Universidad de Salamanca, en especial; científicamente, lo refleja una trayectoria salteada de continuas escapadas a Alemania, la cuna de la ciencia entonces, también a Francia y a Estados Unidos, para empaparse de las últimas novedades de su especialidad; profesionalmente, lo refleja una ingente labor clínica en los hospitales de la ciudad (Santísima Trinidad y Provincial y Clínico), unida a la desarrollada en su famoso sanatorio de la calle Las Eras.
Su salto a la política local en un momento dado, su amistad con Miguel de Unamuno y con otros ilustres médicos de la época (perteneció al llamado “coro de doctores de Fedra”) o su cátedra en la Universidad Central, son otras circunstancias que contribuyeron a hacer de él una figura respetada y oída en Salamanca, ciudad de la que nunca se desligó y en la que continúa su estirpe.
Casimiro Población Sánchez nace en Salamanca el 4 de marzo de 1885. Su contacto con la Universidad, que luego iba a ser su vida, se iniciaría muy temprano debido a la profesión de su padre, Eleuterio Población, que durante muchos años desempeñó el cargo de secretario general de la Universidad. No obstante, antes de llegar a la Universidad nuestro protagonista tendría que pasar por el Instituto de Segunda Enseñanza de Salamanca, donde rápido iba a destacar como un alumno brillante. Así, lo revela un expediente plagado de sobresalientes, premios y distinciones. De esta época resalta que ya, quizás intuyendo los derroteros profesionales que le esperaban, cursados años de francés y uno de alemán.
Llegó a catedrático con 27 años en unas oposiciones muy competidas. Nada menos que 33 candidatos
En 1897 inicia los estudios preparatorios de Medicina, logrando el título degrado con sobresaliente en junio de1904. En esos años no se limitó a estudiar la carrera, ya que fue becario por oposición del antiguo Colegio Santiago Apóstol con el haber de dos pesetas diarias, del que disfrutó durante la Licenciatura y habiendo obtenido el número de sobresalientes que exigía el reglamento de la Junta de Colegios Universitarios, esta institución le costeó el título de Licenciado y la pensión de cuatro pesetas diarias para estudiar oficialmente en Madrid las asignaturas del Doctorado. Al haber aprobado con sobresaliente las cuatro asignaturas y el grado de Doctor, la misma institución colegial le costeó dicho título y le pensionó con cuatro mil pesetas para ampliar durante un año sus estudios en el extranjero, pensión que realizó en París y Lyon entre el 1 de octubre de 1906 y el 30 de septiembre de 1907. Su título de Doctor está expedido en Madrid en marzo de 1908. Ese mismo mes iba a recibir una nueva pensión del Estado para ampliar sus estudios de Ginecología en Berlín. No sería ni mucho menos la última vez que viajara a la capital alemana.
Por entonces, Casimiro Población ya había dado los primeros pasos de su extensa carrera docente, labrada paso a paso. Según consta en su expediente, el 2 de octubre de 1907 es nombrado auxiliar interino gratuito de la Facultad de Medicina, cargo que desempeñó durante casi año y medio. En febrero de 1909 yen respuesta a una petición de mejora desueldo es designado auxiliar interino retribuido con la gratificación de mil pesetas anuales (su expediente ilustra perfectamente cómo de peldaño en peldaño y de ascenso en ascenso esas mil pesetas eran doce mil cuando abandonó Salamanca en 1933). Cesó como auxiliar retribuido, puesto en el que había ocupado la vacante dejada por Herrera, después de tres años y un mes, al tomar posesión como catedrático numerario de Ginecología en 1912.
Llegó a catedrático con 27 años, pero no fue fácil. Nada menos que 33 candidatos competían por el puesto, según recoge en su número de diciembre de 1909 la Revista Médica Salmantina, dirigida por Hipólito Rodríguez Pinilla. Entre los aspirantes estaban José Carlos Herrera, Manuel de Pinto, José M. Casado, Tomás Rodríguez, Clodoaldo García, Dacio Crespo, Francisco Díez, Vicente Pallarés, Alejandro Rodríguez, Manuel Villar, Julio Villar o Ángel Enciso.
Fue nombrado catedrático numerario de Ginecología de la Facultad de Medicina de Salamanca el 21 de marzo de 1912 en virtud de oposición, turno libre y propuesta unánime del Tribunal. Tomó posesión de la plaza con su clínica el 1 de abril del mismo año, con un sueldo anual de cuatro mil pesetas. A partir de ahí comenzaba una trayectoria como catedrático que iba a durar más de veinte años en la Universidad de Salamanca antes de pasar a la Universidad Central.
