Agustín del Cañizo García (II)

Por M. Puertas

Sus ideas y su recuerdo entre compañeros y discípulos

Dedicamos un segundo número a la figura de Agustín del Cañizo García. En él, tras un breve repaso a su nueva etapa en Madrid al abandonar Salamanca, reproduciremos algunas de sus máximas de vida y algunas de las opiniones que suscitó entre discípulos, colaboradores y compañeros.

En 1931, y tras casi 27 años de impartir docencia en Salamanca, el doctor Del Cañizo García ganó la cátedra de Patología Médica en Madrid, en la que permaneció quince años, “ganando honores y padeciendo injusticias por motivos políticos” hasta que se jubila en 1946, según recogen Garrote Díaz y Gómez de Caso en “Médicos segovianos ilustres del siglo XX”.

De esa etapa, el médico, periodista y escritor Manuel Pombo Angulo le recuerda como “pequeño, fuerte, con un bohemio vestir que le hacía inconfundible, no llamaba, sin embargo, la atención por su contextura física sino por su aliento espiritual. Su espíritu asomaba a unos ojillos vivos, comprensivos, piadosos; unos ojos que admitían siempre la posible razón de su interlocutor”.

Por entonces había sido y seguía siendo miembro y presidente de numerosos tribunales de oposiciones a cátedra. Como tal, gozaba de fama de ser ecuánime. Muchos de los catedráticos españoles de Patología Médica de la época consiguieron la cátedra con él en el tribunal, por ejemplo, Pedro Pons (Barcelona), Miasel Bañuelos (Valladolid) y Pedro Rodrigo (Sevilla), entre otros.

A lo largo de esta segunda etapa madrileña fueron constantes sus escapadas tanto a Salamanca como a Segovia. En esta última ciudad castellana pasa los veranos y comienza a ser popular entre los segovianos, que el resto del año en gran número se trasladaban al Hospital Clínico San Carlos para ser tratados por don Agustín, que les ofrecía un trato “amable y cariñoso”, según el psiquiatra Castilla del Pino. Este escritor también recuerda en sus memorias la anécdota de ver a don Agustín ir a buscar un domingo a un niño segoviano hospitalizado para obsequiarlo con un paseo y llevarlo al cine.

El comienzo de la Guerra sorprende a Del Cañizo en Segovia, donde pasará los tres años de la contienda civil ejerciendo la asistencia y la docencia, según se expuso ya en el capítulo anterior.

Al finalizar la Guerra vuelve a su Cátedra madrileña, aunque ya “apartado de las corrientes científicas emergentes del país”, apuntan Garrote Díaz y Gómez de Caso. El 22 de mayo de 1946 pronuncia su última lección en una aula magna abarrotada de público, un acto que se convierte en testamento docente “con quilates de humanidad” y en el que reflexiona sobre el comportamiento médico hacia los compañeros, la comunidad científica y la sociedad.

Entre sus consejos, don Agustín señalaba en primer lugar “que sigáis siendo estudiantes toda vuestra vida”. Al terminarla carrera, continuaba, “flota y sube a nuestro coran una gran burbuja de amargura: no volveremos a ser estudiantes; terminó para nosotros la etapa más feliz y luminosa de nuestra existencia… Pero yo pienso confortaros con la reflexión de que no se deja de ser estudiante por el hecho de haber terminado la carrera.

…estudiante es todo el que estudia, y estudiante ha de seguir siendo siempre el que pasó una vez por la Universidad y formó su espíritu y templó su carácter en el ambiente universitario. Estudiantes son todos los hijos de la Universidad, y su misión primaria y más trascendente ha de ser mantener, vigorizar y propalar por el mundo el espíritu y el emblema de nuestra madre: el anhelo insaciable por la verdad y el bien.

Hay que procurar ser siempre jóvenes de espíritu y que vibren de continuo en nuestra alma los anhelos, las ilusiones y los entusiasmos de nuestra época de estudiantes. Y esto sólo puede lograrse estudiando siempre: en el libro, en el enfermo y en las páginas de la vida, porque este estudio continuo es el que principalmente nos tonifica y rejuvenece.

… el hombre, y singularmente el médico, que afiance y refuerce su afición al estudio, puede vivir en perpetua juventud espiritual”.

Como segundo consejo en su última lección, el maestro decía que “habéis de seguir siendo estudiantes, fomentando siempre vuestra afición, vuestra fe y vuestro entusiasmo por la Medicina.

Habéis de ser fervorosos creyentes de la Ciencia Médica y admiradores entusiastas de todos sus avances y progresos, pero no fanáticos irreflexivos, y mucho menos esclavos dela novedad: el vestir siempre a la última moda, podrá parecer lo más elegante, pero no es siempre lo más útil y práctico.

