Por Iluminado Oliva
Cirujano
Nos ha dejado en estos días (enero 2021) Benicio Sanz Colomo, un médico fuera de serie. Lo conocí hace 55 años, cuando iniciamos los estudios de Medicina en la Universidad de Salamanca, y ya siempre fue mi amigo. Nació en un pueblo de Navarra, Larraga (1942). Había trabajado en el hospital de San Juan de Dios de Barcelona como enfermero cuando vino a estudiar aquí, por tanto, tenía unos conocimientos de las patologías mucho mayores que los de la mayoría de nosotros. Durante los seis años (1966-1972) fue un referente, un compañero ejemplar: ordenaba los apuntes de las clases, los perfeccionaba con consultas a manuales y nos los regalaba a todos los que los queríamos. Fue Alumno Interno por Oposición en la Cátedra de Patología Médica de D. Fermín Querol (lo que ahora se llama Medicina Interna), Premio Dr. Cañizo 1972 (un galardón que se da al mejor estudiante de La Facultad cada año), etc. Su capacidad de trabajo era sorprendente. Como persona también era entrañable: se llevaba bien con todos, jamás se enfadaba, con sentido del humor, tolerante, siempre con su sonrisa.
“Con el inicio de la guerra en Sierra Leona, volvieron a Barcelona, donde ejerció como dermatólogo”
Terminó la licenciatura en Medicina con muy buenas notas y no se paró a pensarlo, se fue a ayudar a los que más le necesitaban: a África –a Sierra Leona–, a curar a los leprosos, liderando el Programa de Control de la Lepra de este país. Allí permaneció nueve años, y, durante toda su vida, sus seres queridos escucharon las múltiples aventuras e historias maravillosas transcurridas en esa etapa. África y sus gentes quedaron en su corazón. Cuando construyó una familia, volvió con ella a seguir trabajando allí en la prevención de la lepra (su esposa Lourdes es enfermera). Más generosidad es difícil de imaginar.
Pasaron los años, y, con el inicio de la guerra en Sierra Leona, decidieron volver a Barcelona, donde ejerció como dermatólogo, llegando a ser director del Centro de Enfermedades de Transmisión Sexual y Tropical de la ciudad.
Sus conocimientos de medicina y, sobre todo, de la lepra, son destacados en sus publicaciones. Vaya como ejemplo decir que ha escrito un capítulo sobre ese tema en el manual de ‘El Farreras’, que es de uso habitual entre los médicos de España e Hispanoamérica (Sanz Colomo B. Lepra. En: Farreras P. Roznan C. Medicina Interna. 13 ed. Barcelona: Doyma 1996; p. 2371-76). Durante sus años de profesión, compaginó la atención al paciente con la docencia.
Fue evaluado como el mejor profesor del Máster de Tropicales de la Universidad de Barcelona en varias ocasiones (década de los 90). Era conocido por preguntar a todas las promociones si había alguna persona navarra entre el alumnado, haciendo la broma de que pasaría a ser alumna o alumno favorito. El amor por su tierra le acompañó siempre. Además, por las tardes, durante muchos años, acudió a centros penitenciarios para atender a pacientes de los mismos.
Aquejado por la enfermedad de Parkinson, cuando ya no podía ejercer la profesión, siguió impartiendo conferencias por diferentes partes, extendiendo sus conocimientos hasta que su salud se lo permitió.
También continuó atendiendo a pacientes en el Centro de Enfermedades de Trasmisión Sexual y Tropical durante varios años de modo gratuito, pese a estar jubilado.
“Durante muchos años, acudió a centros penitenciarios para atender a pacientes de los mismos”
Últimamente, superó un accidente vascular cerebral (un ictus), pero cuando estaba en el proceso de rehabilitación, la contaminación por el dichoso coronavirus a consecuencia de introducir en su habitación a un paciente sin PCR contrastada y sin mascarilla (que posteriormente resultó ser positivo), le ha segado la vida. Poco se hizo por intentar salvar a la persona que, desde la sanidad pública, a tantos dedicó todo su amor y buen hacer.
Su esposa, sus hijas, sus nietos, toda su familia, y todos los que le conocimos, sentimos esta pérdida en lo más profundo de nuestro ser. Su recuerdo y sus lecciones permanecerán. Sus pacientes de sida, lepra, enfermedades tropicales… nunca le olvidarán.
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