Junto a sus tareas docentes, el expediente nos permite observar que el deseo de actualización fue una constante en este ginecólogo que compaginaba docencia con clínica. Así, no se había cumplido aún su primer año de catedrático cuando ya solicitaba una ayuda de 350 pesetas mensuales y 500 para gastos de viaje a fin de ampliar nuevamente sus estudios de Obstetricia y Ginecología en Berlín durante los meses de septiembre, octubre y noviembre de 1913.
Con motivo de esta petición, Isidro Segovia, el gran decano de Medicina, le echaba una mano e informaba al Rectorado de que “teniendo en cuenta el entusiasmo con que el señor Población sigue los progresos de la especialidad que cultiva, demostrado por su labor docente, y el deseo que hace algún tiempo ha hecho público de estudiar el tratamiento de las neoplasias malignas del útero por la Rautgen-terapia y los nuevos métodos hematológicos para el diagnóstico y pronóstico de las infecciones puerperales, cuyos adelantos puede en Berlín apreciarlos en su valor real, y el que su ausencia de la Cátedra que profesa ha de durar dos meses solamente, siendo sustituido por un auxiliar que estuvo encargado de dicha asignatura durante los muchos meses que fue vacante, entiende el que suscribe que puede concederse al doctor población la licencia que solicita”. El Rector Miguel de Unamuno, que pocos meses después iba a ser destituido, no duda en informar favorablemente al considerar el viaje “de muy beneficiosos resultados para la enseñanza de su asignatura”.
Junto a sus tareas docentes fue un hombre muy preocupado por su actualización, con continuos viajes al extranjero
Llevaba casi seis años de catedrático cuando en marzo de 1918 recibe el primer ascenso en el escalafón general del profesorado universitario y el primera umento de sueldo que se situaría en las cinco mil pesetas anuales. Los restantes ascensos no se iban a hacer esperar tanto, ya que en apenas año y medio ya había recibido otros tres y su sueldo llegaba a las ocho mil.
En medio de ese periodo, al comenzar el curso de 1917 había solicitado que se le concediera como acumulada la cátedra vacante de Obstetricia. Curiosamente, tras un breve silencio administrativo no recogido en su expediente, el 6 de noviembre de 1919, Isidro Segovia comunica un acuerdo de la Junta de Claustro en el que se propone para la Cátedra de Patología Quirúrgica acumulada a Casimiro Población y para la auxiliaría temporal de Obstetricia y su clínica a Adolfo Núñez Rodríguez. Esta cátedra acumulada sólo la iba a ocupar un curso, ya que a comienzos del siguiente, en octubre de 1920, comunica al decano que “a causa de mi precario estado de salud me veo en la previsión de renunciar a la Cátedra acumulada de Patología y Clínica Quirúgica que venía ocupando desde el curso anterior”.
Motivos estos, sobre los que no hemos logrado profundizar y que incluso están confusos en algunas de las hojas de servicios que de él hay en la Universidad de Salamanca, lo cierto es que al siguiente curso, octubre de 1921, Casimiro Población es elegido por la Junta de la Facultad como miembro de la comisión que ha de dictaminar sobre la constitución de tribunales de exámenes y los principios que regulan las becas. Asimismo, no había pasado un año, septiembre de 1922, cuando otro acuerdo de la misma Junta le propone para la Cátedra de Obstetricia, entonces vacante, en concepto de acumulada. Se le concede en noviembre de 1922 y toma posesión el 1 de diciembre de ese año. Por tanto, ocupará la Cátedra de Obstetricia y Ginecología hasta que en 1933 consigue el traslado a Madrid.
Entre el 22 y el 33 su expediente recoge nuevos ascensos y subidas desueldo, sin duda porque sus méritos así lo exigían, ya que no cabe duda que durante todo ese tiempo lejos de acomodarse en la Cátedra continuó su afán por empaparse en el extranjero de nuevos conocimientos sobre su especialidad y la clínica de la misma. En este sentido, hay constancia de un telegrama que recibe el rector desde Burdeos en el que “la Misión Médica con gran satisfacción le saluda y felicita a ese claustro por las manifestaciones que profesores y alumnos de la Facultad de Medicina de Burdeos han tributado al doctor Población después de la brillante conferencia que aquí ha dado este catedrático”.
