La epidemia gripal de 1918 (y II)

Por Ramón Martín Rodrigo

Licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte
y doctor en Geografía e Historia

Me parece algo muy conveniente y adecuado recordar en estas páginas informaciones respecto a la epidemia gripal de 1918, que recorrió toda España ese año, porque en este 2018 se cumple el centenario de aquella. Esta enfermedad produjo una mortandad tan considerable que dejó clara huella en la estadística demográfica de la segunda década del siglo XX, además de tristísimas secuelas humanas.

1. Reciente publicación sobre este tema

En julio del presente año se presentó el libro titulado ‘La gripe de 1918. Centenario de una crisis sanitaria devastadora’. La obra ha sido escrita por José María Eiros, María del Rosario Bachiller y Alberto Pérez. Se estructura en tres capítulos: I, ‘La pandemia en el mundo’; II, ‘La pandemia en España’; y III, ‘De cara al futuro’. Un resumen muy elemental de estas informaciones es que se calcula que los fallecidos por esta enfermedad fueron muchos millones, entre los 20 y los 150, según unos u otros, y que no se sabía entonces que la gripe era causada por un virus que no se aisló hasta los años treinta del siglo XX. Anteriormente, este suceso ya había atraído la atención de numerosos, investigadores. Y viniendo a Salamanca, María Paz Sena hizo su tesis doctoral sobre esta enfermedad, que fue dirigida por el Dr. D. Luis Sánchez Granjel, como no podía ser menos.

Como en otras provincias, en la de Salamanca informó ampliamente de esta epidemia la prensa local, especialmente ‘El Adelanto’. Siguiendo sus páginas se puede ver el desarrollo de la gripe en dos fases: la iniciada en primavera (mayo, sobre todo) y la más grave, de verano-otoño (septiembre- noviembre). En otras partes hablan de más fases y prolongan su efecto a 1919. La epidemia en Salamanca se declaró oficialmente por la Inspección de Sanidad provincial el 18 de septiembre. Y se dio oficialmente por acabada el 27 de noviembre de 1918, lo que no significa que no vinieran con posterioridad los últimos coletazos, porque en los primeros meses de 1919 se produjeron defunciones que dejan ver claramente la sospecha de que la causa de las mismas pudo ser la gripe. La gripe se presentaba fundamente en alguna de estas tres formas: nerviosa, pulmonar o gastrointestinal.

2. Aspectos para el estudio de esta epidemia gripal.

Pero mi objetivo es francamente modesto: un somero repaso como recordatorioLa epidemia de gripe de 1918 se ha estudiado y se puede seguir haciéndolo desde diferentes consideraciones: nombre, (pandemia, epidemia), origen (EEUU), causas, cronología, espacio de incidencia, etiología, morbilidad causada, mortaldad producida, médicos que visitaron a los enfermos, cuantificación de afectados, fallecidos, su clasificación por clases o edades, comparación por regiones, sus consecuencias y un largo etcétera.

Atender en profundidad a tantos enfoques no es posible en un artículo de divulgación. Además, aquí lo que más interesa es hacer un poco historia local, y puesto que el espacio reservado se titula ‘Maestros con historia’, mi atención principal es fijarme en los médicos de la época.

3. Contexto socio-económico en la provincia de Salamanca

No era muy diferente al de otras provincias. Un gran problema lo constituía el desabastecimiento de los productos más elementales para la alimentación, la llamada crisis de subsistencias, pues había escasez de pan, leche, patatas, arroz, huevos y tocino. La producción anual de trigo fue muy corta (a causa de las tormentas), faltaba harina, y existía abundante paro. Las personas depauperadas eran numerosas, se pasaba hambre y la tasas de natalidad y de mortalidad eran elevadas. Entre los males que afligían a España, uno más, y no pequeño, era el de la política gubernamental y los derivados de los partidos políticos.

En esa época se dieron también, además de la epidemia gripal, las enfermedades de viruela, difteria y tifus, llegando a considerarse en algún lugar también como epidemia. Y por si fuera poco, sucedió un terremoto tremendo en Andalucía. En ese contexto, ¿cómo no iba a hacer mella cualquier enferme￾dad? La gripe de 1918, efectivamente, encontró campo abonado.

