Por Jesús Málaga
Tuve la suerte de conocer en mis años de Alcaldía a un arquitecto excepcional, el dominico Francisco Coello de Portugal, más conocido como fray Coello de Portugal. Fue el autor, entre otros, de los proyectos del santuario de la Virgen del Camino, en León, y de la catedral de Taipéi. Dedicó su vida a la construcción de edificaciones religiosas. Siguiendo la ‘Guía de arquitectura’ del Colegio Oficial de Arquitectos de León, en su Delegación de Salamanca, en nuestra ciudad dejó su huella en un convento-noviciado para Dominicas de la Anunciata, también conocido como de Nuestra Señora de las Viñas, en la carretera de Aldealengua, en los límites con Cabrerizos. Coello es uno de los renovadores de la arquitectura religiosa del siglo XX, empeñado en incorporar a cada una de sus creaciones las modificaciones litúrgicas que introdujo el Concilio Vaticano II en la Iglesia.
El edificio terminó de construirse en 1965, y sufrió modificaciones importantes para acomodarlo a la nueva función, una residencia de ancianos de titularidad pública a la que se le dio el nombre del patrono de la ciudad, San Juan de Sahagún. En la memoria del proyecto aclara su autor que lo que pretendía construir era un No-Viciado restringido a un rectángulo orientado en su dimensión mayor en la dirección norte sur. Su situación estratégica hace que desde el convento se vea el campo de la ribera del Tormes en sus dos márgenes. Las celdas y las zonas comunes estaban orientadas hacia el sur, y la capilla la colocó a la entrada, junto a la carretera.
No renunció Coello de Portugal a enclavar el claustro, imprescindible en todo convento, en el centro de la edificación. Cada una de sus cuatro paredes acogía la capilla, la sala capitular, la sala de visitas, los servicios y el claustro ‘de profundis’. Las celdas eran austeras, tenían cuarto de baño con ducha compartida. Los materiales utilizados en este singular edificio fueron el hormigón visto encofrado a tablas, ladrillo tratado al silicato y bovedilla tabicada. Sus características son la sencillez y el uso natural de los materiales. El edificio fue incluido en el registro DOCOMOMO Ibérico; una placa en su fachada colocada en 1913 por los Colegios de Arquitectos de España en el Día Mundial de la Arquitectura certifica tal distinción.
Fray Coello de Portugal dejó su buen hacer en otros centros religiosos de Salamanca: la ampliación del convento de las Dueñas, el Colegio Mayor Montellano, de las Jesuitinas, el Colegio Sagrada Familia, de las Siervas de San José, y el Colegio y Residencia Sagrado Corazón, también de las Jesuitinas.
La comunidad de dominicas bajo la advocación de Nuestra Señora de las Viñas hace referencia a una ermita situada a las afueras de la ciudad burgalesa de Aranda de Duero, en el paraje del monte sagrado Costaján. En aquel lugar se encontró una imagen de la Virgen que había sido escondida por los cristianos en su huida para protegerla de la invasión sarracena. Según la leyenda, la Virgen se apareció a un labrador para indicarle el lugar exacto de su escondite y pidiéndole que se construyese una ermita en el espacio donde se encontró la imagen para que fuera venerada a perpetuidad. En muestra de la acción milagrosa, la Virgen entregó al agricultor un racimo de uvas maduras en un tiempo en el que todavía no había comenzado la recolección de este fruto. Este episodio dio nombre a la Virgen encontrada.
Fray Coello de Portugal dejó su huella en otros centros religiosos de Salamanca, como el colegio de Las Siervas de San José.
Las dominicas de Nuestra Señora de las Viñas llegaron a Salamanca cuando comenzaba a decrecer el nacionalcatolicismo; permanecieron poco en nuestra ciudad debido a la falta de vocaciones y, al marchar, vendieron su convento. Otras comunidades dominicas se asentaron con anterioridad en Salamanca; las primeras fueron las Dueñas, en su convento de Nuestra Señora de la Consolación, junto al arroyo de Santo Domingo, y las de la Penitencia, en lo que hoy es calle García Tejado. Estas últimas acogían en su clausura a mujeres que previamente se habían dedicado a la prostitución. Abandonaron su convento obligadas por los franceses a principios del siglo XIX, en la Guerra de la Independencia.
El convento del barrio de los Bilbaínos fue adquirido por la Obra Sindical del 18 de Julio en plena Transición para destinarlo a hospital. Esta institución sanitaria del franquismo tenía en Salamanca un centro de consultas en la calle Pollo Martín; con la apertura del que se llamaría Hospital de San Juan de Dios, en el barrio de las Pajas, daba un paso de gigante en sus prestaciones en la provincia de Salamanca.
El artífice de la compra fue el director general de la Obra, Jesús Aramburu Olarán, falangista desde 1930, médico y político vasco ligado a Salamanca. Fue durante muchos años procurador en las Cortes por nuestra provincia, desde 1955 a 1977, y consejero nacional por Salamanca. Al llegar la democracia, Aramburu quiso presentarse para obtener acta de diputado en las elecciones generales por Salamanca por alguno de los partidos de ideología franquista, y pensó regalar a la ciudad un hospital para que le votasen. La institución que dirigía compró el convento de dominicas del barrio de las Pajas, lo equipó y estuvo a punto de ponerlo en marcha, pero no lo hizo o no llegó a tiempo para hacerlo. La Organización 18 de Julio fue fundada en 1940, y dependía de la Organización Sindical Española. Comenzó realizando asistencia médica y hospitalaria, para pasar a formar parte de la Seguridad Social en 1971.
El primer Ayuntamiento democrático tras la dictadura de Franco, el surgido en 1979, acordó en 1983 ponerlo en funcionamiento. Desde Madrid consideraron su apertura una locura, pero ya con gobiernos socialistas y con Ciriaco de Vicente como diputado por Salamanca se logró que el hospital de Las Pajas, que había pasado a pertenecer al Fondo Nacional de Asistencia Social (FONAS) se pusiera en funcionamiento para albergar los servicios sociales existentes y los que estaban por crear, de los que Salamanca era deficitaria. ASPRODES estuvo interesada para destinarlo a la atención de personas con discapacidad intelectual, pero su propuesta no llegó a cuajar.
El final del hospital es conocido por los salmantinos: se abrió como residencia para personas mayores dependiente de la Comunidad Autónoma –hasta ahora, el único de titularidad pública de la ciudad de Salamanca– tras una profunda remodelación. Su material médico y aparataje de última generación fue repartido entre los hospitales públicos de Salamanca.
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