Por Ramón Martín Rodrigo
Licenciado en Geografía e Historia y en Historia del Arte
y doctor en Geografía e Historia
El 15 de agosto de 2019 se transmitía por las ondas la siguiente noticia: “Un equipo de investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza, tras veinte años de estudios, está probando en Sudáfrica la vacuna especial, de mayor efecto que la actual, contra la tuberculosis. Estadísticamente, en esa nación la enfermedad alcanza cifras alarmantes”. Seguidamente, se añadía que en España se están incrementando los casos de esta enfermedad1. Este aumento se debe, en cierta medida, a la emigración, según se explicaba el pasado verano. Según otras fuentes, la tuberculosis había descendido a unas tasas inferiores a 5 de cada 100.000 habitantes en 1975, y se daba prácticamente por erradicada.
Esta actualidad ha sido el motivo de que vuelva a poner atención en médicos especialistas tisiólogos para rescatar del olvido a varios “maestros con historia” por su valiente dedicación. Digo “vuelva”, por cuanto ya me fijé en el doctor D. Ambrosio Prada Garrido en la revista ‘Salamanca Médica’ Nº 43 (2-I 2016). Ahora creo que debería hablar de otros doctores, pero como no es fácil exponer de modo extenso ciertas biografías, hago un somero recordatorio de los especialistas en el aparato respiratorio. Así pues, este artículo no versa exactamente sobre la tuberculosis, aunque lógicamente he de referirme a esta enfermedad como base referencial, siquiera muy elementalmente. Varias ilustraciones, a falta de retratos, también se relacionan con la enfermedad2.
La tisis fue “enfermedad de la época” en España, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX y en el primera tercio del siglo XX. Hizo estragos en las clases humildes, carentes de medios de vida, que pasaban necesidades alimenticias y de vestido, pero también afectó a clases acomodadas. Entre otras, se tenían como causantes la vivienda insalubre, la falta de higiene, el hambre, el alcoholismo, los catarros mal curados, el contacto con otros enfermos y no acudir a tiempo al médico. Algunos puntualizaban así: Los cafés, causa de la tuberculosis3 , pero lo que había en ellos era falta de higiene y limpieza del local y de los visitantes y falta de luz solar y ventilación. Algunos concretaban que la causa radicaba los esputos secos, lo que también es producto de la falta
Este señor, natural de Fermoselle, hizo su carrera de Medicina en Salamanca, ejerció en Mirabel (Cáceres) y fue inspector regional de Trabajo, médico higienista, epidemiólogo, periodista y escritor4, y recibió varios premios. Él escribió, en noviembre de 1913 en ‘El Adelanto’, tres largos artículos en los que, primero, expone las causas, señalando al propio enfermo y a la sociedad en la que vive; luego, precisa la etiología de la enfermedad; después, habla de las vanas esperanzas de algunos que se fían de anuncios o de quienes no siguen las prescripciones médicas. Crotontilo añade que, en España, “en cuanto a progreso nos hallamos lo mismo que hace treinta años”5.
Seguía diciendo: “No sabemos curar la tuberculosis, pero sí sabemos evitarla”. También recordaba el empleo inicial de la tuberculina y sus estragos y, por fin, la aplicación de las tuberculinas nuevas o endotóxicas. Finalmente, como buen higienista, pasa a dar una serie de normas preventivas y señala que la enfermedad es curable, aunque en la mayoría de los casos el desenlace entonces era fatal.
Prevenía Crotontilo contra los anuncios de la prensa (la 4ª plana del periódico, que hace tanto daño), porque algunos enfermos, viéndolos, no dejaban de probar todas y cada una de las panaceas que prometían curar la enfermedad. He aquí, como ejemplo, unos cuantos de esos anuncios:
– “La solución Pantanberg previene la tuberculosis”. Año 1919.
– “¡Tuberculosos! No desesperar. Mandad vuestras direcciones hoy mismo a VERKOS. Instituto Biológico internacional, S. A. San Sebastián. Sección X-1 15-15”. Febrero de 1926.
