Vivir en arte no es sólo amar el arte, es hacer de ello casi una segunda profesión, algo para enriquecer continuamente la vida, con todo lo que la visión de la naturaleza nos ofrece y con lo que puede ser captado por nuestra sensibilidad en viajes, visitas a museos, exposiciones e incluso contemplando las evoluciones de las estaciones y los distintos paisajes aunque nos sean familiares.