Traductor médico, Cabrerizos (Salamanca)
En singular, ‘coronavirus’ se escribe igual en inglés y español. En plural, en cambio, en inglés dicen coronaviruses («one coronavirus, two coronaviruses»), mientras que en español el plural es invariable: «un coronavirus, dos coronavirus».
• El adjetivo que expresa relación con los coronavirus es coronaviral en inglés; en español, en cambio, tradicionalmente decíamos coronavírico (igual que decimos «vacuna triple vírica», y no *triple viral*), pero cada vez son más los que se apuntan a la moda del adjetivo angloide *coronaviral*.
• El pasado 11 de febrero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) decidió bautizar oficialmente la nueva enfermedad, en inglés, como coronavirus disease 2019 (o, en forma abreviada, COVID-19). En español, pues, enfermedad coronavírica de 2019 o coronavirosis de 2019. De forma simultánea, circulan también otros nombres descriptivos informales, como «epidemia coronavírica china», «neumonía por coronavirus», «pandemia coronavírica de 2020», «enfermedad de Wuhan», «síndrome agudo respiratorio grave de tipo 2, etc.; los que incluyen topónimos o gentilicios se desaconsejan desde instancias oficiales por considerarse potencialmente estigmatizantes.
En cuanto al acrónimo, tengo claro que en español podríamos haber abreviado «enfermedad coronavírica de 2019» a ecov-2019, o «coronavirosis de 2019» a covi 2019, pero en el uso parece haberse impuesto claramente el acrónimo inglés. Tres dudas persisten, no obstante: a) unos escriben COVID 19y otros, Covid 19, pero creo que se impondrá la forma lexicalizada covid 19; b) yo pronuncio «covid» como voz aguda (esto es, la hago rimar con David), pero oigo a muchos pronunciarla a la inglesa, como voz llana (deberían escribir, pues, «cóvid», aunque me parece que prácticamente nadie lo hace así aún); y c) como forma abreviada de «coronavirosis de 2019», para mí es evidente que su género en español solo puede ser femenino: «la covid-19»; oigo a muchos, no obstante, decir «el covid-19», posiblemente porque están confundiendo la enfermedad con su coronavirus causal. Lo cual es un error conceptual grave: covid-19 es el nombre de la enfermedad; su virus causal, el SARS CoV-2 o segundo coronavirus del síndrome respiratorio agudo grave.
• Con la pandemia, nos llegó también toda una avalancha de publicaciones en inglés sobre el nuevo virus, plagadas de términos que había que conocer de un día para otro: cluster, cocooning, droplet transmisión, goggles, herd immunity, infodemia, lockdown, nose swab, outbreak hotspot, PPE, thermal cycler, ventilator, viral shedding…
¿Sabrían cómo decir todo eso en español? Si la respuesta es afirmativa, ¡estupendo y enhorabuena!: ya están listos para hablar, escribir y divulgar sobre la pandemia covídica. Si la respuesta es negativa, mi consejo es que sumen a su lista de favoritos el Glosario de covid-19 (inglés-Español): www.tremedica.org/area-de-socios/glosarios/glosario-de-covid-19-en-es/. Contiene más de 3600 términos y es de consulta gratuita.
Es epidemia vocablo bien antiguo en español, registrado ya en el Diccionario de autoridades (1732): «la enfermedad que corre comúnmente entre la gente, y que anda generalmente vagando entre muchas personas; es voz puramente latina».
¿Puramente latina? Bueeeno…, depende de qué entendamos por «latina». Lo que los académicos ilustrados de la RAE querían decir, a buen seguro, es que es voz patrimonial del español; esto es, que cuando la lengua española nació, la palabra ‘epidemia’ ya estaba allí, por haberla usado antes que nosotros nuestros tatarabuelos los romanos.
Pero la voz, en sí, es puramente griega: formada a partir de epí (sobre) y demos (pueblo o población), epidemía era para los antiguos griegos la estancia o residencia en un pueblo, en un lugar o en un país, por lo general en calidad de forastero. Uno de los tratados más famosos de Hipócrates lleva por título precisamente Epidemias, entendido como «relatos de las enfermedades vistas durante mis estancias en diversos pueblos o lugares». El desplazamiento de significado hacia su sentido moderno, según el helenista Francisco Cortés, se aprecia ya en la obra de Polibio de Cos, discípulo de Hipócrates, quien en su tratado Peri physios anthropon (Sobre la naturaleza del hombre) usa nousématos epidemíe con el significado de «aparición y estancia de una enfermedad en una población».
En la actualidad, hablamos de ‘epidemia’ cuando se registra un aumento inusitado y pasajero de la incidencia de una enfermedad contagiosa en una comunidad, una zona o un país determinados. Si la epidemia se propaga por todo el mundo, extendiéndose a muchos países en varios continentes, hablamos ya de pandemia (griego pan, todo).
El 21 de febrero, en Europa saltaron todas las alarmas y se desbocó el pánico colectivo cuando Italia se convirtió en el primer país comunitario con dos focos de transmisión del nuevo coronavirus chino, en el Véneto y Lombardía. Pero ¿sabían que el temible virus se paseaba ya por el país de la bota veinte siglos antes, allá por el año 50 a. de C.? Al menos sobre el papel: en las páginas de Astérix en Italia (álbum número 37 de la conocida serie historietística francesa de Goscinny y Uderzo, publicado en 2017 con guion de Jean-Yves Ferri y dibujos de Didier Conrad), los invencibles galos compiten en la gran carrera transitálica de cuadrigas contra un misterioso personaje enmascarado apodado Coronavirus, quien a la postre resulta ser el mismísimo Julio César.