El cese de su actividad en la Universidad de Salamanca se produce el 31 de agosto de 1933, después de que a principios de ese mismo mes fuera nombrado catedrático de Obstetricia y Ginecología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid, en virtud de un concurso de traslado. De su etapa madrileña, nuestros datos se limitan a su íntima relación con Jiménez Díaz, Del Cañizo o los hermanos Estella, sus viajes a la Clínica Mayo de Estados Unidos y las visitas semanales a Salamanca, donde seguía pasando consulta en su clínica de la calle de Las Eras, en la que era frecuente que el personal de enfermería procediera de Alemania o Suiza, según comenta su hija pequeña, Pilar Población, la única de los cinco hijos de don Casimiro que aún vive.
A través de ella, también sabemos que la Guerra pilló al doctor Población de casualidad en Salamanca (había venido a pasar a la ciudad el día del Carmen). Durante la contienda su clínica fue una de las más frecuentadas de la ciudad, con protagonismo en la atención a familiares de mandos militares e incluso políticos (la mujer de Serrano Súñer, hermana de Carmen Polo, por ejemplo).
Su labor asistencial en el bando nacional no tiene que ver ni mucho menos con una afinidad política al régimen. Al contrario, su pasado republicano y de “tendencia izquierdista”, en palabras de Emilio Salcedo, no le permitirían librarse del expediente de depuración por el que también tuvieron que pasar muchos compañeros suyos como Agustín del Cañizo o Filiberto Villalobos.
Así, en los archivos de la Universidad consta cómo el Juzgado Instructor de Responsabilidades Políticas pedía al Rectorado en octubre del 39 que le informara si el doctor Población durante el ejercicio del cargo de catedrático en Salamanca “se significó a favor de partidos de izquierda o de los formaron el Frente Popular y si se valió de la Cátedra para difundir o inculcar en los estudiantes ideales que luego fueron decisivos para forjar la subversión roja; sus relaciones con la F.U.E.; si protegió a esta organización directa o indirectamente, induciendo o protegiendo las huelgas que declararon y la posición de dicho catedrático en cuantos problemas de carácter político se plantearon en el seno de la Universidad”.
A los pocos días contestaba el rector Esteban Madruga exponiendo en su informe que en el momento de la formación del Frente Popular, don Casimiro ya se encontraba en Madrid y por tanto, no podía informar al respecto. Sí que explicaba el Rectorado que “en la época de la caída de la Monarquía se manifestó el señor Población como republicano independiente y formó parte con este carácter en la coalición antimonárquica que se formó pasadas las elecciones de concejales en abril de 1931, siendo elegido concejal, cargo que desempeñó hasta el año 1933, en el que cesó no sé si por renuncia o por su traslado a Madrid”.
Aún más interesante, por cuanto da algunas pinceladas de la personalidad del personaje que nos ocupa, es el segundo punto en el que el rector señala que Casimiro Población “en esta Universidad siempre fue uno de sus mejores alumnos y después un excelente catedrático, fiel cumplidor de su deber, que trabajó infatigablemente en la creación y organización del Hospital Clínico. No desempeñó cargo alguno de mando en el Gobierno de la Universidad y según informes adquiridos por este Rectorado no consta que utilizase la Cátedra para fines políticos, sino sólo docente”. Por último, en cuanto a la FUE el Rectorado asegura desconocer cualquier tipo de vinculación del doctor Población y pone en conocimiento del Juzgado que la FUE “nunca fuere conocida con carácter oficial por esta Universidad (…) y don Miguel de Unamuno, mi antecesor, tuvo la valentía de no admitir ninguno de los privilegios que la República quiso conceder a dicha organización”. En el mismo sentido, añade el rector que los protectores de la FUE “debieron ser muy pocos porque en Salamanca dicha organización vivió miserablemente y con pocos afiliados”.
Por último, el rector asegura que “en la Universidad, desde las postrimerías de la Monarquía, apenas se han vuelto a plantear cuestiones políticas y la posición del señor Población en los claustros de aquellas ya lejanas fechas era la de un republicano antimonárquico sin extremismos, considerándolo persona memorable”.
Ese carácter moderado, de persona honorable, su condición de católico practicante, el ejercicio de sus hijos en el frente o el ofrecimiento de su clínica para ayudaren lo que pudiera a la población salmantina, contribuirían a que saliera limpio del proceso de depuración. Incluso se reintegró a la familia el importe de la multa que con anterioridad se le había puesto.
