Por Jesús Málaga
La rabia estuvo presente en la ciudad y provincia de Salamanca hasta mediados del siglo XX. Los perros hidrófobos, transmisores de la enfermedad, deambulaban sin control por las calles, siendo un peligro para los viandantes y otros animales que eran agredidos e infectados por los exudados que desprendían por la boca. Los ayuntamientos, especialmente sus alcaldes, fueron sensibles al problema. Cuando se detectaba algún caso, decretaban a través del correspondiente bando municipal las medidas higiénicas a tomar para evitar el contagio. Una de las primeras que se ponía en marcha en cuanto se sospechaba de la existencia de un perro rabioso era la de recoger de las calles a todos los canes callejeros, imponiendo multas a los dueños de aquellos que no estaban vacunados, estaban sueltos sin control o sin identificación municipal.
Los encargados de realizar esta labor eran los laceros, que tenían que soportar la incomprensión de los vecinos. Más de una vez fueron insultados e incluso agredidos por los salmantinos que valoraban negativamente su trabajo. Los perros eran recogidos en perreras, lugares inmundos donde los animales eran encerrados en jaulas y en condiciones que hoy catalogaríamos dentro del maltrato animal. Transcurrido un tiempo sin que el perro fuera reclamado por su dueño, era sacrificado. Eran tiempos en los que el maltrato animal no estaba mal visto debido a la pobreza reinante, en los que los humanos sufrían hambre, privación de libertad y agresiones sin justificación, en algunos casos, los mismos padecimientos que los animales.
A lo largo del siglo XX y finales del XIX, los sujetos que habían sido mordidos por un perro hidrófobo eran sometidos de inmediato a un proceso de vacunación, aunque en muchos casos no se llegaba a tiempo de que fuera efectiva, y el paciente moría entre terribles padecimientos.
Uno de los primeros recursos a los que la familia del enfermo recurría era el de pedir a la divinidad un milagro. En el término municipal de Las Veguillas, en la provincia de Salamanca, se encuentra un santuario dedicado a la Virgen de Valdejimena, patrona contra la rabia, a cuya intercesión se encomendaban los allegados del mordido por un real o supuesto can rabioso. Antes de llegar al cenobio, los fieles que se acercaban al santuario tenían que cruzar un pequeño arroyo; aquellos pacientes que lograban superar este obstáculo eran considerados curados por la Virgen; por el contrario, los que no lograban acercarse al curso de agua, enfermaban. Nuestra Señora de Valdejimena no había obrado el milagro, y pasado un tiempo morirían. La explicación a estos supuestos milagros selectivos está en la hidrofobia. Los enfermos de rabia presentan horror al agua, y se apartaban de ella en cuanto la percibían o barruntaban; por el contrario, los que, habiendo sido mordidos sin haber contraído la enfermedad, no presentaban hidrofobia y pasaban la prueba sin dificultad alguna, y eran considerados como curados milagrosamente por la Virgen.
En la ciudad de Salamanca fueron muchos los lugares que hicieron las funciones de perrera municipal a lo largo del siglo XX; por citar solamente alguno, destaca por su singularidad el convento de la Merced Calzada, donde hoy se encuentra la Facultad de Matemáticas. El ayuntamiento fue su propietario tras la desamortización, y lo utilizó para todo: en 1925, fue lugar de acogida para pobres transeúntes y cantina escolar, donde se repartía la comida a los niños escolarizados cuyas familias carecían de recursos para alimentarlos. Fue escuela, y su directora mantuvo un enfrentamiento con el ayuntamiento republicano porque construyó una capilla cuando la ciudad tenía un templo cada cien metros; al final fue cerrada por iniciativa de quién la abrió. El edificio acogió la Normal de Maestras y, posteriormente, el cuartel del Requeté Salmantino en 1936.
Los enfermos de rabia presentan horror al agua, y se apartaban de ella en cuanto la barruntaban
Pero lo que más degradó el edificio fue que el Consistorio lo convirtiera por un corto periodo de tiempo en perrera municipal. Otros lugares donde se ubicó la perrera fueron unas dependencias junto al Gobierno Civil, cuando este estuvo en la calle del Prior, esquina Prado; y ya durante la dictadura franquista, la acogida de canes se realizaba en el vertedero de Villamayor. Fue así como uno de los edificios más singulares de la historia de la ciudad quedó degradado a este servicio que entonces era considerado innoble. En el solar que ocupa la Merced Calzada estuvo la sinagoga menor, y en ella se materializó el milagro de san Vicente Ferrer, convirtiendo a la fe de Jesucristo a los judíos salmantinos, que estaban reunidos para celebrar el sábado y vieron cómo sobre sus cabezas aparecieron cruces de fuego cuando el santo entró en el templo judío para predicar. Dicen las crónicas que, tras este portento del santo dominico, los judíos salmantinos acudieron en masa a las iglesias cristianas para recibir el bautismo.
Este edificio de la Merced Calzada, que la mayoría conocemos solo por su aspecto exterior, guarda dentro tesoros que se han conservado a través del tiempo y que Vicente Sierra Puparelli ha logrado fotografiar, dando a conocer a los interesados datos claves para entender la historia de Salamanca. En el cubo de la muralla que se encuentra en la fachada sur del antiguo convento, se puede ver todavía un acceso tapiado que da a unas dependencias del interior abovedadas y que están conservadas en perfecto estado. En el suelo de la citada estancia, hay una portezuela que comunica por un túnel con la casa del barrio de Pescadores enfrente del puente romano que hace esquina y que se identifica por una toza blasonada con un escudo borrado y con una inscripción referida a la cofradía de la Veracruz.
