Por Jesús Málaga
Desde la antigüedad, la superdotación ha interesado al gran público. Las personas, especialmente niños, que tenían una inteligencia muy superior, los genios, eran observadas con curiosidad, algunas llegaron a ser presentadas en el circo o exhibidas en teatros en las ferias y fiestas de las ciudades. Son seres extraordinarios, dignos de admiración. Muchas son las habilidades que se pueden destacar en los superdotados desde su más tierna infancia. Aprenden muy pronto la lectura y la escritura, a los tres o cuatro años, sin que se les tenga que enseñar, sin ayuda, tienen una memoria a largo y a corto plazo prodigiosa. Reconocen fotografías y caras sin confusión alguna y son rápidos y certeros a la hora del cálculo mental.
La Medicina y la Psicología se han interesado siempre por estos sujetos a la hora de diagnosticarlos o al comprobar que al contrario de lo que cabría pensar muchos de ellos presentan retraso escolar. La pregunta que surge es cómo un niño dotado para el lenguaje, las matemáticas, las ciencias y los idiomas pueden pasar de ser el primero de la clase al pelotón de los torpes. La respuesta hay que buscarla en el aburrimiento y el tedio. Aprenden tan rápido y bien que cuando el resto de sus compañeros llegan a adquirir sus conocimientos pueden haber pasado meses o incluso años. El aula en el que se repite una y otra vez los conceptos más básicos para que los alumnos los aprendan, se convierte en un suplicio para el superdotado, que acaba desconectando y aislándose del grupo.
Juan Antonio Picornell despertó el interés de la Universidad de Salamanca
En Salamanca se dio un caso de superdotación que todavía se recuerda en el callejero. Me estoy refiriendo a Juan Antonio Picornell y Obispo, que nació en nuestra ciudad el 9 de septiembre de 1781. Este chico llegó a admirar a los salmantinos de finales del siglo XIX por sus conocimientos, sobre todo los referidos a la Historia Sagrada y el catecismo. Su fama creció tanto que la misma Universidad se interesó en el caso. Crearon un tribunal para averiguar si lo que decía era real o más bien se trataba de una exageración. Cuentan las crónicas que el muchacho llegó al examen acompañado de un gran gentío y de sus profesores. Los miembros del tribunal le preguntaron las cuestiones más difíciles de cada una de las materias sometidas a examen. Picornell contestó a todas saliendo airoso de la encerrona.
Sus padres, Juan Picornell y Feliciana Obispo, se dieron cuenta enseguida de que estaban en presencia de un talento fuera de lo común. Con tan solo tres años y medio, el tres de abril de 1785, fue examinado por primera vez por doctores de la Universidad de Salamanca. Su padre, destacado activista republicano, promovió la evaluación de su vástago. Muchas de las noticias que recogen las crónicas de aquellos días, no constatan que nuestro Estudio entonces estaba en clara decadencia. La primera prueba de la que tenemos noticias duró hora y media, y en ella se hicieron nada menos que quinientas preguntas. Terminó con el chico cansado, pero ágil en sus contestaciones. Dos años y medio después se produjo el examen ante un tribunal del que ya hemos informado, las preguntas fueron del Nuevo Testamento, geografía e historia.
Pasado el tiempo, su fama se esfumó igual que llegó. Solamente especulaciones sobre su futuro rellenan la oscuridad de Juan. Parece que marchó lejos de nuestra ciudad siguiendo a sus padres. Desconocemos si su saber brilló en otra de las poblaciones de nuestro suelo patrio. Su padre fue desterrado en 1796 a Venezuela, residiendo en La Guaira y, posteriormente, en las Antillas. Sin embargo, la ciudad, sin que sirva de precedente, fue agradecida y dedicó una calle al niño superdotado que llegó a entusiasmar a cuantos le conocieron.
Los niños que presentan superdotación, con puntuaciones en su CI superiores a 130, suelen presentar problemas de adaptación, con el consiguiente fracaso escolar y familiar, alteraciones de su personalidad y, raras veces, del habla, del lenguaje oral y de la lectoescritura. Se trata de niños dotados intelectualmente que son difíciles de identificar.
La superdotación es un concepto arduo de definir. Sus principales determinantes son: las capacidades (inteligencia, originalidad y flexibilidad), motivos (necesidad de logros y lucha por la novedad), rasgos temperamentales (independencia de juicio).
La superdotación en niños pequeños va acompañada de vocabulario avanzado, utilización de metáforas o analogías, juego cantando, con ritmos o recitando y creatividad en el trabajo artístico. Crean sus propios juguetes, modifican el lenguaje, dependiendo de si hablan con niños más pequeños o con adultos, realizan encajes y puzzles complejos. Presentan sentido del humor, comprensión de conceptos abstractos, conocimiento de las cosas de la casa, la escuela y la ciudad. Utilizan el lenguaje como intercambio de ideas, agotando los conocimientos sobre la materia de su interés. Tienen gran habilidad para armar y desarmar objetos y para aplicar en la calle los conocimientos adquiridos en la escuela. Adquieren tempranamente la discriminación derecha izquierda en espejo.
Observan actitudes corteses o de ayuda a los demás, realizando actos complejos y sucesivos. Son detallista para percatarse de los cambios habidos en su alrededor y con habilidad para solucionar, por medio del lenguaje, los conflictos de sus compañeros. La identificación más clara de la superdotación es la creatividad que aparece llamativamente en los sujetos con inteligencia superior al promedio.
El fracaso escolar de estos sujetos es debido a algunas características de su personalidad. Se trata de niños con poca perseverancia, indecisos para trazar objetivos y que pueden presentar sentimientos de inseguridad e inferioridad. Los estudios realizados por García-Alcañiz y Pérez-Sánchez ya en 1992 reflejaban unos resultados sorprendentes: el fracaso escolar en superdotados es semejante al de la población normal y se sitúa en el 30% de los niños escolarizados.
La mayoría de los superdotados con fracaso escolar son los correspondientes al grupo de no identificados y que son diagnosticados de superdotación cuando consultan por su bajo rendimiento escolar. Se trata de niños pertenecientes a estratos sociales o etnias donde los valores intelectuales y culturales no se valoran, miembros de familias desestructuradas, con escasa o nula implicación en la educación del hijo, y los alumnos de colegios con educación muy rígida o, por el contrario, excesivamente permisiva.
Como hemos indicado los niños con superdotación muestran sus altas capacidades antes de los tres años. El fracaso escolar suele darse en el 2º y 3º año de escolaridad, coincidiendo con el desinterés por el centro, negativa a asistir a clase, ocultamiento de sus capacidades, y conductas regresivas. El superdotado presenta un cuadro de “desintegración escolar” cuando cursa la enseñanza primaria que va a ser más intenso cuanto más evidente sea su grado de madurez. En esta etapa educativa se produce un alto grado de ocultamiento, sobre todo en niñas (Horner 1968). El fracaso escolar en la enseñanza secundaria tiene causas emocionales, de aceptación social y la creación de inadecuadas expectativas.
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