Hospitales de la diócesis de Salamanca en el primer tercio del siglo XVII (I)

Por Jesús Málaga

“Antonio Casaseca Casaseca y José Ramón Nieto González transcribieron el libro de los lugares y aldeas del obispado de Salamanca, manuscrito de 1604-1629. Entre la rica información que podemos extraer de él, está la existencia de numerosos hospitales, la inmensa mayoría de titularidad de la Iglesia”

La provincia de Salamanca ha estado a lo largo de la historia compartida por media docena de diócesis. A mediados del siglo XX, la Santa Sede puso cierto orden en los límites administrativos religiosos, pero sin llegar a solucionarlos del todo. Las autoridades civiles han solicitado desde hace muchos años que la configuración política actual de los límites provinciales coincidiera con los contornos eclesiásticos; esa petición se hizo más explícita en los años de la dictadura franquista, en los que la Iglesia católica tuvo una gran influencia ideológica sobre el régimen.

Los hospitales eran auténticos morideros con unos camastros sin mantas

La mayoría del territorio salmantino está ocupado por la diócesis de Salamanca, cuyos prelados residían junto a las catedrales de la capital hasta que, a ­finales del siglo XX, fueron a vivir a otros lugares de la ciudad, palacio de los Manzano y Casa de los Niños de Coro. El espacio del distrito eclesiástico salmantino fue mutilado en el siglo XVI al erigirse la archidiócesis de Valladolid, gracias al empeño del rey Felipe II. Salamanca perdió entonces las ricas tierras de “pan llevar” de Alaejos y el arciprestazgo de la famosa ciudad comercial de Medina del Campo. Otra parte importante de la provincia, el cuadrante suroeste, está ocupado por la diócesis de Ciudad Rodrigo, que también perdió parte de su territorio, que, al pertenecer al reino lusitano, pasó a depender de las diócesis portuguesas. Hoy, Ciudad Rodrigo es el obispado menos habitado de España y también el de menor superfi­cie. Desde hace un año comparte prelado con Salamanca.

Coincidiendo con la fundación de la Diócesis de Ciudad Rodrigo, se acometió la construcción de la actual Catedral de Santa María. / Wikimedia Commons-CC

Pero además de las diócesis de Salamanca y Ciudad Rodrigo, una parte del sur de la provincia pertenece a Plasencia, con la ciudad textil como referente salmantino de esta diócesis extremeña. De las tres poblaciones tradicionalmente más importantes de Salamanca, Béjar, Ciudad Rodrigo y la capital, cada una de ellas pertenece a una jurisdicción eclesiástica distinta.

Otros pueblos salmantinos se distribuían entre las diócesis de Coria, Zamora, Ávila y Valladolid. Estas poblaciones menores, con iglesias pertenecientes a las sedes episcopales citadas, fueron las que, a mediados del siglo XX, pasaron a Salamanca y Ciudad Rodrigo a cambio de pueblos enclavados en Extremadura o en las cercanías de las diócesis castellanas vecinas que las dos grandes prelaturas provinciales de Salamanca perdieron. Entre las poblaciones ganadas en esas fechas se encuentra Lagunilla; en ese balcón de Castilla hacia Extremadura, el prelado de Coria mantenía un palacio de verano para pasar los duros meses del estío y un hospital.

Portada del ‘Libro de los lugares y aldeas del Obispado de Salamanca’, editado por la USAL en 1982.

Antonio Casaseca Casaseca y José Ramón Nieto González transcribieron el Libro de los lugares y aldeas del obispado de Salamanca, manuscrito de 1604-1629. Editado por la Universidad de Salamanca en 1982, lleva una introducción del entonces director adjunto del Secretariado de Publicaciones de la USAL. De su lectura se pueden sacar algunas conclusiones. Las inspecciones realizadas por las autoridades eclesiásticas dan cuenta del estado de conservación de los inmuebles, retablos, imágenes y cuadros de las mismas, de las propiedades de las distintas parroquias de la diócesis y, por supuesto, de los objetos sagrados expuestos al culto. Pero entre la rica información que podemos extraer está la existencia de numerosos hospitales, la inmensa mayoría de titularidad de la Iglesia. La lectura detallada del manuscrito nos aporta un patrimonio mal conservado, en muchos casos en ruina y con escasas inversiones para mantenerlo en funcionamiento.

En cuanto a los hospitales, desaparecidos en su mayor parte en la actualidad, se trataba de auténticos morideros en los que apenas unos camastros, sin mantas ni cabeceros, se encontraban vacíos en el momento de las inspecciones eclesiales.

Nuestros lectores conocedores de la provincia podrán observar que en algunos pueblos existe la calle del Hospital, remitiendo a los viandantes a un inmueble desaparecido que ejercía con la función de acogimiento para ancianos, enfermos y peregrinos sin recursos.

Cantalapiedra era una de las pocas localidades con tres hospitales

Pasamos a describir sucintamente los hospitales recogidos en el estudio. En Cantalapiedra funcionaban en los años referidos tres hospitales: el de la Santísima Trinidad, cuyo patrono era don Diego Serrano. Se quejaba el inspector de que no había orden en la hacienda del mismo. Rentaba 50 fanegas de trigo para gastar en reparaciones, misas por el eterno descanso del fundador y en auxiliar a los pobres del pueblo. Tenía dos camas para el uso común, a las que se les añadía una más destinada a la acogida de clérigos. Al tratar del estado de conservación, se decía en el informe que era “razonable”. Era califi­cada de “pasadera” la conservación de la casa y capilla del hospital, y entre sus enseres se encontraba un alba y una casulla de cotonía (tela blanca de algodón, tejido de cordoncillo), con razonable conservación. Asimismo, la capilla tenía corporales, misal, vinajeras y un cáliz abollonado.

