Texto: Jesús Málaga
Fotografías: Andrés Santiago Mariño
El 25 de abril de 1935 se pone la primera piedra del sanatorio antituberculoso con mayor capacidad de España. Un hospital con 500 camas, que al final quedaría en 601, se situaba a menos de tres kilómetros de la carretera de Salamanca a Ciudad Rodrigo. Las obras iban a buen ritmo cuando estalla la guerra y es nombrado el general Severiano Martínez Anido, que durante muchos años daría su nombre al centro, presidente del Patronato Nacional Antituberculoso. La Diputación Provincial se dirige a la Dirección General de Prisiones para solicitar la concesión de brigadas de reclusos, que permitiese seguir con la construcción, petición que aprueba dicha institución a finales de mayo de 1937.
La situación económica ralentiza las obras y para terminar el hospital se solicita ayuda al Instituto Nacional de Previsión y a la Diputación Provincial, sin conseguir una respuesta positiva. Las obras siguen casi paralizadas en los primeros años cuarenta y en 1943 todavía la Diputación no ha urbanizado el camino de acceso desde la carretera nacional al sanatorio.
Hay que esperar a 1947, 12 años después de su comienzo, para asistir a la terminación de las obras. Se nombra director a Ambrosio Prada Garrido, que ostentaba el cargo de director del Dispensario de Salamanca, que toma posesión el 1 de enero de 1948. Es en este año cuando se comienza a contratar personal y, a finales de octubre, a recibir enfermos internados en los sanatorios ubicados en Llano Alto y en Carabanchel Bajo, en Madrid, entre otros.
La inauguración oficial se pospone al 10 de mayo, aprovechando la visita oficial de Franco a la provincia. El Jefe del Estado visitó todos los pabellones dirigiéndose después a Ciudad Rodrigo para entrevistarse con el presidente portugués Salazar. Desde la finalización de la Guerra Civil el sanatorio recibe el nombre de Martínez Anido, nombre que conservará hasta 1984 en que pasó a llamarse Hospital de enfermedades del Tórax de los Montalvos y en 1986 hospital de los Montalvos. Cerca de la entrada principal se instaló un busto de mármol del General Martínez Anido.
El sanatorio, situado a 10 kilómetros de Salamanca, es obra del arquitecto ingeniero Rafael Bergamín, autor del aeropuerto de Madrid. Es una muestra del racionalismo, donde se elimina el ornato y la decoración superflua. Se busca la funcionalidad y responder a las necesidades de este tipo de instituciones. La sobriedad y la sencillez son las características de este estilo que tiene en Salamanca espléndidas muestras, entre otras, en la parte alta de la Gran Vía.
Este gran maestro fundó dos revistas de arquitectura, “Arquitectura”, de la Sociedad Central de Arquitectos, y “España Forestal”. Desde sus páginas abogaba por la protección del medio natural y la idea de integrar el árbol en la arquitectura, por lo que el proyecto de los Montalvos le sirvió para plasmar sus ideas. Un bosque de encinas, un lugar paradisíaco y una arquitectura funcional hicieron posible la composición que hoy disfrutamos en las cercanías de Salamanca. Fue un adelantado a su tiempo diseñando la Escuela de Enfermeras del Hospital del Rey de Madrid y el conocido barrio residencial del Viso de la Capital de España. Ocupó el cargo de arquitecto de la Dirección General de Sanidad y formó parte de su consejo superior. Rafael, hermano del escritor José Bergamín, era republicano y al terminar la guerra se exilió en Venezuela, no sin antes presentar su proyecto del hospital de los Montalvos en la Exposición Internacional de París. Residió en Caracas desde 1937 hasta 1959 en que regresó a España. Con la marcha de Bergamín se hace cargo de la obra el arquitecto salmantino Genaro de No que en general respeta los planos de su antecesor que buscaba una arquitectura higienista, soleada, entre arboleda, aislada, con grandes ventanales.
El hospital tiene una superficie construida de 20.000 metros cuadrados. Un pabellón general, otro para enfermeras, dos pabellones para médicos, una casa para el conserje y jardines. La iglesia, que no estaba en los planos originales, sobresale y rompe el estilo arquitectónico primitivo del edificio. El pabellón de enfermeras albergó a los médicos enfermos de tuberculosis, a la comunidad de religiosas y a los enfermos de pago.
El hospital disponía de unidades para hombres, mujeres y niños, con más camas para los primeros. La superficie de las habitaciones es de 4,60 metros de largo por 2,55 de ancho para dos camas. En los extremos de cada unidad se encuentra una sala para recreo que podía albergar seis camas en caso de necesidad.