Las modas y singularmente en la Medicina, suelen ser harto fugaces y transitorias. Y no es lo peor el tener que hacerse cada día un traje nuevo; lo peor es que las modas médicas dejan muchas veces en pos de sí una gran estela de desengaños, que no sólo afectan al médico, sino que también pueden afectar a los pacientes. Y esto os lo dice un hombre que ha visto pasar muchas modas, de las que pudiera citar miles de ejemplos de sus desfavorables consecuencias.

 No quiere esto decir, ni mucho menos, que hayamos de ser sistemáticos impugnadores de la novedad y renovación científica; ¡en manera alguna! Pero toda novedad, y sobre todo las referentes a nuevos remedios y procedimientos curativos, debe meditarse mucho, compulsarse con el buen sentido, tratando de buscar y preveer sus posibles efectos perjudiciales. Experimentar en el hombre enfermo no es lo mismo que experimentar en animales.

… Un sistema que se va extendiendo mucho en estos tiempos, y que indudablemente, tiene sus ventajas, es excitar a la juventud estudiosa a que investigue y a que publique inmediatamente el fruto o resultado de sus observaciones. Esto que está muy bien, en principio, ha llegado a constituir un estado patológico, que no dudo en calificar como la fiebre de la publicación.

No es que yo pretenda quitaros la ilusión, muy noble y justificada, de querer realizar una labor propia. Pero sí me permito recomendaros que antes que a escribir es necesario aprender a leer, y que es necesario leer mucho en el libro y en las páginas de la vida antes decidirse a poner sobre el papel la pluma; de lo contrario, nos exponemos o a descubrir el Mediterráneo o a agotar nuestras energías en busca de minas o tesoros, arañando con afán en la superficie de una mesa.

…El tercer consejo que quiero daros es el de que seáis siempre buenos compañeros.

El compañerismo es una de esas múltiples palabras terminadas en ismo, que, como el patriotismo, el reumatismo y el artritismo, nos llenan la boca, sin que nos demos cuenta de su legítima significación.

Hay que ahondar un poco en el verdadero compañerismo. El ser buen compañero no es tan fácil como a primera vista parece. El ser buen compañero requiere, en la mayoría de los casos, nada menos que el sacrificio de nuestra vanidad, de nuestro orgullo y a veces también de nuestras conveniencias personales. La regla que ha de servirnos de guía es la de procurar siempre, y sobre todo, el beneficio de vuestros enfermos. Cuando veáis en peligro la vida de uno de ellos, si os encontráis incapaces de resolver un grave problema diagnóstico o terapéutico, no vaciléis nunca en solicitar el concurso de un compañero que pueda seros útil, aunque éste sea el rival que os hace sombra y que os merma ganancia y reputación. Yo os aseguro también que con esto no se pierde nada cuando se practica de buena fe. Las competencias de baja estofa y las rencillas profesionales, siempre redundan en perjuicio de ambos contendientes y pueden conducir a desdichas incalculables.

Para mantener buena relación con los compañeros, es de todo punto preciso ejercer siempre la profesión de buena ley, noblemente, sin zancadillas y sin esa gramática parda que solamente es el recurso de los ignorantes e impotentes. Si alguno la emplea en contra de vosotros y de vuestro prestigio, no paséis cuidados ni tribulaciones; esperad pacientemente algún tiempo, en la seguridad de que esas armas se vuelven siempre en contra del mismo que las esgrime… Considerad al compañero que se halle a vuestro lado, no como un rival que puede mermaros ganancia y clientela, sino como al amigo que puede ayudaros en trances difíciles y peligrosos. Poniéndoos vosotros, desde un principio, en ese plan, en muchos casos encontraréis que os corresponden en la misma forma. Muy posible es también que no seáis correspondidos; la plétora de médicos y las condiciones difíciles de la vida, llevan a los hombres a olvidarse o desentenderse de todo freno moral. Luchad entonces con todo denuedo, pero sin olvidar nunca los dictados de la conciencia y sin acudir a malas artes, o procedimientos indignos”.

En cuanto a los deberes para con el enfermo y al ejercicio de la Medicina, decía que “la Medicina ha de ejercerse siempre tanto o más con el corazón que con la cabeza…

Muchas veces logramos curar enfermos que no sabemos realmente cómo y por qué los hemos curado; y el secreto está, sencillamente, en que el enfermo puso en nosotros toda su confianza, su fe ciega y el poderoso estímulo de aquella fe realizó el milagro, que nosotros solos no hubiéramos podido realizar.

