Salamanca barroca III

Por José Almeida (*)

Doctor en Medicina y Cirugía y licenciado en Bellas Artes

Iglesia de San Pablo

En 1605 llegan los trinitarios a Salamanca y se instalan en la iglesia de San Miguel de los Huertos, extramuros. Veinte años más tarde, ante el temor de las reiteradas crecidas del Tormes, se trasladan a la antigua plaza de San Adrián, hoy plaza de Colón. De ese antiguo monasterio de los Trinitarios Descalzos de la Orden de la Merced solo se conservan la iglesia y la fachada del convento, así como algunas edificaciones interiores que se han incorporado al recién inaugurado edificio que alberga los Nuevos Juzgados y que, con anterioridad, acogía las dependencias de la casa-cuartel de la Guardia Civil.

La fachada de la iglesia tiene tres arcadas de medio punto y se caracteriza por la cantería en almohadillado de los sillares de los pilares. Está organizada en tres cuerpos rematados por un frontón triangular con un gran óculo, y va coronada por una cruz. El cuerpo inferior constituye el triple acceso al templo; el medio ofrece un relieve de la Santísima Trinidad semejante al de la iglesia de la Trinidad del Palacio de Montellano de la calle Zamora, que va orlado con decoración típicamente barroca y, a ambos lados, dos hornacinas ocupadas por los santos mercedarios San Félix de Valoix y San Juan de Mata; y en el tercer cuerpo se abre una gran ventana central con vidriera de la imagen de Jesús Rescatado flanqueada por escudos del linaje de Paz y de la Orden Trinitaria. Como en algún otro templo salmantino, la espadaña va situada en uno de los muros laterales.

El interior es de planta de cruz latina de tres naves con bóvedas de lunetos en la central y de arista en las laterales y cúpula sobre el crucero. Tiene escaso valor artístico, si acaso interés religioso, pues en el camarín se venera la imagen de Jesús Rescatado: un Cristo del siglo XVI, copia del ‘Jesús de Medinaceli’ de los Capuchinos de Madrid. Otros creen que es una de las imágenes rescatada por los trinitarios a los moros del reino de Fez y traída a Salamanca en 1686. Esta imagen goza de gran veneración en la ciudad y, como aquella, es célebre porque, desde muy temprano, el primer viernes del mes de marzo se organizan grandes colas por los fieles para el acto del besapies.

La Vera Cruz

Se edificó sobre la base de una ermita del siglo XII, bajo la advocación de la Santa Cruz, y junto a ella se fundó un hospital para pobres asistido por la Cofradía de la Penitencia de Cristo que, al desaparecer como consecuencia de la unificación hospitalaria promovida en 1581 por Felipe II, la iglesia quedó para uso exclusivo de la cofradía.

A mediados del siglo pasado, concretamente en 1952, se establecieron en este convento las religiosas Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Inmaculada, quienes de forma continua prestan Adoración al Santísimo en turnos de una hora como reparación al lamento de Cristo a los Apóstoles en el Huerto de los Olivos, cuando les dijo: “¿No habéis podido velar una hora conmigo?”.

En la segunda mitad del siglo XVI, la iglesia sufrió una remodelación según proyecto de Martín Navarro, discípulo de Rodrigo Gil de Hontañón, que desde luego no fue respetado en su integridad, y de esa época solo se conserva la portada renacentista; el resto son trazas del siglo XVIII.

Se halla situada en un tranquilo espacio urbano, junto al Campo de San Francisco, que fue la huerta del Monasterio de San Francisco el Real, tan solo separada por una estrecha calle del convento de las Úrsulas, y si la referencio aquí es porque to do su interior es una muestra ejemplar del barroco decorativo de Joaquín de Churriguera, que recubre bóvedas, cúpula y pilastras y se manifiesta especialmente en el retablo: comparable al de la iglesia del convento de Santa Clara, del mismo autor.

Se accede al templo por un arco de medio punto con escudos en las enjutas, que van flanqueadas por dos columnas estriadas, sobre las que asienta un entablamiento, que van rematadas por obeliscos con bola y hornacina con una imagen de la Virgen, coronada por un frontón triangular.

Del exterior, muy sobrio, destacan la espadaña barroca, el cimborrio del crucero, así como la ventana-camarín volada, del mismo estilo, que da a la calle Sorias. Es de una sola nave, y de su interior cabe destacar una talla de ‘La Inmaculada’, de 1621, atribuida a Gregorio Fernández, que se muestra en el camarín de la cabecera como suspendida en el aire.

En otro camarín más bajo, del lado del evangelio, podemos contemplar una bella imagen ‘Dolorosa’ del siglo XVIII, de Felipe del Corral, que sigue el modelo de la ‘Virgen de las Angustias’ de Juan de Juni, y que se hace visible al exterior bajo la forma de una ventana cegada de traza barroca, que parte desde el suelo, y que fue modificada en el siglo XIX, probablemente, también de Churriguera.