Todas las habitaciones están orientadas al mediodía, con grandes terrazas para recibir los rayos solares y el aire para la perfecta oxigenación. El abastecimiento de agua se hace desde un manantial de la finca colindante, La Golpeja, a cuatro kilómetros del sanatorio, y la depuración de aguas residuales se efectúa a través de una fosa séptica en el lado sur de la finca. El sanatorio tiene teléfono desde su inauguración.
El hospital tenía horno, costeado con la cuestación de la Fiesta de la Flor, y pocilga, ambos construidos en 1950 para abastecer de pan y carne a los enfermos. La explotación ganadera estuvo abierta hasta 1974.Los gallineros se construyeron en 1960 con el beneficio de la explotación de cerdos. Ninguna de ellas fue rentable y se cerraron en 1973. No se llegó a realizar la huerta que iba a ser regada con las aguas residuales.
La comunidad de religiosas, que llegaron a ser 40 monjas, estuvieron en los Montalvos en la cuarta planta hasta 1976 en que se trasladan al pabellón de “distinguidos”, que ocupaban 23 enfermos, a los que se les dio la opción de marcharse a casa con alta médica o pasar al Pabellón General con el resto de los enfermos. El pabellón de “distinguidos” se remodeló para acoger a las religiosas instalándose sala de estar, despacho para la superiora y capilla.
En junio de 1981, por orden de la Subdirección General de Centros Sanitarios Asistenciales de la AISNA, se encarga a los arquitectos Francisco Fúster y Julia Sevilla, funcionarios de la Administración Institucional de la Sanidad Nacional, un proyecto de reformas del sanatorio que afectaba solamente a la mitad del edificio. Esta remodelación obedecía a la disminución de los casos de tuberculosis. La aparición de nuevos tratamientos quimioterápicos que comenzaban a dar resultados óptimos, inició la reducción de las estancias de los enfermos, por lo que se hacía necesario acomodar los espacios. Las obras se finalizaron en 1984, siendo ocupadas las nuevas unidades en 1985.
Los Montalvos nacieron para el tratamiento de los enfermos tuberculosos de bajos recursos económicos, los pacientes acogidos a la beneficencia, a los que se les ofertaba tratamiento y estancia gratuita. En enero de 1950 se firma un acuerdo entre el Consejo General de Colegios de Médicos y el Patronato Nacional Antituberculoso para recibir en los Montalvos a médicos y sus familiares enfermos de tuberculosis. De las 25 pesetas diarias que costaba la estancia de cada paciente, 15 las pagaba el Colegio de Médicos al que pertenecía el residente y las 10 restantes las pagaba el ingresado o su familia.
En marzo de 1951 los Montalvos pasan a la categoría de mixto, es decir de pago y de beneficencia. La cuota de pago la realizaban, tras pedir informes a los ayuntamientos, los Servicios Centrales del Patronato Nacional Antituberculosos. Se consideraban de pago a los que pertenecían a Mutuas o Asociaciones Profesionales, tales como correos, telecomunicaciones, notarías, entre otras. En 1953 se establecieron acuerdos entre el Instituto Nacional de Previsión y el Patronato Nacional Antituberculoso para asistir a los enfermos quirúrgicos que pertenecían al Seguro de Enfermedad. Los conciertos se renovaron en 1966 y 1974.
“La aparición de nuevos tratamientos que comenzaban a dar resultados óptimos, inició la reducción de las estancias y la adecuación de espacios”
El sanatorio dependía del Patronato Nacional Antituberculoso. Su presidencia la ostentaba el Ministro de la Gobernación y el vicepresidente, que actuaba como presidente delegado, era el Director General de Sanidad. Así mismo el Patronato tenía un Secretario General. En las provincias las Delegaciones Provinciales del Patronato se constituían con el Gobernador Civil como presidente, el Jefe Provincial de Sanidad como vicepresidente, el Director del dispensario como secretario, y varios vocales. Entre estos destacaban un representante de la autoridad eclesiástica, otro de Falange Española Tradicionalista y de la JONS y una dama o caballero que se hubieran distinguido por su vocación y aptitud en las cuestiones de tuberculosis, beneficencia y asistencia social.
El jefe de personal era quién ordenaba los ingresos de enfermos, vigilaba el cumplimiento del reglamento y proponía las modificaciones del reglamento.
El paso de las competencias sanitarias a la Comunidad Autónoma de Castilla y León, el nacimiento de la Unidad del dolor y la adscripción de nuevos servicios y unidades al hospital, hacen de los Montalvos de los últimos años un nuevo centro sanitario, distinto en sus funciones a sus orígenes como exclusivo en el tratamiento de enfermos tuberculosos. Sus profesionales han demostrado desde su puesta en marcha a mediados del siglo pasado un buen hacer que le ha dado prestigio como hospital de referencia.
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