“…si os encontráis incapaces de resolver un grave problema diagnóstico o terapéutico, no vaciléis
nunca en solicitar el concurso de un compañero…”

No son los médicos que más Medicina saben los que logran curar mayor número de enfermos, sino los que ponen en el empeño más deseo de acierto y más sincero calor de humanidad.

Si el médico necesita, ante todo, ser compasivo con todos los enfermos, aún con mayor obligación hemos de serlo con aquellos infelices que, a la desgracia de su enfermedad, tienen que añadir las tribulaciones de su pobreza”.

Respecto a los deberes para con la sociedad, Agustín del Cañizo García aseguraba en plena postguerra que “los médicos pueden ser, y deben ser, los que, junto con los sacerdotes, actúen como amortiguadores en el choque recíproco de estas pasiones ciegas e insensatas, de los más opuestos extremismos.

Tanto o más que combatirla fiebre, la sed o el delirio y el dolor de vuestros enfermos, podéis contribuir vosotros, con vuestra actitud y vuestro consejo, a mitigar las hiperpirexias de la pasión, la sed de venganza, las convulsiones del odio, los delirios de la intransigencia y de las rivalidades irreconciliables que constituyen el cuadro patológico de España y de la Humanidad entera en el presente momento histórico.

Otra virtud que os recuerdo no abandonéis nunca es la modestia.

… No debéis envaneceros nunca por vuestros triunfos, ni os desalentéis tampoco por vuestros fracasos; de fracasos y de éxitos está empedrado el camino de nuestra profesión, y el buen temple del médico se acredita, precisamente, en su modo de reaccionar y comportarse ante unos y otros…

… No tengáis tampoco ambiciones desmedidas, porque muchas veces el fracaso de tales ambiciones es el acíbar que nos amarga la existencia y enturbia la placidez de nuestra vida. En cambio, la modestia y la sencillez no tienen nunca quiebras y con ellas vivimos tranquilos y felices.

… Todos cuantos consejos os llevo dados pueden resumirse en uno solo: que procuréis por todos los medios ser lo que se dice un hombre honrado.

… que sigáis siempre el camino que os indique vuestra conciencia… de mí puedo deciros, con toda sinceridad, que puesto a elegir entre ser lo que se llama un hombre práctico, o un iluso, yo he sido y quiero seguir siendo un iluso, un romántico, un chiflado quizá, pero un adorador ferviente de aquellas ilusiones que germinaron en mi alma en el santo ambiente de la Universidad, durante mi época feliz de estudiante.

Unos os dirán que la finalidad de la vida está en hacerse un nombre glorioso; otros piensan que lo mejor y más positivo es crearse una fortuna y una posición brillante… Hay algo más sencillo y más trascendental que todo eso.

El que fue mi ilustre y entrañable amigo, el eximio D. Miguel de Unamuno, lo expresó en frase lapidaria…:

 “Que es el final de la vida hacerse un alma”

Hacéos vosotros un alma, con los pensamientos más elevados, los sentimientos más nobles y las acciones más generosas, y eso constituirá para vosotros aquel elixir de felicidad que yo anhelaba daros con mis pobres consejos”.

Otros escritos en los que quedan patentes estas ideas que marcaron su forma de ser y trabajar a lo largo de su carrera son su Discurso en la solemne apertura del curso 1927-1928 en la Universidad de Salamanca, en el discurso pronunciado en el homenaje con motivo de sus bodas de plata con la Cátedra de Salamanca el 17 de mayo de 1931, o la conferencia De cómo las enfermedades pueden complicarse con el médico, pronunciada en las Jornadas Médicas Españolas de Zaragoza el día 29 de septiembre de 1943.

A continuación reproducimos algunas de las opiniones de quienes le conocieron, recogidas en el libro de homenaje editado en 1946.

Manuel Pombo Angulo

Médico, periodista y escritor

“Cuando yo le conocí, había alcanzado ya esa cima de las cosas logradas en la que los hombres, aun los más ejemplares, se detienen para mirar, con vanidosa satisfacción, hacia atrás. Pero él no miraba hacia atrás. Había una cierta y angustiosa inquisitud en este hombre, que impresionaba…Eran los ojos de un filósofo que conoce afondo los misterios del sístole y la diástole, el mundo prodigioso de las secreciones glandulares, el sincronismo de los dos grandes ríos nerviosos que conducen el caudal de nuestra vida. Eran los ojos de un médico cuya filosofía fue naciendo en esa gran Escuela que se llama el Hospital.

