En la salida de Salamanca por la puerta de la calzada de Toro, en lo que hoy es el inicio de la avenida de María Auxiliadora, se encontraba en el siglo XVI una ermita dedicada a San Hipólito. Junto al pequeño templo se agrupaban unas casas, todo alrededor era campo de cultivo de La Armuña, comarca que con tanta fertilidad aportaba cereales y legumbres a las economías de sus propietarios.
Muchos se preguntarán por qué una ermita a este santo; la respuesta es sencilla, los salmantinos de la ciudad agradecían así que el rey Alfonso XI naciese en su suelo, un 13 de agosto, fiesta del santo mártir.
En ese lugar, aprovechando las edificaciones existentes, nacieron un colegio, un hospital y dos cofradías. Benigno Hernández Montes, en la ‘Revista Provincial de Estudios’ de la Diputación de Salamanca, en sus números 11 y 12, correspondientes al año 1984, esclarece las muchas inexactitudes que sobre estas instituciones habían sido descritas por distintos historiadores; incluso Villar y Macías consideraba que antes que el colegio se había constituido el hospital, cuando en realidad los hechosfueron exactamente al contrario, del colegio nació la vocación hospitalaria.
En Salamanca han surgido gran número de instituciones, muchas de ellas con el mismo nombre o compartiendo parte de su denominación. Esta abundancia de nominaciones semejantes ha producido, a veces, errores que con respecto a este colegio y hospital debemos aclarar. Enfrente de San Esteban, al otro lado del Arroyo de Santo Domingo, se encontraba el convento de clausura de canónigas agustinas, llamado de San Pedro de la Paz; sin embargo, el hospital al que nos referimos estaba bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Paz, santo y virgen con el mismo apellido que pueden inducir a confusión.
En Salamanca funcionaron dos colegios de doctrinos, el más conocido, situado en la calle del mismo nombre; de su edificio nos han quedado algunos escudos que se han colocado en la fachada de un hotel que da a las calles Doctrinos y Compañía. Estaba bajo la advocación de la Virgen de las Nieves. El otro colegio, también denominado de doctrinos, es el que hoy nos ocupa; estaba dedicado, como ya hemos indicado, a NuestraSeñora de la Paz. Mientras, el primero tenía por cometido la enseñanza de la doctrina cristiana a niños y mozalbetes a los que se les enseñaba un oficio a la manera que hoy entendemos la formación profesional. Entraban a trabajar en talleres como aprendices y seguían una formación académica en el colegio. En él se les enseñaba a leer y escribir, las cuatro reglas aritméticas y las enseñanzas religiosas básicas. Sus componentes asistían a los entierros portando el estandarte de Nuestra Señora de las Nieves. De la capilla del colegio se ha conservado una imagen de Cristo procesional que desfila cada Semana Santa por las calles de Salamanca.
El Colegio de Doctrinos de la Puerta Toro, fundado en 1531 por cuatro sacerdotes de la Orden de San Pedro –así se conocía entonces a los curas diocesanos–, estaba destinado por sus fundadores a la propagación de la doctrina cristiana no solo en niños, también en adultos; sin embargo, los adoctrinados no vivían en el colegio. Los colegiales fueron siempre sacerdotes seculares que querían vivir en comunidad con reglas estrictas, propias de la clausura. Esta fundación contó con el beneplácito del obispo de Salamanca, Luis Cabeza de Vaca, que cedió la ermita al colegio, no sin tener que vencer la resistencia de los beneficiados de San Mateo, a los que les correspondían las rentas de la ermita de San Hipólito. El prelado era un arduo defensor de la formación de los sacerdotes, que por aquel entonces estaba por los suelos.
Los colegiales se dedicaban al recogimiento, la oración y la contemplación, vivían en estricta pobreza y dedicaban el tiempo que les sobraba a la catequesis de los ignorantes.
El hospital nació en 1555, aunque con anterioridad a establecerse el colegio existió junto a la ermita un pequeño lazareto, del que se habla hasta mediados del siglo XVI, por lo que bien puede deducirse que se aprovecharon sus instalaciones para instalar el nuevo hospital, aunque para entonces el viejo refugio hubiera dejado de existir. El fundador del Hospital de Nuestra Señora de la Paz, Martín de Figueroa, podría estar emparentado con esta noble familia, los Figueroa, propietaria del palacio con fachada a las calles Zamora y Concejo, casona que a principios del siglo XX compró para su sede el Casino de Salamanca. Martín era arcediano de Santiago y tenía buenas rentas, que sirvieron para poner en marcha el hospital; costeó la construcción de un pabellón nuevo en 1555 para acoger enfermos incurables y llagados.
Diego de Dios se encargaba de buscar en la calle a los enfermos, alimentarlos y curarlos
Este Hospital de Nuestra Señora de la Paz atendía a los mismos enfermos que el de Santa María la Blanca, es decir, pacientes sifilíticos y de otras enfermedades venéreas, en situación terminal, con supuración de sus muchas pústulas, dando repugnancia y aversión a cuantos los atendían, que hacían este penoso oficio por servicio a Dios. Salamanca estuvo servida por dos hospitales para tratar estos pacientes, que eran rechazados en otros centros sanitarios, uno en el sur, junto al río; el otro en el norte, en la calzada de Toro.
El Hospital de Nuestra Señora de la Paz contaba con patrono y administrador perpetuo, que recayó mientras vivió en el fundador, Martín de Figueroa, quien, a su vez, era superior del Colegio de la Doctrina Cristiana. Tenía también derecho a nombrar sucesor. Figueroa dejaba hacer todo cuanto solicitabaDiego de Dios, a cuyas instancias Martín fundó la institución hospitalaria. Diego se encargaba de buscar en la calle los enfermos, llevarlos al hospital, alimentarlos y curarlos, gozando, por su ejemplar comportamiento, de gran prestigio y ascendencia entre los salmantinos.
El hospital desapareció en 1581, junto con la mayoría de la veintena de estos centros que estaban abiertos ese año en Salamanca. Eran instituciones sin recursos, mal atendidas y con futuro incierto. Se concentraron en el Hospital General de la Santísima Trinidad y en el de Santa María la Blanca. Los recursos del Hospital de Nuestra Señora de la Paz y San Bernardo –no confundir con el hospital de San Bernardino– fueron a parar a este último, al tratar ambos los mismos enfermos. En esta medida reductora se incluyeron también los recursos de algunas ermitas con sus cofradías. Si contamos el periodo comprendido desde 1555 hasta 1581, constatamos que solamente fueron 26 años el tiempo que permaneció abierto.
Pero la ermita salmantina dedicada al mártir romano San Hipólito mantenía también dos cofradías, una de seglares, destinada a amparar las demandas del hospital y, por supuesto, las de sus enfermos, y otra conformada solamente por clérigos. La primera era gremial, a ella pertenecían los plateros establecidos en la ciudad; la segunda la integraban sacerdotes diocesanos preocupados por su formación y anhelantes de la vida austera y contemplativa en comunidad.
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