Arturo Núñez García

Por Ramón Martín Rodrigo

Licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte
y doctor en Geografía e Historia

Un médico al servicio de la enseñanza

Don Arturo nació en Valladolid el 5 de septiembre de 1867. Su padre se licenció en Medicina en la Universidad de esa ciudad del Pisuerga, y eso explica que el feliz acontecimiento del nacimiento de su hijo pueda considerarse una circunstancia accidental. Pero quitando la naturaleza del suelo, en lo demás nuestro médico fue un completo salmantino. No obstante por sus venas corrían genes de muy diversa procedencia. Su bisabuelo paterno, Antonio Núñez Escarpizo, había nacido en Barcelona, pero ya estaba en Salamanca en 1814. Su bisabuela, Juana de Valencia era de Madrid. Fueron sus bisabuelos maternos Alfonso Sampelayo, catedrático de la Universidad de Salamanca, natural de Zafra; y Teresa López, salmantina. Descendamos un escalón y veamos los abuelos paternos: Juan Núñez Valencia, oficial de la Contaduría de la Administración, y Juana Sampelayo López. De este matrimonio nacieron varios hijos, y entre ellos, en tercer lugar, vio la luz en Salamanca en 1841 Ángel Núñez Sampelayo, que se casó con Amadea, y fueron los padres de nuestro biografiado.

Ángel Núñez, a quien seguían conociendo como “Escarpizo”, estudió aquí el Bachiller de Artes, y luego la carrera de Medicina, obteniendo la especialidad de Obstetricia, desempeñando esta Cátedra en la Facultad hasta su jubilación en 1917. Murió en 1921.

Por tanto, como dice el refrán castellano, de casta le viene al galgo. Con un parde catedráticos en su familia y en una casa acomodada ya se podía estudiar. Sin embargo, como también es sabido, para sobresalir y conseguir méritos en los estudios es necesario poseer cualidades de inteligencia y de trabajo. La constancia y la entrega unidas a una buena formación constituyen el talento. Don Arturo lo fue. Veamos en efecto lo que refleja su expediente académico. Cursó estudios en la Universidad de Salamanca, en la que fue becario del Colegio Mayor de San Bartolomé, desde 1886 a 1891 obteniendo en todas sus calificaciones, sin excepción, sobresaliente. Fue merecedor de 7premios de honor, otros 5 premios más y una mención. Realizó el examen de grado de licenciado en junio de 1891. El segundo ejercicio consistió en el diagnóstico de una cistitis, y el tercero en el análisis de un cadáver. Por supuesto, la nota obtenida también fue de sobresaliente por unanimidad. El título para ejercer la profesión de médico cirujano le fue otorgado el 20 de julio de 1891.

Luego, como en Salamanca no podía hacerse la tesis doctoral, fue a Madrid y allí, en 1892, realizó los estudios pertinentes, examinándose en septiembre, exponiendo el tema Valor diagnóstico del análisis de la orina, discurso que publicado dedica a su padre, don Ángel, con las siguientes palabras: “Nada más justo que el árbol que de la tierra nace ofrezca a la tierra su primer fruto”. Habla en su tesis don Arturo del valor de la Física y de la Química como ciencias auxiliares, pero necesarias, de la Medicina, de tal forma que el progreso que se ha dado en aquellas, se va transmitiendo a esta ciencia para mejorarla a pasos agigantados. Interpreta la génesis, las funciones y la significación de la orina, así como su composición y análisis, las enfermedades que puede descubrir, y concluye que la orina es el mejor regulador de la crasis sanguínea.

En enero de1895, don Arturo ganó por concurso ser director y conservador del Museo Anatómico de la Facultad de Medicina, cargo que se le confirmó en 1898.

Catedrático

Atendida la reclamación de Salamanca, llamada de las “Facultades Libres”, y habiéndose conseguido en 1902, con apoyo de Romanones, que los cargos de la Facultad de Medicina fueran confirmados por el Ministerio de Instrucción, quedaba el camino abierto para nuevos aspirantes a cátedras, así pues, don Arturo se presentó a oposiciones, ganando la cátedra de Histología e Histoquímica normales y Anatomía patológica.

En 1917 pronunció un elocuente y profundo Discurso de Inauguración del curso académico universitario. En él habla de la Bacteriología, todavía en germen, refutando las opiniones de los escépticos de la misma, los que todavía hacían burla de los microbios; y anima a los estudiantes a seguir por el camino de la investigación. Luego termina con estas palabras: “La humanidad avanza y retrocede, la ciencia evoluciona afirma y niega, pero de un modo incesante, consciente o inconsciente, se perfecciona”.

Desde 1898 a 1924, don Arturo publicó una serie de obras de contenido científico y a la vez didáctico, en que se ve bien que era profesor, no sólo en los títulos, sino también en la redacción clara, concisa y ordenada y los sencillos grabados: Manual de Laboratorio Clínico; Manual de Histología Técnica; Programa de Anatomía, Manual de Patología. En éste, por ejemplo, hablando de la diabetes sacarina, sus síntomas, efectos y medios de curación, cuenta cómo a un enfermo le recetó una especie de placebo y, tomándolo, se curó. Lo cual confirma su defensa de la “sugestión terapéutica” y la hipnosis, según ya lo precisó Sánchez Granjel, y así se recoge, citando a este médico, en Salamanca Médica, nº 7.