– “Las 20 curas vegetales del Abate Hamón Nº 15. Tos, catarros, bronquitis, asma”
– “El médico loco que todo lo cura… Hasta a los desahuciados”6.
– “Balneario de Liérganes: sus maravillosas aguas para curar bronquios, pulmón y tisis”
Frente a todos esos remedios, los verdaderos interesados en la terapéutica de la tuberculosis iban por otros caminos marcados por el estudio y la Ciencia7.
Los Rayos X, con su aplicación en la Medicina, sirvieron para conocer el estado de salud, limpieza o daño en pulmones y, en consecuencia, prevenir y curar la enfermedad. Porque eran garantía de acierto en el diagnóstico, muchos doctores anunciaban que disponían en sus consultas de Rayos X.
En las primeras décadas del siglo XX, una corriente social, propagada por los estudiosos, pedía la construcción de dispensarios y sanatorios antituberculosos para la cura de enfermos. Varias diputaciones provinciales tomaron sobre sí el proyecto de construirlos. Por eso, primeramente se crearon los dispensarios, y en Salamanca se establecieron en Peñaranda, Ciudad Rodrigo y Béjar. La creación del Instituto de Higiene fue también un factor importante.
En Salamanca se habían iniciado estudios para crear un sanatorio en la década de 1910. De momento no se construyó ninguno de ellos. En 1928 se recordaban en la prensa local salmantina las condiciones para la edificación de los sanatorios: un sitio bien ventilado de aire limpio y fresco y temperatura agradable. Y se señalaban dos lugares idóneos, la costa y la montaña, pero en ésta, la elevación excesiva podía perjudicar por ser sitio frío.
Por eso se instaló el “preventorio” para niños pretuberculosos en la montaña de Béjar, el Llano Alto. Más tarde, tras encontrar un sitio aceptable, Los Montalvos, lugar cercano a la capital, se aprobó la construcción del sanatorio Martínez Anido, que comenzó a funcionar en 1948.
En los años cuarenta se instalan los sanatorios en muchas provincias. En ellos, los enfermos eran tratados con los neumotórax, las sales de oro y los preparados de calcio. Y en ellos trabajan equipos de médicos cada vez más especializados. De esta suerte, la relación es biunívoca. Los médicos y enfermos necesitan sanatorios, y estos precisan buenos equipos.
Recordaré solamente unos pocos descubrimientos en el avance de la científica médica, además de los que van expuestos en epígrafes precedentes y en las notas finales. En 1908, Koch desarrolla la tuberculina, que otros investigadores van perfeccionando; en 1921, Akbert Calmette descubre la vacuna antituberculosa; en 1944, Selman Waksman descubre la estreptomicina. También por entonces se descubre el P.A.S. Diez años después, se construía en Aranjuez una gran fábrica para producir esta medicina. En 1952, entra en los medicamentos la isoniazida, y en los años sesenta del siglo XX aparece la rifampicina. Con todo ello, se entraba en una nueva era moderna en la que la enfermedad es curable. En los años de posguerra en España, con el hambre y dureza de la vida y la falta de medicinas, la tuberculosis fue en aumento. Del ‘Patronato Antituberculoso’ se pasó al la ‘Lucha contra la tuberculosis’, y ésta entregó su testigo al ‘Plan de Erradicación de la Tuberculosis’. Con campañas de vacunación y los nuevos medicamentos, empieza a mejorar lo que se podía calificar de una endemia. Según Abilio Burgos y colaboradores, la tasa de mortalidad de Salamanca pasó de 106 por 100.000 habitantes en 1920 a 4,3 en 1979, y fue a partir de 1952-53 cuando la mortalidad y la morbilidad descendieron progresivamente8.
Según la también conocida como ‘Guía Fag’, los especialistas de pulmón y corazón en Salamanca eran, además de Ambrosio de Prada Garrido de Honorino Estévez, Agustín García Talavera, Manuel Martín Gómez y Agustín Novo Martín.
Agustín García Talavera. Se anunciaba como médico del aparato respiratorio. Natural de Salamanca, hijo de Joaquín García y Rafaela Talavera. Según el Memorial de las víctimas de la represión franquista, estaba casado, tenía 50 años y era médico de Macotera cuando fue encarcelado9. Este dato entra en contradicción con la Guía Médica de 1938, que lo da como especialista de pulmón y corazón en Salamanca.
