Por Ramón Martín Rodrigo
Licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte
y doctor en Geografía e Historia
Seleccionado este doctor, me las prometía muy felices a la vista de tres expedientes académicos, y otro que esperaba poder examinar. Con estas consultas, la de la prensa y quizás algo más que hubiese en internet, tendría suficiente para escribir un par de planas sobre la biografía de este médico salamantino. Más, ¡ay!, mi esperanza y mi gozo inicial se fueron desvaneciendo poco a poco. Los expedientes tenían los datos repetidos, y no pasaban de 1955; los demás medios informativos no daban noticia alguna. ¡Lástima tanto silencio!, pues, como veremos, en los estudios universitarios fue un alumno excepcional y extraordinario.
César Hernández nació en Salamnca el 12 de febrero de 1904, hijo de Francisco Hernández y de Filomena Anciones. Vivía en la calle Sánchez Ruano, número 5, piso 1º. En el curso de 1919 a 1920, se matriculó y obtuvo en Ética, Historia Natural y Agricultura la calificación de Sobresaliente con Premio en las tres asignaturas. También en este curso, y en el Instituto Fray Luis de León de Salamanca, estudió Lengua Alemana, sacando igualmente Sobresaliente.
Acabó los estudios de Bachillerato el 26 de junio de 1920, con calificación de Aprobado, lo que suena algo extraño, dadas algunas de las notas que llevaba.
César Hernández realizó la carrera de Medicina durante los siete cursos de la misma desde el curso 1920-1921 al 1926-1927. Obtuvo 24 Sobresalientes/Premio, es decir, 24 Matrículas, más tres Sobresalientes.
Mientras, se presentó a oposiciones para alumno interno, las que aprobó, siendo nombrado como tal el 3 de diciembre de 1924. ¡Un fenómeno!
Acabada la carrera en 1927, en junio de ese año se presentó al preceptivo examen de Grado de Licenciado. Su primer ejercicio versó sobre ‘El tejido muscular. Descripción y preparación de sus variedades’; el segundo ejercicio fue sobre ‘Técnica general para regeneración, aislamiento y cultivo de bacterias’. Tras las calificaciones de ‘Admisibles’, realizó el tercer ejercicio y, como era de esperar, obtuvo Sobreasaliente y Premio Extraordinario de Licenciatura.
Al terminar la larga difícil y vocacional carrera de Medicina, con frecuencia los nuevos licenciados se encontraban con el problema del cumplimiento del servicio militar. Para resolverlo, solían hacerlo antes de iniciar su profesión. Cumplida esta obligación social, o bien libres de ella por sorteo, hijo de viuda, exento, etc., al médico recién salido de la Facultad se le presentaban tres vías para optar por una de ellas: continuar estudios; realizar estudios de doctorado en Madrid y de alguna especialidad; ir a ejercer a alguna plaza, por lo general, un partido poco atractivo por la distancia y la corta remuneración, o conseguir una plaza de profesor en la Universidad, comenzando por la de ayudante.
Esta última opción no era fácil para la mayoría de licenciados, por cuanto se requería un expediente académico sumamente meritorio y una propuesta de la misma Facultad presentada a la Universidad. Don César Hernández, con su brillante expediente, optó por marchar a Madrid a realizar los cursos de doctorado durante 1927- 1928. Allí cursó las cuatro asignaturas siguientes: Historia de la Medicina, Antropología, Parasitología, Electrología y Radiologia. Todas ellas las superó fácilmente. Pero una cosa resulta extraña: no presentó de inmediato su tesis doctoral, sino que realizó el examen de Grado de Doctor el 4 de mayo de 1941, y entonces obtuvo la calificación de Sobresaliente.
No quedan noticias a mi alcance que aclaren qué hizo don César en unos meses, del año 1928 y hasta el 3 de marzo de 1929. Los cursos de doctorado acabarían en junio de 1928. ¿Dónde estuvo o qué hizo en los meses que siguieron? Si hacemos caso a una información de ‘El Adelanto’, la respuesta es sencilla: “Preparar y ganar plaza en oposiciones a la Beneficiencia Municipal de Salamanca, en 1929.
