Por Saturnino GARCÍA LORENZO
Doctor en Medicina
“A comienzos del siglo XX debería haber quedado claro que ningún sistema explica el mundo en todos sus aspectos y detalles. Haber contribuido a desterrar la idea de una verdad tangible y eterna quizá no sea una de las glorias menores del desarrollo científico”. El autor de estas líneas, Francois Jacob, premio Nobel de Medicina, en su libro El juego de los posibles aúna al humanismo y al hombre de ciencia para invitar a una apasionante reflexión sobre la historia de lo vivo y los mecanismos, todavía misteriosos, de la evolución. ¿Cómo apareció la sexualidad? ¿Cómo explicar el envejecimiento? Y, lo que es más extraordinario aún, ¿cómo se produce el desarrollo del embrión a partir de un huevo fecundado?
Durante miles de años, la Humanidad estuvo convencida de que los primeros miembros de todas las especies vivas fueron creadas por alguno de los dioses de sus múltiples religiones. Esta creencia se tambaleó cuando en el siglo XIX Darwin publicó su teoría de la evolución. En ella explicaba que organismos complejos como los seres humanos pudieron evolucionar de precursores más simples gracias a un proceso gradual de mutación y selección, pero no pudo descifrarse cómo empezó ese proceso, a pesar de la convulsión que provocaron las teorías de Darwin.
Ahora la Ciencia ha demostrado que los postulados del naturalista inglés no pueden tomarse como dogmas, pero sí como uno de los senderos más válidos para llegar a nuestro origen, porque su teoría de la evolución se basa en dos principios absolutamente fundamentales del mundo vivo: la reproducción y los intercambios con el mundo exterior. Difícilmente se podrían hallar obstáculos más sencillos que estos: todo se basa en el hecho de que ciertos organismos se reproducen de forma más rápida o más abundante, en un medio determinado. Se trataría de describir el mundo tal cual es porque hay una cantidad de puntos en los cuales nuestra ignorancia es enorme.
Cada organismo vivo hoy representa el último eslabón de una cadena ininterrumpida desde hace tres mil millones de años. De hecho, los seres vivos son creaciones de la historia, estructuras históricas. No podemos explicar por qué una estructura existe y cumple lo que nosotros estimamos en su función más que en la medida en que podamos reconstruir el pasado.
No tenemos una idea clara de cómo se fabrica el cuerpo. El ingeniero trabaja sobre planos para realizar un proyecto y no parte de materiales de recuperación. La idea contra la cual Darwin tuvo que luchar es precisamente la de una creación perfecta por ser obra de Dios.
“El cerebro humano es el producto de un bricolaje”. Uno de los fenómenos más sorprendentes es el que hizo intervenir el placer de la sexualidad. La sexualidad para F. Jacob, es sencillamente una molécula, una proteína en la superficie de una célula que reconoce otra superficie. Es a partir de este sencillo esquema como se ha ido construyendo y perfeccionando el modelo.
Puesto que el cerebro humano es el producto de un “bricolaje” que acumula los niveles de conflicto, ¿se puede tratar de poner orden en él? ¿se convierte el hombre en su propio ingeniero? Cuando se habla de bricolaje –dice el profesor Jacob- no le doy ningún sentido peyorativo, sino que pienso en un sistema, constato su funcionamiento y sus contradicciones internas y no parecen negativas. No estoy totalmente convencido de que estos sistemas sean puramente biológicos porque los conflictos se agudizan a causa de valores esencialmente culturales.
Y, continúa diciendo: lo que más mata es la virtud, la violencia, el odio, el rencor, la indiferencia, el asesinato cometido por motivos individuales o pasionales. Sin embargo, lo que más ha matado masivamente en la Historia, es el “poder malentendido”, es la convicción de detentar la verdad y la voluntad de imponerla a los demás. Se mata en nombre de Dios, de los principios nazis, estalinistas u otros; se mata masivamente para defender los valores ideológicos.
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