Por desgracia, acabada la Guerra y de regreso a Madrid no tuvo mucho tiempo para seguir encumbrando un nombre cada vez más conocido a nivel nacional. En palabras de Enrique Esperabé, “cuando en la capital de España era ya uno de los primeros ases y su fama había traspasado las fronteras, la guadaña de la muerte puso fin a su vida”.
Esto iba a ocurrir el 16 de febrero de 1940, cuando estaba a punto de cumplirlos 55 años, en su casa de la calle Abascal, esquina con Fernández de la Hoz. A consecuencia de un proceso tumoral en el cuello del que fue operado en París, las radiaciones le provocaron un empobrecimiento de la sangre, anemia por la que tuvo que ser sometido a varias transfusiones. Una embolia acabó con su vida. Su entierro se celebró en Salamanca siguiendo un deseo personal, ya que cada vez que pisaba el cementerio de la ciudad era frecuente que dijera, según comenta su hija Pilar, que “ya tenía más amigos dentro que fuera” y quería ser enterrado en él.
En el próximo número abordaremos su protagonismo en acontecimientos de la historia de la medicina de Salamanca como la organización del Hospital de la Santísima Trinidad o el Provincial y Clínico; su duro repaso a la situación de la Universidad española, en general, y de la docencia de Medicina, en particular, durante el discurso de inauguración del curso 31-32; algunas de sus publicaciones científicas; el homenaje póstumo que recibió en 1964 y otros episodios curiosos en su vida.
Lo deseábamos con motivo del nacimiento de esta revista en octubre de 2003 (fue el primero de los protagonistas de la sección “Maestros con Historia”) y se ha cumplido. Por fin, Salamanca ha reconocido al doctor Filiberto Villalobos (1879-1955) en los justos términos que merece su legado. El Colegio de Médicos, primera institución en tributarle un homenaje digno en 1976, tras más de veinte años de olvido, se felicita ahora por el homenaje por partida doble que le han rendido con motivo del cincuenta aniversario de su fallecimiento, Caja Duero, la Universidad y el Ayuntamiento de la ciudad.
Los actos programados hablan por sí solos de la entidad del protagonista. Un ejemplo de vida y de compromiso social y político, reunidos en la persona de un médico que comenzó a gestar su figura precisamente en las aulas de Medicina y que después llegaría a cotas mucho más altas. Siempre con un meta: la concordia, el consenso, la convivencia social y política…, sueños que cincuenta años después de su desaparición deben seguir siendo de referencia para los médicos de hoy.
Una buena excusa para sentir más cercano ese anhelo es el recorrido por la exposición “Sueños de concordia. Filiberto Villalobos y su tiempo histórico (1900-1955)”, que se puede visitar en el Patio de Escuelas Menores. Integrada por unos 1.200 elementos entre fotografías, documentos, obras de arte o escenografías, la muestra presenta como hilo conductor la vida de Villalobos para adentrarse en la España de su época.
El recorrido permite acercarse al Villalobos político (concejal, diputado provincial, diputado nacional y ministro), también al Villalobos médico, que nunca abandonó su frecuentada clínica de Rayos X, también al Villalobos reformista, preocupado por las gentes del campo, la educación o los niños, pero sin duda, tal y como ha señalado Ignacio Francia, uno de los comisarios de la muestra, “lo más atractivo de la vida de Villalobos es su propuesta moral. Soñó y practicó la concordia”.
La memoria de don Fili seguirá viva gracias al monumento que en su honor ha alzado el Ayuntamiento al final de la avenida que lleva su nombre. La escultura, en palabras del alcalde Julián Lanzarote “salda una inmensa deuda de gratitud de la ciudad con el doctor Villalobos”.
Cierto es que la vigencia de su figura, incluso entre los que no le conocieron, ha quedado patente en los actos organizados en el 50 aniversario de su muerte, tanto en el Paraninfo como en las inmediaciones del monumento, hasta donde se acercaron centenares de salmantinos. Todo un logro, “que se le siga recordando en esta Salamanca excesivamente dura”, como reconocía el alcalde, que definió este recuerdo vivo de los salmantinos como “el mejor homenaje”.
Desde estas páginas felicitamos a la familia Villalobos y en especial a su hijo Enrique por el empeño que sabemos siempre ha puesto en mantener vigente el recuerdo de “un hombre irrepetible y ejemplar”.
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