El 3 de marzo de ese año, el aludido periódico dice: “Anoche en la Hostería Vasca se celebró una cena íntima, con la que los nuevos médicos de la Beneficencia Municipal en la Casa de Socorro, señores don Isidoro Juárez, don Ambrosio de Praday don César Hernández Anciones obsequiaron a sus compañeros… (y cita a los asistentes)”. Pero resulta que, cuando el propio César completa sus méritos de carrera literaria, en su Hoja de Servicios omite totalmente esta oposición. ¿Por qué?, No hay respuesta. Puede suponerse que renunciase a este puesto, pero el mérito de haber ganado una plaza debería haberlo hecho constar.
Es evidente que hacer una oposición requiere un tiempo desde su anuncio hasta su conclusión, que pudo ser en marzo o abril de 1930. Demos por supuesto que, durante un año, don César Hérnández, en vez de ejercer en la Beneficencia, se dedicase al estudio y preparación de una nueva oposición. En efecto, se presentó a esta oposición de médico de guardia del Hospital Clínico y Provincial de Salamanca —que se acababa de abrir en Salamanca el año anterior—, y ganó plaza. Y comenzó a desempeñar su función el 19 de mayo de 1930.
El sueldo de este puesto era bajo, 1.500 pts. anuales, por lo que nada es de extrañar que pronto don César optase a otro cargo mejor remunerado. En efecto, él solamente ejercio como médico de guardia siete meses y 11 días.
A propuesta de la Junta de Profesorado de la Facultad de Medicina de Salamanca, y según las Reales Órdenes y Decretos vigentes, fue nombrado por el Ministerio de Instrucción Pública Profesor Auxliar Temporal de la Facultad de Medicina de Salamanca, adscrito a la asignatura de FISIOLOGÍA GENERAL Y ESPECIAL, con la gratificación de 3.000 pts. anuales, cargo prorrogable por cuatro años.
Tomó posesión de este nombramiento el 1 de enero de 1931. Desde entonces en adelante, ya todo será seguir como docente. En esto, ese mismo año se proclamó la II República en España, cambio que, ante la incertidumbre de lo que sucedería, pudo causar temor a muchas personas. Pronto todo quedó en sosiego, y aún mejorado para don César Hernández Anciones.
Él recibió un oficio que decía: “El Gobierno Provisional de la República ha tenido a bien disponer que el auxiliar temporal se encargue de las CÁTEDRAS VACANTES de Fisiología General y Especial, con dos tercios del sueldo del correspondiente al catedrático de entrada, a partir del 1 de febrero del corriente año de 1931”. A partir de aquí, todo marchará de modo normal, con las consiguientes prórrogas del empleo y las correspondientes subidas de sueldo.
Los alumnos que sucesivamente fueron recibiendo su docencia fueron numerosísimos. He aquí un ejemplo de 1934: FISIOLOGÍA GENERAL-Matrículas de Honor: Fernando Bernaldo de Quirós, Miguel Ferrer, Julián Fuentes Riesco, Juan Luis Rodríguez Martín y Ángel Miguel Cid. FISIOLOGÍA ESPECIAL: Matrículas de Honor: Buenaventura González Zapatero, Bernabé González, Julio Peláez Redondo, Juan Antonio Hernández Sánchez y Rafael Martín Sánchez. De los cuales he conocido personalmente a los que van escritos con letra negrita.
A mediados de septiembre de 1936, los médicos docentes de la Universidad Salmantina que aquí había recibieron un oficio con la orden de presentarse en el Rectorado. Naturalmente, don César Hernández contestó como la mayoría: “Con esta fecha hago mi presentación”. Esa respuesta supone que, a partir de entonces, se podía contar con él, no sólo para la enseñanza, sino también para atender los servicios necesarios en los hospitales de la ciudad.
Sobre su quehacer en los tres años de enfrentamiento bélico también se nos echa encima una laguna informativa. Algunas de las fotos en las que se ve a don Paco Díez y a don Miguel Ferrer, u otras semejantes, pudieran servir para sacar alguna pista más. Lo cierto es que él figura en una Guía Médica de 1938, como médico de Medicina General. Conviene decir que a este doctor no debe confundírsele con don Felipe Anciones, que murió en Zamora víctima de la guerra.