4. Una cuantificación a nivel provincial a mediados de la epidemia

El 26 y el 29 de octubre de 1918, ‘El Adelanto’ ofreció los datos oficiales que poseían las autoridades sanitarias de Salamanca de la incidencia de la epidemia en los pueblos, mientras que alguna que otra vez iba refiriendo lo que ocurría en la capital, dando finalmente un resumen de los datos oficiales el 6 de noviembre, que dice así: “ Pueblos de la provincia que han sido afectados por la epidemia gripal, 360, siendo sus habitantes 277.583. En ellos, las invasiones de la enfermedad fueron 126.339 y las defunciones, 3.377. Salamanca capital, con 32.971 habitantes, ha tenido 7.931 personas que han cogido la enfermedad, y de ellas han muerto por la gripe 117”. Y luego añade que, dado que algunas personas habrán muerto de bronconeumonía y probablemente no se habían contabilizado como fallecimientos por la gripe, quizás las defunciones pudieran subir hasta 150. En todo caso, se ve que en la capital ha sido más benigna que en los pueblos.

Pese a la propagación de noticias erróneas y exageradas presentando un panorama catastrófico, luego que pasó la gripe se advierte de que el porcentaje de fallecidos en la provincia no fue excesivamente alto. No obstante, lo peor de ello es que murieron muchas personas jóvenes y, además, estando enfermas muy poco tiempo. Pero a nivel mundial esta epidemia fue una de las más letales de la historia de la humanidad.

5. Médicos de Salamanca en época de la gripe

En la asamblea de médicos realizada en Salamanca el 16 de marzo de 1919, se precisó que en esta provincia había 320 médicos. Ciertamente,fueron los más destacados en la prensa Filiberto Villalobos, Juan Manuel Peláez, José de Bustos, Alfredo Medina Corbalán y Nicasio Cimas Leal. También otros doctores sobresalieron, fuera por anuncios o referencias indirectas, como D. José Méndez, Arturo Núñez, Agustín del Cañizo y Francisco Díez, con su recién inaugurada clínica; y es curioso que se anunciase una policlínica en La Fuente de San Esteban, dotada de Rayos X y constituida por Joaquín Jiménez, Mariano Valle y Antonio R. Bondía.

Como en 1919 se celebraron reuniones de médicos en todos los partidos judiciales, elijo algunos médicos de ellos como ejemplo, fueran o no los más implicados en las reclamaciones del cuerpo. Por Alba, Perfecto Casero; por Béjar, Ramiro Arroyo; por Ciudad Rodrigo, Ángel Mirat; por Ledesma, Daniel Viota; por Peñaranda, Luis de Dios; por Salamanca, Sr. Gay; por Sequeros, Fructuoso Guzmán y por Vitigudino, Sr. Forns.

6. Los médicos alabados por su labor, los que recibieron público reconocimiento y los atacados por la gripe

Sería comprensible que algunos facultativos, ante la epidemia, hubieran optado por aquello de las tres eles: LLL (Luego, Lejos, Largo tiempo), es decir, dejar la titular y largarse. Sin embargo, y contrariamente a eso, los médicos, en general, fueron honrados y, respondiendo con celo a sus sacratísimos deberes, prestaron el auxilio que las circunstancias le exigían.

En vez de limitarse al cumplimiento estricto, es reseñable que en muchos médicos se entregaron con verdadera vocación al cometido de aliviar y sanar en lo posible a los enfermos, hasta el punto de que hubo casos de autentico heroísmo y que en su ejercicio profesional se jugaron el tipo.

En primer lugar, por la gran acumulación de trabajo en los partidos de cada pueblo. En segundo lugar, asumiendo visitar en otros partidos que quedaron sin titular. He aquí dos de las numerosas citas y alabanzas escritas por entonces en la prensa local:

El médico de Barruecopardo ya no puede más. Los enfermos pasan del millar. Se celebraron fiestas los días 8, 9 y 10 de septiembre. Aquella apiñada y hermosa juventud, aquellas frescas y locuaces bocas fueron el vehículo que, transportando el bacilo, sembraron el espanto en todos los hogares.

En Béjar, los médicos titulares, como los de ejercicio libre, no descansan un momento. Su trabajo, además de extraordinario, es verdaderamente heroico. Los Sres. Arroyo, Montero, Rogado y algún otro han visitado y siguen visitando padeciendo fiebre. De éstos, el Sr. Rogado ya se ha visto obligado a guardar cama.

