El Hospital General de la Santísima Trinidad (I)

Texto: Jesús Málaga

Fotografías: Andrés Santiago Mariño

Sus orígenes, tras la fusión de 19 hospitales

A principios del siglo XIII, el obispo don Gonzalo fundó un hospital que tenía como titulares a Santa Margarita y los Mártires San Cosme y San Damián. Como la mayoría de los creados en Salamanca era atendido por una cofradía integrada por 24 miembros, uno de ellos nombrado mayordomo cada año para regentar la vida cotidiana del centro.

Este hospital ha sido siempre uno de los más importantes de la ciudad y de ello da constancia que el cabildo y el concejo asistieran todos los años a una rogativa celebrada por la cofradía en la capilla del hospital, el día de la Ascensión del Señor.

El obispo don Sancho reedificó el inmueble en 1440 y don Juan de Castilla, prelado también de la diócesis salmantina, en 1510, donó a la cofradía nada menos que veinte mil maravedíes. La predilección de las autoridades civiles y religiosas por este hospital fue constante hasta llegar a la gran decisión de 1581, cuando por providencia real, por influencias locales, se refundieron todos los hospitales de Salamanca en uno solo, eligiendo el de Santa Margarita y los Mártires San Cosme y San Damián por ser el de mayores dimensiones, tomando desde esa fecha el nombre de Hospital de la Santísima Trinidad, que era la denominación de uno de los centros suprimidos.

En el año 1581 había en Salamanca nada menos que 19 hospitales. Este número excesivo de centros sanitarios para tan pequeña ciudad era debido, en parte, al origen de los mismos. Estaban regidos por fundaciones religiosas, cofradías y gremios que creaban instituciones hospitalarias que servían de refugio para peregrinos o de acogida para pobres y enfermos. Este modelo hospitalario llega a Salamanca de la mano de los repobladores Raimundo de Borgoña y su esposa doña Urraca. El pequeño tamaño de los mismos era insuficiente para atender la fuerte oferta de pacientes y pobres sin recursos, sobre todo en los últimos años de la vida de ambos. La falta de recursos económicos de todos los hospitales salmantinos hacía que sobrevivieran con graves carencias y penurias. El rey Felipe II, consciente de su precaria existencia, decretó reunir en uno sólo todos los pequeños hospitales desperdigados por la ciudad y concentrar en él los recursos económicos de los 18 restantes.

En 1668 los problemas económicos que arrastraba el Hospital General se agudizaron, haciéndose más preocupantes. Faltaban limosnas y ayudas para su mantenimiento y, además, cada día había más enfermos pobres que solicitaban su ingreso en la institución y que no aportaban recurso alguno. El 18 de mayo del citado año se reunieron para buscar soluciones los regidores comisarios con Juan Sánchez, a la sazón administrador general del hospital, citados todos ellos por los mayordomos de la cofradía que atendían el centro. De lo tratado dieron cuenta a la ciudad y al obispo que eran, al igual que en la actualidad, los patronos del hospital.

Las conclusiones de los reunidos dejaron constancia de los problemas que se acumulaban. No había recursos, la carestía de la vida había puesto imposible la atención a los pacientes, el número de enfermos afectados por las calamidades de aquellos años subía semana a semana y las limosnas no llegaban ni para cubrir la mitad de los gastos corrientes. Las cosas pintaban tan mal que pensaron cerrarlo, a pesar de que esta medida suponía el abandono a su suerte para los pobres salmantinos que no tenían donde ir cuando caían enfermos. Se hacía entonces realidad el conocido dicho castellano de “no tener donde caerse muerto”.

Palacio de Francos añadido a la trasera del antiguo hospital.

De aquella reunión salió la solicitud a las familias pudientes y a las comunidades religiosas, canónigos y racioneros de la diócesis de Salamanca para que ayudaran con limosnas a la supervivencia del Hospital de la Santísima Trinidad. Para hacer efectiva la ayuda se les implicaba en la vida cotidiana del hospital, haciéndoles diputados del mismo.

Para salir del marasmo propusieron a los patronos, la ciudad y el obispo, la fundación de una nueva congregación. Para su funcionamiento se recurrió al nombramiento de 24 diputados, 12 eclesiásticos y 12 seglares, renovables cada dos años, que tuvieron como misión el cuidado de los pobres enfermos. Cada mes, dos diputados, uno seglar y otro clérigo, asistían a los enfermos en el hospital y realizaban el seguimiento del funcionamiento de la institución. Cada dos años la Junta se reunía para proceder a las elecciones de los cargos de responsabilidad: administrador general, mayordomo, cura y responsables de los oficios desempeñados en el hospital. Los cargos eran elegidos por la mayoría de los votos, asistiendo los dos patronos a las votaciones.

También las cuentas que periódicamente rendía el mayordomo se realizaban en presencia de los patronos y de dos diputados, uno clérigo y otro seglar.

Ordenanzas del Hospital General de la Santísima Trinidad de 1668

Siendo obispo de Salamanca don Javier de Esparza fueron censuradas por el mitrado las ordenanzas del Hospital de la Santísima Trinidad de 1668. Después se presentó a Su Majestad y ante la sala de gobierno del Concejo Real. La congregación mantenía 25 componentes; un administrador general que ejercía de superior de la congregación y 24 diputados, 12 eclesiásticos y 12 seglares. El administrador general era elegido por un periodo de dos años por la Junta de Elecciones, mientras que el cargo de diputado era a perpetuidad a no ser que por causa justa fuera despedido o la congregación le despidiese por una causa justificada y razonada.