La ficción, una vez más, se anticipa a la realidad.
Cada nueva realidad trae consigo palabras específicas que debe conocer y usar quien quiera describirla, comentarla o relatarla a los demás.
Pueden ser palabras que ya estaban recogidas en los diccionarios generales, pero que ahora pasan a estar en boca de todos; y el hablante medio, como es lógico, se pregunta por su significado exacto o duda a la hora de escribirlas. Se calcula que la página web del Diccionario de la lengua española recibe entre uno y tres millones de consultas diarias, y el «Registro de consultas» de la RAE permite saber cuáles son las palabras más buscadas en un momento dado. Entre la lista de palabras más buscadas en marzo y abril, es fácil espigar medio centenar de términos estrechamente vinculados, de un modo u otro, a la covid-19: afectar, altruismo, análisis, asepsia, asintomático, barbijo, bulo, casa, cepa, confinamiento, contagiar, contingencia, cuarentena, cuidar, diezmar, disnea, empírico, endemia, enfermedad, epidemia, exacerbar, febrícula, fómite, héroe, hipocondría, hisopo, infectar, infestar, inocuo, intubar, lavar, lejía, letargo, mascarilla, medicar, médico, mitigar, moratoria, morbilidad, morgue, murciélago, neumonía, pandemia, pangolín, ralentizar, remitir, resiliencia, resistir, salud, sesgo, solidaridad, tapaboca, triaje, virólogo, virtual, virus, vulnerable. También se buscan, por supuesto, tecnicismos, neologismos, localismos y extranjerismos no incluidos (¿aún?) en el diccionario de la RAE, como apanicar, coronavirus, covid, cuarentenar, cubrebocas, desconfinamiento, desescalada, disforia, encuarentar, EPI, ERTE, google, guasap, infodemia, nasobuco, odinofagia, online, rinorrea, sanitizar, seroprevalencia, tamizaje y videollamada.
Los hablantes, aparte, siguen creando nuevas palabras para describir la realidad que los rodea, también en tiempos de pandemia. Algunos de estos neologismos covídicos se crean seriamente de arriba abajo y con ánimo perdurable, como la infodemia de la OMS (v. columna inferior), las arcas de Noé anunciadas por las autoridades españolas como lazaretos de aislamiento para pacientes leves o asintomáticos, o los puestos de covid-auto para hacer posible el cribado rápido sin bajar del coche; pero la mayoría son de origen popular, humorísticos y pensados como flor de un día. Si en inglés los hablantes de a pie están llamando al SARS-CoV-2 the rona o Miss Rona (por abreviación de corona), entre nosotros hemos visto nacer también alias coloquiales como coronabicho, acojonavirus, cabronavirus, carallovirus, cojonavirus, confinavirus, coñazovirus o coronito. Destaca por su productividad el prefijo corona-, usado en neologismos más o menos jocosos como coronacrisis, coronabonos, coronaplausos, coronapijos, coronafiestas, coronadivorcios, coronacoma (económico) y coronaburrirse. Quienes se coronaburren, por cierto, son llamados coronaburros, mientras que para otros los coronaburros(también llamados covidiotas o coronajetas) son quienes no se toman en serio la pandemia y ponen en riesgo la salud colectiva con sus irresponsabilidades (no respetar el distanciamiento social, desobedecer las órdenes de confinamiento, difundir noticias falsas, acaparar más alimentos o productos de los que realmente necesitan, etcétera). Simultáneamente, nuestras ventanas y terrazas se poblaron de balconazis o policías de balcón, torquemadas autoproclamados que se dedican a insultar o acusar públicamente (a veces, incluso humillar, intimidar, vejar o agredir) a los coronaburros que salen a la calle o no llevan mascarilla, sí, pero también a abnegados vecinos expuestos al coronavirus por motivos laborales. Los neologismos chistosos son incontables: desde las vinollamadas o birrallamadas para quedar por Internet a tomar una copa con los amigos hasta la generación de cuarenténials, corónials o pandémials (que para unos está formada por quienes hemos padecido esta pandemia, mientras que para otros lo estará por quienes nazcan nueve meses después del confinamiento), pasando por los perreros (que sacan a pasear al perro un montón de veces al día para escapar del confinamiento), los cuñavirus (que hace cuatro días no sabían una palabra de virología ni epidemiología y ahora van dando lecciones, cuando no ejercen directamente de epimiedólogos o de bulócratas), las más-carillas (que se dispararon de precio durante los primeros meses de pandemia) y la depresiva cuarempena que aqueja a tantas presonas recluidas sin poder salir de casa ―algunas, muertas de panicovid― en la nueva covidianidad. Cuando el confinamiento, inicialmente decretado por dos semanas, empezó a prorrogarse una y otra vez, se convirtió en sinfinamiento; que unos aprovecharon para hacer ejercicio físico (crossfinamiento o cuarentrena); otros, para darle al alcohol (convinamiento), ya fuera en soledad o en compañía a través de Zoom (convidamiento por vinollamada); otros, para el guisoteo (cocinamiento); muchos, en fin, para vaguear y practicar el sillombol; lo cual, unido a la proliferación de repostería casera y al constante picar entre horas (con lo que el día pasaba a ser una desayualmueriendena continua), supuso para muchos un auténtico confitamiento con varios kilos de más. No es de extrañar que algunos propusieran rebautizar año dos mil vientre a este pandémico 2020. El tiempo dirá si alguno de estos neologismos populares llega a ser algo más que efímero entretenimiento para sobrellevar la cuarempena.
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