Manuel Martínez Gómez. Su anunció sale reiteradamente; una de las veces, el 20 de septiembre de 1946, decía: “Respiratorio-Tuberculosis. Rayos X (portátil, onda corta). Plaza de Gabriel y Galán 1”. Luego ya no vuelve a anunciarse.
Agustín Novo Martín. Fue otro médico de los señalados del que, en adelante, no volvió a salir anuncio alguno en 1938.
D. Cándido Asensio García. Nació el 12 de diciembre de 1910 en Villarino de los Aires. Fue uno de los nueve hijos que tuvieron sus padres, Valentín y Cristina; ella, natural de Salamanca y profesora de Instrucción Primaria. Y fue nieto por línea patena de Don Antonio, también profesor. Esos antecedentes pueden explicar que pusieran al niño Cándido a estudiar.
Pero Cándido solicitó y consiguió, año tras año, matrícula de familia numerosa. Alegó en alguna ocasión que estaban, a la vez que él, estudiando otros tres hermanos. También dejó escrito que solicitaba exención del pago de otros cobros, los llamados derechos universitarios, porque necesitaba terminar prontamente la carrera para ganarse la vida y poder ayudar a sus padres. Sus notas, debido a sus circunstancias, no fueron brillantes, pues cursó diversas asignaturas como alumno libre.
Estudió la carrera de Medicina en 1928, y la terminó en junio de 1934. El examen de grado versó sobre ‘Diagnóstico clásico y bacteriológico de la disentería’, habiendo estado constituido el tribunal por D. Primo Garrido, D. Darío Barroso y D. Ambrosio de Prada.
En 1943, su anuncio dice: “Electrorradiología”, y en 1947 señala: “Tisiólogo del Estado”. El 17 de septiembre de 1946 precisa: “Tisiólogo de la Lucha Antituberculosa”. En un anuncio de 1958, expone algo más de su currículo profesional: “Pensionado en el sanatorio de Sommerfel (Berlín), en el de Rohrbach (Heidelberg) y Forlamini (Roma). Exdirector del Dispensario Antituberculoso de Arrecife (Canarias) y Exdirector del de Peñaranda; exdirector de los sanatorios de Cáceres y León. Medicina y Cirugía Pleuro-Pulmonar”.
De esta suerte, queda bien claro que después de la carrera siguió formándose en el extranjero y adquiriendo experiencia en los diversos centros antituberculosos. Con esto se demuestran dos cosas: su vocación médica y su valía profesional. Y sería suficiente para poder dedicarle una biografía completa.
D. Honorino Estévez Sánchez. Nació en 1910, recibió el título de Bachiller en septiembre de 1925. Acabó la licenciatura de Medicina en 1932. Según certificaciones de Hacienda presentadas en el rectorado de la Universidad de Salamanca, su padre, Honorino Estévez Martín, no cobraba sueldo pasivo o pensión y no tenía propiedad alguna inscrita en el Registro de la Propiedad. De familia muy humilde, tuvo que estudiar con matrícula gratuita. Eso puede explicar, en parte, que sus notas en la carrera no fueran brillantes, pero sí aceptables para que terminase los estudios sin pérdida de curso.
Es de suponer que se hizo especialista en Madrid. Prontamente se puso a ejercer Medicina en Salamanca, pues ya se anunciaba el 26 de diciembre de 1933, anuncio que, precisamente, deja ver algo de su hoja de servicio, pues apunta que ha sido ayudante de la Enfermería para tuberculosos en Chamartín (Madrid) y fue médico del Hospital de San Antonio Abad, (Aparato Respiratorio) de San Sebastián. En este anuncio, añadía que era especialista en pulmón y corazón y tenía Rayos X. Desde entonces, en esta ciudad fue adquiriendo prestigio.
Dr. Bondía García Puente. Su anuncio o tajerta de presentación era como sigue: “Ex médico interno de la Casa de la Salud Valdecilla. Medicina y Cirugía de Pulmón y Pleura. Tuberculosis. Rayos X. Meléndez 13”.