Cada dos años, el último día del bienio, en la fiesta de San Silvestre, se realizaba la Junta de Elecciones de Oficios. Asistían a la misma el señor obispo, el vicario general de la diócesis de Salamanca, el corregidor, dos caballeros regidores, los comisarios de la ciudad, el administrador general, los 24 diputados, los mayordomos de la cofradía de la Cruz y de Santo Tomé, y los hijosdalgos de San Ginés y Santa Ana, Santísima Trinidad, Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de la Misericordia, San Sebastián, Santiago y San Mancio, Purificación, San Pedro y  San Andrés, la Pasión, San Gregorio ySanta Ana. En total eran diez cofradías las representadas por sus máximos responsables y nunca por sus suplentes, reseñados en las constituciones del hospital como  avenidores o súbditos.

En la reunión se pasaba revista a los acontecimientos del bienio relatados por el administrador general, el cura, los dos médicos, el cirujano, los dos barberos, el abogado, el agente y el mayordomo de hacienda. Después se pasaba a votar los cargos electos, con voto secreto depositado sobre un altar presidido por el prelado. El administrador general se elegía entre los 24 diputados, excluyendo entre los candidatos al administrador saliente que no podía ser elegido por segunda vez. Los votos eran recogidos por el secretario, asistido por un diputado clérigo y otro seglar. Las papeletas eran entregadas a los decanos, que después se encargaban del recuento. En caso de votación dispersa, se volvía a votar entre los dos candidatos con mayor número de sufragios.

La última junta, celebrada antes de la creación de la nueva congregación, fue el 31 de diciembre de 1668, y la primera delos nuevos estatutos dos años después, el día de San Silvestre de 1670.

En el quehacer cotidiano, los últimos días de cada mes, el administrador general se reunía con los 24 diputados y con uno de los secretarios para discutir los problemas del buen gobierno del hospital. Se realizaba el recuento de los ingresados sin recursos, de los fallecidos, de los gastos ordinarios, de las sepulturas de los enterrados en la iglesia, de lo recaudado por la venta de los vestidos de los difuntos, del cuidado o, en su caso, el descuido de los ministros en su quehacer diario y del estado de la ropa.

También conocían sobre las limosnas aportadas al hospital, los pleitos, reparaciones en el inmueble y el estado de las propiedades rurales y urbanas del centro sanitario. En los asuntos en los que era necesario el pronunciamiento de los diputados se solicitaba su opinión sometiendo la cuestión a votación.

Los diputados eran llamados a reunión por el portero, que llevaba la citación a sus casas. Las reuniones se celebraban a las tres de la tarde, desde San Miguel hasta la Pascua de Resurrección, y a las cinco de la tarde el resto del año. A los que no asistían y no aportaban justificación suficiente les multaban con 4 reales, 2 se quedaban en el hospital y los otros 2 iban para pagar al portero.

Para proveer las vacantes de diputados se ponían edictos en el hospital, dejando claro si se trataba de un eclesiástico o de un seglar. Se recibían las peticiones de los aspirantes en la secretaría de la congregación y se votaba en secreto entre los candidatos admitidos.

El secretario era nombrado de por vida y no tenía salario ni gajes de ninguna clase. Los ministros y oficiales eran elegidos en la Junta de Elecciones y podían ser despedidos siempre que se produjeran causas suficientes. Citan las mismas en los estatutos, figurando primera la muerte, como es obvio, y la ausencia del trabajo. En estos casos se podía nombrar un interino hasta el nombramiento definitivo por la Junta.

El hospital contaba con un arca de grandes dimensiones donde se guardaban los caudales utilizados para el gasto corriente. En este mueble se depositaban también los censos redimidos, las posesiones vendidas y los legados de dotación entre otros documentos. El arca tenía tres llaves, una en posesión del administrador general y las otras dos por sendos diputados elegidos por la congregación para tal menester. Un libro de registro con lo allí depositado servía de garantía para el control permanente.

De los compromisos económicos se responsabilizaba toda la congregación y no sólo el administrador general. Así sucedía con las compras, las ventas, las peticiones de dinero, los préstamos, las permutas y las firmas de escrituras.

El hospital tenía obligaciones con alguno de sus benefactores, los más generosos y los más insignes. Se decían misas en los aniversarios de su muerte y para cumplir con la promesa se nombraba a un diputado que se encargaba de hacer el seguimiento de esas obligaciones inexcusables. Para mejor recordarlas se exponían en la sala de la congregación, en un tablón, las misas, los aniversarios y las limosnas comprometidas de antemano. Los fines de año el diputado comisario inspeccionaba el grado de cumplimiento.

Los ingresos del hospital eran desiguales, variando a lo largo del año. Dependían en gran medida de algunos legados de personas pudientes que al morir dejaban parte de su fortuna para el mantenimiento del centro sanitario. El gasto también era muy diferente, dependiendo del número de pacientes ingresados.

Las rentas proporcionadas por el Patio y Casa de Comedias, situado en loque hoy es el Teatro Bretón, eran las más saneadas del hospital. Dos diputados, uno religioso y otro laico, eran los encargados de hacer que los mejores comediantes visitaran Salamanca para así llenar el teatro y tener mayores ingresos. Estos saldos eran tan importantes parala cofradía y, sobre todo, para la supervivencia del hospital que, aún tratándose de algo profano, la congregación permitía a los diputados encargados del Patio de Comedias ir a Madrid a buscar las compañías de teatro si en Salamanca no lograban encontrarlas con la calidad suficiente como para atraer al público. Las sesiones de teatro eran más frecuentes en las ferias de septiembre, pero también había representaciones a lo largo del año.

Esta forma de financiación no fue siempre aceptada por las autoridades eclesiásticas. Algún prelado salmantino llegó a cerrar el Patio de Comedias por considerar que incitaba al pecado, pagando de los recursos de la mitra el valor de la totalidad de las entradas no vendidas.

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