Escribo unos cuantos ejemplos de los muchos médicos encomiados. Cito el facultativo y le sigue el pueblo: D. Waldo Hernández (Navacarros), que se impuso el sacrificio de visitar a Sorihuela; D. José Antonio García y D. José Luis Rodríguez (Tamames); Sr. Gallego (La Fregeneda), que cuando enfermó su compañero Madruga atendió a todos los atacados; D. Leandro Martín Santos (Las Veguillas), que visitó a todos enfermos todos los días; D. Jorge Sánchez Álvarez (Cepeda), que tuvo que visitar también Sotoserrano y Herguijuela de la Sierra; D. Fortunato Iglesias Terrero (Membribe y Navagallega) y D. Isidoro Nieto Zurdo (Villanueva del Conde), que antes había atendido la epidemia variolosa en Diosleguarde.

Especial mención se ha de hacer de los médicos a quienes se les hizo público reconocimiento por su labor o se les tributó algún homenaje. Entre ellos, los siguientes: D. Aureliano Martín (Santibáñez de Béjar); D. Saturio Serradilla (Escurial de la Sierra); D. Eladio Miguel García (Aldehuela de Yeltes); D. Joaquín Martín-Mendoza (Los Santos); Enrique Almeida (Salmoral); D. Dionisio García Alonso (Villavieja). Y algunos alumnos del último curso, como Beltrán de Heredia y Jesús Pérez Sánchez.

Los médicos atacados por la gripe fueron muchos. Entre los ejemplos, los siguientes: D. Leandro González Valle (Vecinos); Toimil y Sanabría (Candelario); Agapito González Puente (Sorihuela); Ricardo Moro (Villaseco de los Gamitos); Puente Congosto; el Sr. Rogado (Béjar); Sr. Madruga (La Fregeneda); Gabino Díaz (Santiago de la Puebla); Sr. Acevedo (Cabeza de Béjar); D. José Morán (Parada de Arriba); D. Jesús Bellido (Sa￾húgo); Telesforo Rodriguez de Dios (Palencia de Negrilla); etc.

7. Médicos fallecidos

En el cuerpo médico inteligente hubo médicos que, en su ejercicio, por las circunstancias que fueran acabaron con su vida. Varias veces en las asambleas de médicos salió el tema y se expuso con rotundidad que las viudas y los huérfanos de médico tenían que ser atendidos por el Estado.

Además, todos lo sabéis, pedimos que no se deje en el desamparo, en el arroyo, en la miseria, a las viudas y a los huérfanos de los médicos fallecidos por contagio en el ejercicio profesional durante la pasada epidemia, cosa que nadie se atreverá ni a discutir siquiera.

Aunque en la revista ‘Salamanca Médica’ anterior cité los casos más prontamente encontrados, ahora me parece adecuado hacer una recapitulación para añadir alguno más a lista anterior. Médicos fallecidos fueron: Cirilo Gómez Barrera (Salamanca); Roque Pascua Blanco (Salamanca); Juan de Dios (Cabrillas); Arturo Juárez Alonso (Aldehuela de la Bóveda); Roberto Fernández (Las Veguillas); Manuel Hurtado (Ciudad Rodrigo); Eloy Méndez (Aldenueva? de Figueroa); Casto de Gándara (Casillas de Flores), Belisario Rodríguez (¿Tordillos?); Francisco de Dios (murió en Peñaranda, trabajaba en Valladolid), Ramón Martín (Cabeza de Framontanos) y el Sr. Viñuela (Robleda). En total, he visto 12, que sobre los 320 en ejercicio resulta un porcentaje bajo.

Presumiblemente morirían algunos más, porque no se descubre con facilidad su nombre ni el partido en que ejercían. Algo mejor se deja ver la muerte de familiares de los médicos. Por ejemplo, la mujer del médico de Ledrada, Blanco Góngora; la mujer del médico de Santibáñez de la Sierra, Dª Schneider, esposa de D. Pedro Sánchez de Alba; la hija del médico de Rasueros (Ávila).

También murieron algunos farmacéuticos, como el de Candelario, y familiares de estos licenciados. Y aunque no es de de Salamanca, se puede reseñar el caso de Lugo, en donde murieron 12 monjas que asistieron a enfermos.