Don César Hernández debió necesitar presentar su Hoja de Servicios para presentarse a unas nuevas oposiciones. He aquí el resumen que él mismo consignó: “Total servicios de docencia hasta el 30 de marzo de 1947: 17 años, un mes y 11 días. Ha desempeñado la Cátedra vacante de Fisiología General y la Cátedra acumulada de Fisiología Especial durante los cursos 1941-42; 1942-43; 1943-1944 y 1944-45, percibiendo la gratificación anual de 3.000 pts (por ser de lección diaria; algunos profesores tenían un sueldo inferior; no se puede olvidar que fueron los años de hambre, aislamiento y racionamiento que atravesaba España; de 1941 data también su número de colegiado en el Colegio Médico de Salamanca)”.
Nota para añadir es que, desde el 1 de febrero de 1944, la remuneración pasó a ser de 5.000 pts al año, dejando el cargo de la Auxiliaría correspondiente al Ayudante de Prácticas don Manuel Rodríguez García Puente. Y el siguiente curso, con motivo del Nuevo Plan de Estudios, desde enero percibirá 6.000 pts.
Su cargo siguió siendo prorrogado de curso en curso.
Su nombramiento reza de esta manera: “A partir del 1 de octubre de 1947, según lo dispuesto en O. Ministerial del 21 del corriente mes y O. Circular del 23, el cargo de Auxiliar Temporal Provisional, que el 30 de junio próximo de 1947 le ha sido prorrogado, se ha transformado en el de Profesor Adjunto, con sueldo de 6.000 pts anuales”. Pero lo que no dice en ese escrito es que fue en virtud de oposición. Tomó posesión de este nuevo cargo el 20 de octubre de 1947, y era por cuatro años prorrogables, de suerte que acabaría en 1951. Y en esa fecha se volvió a prorrogar en su adjuntía hasta el 14 de octubre de 1955.
Durante el curso 1952- 1953, llegó a la Facultad como titular de la Cátedra de Fisiología General y Química Biológica don Jesús Comín García, pero puso la excedencia en el siguiente curso, con lo cual de nuevo don César se encarga de la Cátedra vacante, a partir del 1 de abril de 1954 y, además, con extensión, la de Fisiología Especial, ambas con sus correspondientes sueldos. Desempeñará la Auxiliaría el Ayudante de Clases Prácticas don José Luis Cabezudo Hernández. Luego, a don César también se le propone para el curso siguiente, el de de 1954-1955. Por consiguiente, las cosas marchaban bien, y aún mejor a partir de enero de 1955, cuando sube el sueldo considerablemente, pero el contrato se terminaba oficialmente el 30 de septiembre de 1955.
Hay en el Archivo Universitario un expediente que por fuera dice: “Correspondencia de don Antonio Tovar con don César Hernández Anciones”. Pero el encabezamiento debería ser al revés, por cuanto solo hay una carta que —el 1 de diciembre de 1955, y desde su domicilio en María Auxiliadora, nº 6— envió Anciones a Tovar, entonces Rector de la Universidad. Como la carta es sumamente elocuente, copio unas frases de la misma:
“Recibí su carta de 28 de septiembre, en la que me comunicaba que, bajo su inciativa y su única responsabilidad, había acordado nombrar Profesor Adjunto de la Cátedra de Fisiología al Dr. Colás” (D. Antonio)… “Eso me produjo estupor y consiguiente disgusto… La Facultad había propuesto la prórroga por un año de mi nombramiento como profesor Adjunto de Fisiología y se me había designado encargado de la Cátedra para el curso 1955-56”. Y sigue el Sr. Anciones hablando de la actitud arbitraria del Rector, de la vulneración de preceptos legales y del trato tan injusto y tan dañino para él. Y añade: “Si mi prestigio no ha sufrido lo más mínimo, gracias a Dios, no ha sido por Ud., sino porque todo el mundo, al parecer, tiene una más favorable idea de mi formación científica que Ud. Sr. Rector”. Finalmente, don César pide copia de las actas para dirigirse al Ministro en la foma que considere más pertinente.