“Nada hay en él de fantástico, de ido, de sabio a ultranza, lunático y extraño. Es la normalidad misma, la misma sencillez, y su concepto profesional se basó siempre en estas dos difíciles virtudes. No hizo misterio de su ciencia, sino claridad. Escuchar una lección de labios de don Agustín era decirse: “Esto es así, y sólo así puede ser explicado”.

Gregorio Marañón

“Cañizo engalanó con un prestigio nuevo las glorias viejas de las Universidad salmantina. Por los claustros insignes resonó su lección diaria, de seriedad, de buena información y de observación rigurosa del libro de la vida; y, de vez en cuando, una de aquellas risas suyas, vibrantes y claras, como la nota de un clarín, salidas del fondo de su bondad humanista; una risa como debiera ser la de nuestro arcipreste, que era también una lección, y que ha llegado viva a través del dolor de una existencia larga hasta estas horas graves de su jubileo.

Así, enseñando con su ciencia y con su jocunda bondad, pobló aquella región magnífica, y después toda la Península, de docenas y docenas de médicos excelentes.

…Cañizo ha sido el maestro. El profesor sabe y enseña. El maestro sabe, enseña y ama. Y sabe que el amor está por encima del saber y que sólo se aprende de verdad lo que se enseña con amor”.

José Estella Bermúdez de Castro

Catedrático Patología Quirúrgica (Madrid)

“Esta fue la vida profesional de D. Agustín del Cañizo. Primero en Salamanca, al lado de uno de los españoles más insignes de todos los tiempos, junto a D. Miguel de Unamuno, hombro con hombro en la Universidad y en la calle, en la vida austera del hogar y en las honestas expansiones del ocio; siguiendo hermanados “la escondida senda”, sobre las huellas eternamentes imborrables de fray Luis…

Y después aquí, en el corazón de España (Madrid) -que Cañizo llevó siempre, como D. Miguel, en “el cogollo” de su propio corazón-, encubriendo humildemente, entre anhelos y amarguras, las tres dimensiones sustantivas del maestro perfecto: trabajo, sabiduría y bondad”.

Misael Bañuelos

Catedrático de Patología Médica (Valladolid)

“Cañizo ha sido toda su vida un sentimental que teniendo un juicio y un talento muy claros, estos estaban siempre dispuestos en favor de los amigos. Ha sabido cultivar las amistades como muy pocos, y por ello cuantas personas le han tratado, le han querido y admirado. Hombre bueno y amigo fiel ha obtenido en la vida todas las ventajas que de ello se derivan, sin chocar con nadie que no se propusiera chocar con él, y sorteando con sutil discrección las ocasiones en que se veía obligado a emitir juicios adversos”.

José Casas

Catedrático de Patología General

“Exhibió en todo momento su característica más entrañable: la bondad. Si su acabado conocimiento de la historia natural y la mecánica de las enfermedades no fueran prendas bastantes para garantizarlo, sobraría con esta dimensión para reservarle un puesto de honor entre las figuras más destacadas de nuestra Medicina contemporánea. “Ein guter Artz muss, ein guterMenshc sein”, reza el viejo proverbio alemán, del que Cañizo es la fiel encarnación”.

J. Andreu Urra

Catedrático de Patología Médica (Sevilla)

“… se impregna del rigor auténticamente científico de la Medicina germana, y desde su cátedra de la Universidad salmantina forma, no solamente a los que tienen la suerte de ser sus discípulos, sino que influye en todos los médicos estudiosos de nuestro país, y sin salir de ella llega a ser una de las figuras más sólidas de la Medicina Interna española”.

M. Carmena

Catedrático de Patología General (Valencia)

“Aun en los colegas que no ha tratado, ha sabido inspirar ese sentimiento de admiración, respeto y cariño que muy sinceramente le profesamos”.

Gibert-Queraltó

Catedrático Patología Médica (Barcelona)

“El que en público sabe decir: “cuando el médico ha cumplido o procurado cumplir en conciencia, su deber científico y moral con cualquier enfermo, no le debe importar un bledo lo que puedan decir de él”, ¿no es un hombre bueno?”

Dr. Sainz de Aja

Director Hospital San Juan de Dios (Madrid)

“No es catedrático; no es profesor: es maestro; conquista este supremo galardón, que no le da una oposición, ni un ministro; lo conceden los discípulos. Las palabras catedrático y profesor son una jerarquía oficial; son atributos de mando, saben a jefe y subordinados. El ser maestro encierra ideade paternalidad; de tutoría, suena a cosa familiar, huele a cariño. Y esto ha sido Del Cañizo en sus cuarenta y un años de Patología Médica, como antes lo fue su maestro don Manuel Alonso Sañudo”.