Los Capuchinos

Situada muy cerca de la anterior, concretamente en la calle Ramón y Cajal, asimismo en los aledaños del Campo de San Francisco, donde en 1976 se instaló una estatua expresionista de San Francisco de Asís, del escultor de Matilla de los Caños (Salamanca) Venancio Blanco. Esta iglesia de los franciscanos de la Orden Tercera se comenzó a construir en 1746, y su traza es de Andrés García de Quiñones, finalizada por Simón Gabilán Tomé.

La portada, muy elegante, es de un barroco evolucionado con elementos ya neoclásicos, sobre todo en el cuerpo alto; no así en el bajo, que es de un barroquismo exuberante, con bocelón quebrado y decoración profusa en el interior, con escudo coronado. Las columnas estriadas, así como los capiteles, el entablamiento y las volutas con esculturas sedentes son emblemáticas de su autor. La estatua de San Luis que alberga la hornacina (o de San Fernando, patrono de la Orden Tercera de San Francisco), es de Gabilán Tomé. El interior es de una sola nave profusa en decoración, con bóvedas de lunetos, pilastras y entablamiento clásico, con seis retablos, todos ellos de piedra franca y labrados en los paramentos. Es de destacar una escultura de Santa Margarita, que Camón Aznar atribuye a Salvador Carmona.

La capilla mayor tiene un gran retablo, igualmente de piedra de Villamayor y parcialmente dorado, donde Simón Gabilán Tomé desplegó todo su trasnochado barroquismo en un acto de homenaje a Joaquín de Churriguera. En Salamanca hay más retablos de piedra, debidos a una prohibición real de los de madera, decretada por Carlos III, con el fin de prevenir los frecuentes incendios que provocaban los cirios.

Las esculturas son de una gran belleza, sobre todo el Cristo de la Agonía del camarín, de madera de nogal, de gran perfección anatómica que impresiona profundamente por la expresión de su rostro. Debido a su calidad por algún tiempo fue atribuido al escultor Martínez Montañés, pero hoy sabemos que es del salmantino fray Bernardo Pérez de Robles. Todo el templo transmite una extraña impresión de unidad y armonía, a pesar de combinarse elementos neoclásicos con otros churriguerescos.

A los pies de la iglesia, en el coro, se aprecia una gran pintura mural que es una representación del ofrecimiento del primitivo Monasterio de San Francisco por el Infante don Fadrique (o su padre, el rey Fernando III, según otros) a su patrono, al que se le aparece la Virgen como intercesora entre los hombres y el Dios Trino. Es un fresco de una composición dinámica en la línea de Francisco Bayeu, aunque la pintura no sea de un valor extraordinario.

Otros monumentos religiosos de esta etapa que merecen ser citados son la iglesia de San Sebastián (de la que trataré en el capítulo dedicado a la Universidad y sus Colegios) y la iglesia de San Julián; si bien ya me he referido a esta parroquia al hablar del románico, pero ha sufrido tantas modificaciones a lo largo del tiempo que tiene trazas góticas: como la bóveda estrellada, de un dudoso gusto estético, al repintar los nervios de azul. Durante el siglo XVII sufrió grandes reformas, dejando muestras del barroco, tanto en sus bóvedas como en el retablo, con sus tempranas columnas salomónicas.

En este templo descansan los restos de don Francisco Ramos del Manzano, primer conde de Francos, en un sepulcro bajo arcosolio en mármol policromado proyectado por Setién Güemes, con estatua orante de Juan Rodriguez. Fue catedrático de Prima de Leyes de la Universidad y jugó un destacado papel en la Paz de los Pirineos entre Felipe IV y Luis XIV, como figura en una prolija inscripción en la lápida de su tumba.

Nuestra Señora del Monte Carmelo

Se trata de una modesta iglesia ubicada en el Paseo de Carmelitas, que ha quedado exenta tras ser derribadas el resto de dependencias del convento que constituían el Monasterio de las Carmelitas Descalzas, debido a la especulación urbanística de los años sesenta.

En 1966 las religiosas se trasladaron a la carretera de Aldealengua, en el llamado Arenal del Angel (muy cerca de La Flecha, donde fray Luis de León escribió sus más bellos poemas), a un edifico de nueva construcción de hormigón visto diseñado por el arquitecto salmantino Antonio Fernández Alba.

El monasterio fue fundado a comienzos del siglo XVI por Santa Teresa de Jesús y fue el primer convento de la reforma carmelitana en Salamanca (la séptima fundación). Se halla situado en unos terrenos extramuros, muy cerca de la Puerta de Villamayor. La iglesia, de estilo barroco sobrio, tiene planta de cruz latina, con crucero y modesto cimborrio y la fachada responde a la austeridad de los templos carmelitanos, en la línea de Francisco de Mora. Su retablo es del siglo XVII, en el que destaca la imagen de la Virgen del Carmen, de Esteban de Rueda.

En la fachada es de resaltar una hornacina con la figura de San José y el Niño, de Juan de Rodríguez, discípulo de Gregorio Fernández, situada encima de una portada adintelada, que va flanqueada por dos pilastras que se rematan con los típicos obeliscos de bolas. A cada lado de la entrada se aprecian sendos escudos de los Duques de Arcos, patronos del convento, y en lo alto un frontón con escudo de la Orden Carmelitana.

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