8. Recomendaciones médicas preventivas. Algunos desatinos en el tratamiento de la enfermedad

A través de circulares y escritos en la prensa, tanto Sanidad como el Colegio Médico, y algunos doctores por sí, recomendaron reiteradamente como medidas preventivas: buena alimentación, paseos al sol, trabajo moderado, ventilación de las habitaciones, moral elevada, no temer la gripe, lavatorio de boca con agua oxigenada diluida o solución de bórico, no entrar en locales en los que el aire esté confinado, no fumar en la calle, respirar con la boca cerrada y no abusar de la toma de alcohol. En resumen, llevar un buen régimen de vida y tomar toda precaución sensata. Entre los remedios aplicados para sanar a los enfermos, que lo eran algunos, usar antitérmicos químicos, aspirina, piramidón y antipirina (incluso sin prescripción facultativa), hacer sangrías y aplicar ventosas eran un desatino. Y en cambio, lo mejor, como dijo D. José González Castro (Crotontilo), era recomendar “jarabe de lino”, o sea, meterse entre sábanas.

9. Consecuencias de la epidemia gripal

Van por delante las negativas, que han sido expuestas de varios modos infinidad de veces, como los fallecidos, los padecimientos que soportaron los enfermos, las familias de todos los contagia￾dos y quienes les atendieron, más los trabajos y la exposición de los médicos, enfermeros y demás personal al cuidado de los enfermos. El trabajo continuo del Colegio Médico y de la Junta de Sanidad, con su inspector al frente, y de las autoridades en general, incluyendo las municipales.

Pero hubo también otras consecuencias de otro signo que se pueden agrupar en tres ramas: la social, la sanitaria y la de la clase médica. En la sociedad, se vio la necesidad de guardar las medidas higiénicas generales, como la limpieza de las calles, no arrojar aguas en las vías públicas o ventilar los locales públicos. Y en otro orden de cosas, la necesidad de ayudar económicamente a muchas personas necesitadas.

En la rama sanitaria, se cayó en la cuenta de que las gentes no siempre cumplían las recomendaciones y de que por eso había que conocer ‘in situ’ la necesidad, y donde la epidemia mostraba más virulencia, enviar medicinas, desinfectantes, estufas y otros medios y pedir ayuda al Estado. Las reuniones de las juntas de Sanidad, tanto locales como la provincial, sirvieron para despertar la conciencia de la obligación de todos de acudir a remediar en lo posible la salud pública.

En la rama médica, las consecuencias fueron más importantes. Para simplificar un poco la exposición, las expongo a modo de apartados:

1º- Necesidad de realizar estudios de investigación para ver si se daba con el microbio productor de la gripe y su modo de combatirlo.

2º- También se vio la ineficacia de ciertos medicamentos y de viejos remedios curativos. Por ejemplo, que la aspirina no servía para curar una bronconeumonía.

3º- Se hizo una labor muy loable y repetida de divulgación de las medidas preventivas y profilácticas a tener en cuenta para evitar caer en gripe, y para curarla si ya se había cogido. Entre otros, los escritos de José González Castro, a la vez que informaba de la situación en Béjar, los de Nicasio Cimas y los de Marcial Viota ; y hasta incluyendo unos consejos de Gregorio Marañón.

En la sociedad, se vio la necesidad de guardar las medidas higiénicas generales, como la limpieza de calles

4º- Siguiendo la llamada del Colegio Médico, se celebraron ocho asambleas médicas, una por cada partido judicial, y en ellas se expusieron las demandas de la clase médica, especialmente de los titulares, entre otras, las siguientes: que el Estado atendiera a las viudas y huérfanos de los médicos que habían fallecido a causa de la gripe. La unión de todos con relación a hacer ciertas peticiones al Estado, como la reorganización del cuerpo médico para evitar otros males.

La reciente epidemia gripal, que pudo y debió servir de «purficadora» de las costumbres y procedimientos que se siguen invariablemente con los médicos rurales, ha sido pretexto para exacerbar en algunos pueblos la persecución de que son objeto, y tengo noticias de varios compañeros que se vieron obligados á dejar el partido á raíz de padecer epidemias gripales contraídas en el cumplimiento de su deber. (Nicasio Cimas Leal, 7 de febrero de 1919).

Seguir las normas de una junta ejecutiva elegida en Madrid para coordinar y dirigir las peticiones. Y celebrar en Madrid un congreso médico nacional en que estudiar los problemas y so￾luciones de los médicos, así como reclamar un sueldo más justo que el que hasta entonces tenían y solicitar al Estado que hiciera a los médicos funcionarios del Estado para dejar de estar sometidos a la “arbitrariedad caciquil” y para que, cuando lleguen a jubilarse, puedan llevar una vida digna.

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