Según la Historia de los Montalvos, y también según el trabajo del Dr. Abilio Burgos y colaboradores (Palencia, 1984), fueron directores del Sanatorio Llano Alto (Béjar): Enrique Sala, primero, y Abilio Burgos de Pablo, que fue continuador del anterior.
Fueron directores del sanatorio Martínez Anido-Los Montalvos: Ambrosio de Prada, Enrique Sala, F. Sánchez León y Rafael Sastre.
Fueron jefes clínicos del sanatorio Martínez Anido-Los Montalvos: Fernando Sánchez León, Martínez Salinas y Abilio Burgos.
Y fueron cirujanos de Tórax del sanatorio: Gil Turner, Izquierdo Laguna, Ledesma y Rafael Sastre.
Varios de estos doctores se trasladaron de destino. Expongo algunas notas de dos médicos de este conjunto:
Dr. Abilio Burgos de Pablo. Estudio la licenciatura en la Facultad de Medicina de Valladolid. En Salamanca, fue director del sanatorio Llano Alto, y también jefe clínico de Los Montalvos. En 1950, se trasladó a Palencia, y en esta ciudad desarrollo una labor encomiable. Fue nombrado Académico Numerario de la Institución Tello Téllez de Meneses en 1984.
D. Rafael Sastre. Su vida y su trayectoria profesional quedaron muy bien reflejadas en la entrevista que concedió a ‘Salamanca Médica’ Nº 15 (febrero-marzo de 2006), a la que me remito. Recuerdo que primero fue jefe clínico y después, director de los Montalvos bastantes años.
No todos los médicos tenían la valentía de seguir la especialidad de tisiólogo, lo que no quiere decir que no visitasen a los que cayeran enfermos de tisis en su partido y atendieran a los pacientes que acudían a su consulta. Pero, al final del periodo elegido para estudio, abundaban más los especialistas en el aparato respiratorio que los propiamente tisiólogos10. He aquí algunos médicos que se anunciaban en Salamanca como especialistas en el aparato respiratorio:
Dr. Sandoval: Aparato Digestivo y Respiratorio. Rayos X. Plaza de los Bandos Nº 1. Años segunda década del siglo XX hasta la guerra civil.
Dr. Martínez Salinas. Como no especifica el nombre, cabe suponer que fuese el jefe clínico de Los Montalvos, que arriba va mencionado. El 10 de octubre de 1958 comunica que suspende su consulta durante ese mes y, efectivamente, el 6 de noviembre vuelve a comunicar su reanudación. En 1969 aparece un anuncio del Dr. Martínez que no explicita ni nombre ni más apellidos; es de suponer que sea el mismo anterior.
Dr. Juan José Polo-Prieto: Pulmón y Corazón. Avenida de Portugal Nº 56. Año 1969.
Posiblemente hubo alguno más, desde luego poco nombrado, pues las guías médicas de los años sesenta y setenta del siglo XX, que periódicamente publicaban los periódicos locales, no incluyen a ningún especialista exclusivamente de respiratorio ni de tuberculosis.
He mencionado a una veintena de médicos dedicados a curar enfermos del aparato respiratorio, muchos de los cuales, con el paso del tiempo, se han ido olvidando socialmente. Incluso también se han ido olvidando los sanatorios creados con el fin específico de dar cura a los enfermos de tuberculosis; integrados los sanatorios en la Seguridad Social y formando parte del conjunto hospitalario, en el que hay que buscar los especialistas que, por lo general, responden a la calificación de “neumólogos”.
Según el mencionado trabajo de Abilio Burgos, en 1984 había en Salamanca, en el Hospital Clínico Universitario Ambulatorio y Seguridad Social, 19 médicos inscritos como neumólogos. Actualmente, los sistemas terapéuticos han evolucionado mucho, y hay grandes cirujanos del tórax, pero como la historia requiere que pasen los años para ver las cosas del pasado con cierta perspectiva, de los neumólogos de nuestros días han de escribir otros autores.
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