Cuando en la orla de 1959-1960 aparece su foto, lo primero que cabe pensar es que don César fue repuesto con ocasión de un nuevo rector, Balcells, pero un detalle hace caer en la cuenta de que no fue así. La orla dice: “Promoción de 1953- 1960”. Es decir, que nuestro biografiado aparece en la orla porque, efecivamente, dio clase a aquellos alumnos, pero fue antes del año académico 1955-56. En el curso 1959- 60, se incorporó al claustro el Dr. D. Manuel Gandarias Bajón, titular de las asignaturas de Fisiología General y Química Biológica y Fisiología Especial, en virtud de oposición. Don César Hérnandez no aparece en su equipo, sigue sin anunciarse su consulta, ni se ve citado como profesor. ¿Se fue a otra Unirvesidad? ¿Murió tempranamente? Como en las películas del final abierto, para que cada cual ponga el que le parezca, así dejo ahora esta biografía, mas con la esperanza de encontrar algún día las piezas que faltan a este rompezabezas.
La foto de D. Huberto Sánchez Tabernero sale en ‘El Adelanto’ dos o más veces, una de ellas en 1924. En otra, con ocasión de ser el ganador de la copa en un torneo de tiro con escopeta, y el pie de ella dice: “Presidente de la U.D.E.”. En 1938 figura como especialista en laboratorio.
D. Celedonio Daniel Bellido era el médico de La Vellés (Salamanca) en 1928. ‘El Adelanto’ realizó un amplio reportaje sobre este pueblo el 17 de noviembre del citado año. Esa población venía a ser el centro principal de La Armuña y, por tanto, era relativamente importante. Entre sus personajes no podía faltar el médico.
D. Jóse Méndez y Pérez aparece en una foto incluida en el ‘Anuario Industrial y Comercial de Salamanca’ de 1926. La publicación recoge los personajes destacados de la capital y de algunos pueblos, como los alcaldes, secretarios, médicos, etc. Pero de este doctor no se dice nada. Su anuncio en la prensa lo presenta así: “Del Hospital de San Juan de Dios, especialista en enfermedades de la piel y sifilíticas. Plaza del Mercado 54”.
El doctor Sesma, también incluido en el ‘Anuario Industrial y Comercial’ de 1926. El pie de su foto señala: “Especialista en matriz y partos. Puerto de Béjar”. Habrá que buscar su nombre completo y algo más, si acaso quedó referido en la prensa bejarana o en la salmantina.
Reunión de médicos. Aparece en ‘El Adelanto’ el 28 de marzo de 1936. El título dice “Un joven da siete veces su sangre para salvar la vida de un enfermo en cada caso”. En la foto aparecen los médicos señores Ortiz de Urbina (don José), Conde (don Florencio) y Seirulo. Rodean al estudiante de 5º curso de Medicina y alumno interno de la Clínica del doctor Querol, don Luis Gil y Gil Terradillos. Este voluntario donó sangre siete veces, cada una de ellas a requerimiento de los doctores Cardenal, Cañizo, fuera de Salamanca, y de Cózar, Moraza, Valle y Díaz Jiménez y Ortiz de Urbina, en Salamanca. Aquí vemos tres médicos, todos con su bata blanca, sonrientes en una habitación alegre, con sus ventanales y decoración, en el sanatorio María Teresa que mandó hacer D. Paco Díez Rodríguez. Para reconocer el altruismo de este joven estudiante, los amigos y compañeros organizaron una cena homenaje en Hotel Pasaje, el 2 de abril de 1936, cuya foto publicada en la prensa muestra 22 participantes.
Reconocimiento médico. Esta foto esta tomada en el Preventorio-Escuela el 3 de junio de 1934, poco tiempo después de ponerse en marcha, situado en el Alto del Rollo y costeado por la Caja de Ahorros de Salamanca.
Su finalidad era cuidar de niños pobres y al borde de caer en tuberculosis. Reunía a 18 niñas y 12 niños desde los 6 a los 14 años de edad.
Estaba atendido por una maestra, monjas enfermeras y demás personal necesario de un internado, así como por el imprescindible médico, la Srta. doña Gonzala García Delgado, algo entonces muy excepcional y digno de alabar.
Le auxiliaban los los médicos don Ramón Ledesma, especialista en niños, don Serafín Gil, odontólogo, y don Antonio Domínguez, otorrino.En esta simpatíca viñeta se recoge precisamente la amorosa atención que la doctora presta a un niño. Se deja percibir la ternura en el trato, la confianza dada al chico, que con su mandilito puesto, parece sorprendido, pero que, muy quietecito, se deja auscultar por quien sabe que lo hace por su bien.
Deja una respuesta