Pedro Rodrigo Sabalete

Catedrático de Patología Médica (Sevilla)

“En los varios incidentes de aquellas disputadas oposiciones se mostró, en todas las ocasiones -y no fueron pocas como un hombre superior, libre de prejuicios de toda índole, sin banderías de escuela, y sin hacer, en ningún momento, la más pequeña presión sobre sus compañeros de Tribunal. Esto, en nuestro país y en nuestra clase profesional, no lo he vuelto a ver desde entonces”.

Luis Felipe Pallardo

Profesor clínico Facultad Medicina de Madrid

“… a él se debe la introducción del pensamiento anatómico en la Medicina espa-ñola, la exacta valoración semiológica del signo, el dar la importancia debida a la anamnesis, la ordenación inteligente de la historia clínica. Podrá evolucionar -de hecho esto sucede de modo continuo- el concepto de enfermedad, pero nunca se perderá de vista, como una pieza fundamental, esa recia manera objetiva de comprender el enfermar del hombre”.

Nieves González Barrio

Su primera discípula

“Fue el maestro que supo hacer médicos prácticos, capaces de salir airosos ensituaciones difíciles”

Agustín Pedro-Pons

Catedrático de Barcelona

“… La ponderación y riqueza en la recopilación de los conceptos es, a mi entender, junto con la gracia española en su estilo, una de las mejores características de los trabajos médicos del profesor Del Cañizo”.

Antonio Piga

Catedrático Facultad Medicina de Madrid

“No sale de la Universidad entre espectaculares rosicleres, ni con el estrépito de aguas bulliciosas, que llaman la atención por el ruido que hacen y no por loque valen. Sale, en cambio, orlado de tres cualidades admirables: la de buen catedrático, buen caballero y buen amigo. Nunca le oí hablar mal de nadie, ni querellarse contra nadie, ni pensar mal de los demás…”.

Vicente Gaite Velolo

Ex profesor auxiliar Facultad de Salamanca

“En la sala del hospital, en la consulta y en la calle, después de la visita al enfermo, era el maestro que, en el tono más sencillo y afable nos iba descubriendo el misterio, aclaraba nuestras dudas, contestaba a las preguntas que nuestra curiosidad dictaba, nos obligaba a pensar y nos hacía sentir a cada momento la cálida emoción de su franca y cordial camaradería”.

Fermín Querol

Catedrático Patología Médica de Salamanca

“Cañizo trajo a Salamanca el sentido actual y científico de la Medicina, poco difundido en aquella época, y para juzgar la magnitud de su obra y de su vocación, hay que referirla a las disponibilidades de tan sencillos y rudimentarios medios existentes por entonces en la Facultad salmantina…Es imponderable la influencia de Cañizo en la formación del ambiente cultural y médico de la región, y nadie hubiera sido capaz de conseguir otro tanto, ni tan fructífero, en tal labor”.

Carlos Blanco Soler

Presidente Jornadas Médicas Españolas y del CSIC

“Castellano de pura cepa, tiene los pies sujetos a la corteza de la tierra y la cabeza en las nubes de la ilusión, y no desconoce que la luz de la altura puede reflejarse en el barro, y que aun así brilla con intensidad y belleza”.

Darío Carrasco Pardal

Ex profesor auxiliar Facultad de Salamanca

“Hombre atareado como pocos, encontraba siempre tiempo que dedicar a los suyos. Siendo hondamente afable y comunicativo, no ha sido nunca hombre de cafés ni casino. Sus ratos de ocio y expansión los reservaba para su esposa e hijos, en casa, o llevándoselos al campo. Y con sus familiares estábamos otros muchos… recibidos y tratados como hermanos más que como amigos de sus hijos”.

José Morán

Profesor auxiliar Facultad de Salamanca

“No es mi bagaje científico lo que más agradezco a este mi maestro, sino las lecciones de ética profesional, de moral médica, de amor al prójimo, que este hombre bueno, fundamentalmente bueno, supo inculcarnos a todos sus alumnos”.

“La ciencia médica se puede aprender en los tratados de Medicina; la compasión y el amor hacia los enfermos no se aprende más que de un corazón que sabe sufrir con ellos”.

Miguel de Unamuno

“… yo he conocido al hombre, al español, en toque con nuestra tierra madre. Y éste, el hombre, el ciudadano, el español, es decir, el maestro que es el doctor Cañizo, se lo debemos a un hombre, a un ciudadano, a un español, a un maestro, que es quien en todo sentido le hizo, a su padre, don Juan del Cañizo… aquel varón ejemplar, sencillo, modesto, todo corazón inteligente”.

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