El Hospital de la Veracruz fue fundado por Santiago Hernández y su mujer. Tenía unas rentas de 17 fanegas de trigo que iban a parar a los pobres de la localidad y a reparar la casa donde estaba instalada la institución, que en los años referidos se encontraba en mal estado. Sus 500 maravedíes de renta le servían para mantener tres camas con cabezales y mantas. Era su patrono el vicario, que tenía la obligación de decir cuatro misas anuales, por supuesto, por el eterno descanso del fundador.

Por último, el tercer hospital de Cantalapiedra reseñado estaba bajo la advocación de Santiago y destinado a la cura y recogimiento de mujeres. Rentaba 24 fanegas de trigo, estaba administrado por cofrades de Santiago, no tenía camas y el inmueble estaba conservado, según expresión del visitador, “regular”. Pocas localidades de la diócesis salmantina contaban con tres hospitales, lo que nos aporta un dato: Cantalapiedra era una población próspera, y su Iglesia tenía recursos abundantes para sus actividades de caridad.

Caso contrario era el de la parroquia de Villaflores, que tenía un hospital maltratado y sin camas, con una renta de 10.000 maravedíes que se empleaban en socorrer a los pobres de la localidad y en reparar los desperfectos de la casa hospital. El inspector eclesiástico ordenó, tras su visita, que la parroquia comprara dos camas para atender los futuros enfermos. El pueblo de Palaciosrubios contaba con un hospital que obtenía de renta 19 fanegas de trigo al año, más cinco ducados. Estaba bien reparado y equipado con cuatro mantas y camas con cabezales de madera.

El poblado de Curita mantenía abierto un hospital bien tratado, pero con falta de ropa. Hace pensar que los usuarios debían proporcionársela al ingresar en el mismo. Rentaba 11.000 maravedíes en censos y 36 fanegas de trigo. La renta obtenida se gastaba en atención a los pobres del lugar y con los forasteros en tránsito sin recursos. Fue fundado por Diego Gutiérrez, cardenal y canónigo de Santiago. En la inspección de Muelas se descubrió la existencia de una mujer conocida como curandera de enfermedades de niños. Fue amnistiada siempre que hiciese propósito de la enmienda; en caso contrario, intervendría con contundencia el tribunal de la Iglesia, la Inquisición.

Pedroso tenía un hospital bien tratado, con un ajuar de cuatro mantas, camas con cabezales nuevos, una alfamara nueva (baño o fuente para abastecer de agua al centro) y otra en buen estado. Rentaba 4.000 maravedíes. Estaba destinado a acoger forasteros transeúntes pobres. Tenía una carga, la obligación de destinar parte de sus rentas a dotar a una huérfana casadera con 10.000 maravedíes. Este dinero procedía de una Pía Memoria creada por Alonso Joanes que rentaba 40 reales.

Villaverde de la Guareña tenía, a principios del siglo XVII, dos hospitales, uno de ellos, el Hospital de la Placa, con el tejado en mal estado de conservación. Sobrevivía con 3.000 maravedíes de renta. Tenía cuatro camas con sus respectivos cabezales envejecidos y cuatro mantas, todas ellas en muy mal estado de conservación. El Hospital de la calle Sordos carecía de rentas, se encontraba arruinado. Tenía una particularidad, estaba destinado a acoger solamente a mujeres. En Pedrosillo el Ralo se encontraba un hospital bien tratado, con ropa necesaria, con una renta anual de 20 fanegas de trigo. Repartían 12 aguinaldos entre los pobres del pueblo cada año por Pascua, el resto lo dedicaban a los indigentes que se alojaban en el hospital. Llegó a disponer de 12.000 maravedíes que distribuía el mayordomo de la institución.

La publicación nos aporta datos de un hospital en La Vellés que había sido vendido al vecino de la localidad Alonso Pierna. La población de Velasco Muñoz tenía un hospital bien tratado, con tan solo una cama con cabezal y una alfamara. Rentaba cuatro fanegas de trigo cada dos años.

Aldearrubia contabilizaba dos hospitales, el de San Jorge, instalado en una buena casa sin retejar, con renta anual de 2.000 maravedíes que se repartían entre los pobres califi­cados según un orden para el que no se especifi­caban los criterios seguidos. El inspector eclesiástico ordenó adquirir una cama destinada a clérigos pasajeros que los fundadores del hospital habían ordenado estuviera siempre dispuesta para ser ocupada. En Cantalpino se señala la existencia de un hospital bien tratado, con ropa sufi­ciente y 25 ducados de renta.

Mollorido era una aldea aneja a Tarazona de Guareña que pasó a ser parte de la archidiócesis de Valladolid, pero que a principios del siglo XVII era de la diócesis de Salamanca. Tenía entonces unas casas que pertenecieron a un hospital desaparecido y que fueron vendidas en su día a Juan Rodríguez.

Valdecarros de Alba tenía uno sin rentas, el inmueble maltratado. El Concejo se servía de él y lo reparaba a su costa. Continuará…

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