Paseando por el barrio antiguo de Salamanca, te sueles encontrar con escudos colocados en lugares que no les corresponden o con tozas e inscripciones de las que se desconoce el significado. En el barrio de Pescadores hay 24 casas que se salvaron de la piqueta cuando el caserío y las tenerías del barrio de Santiago fueron derribados por la última Corporación municipal del franquismo. Estas casas fueron construidas adosadas a la muralla desde la puerta del Río hasta la peña Celestina. La primera Corporación democrática surgida en 1979 logró un plan de rehabilitación para la totalidad, y hoy día, todas ellas –excepto una, en la que su recuperación quedó inconclusa– están en perfecto estado de revista, dando a la panorámica más popular de la ciudad, aquella que se observa desde la margen izquierda del Tormes, una impresionante belleza y empaque.
En una de las casas centrales, se encuentra una toza con una inscripción en la que se declara que la propiedad de aquella casa es de la cofradía de la Veracruz. He preguntado sobre este hallazgo a algunos responsables de la cofradía del mismo nombre, ubicada en el campo de San Francisco, y me han informado de que no les constaba que su institución tuviera propiedad alguna en aquellos lugares; y eso que, al ser la cofradía más antigua de la ciudad, ha regentado un hospital, una imprenta y, por supuesto, la ermita donde se recogen los pasos que procesionan con el Santo Entierro el Viernes Santo y en otros días de la Semana Santa salmantina.
“La cercanía del río a la muralla dejaba un estrecho pasillo para la construcción de viviendas”
De dónde procede esa inscripción y si era la casa que soportaba la toza de la propiedad de otra cofradía que llevara el mismo nombre de la conocida por los salmantinos se cruzaron en mi mente. Repasé uno a uno los templos habidos extramuros en aquel espacio de la ciudad y, de repente, descubrí que, en una reducida zona, en un barrio ocupado por los cristianos que permanecieron en la localidad durante la ocupación sarracena, había un pequeño templo que estuvo situado a pocos metros de donde se encuentra la inscripción de marras y que podría tener relación con ella.
Pero no adelantemos acontecimientos.
Desde la Fundación Piadosa Vicente Rodríguez Fabrés hasta la puerta de los Milagros se fueron construyendo templos, la mayoría de los cuales funcionaron como parroquias, con una escasa feligresía. Se comprenden los escasos clientes, ya que la cercanía del río a la muralla dejaba un estrecho pasillo para la construcción de viviendas. El primero de los templos que aparece hacia el este es el de Santa María de la Vega, donde se veneraba a la Virgen patrona de Salamanca y su tierra; siguiendo hacia el oeste, y a pocos metros, se encontraba la iglesia de San Miguel Arcángel, seguramente ambos templos se situaban en zona de huertas. Ya en zona urbana estaba San Juan el Blanco, que, según las crónicas, durante la ocupación árabe hizo las veces de catedral, ya que la visigoda que se encontraba en lo que hoy es Catedral Vieja se había convertido en mezquita.
La capilla de los premostratenses y la del hospital de Santa María la Blanca eran otros dos lugares de culto; de ambas edificaciones religiosas quedan vestigios. Otros dos templos de los que tenemos restos importantes, San Andrés y San Nicolás de Bari, se encontraban, el primero, en lo que hoy es el Pozo de la Nieve, y del que se conservan sótanos y galerías de aquel impresionante convento de carmelitas calzados o de paño que construyeron su monasterio junto a la iglesia de San Andrés; y San Nicolás de Barí, el primer anfiteatro para la disección anatómica, cuyos restos se pueden ver en una construcción junto al Museo de Automoción.
La iglesia de Santiago es la única de todas las nombradas que aún se mantiene en pie, aunque, desgraciadamente, totalmente modificada. Fue restaurada durante la dictadura franquista, haciéndola nueva, sin guardar los elementos característicos que tenía. De San Gil, situada a la salida de la puerta del Río, donde se encuentra un precioso crucero, de los pocos que se han conservado, nada queda, y San Gervasio, que hacía triángulo con las dos anteriores, desapareció sin dejar rastro. Esperemos que alguna excavación rescate para la ciudad algunas de estas iglesias románicas desaparecidas. Pasado el puente romano por la margen derecha del Tormes, junto a la muralla se encontraba una iglesia de la que los historiadores medievalistas nos han legado solamente el nombre, la Santa Cruz, que estaba situada muy cerca de la casa de la toza que llamó nuestra atención; seguramente tendría una cofradía de la Veracruz con algunas propiedades. Hay que tener en cuenta que desapareció por completo en el siglo XIX, y el caserío del barrio de Pescadores procede en su mayor parte del siglo XX. Seguramente sus piedras pasaron a formar parte de algunas casas del entorno.
Para terminar nuestro recorrido, otros tres templos se suceden hasta la puerta de los Milagros: la ermita de San Gregorio, la de San Lorenzo y la de los Milagros, esta última, en lo alto de la puerta de entrada a la ciudad del mismo nombre.
Pero volvamos a la casa de la toza blasonada con la inscripción de pertenencia a la cofradía de la Veracruz. Por ella se salía desde la muralla por el Postigo Ciego, perfectamente conservado en el patio interior de la vivienda. Era utilizado para escapar de posibles asedios, por la noche, conociendo el lugar; hay que dejar constancia de que el río se encuentra a solo unos metros, que esta zona es poco profunda y se puede cruzar sin problema en verano y que el puente romano queda justo enfrente de la casa del Postigo Ciego.
Estamos ante un descubrimiento de gran importancia para la historia de Salamanca, y todo, a partir del estudio de un antiguo convento, el de la Merced Calzada, que en pleno siglo XX el ayuntamiento de Salamanca dedicó a perrera municipal.
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