Además son numerosos sus trabajos publicados en revistas profesionales y científicas. Por otra parte, como también hizo constar Sánchez Granjel, don Arturo era experto en enfermedades nerviosas, respiratorias, y, por supuesto, del aparato genitourinario. En cambio no siguió la especialidad de su padre, que pasó a ser desempeñada por don Carlos Herrera.

En 1925 don Arturo fue nombrado Decano de la Facultad de Medicina, cargo que desempeñó hasta 1929. Su larga vida profesional, al servicio de la Enseñanza le mereció la justa estimación de que disfrutaba por haber sido en todo momento un exacto cumplidor de sus obligaciones. Fueron muchos los médicos que aprendieron de sus sabias explicaciones y que por tanto le tenían estima y cariño. En abril de 1937 tenía que jubilarse por edad, pero por las circunstancias de la guerra civil ésta no se hizo efectiva hasta abril de 1939.

Alcalde

Hemos recordado algo de su vida profesional, ahora conviene dar siquiera unas pinceladas de otras facetas. Su vida familiar no tiene muchas novedades. Tuvo domicilio en la calle Torres Villarroel, nº 21. Se casó con María de las Candelas Rodríguez Martín, de cuyo matrimonio no quedaron hijos, pero de dos hermanos y tres hermanas que le sobrevivieron quedaron cuatro sobrinos, alguno de los cuales posiblemente viva, o al menos sus descendientes, a quienes nos gustaría que llegaran estas líneas. Como era lo acostumbrado en su época, don Arturo fue socio del Casino muchos años, asociación en la que su padre había sido presidente en 1873, y en la que Núñez García probablemente ingresó desde joven “como hijo de socio”.

De izqda. a dcha. Godeardo Peralta, Esteban Madruga, Filiberto Villalobos, Miguel de Unamuno, Castro Prieto y Arturo Núñez. Fotografía de 1934 (El Adelanto)

En 1924, en plena dictadura de don Miguel Primo de Rivera, cuando los cargos concejiles no tenían nada que ver con los partidos de ningún signo, sino con otras características, como la propiedad, la honradez, etc., fue nombrado alcalde de Salamanca. He aquí como se expresaba nuestro doctor: El señor De la Dehesa (D. Maximiliano, el gobernador civil) me habló del deber que tenía como español de prestar mi ayuda en este momento interesante y trascendente de la vida española desde este modesto escaño de la municipal, y ante este deber de ciudadanía no vacilé en aceptar. Luego me he encontrado hecho alcalde. Ni lo esperaba, ni lo deseaba. Y sólo aspiro a cumplir con mi deber y a realizar la misión encomendada del mejor modo posible”. Año difícil para el Ayuntamiento aquel de 1924 con la puesta en marcha del Estatuto Municipal, los 28 concejales y la posibilidad de ampliar el presupuesto municipal y además la creación de los somatenes y la Unión Patriótica. Don Arturo quiso dimitir el 26 de junio, dimisión rechazada por unanimidad. Luego le tocó recibir en octubre al Príncipe de Asturias. Entre sus hechos cabe citarla pavimentación de la Plaza Mayor, la aprobación de la construcción de un grupo escolar en Garrido y otro en La Prosperidad, la atención al alumbrado, ampliación de la red telefónica, licencias de obras, etc., notables mejoras que en efecto se llevaron a cabo en Salamanca. Finalmente dimitió el 9 de octubre del referido año 1924. Una década después, en 1934, con ocasión de la visita a Salamanca del que entonces era ministro de Instrucción, don Filiberto Villalobos, el Ayuntamiento organizó en su honor un homenaje al que fue invitado don Arturo como uno de los personajes distinguidos de Salamanca. Como testimonio del acto El Adelanto publicó una foto en la que aparecen seis personajes, entonces las fuerzas vivas de la ciudad, con don Arturo, por supuesto.

Escritor

También don Arturo fue escritor, y de los buenos. Para demostrarlo quedan sus escritos, por ejemplo en la Plana Literaria de El Adelanto, (publicada el segundo y el último lunes de cada mes, durante unos años), al lado de Luis Maldonado, Juan Domínguez Berruela., A. García Maceira, y otros excelentes escritores. Don Arturo también se atrevió con un melodrama La Semilla del Pecado, que se estrenó aquí con gran éxito en 1915, y que no he podido localizar. Sin embargo se pueden citar, entre otros artículos, la sincera y sentida necrológica que hizo el 25 de mayo de 1910 del doctor López Alonso, en la que dice: “En 1891 fundamos en Salamanca un periódico semanal con el nombre de Salamanca Festiva, el doctor López Alonso era uno de nuestros más distinguidos colaboradores. También es digno de mención su obra en poesía, especialmente la composición de 1907, titulada El Poema de la Vida, desarrollada en varios cantos, alegoría que posiblemente tuviera algo de reflejo autobiográfico. En él narra la aventura de un niño que ha de abrirse por en la vida, pero se le oponen obstáculos, se forja ilusiones, ve visiones, pero la “diosa del destino” le abre los caminos, que no son otra cosa sino el trabajo, la constancia, etc. También escribió en El Estudiante de Salamanca y en El Porvenir. Para terminar, baste resumir las muchas cualidades resaltadas de este ilustre médico, que fueron vocación y entrega a su profesión, la laboriosidad, la nobleza de conducta, las profundas creencias religiosas y la fidelidad al cumplimiento del deber.

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